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lunes, 9 de agosto de 2010

LO Q U E D E B E S E R LA CONDUCTA EN LA VIDA Paracelso

LO Q U E D E B E S E R

LA CONDUCTA EN LA VIDA

Paracelso

Si por espacio de algunos meses se observan rigurosamente las prescripciones que a continuación se dan, se verá operar en la vida un cambio tan favorable, que jamás se abandonará. Mas, hermano lector, para que obtengas el éxito deseado, precisa, eso sí, que adaptes tu vida a la estricta observancia de estas reglas. Son sencillas y fáciles de seguir; pero hay que observarlas con perseverancia bien sostenida. ¿No crees que la dicha bien vale algún esfuerzo? Si no eres capaz de seguir estas reglas tan fáciles, ¿con qué derecho pudieras quejarte de tus fracasos? ¿Qué costaría hacer la prueba? Son reglas enseñadas por la más antigua sabiduría y hay en ellas más trascendencia de lo que su sencillez te lleva a suponer.


1. Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar honda y rítmicamente, al aire libre, llenando bien los pulmones. Beber diariamente, en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol y las medicinas, a menos que estuvieres por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.


2. Desterrar absolutamente de tu animo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio o tristeza. Huir como de la peste, en toda ocasión de tratar con personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por los tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos y ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.


3. Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.


4. Hay que olvidar toda ofensa; más aun: esfuérzate por pensar bien de tu mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe jamás ser profanado por el odio.


5. Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro, el espíritu y te pondrás en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y de silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presenten serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiará en tales instantes de silencio, a solas con tu consciencia. Ese es el Daimón de que habla Sócrates. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior. Pero no te hablará así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse. La carne es flaca.


6. Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerte , como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun a tus más íntimos, todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas o descubras. Por un largo tiempo al menos, debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.


7. Jamás temas a los hombres, ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu, no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y desconfianza en el futuro son madre funesta de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, verás que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas de las virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es símbolo de dicha; puede ser uno de los factores que a ella conducen, para ejercer grandes nobles obras; pero la dicha más duradera sólo se consigue por otros caminos: allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es egotismo. Jamás te quejes de nada. Domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como la vanidad, porque son funestas para el éxito. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos: pecado mortal contra el Espíritu Santo. Muchos llamados prohombres han sido despeñados de las más encumbradas cimas por la vanidad; a ella debieron su caída muchos de los grandes de la historia.


Ojalá sigas, lector hermano, estas pocas reglas para tu dicha y para tu bien. ¡Que así sea!


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