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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Apariencia


Apariencia
Recopilaciones por el Hno. José Ocampos


No siempre la apariencia refleja la verdad.

Pero todos sabemos que el corazón del hombre es un nido entramado
con ramas de bondad y plumaje de cariño.

Hay más fulgor de afectos, de comprensión, y de bien que maldad
o rencor en lo íntimo del hombre.

A borbotones hierven las ansias de amistad y de benevolencia, las
ganas de ayudar, el afán de ser útil, los impulsos de lealtad, la grandeza
de intención.

Amar, practicar el bien, cualidad exclusiva de este ser prodigioso
que es el hombre.

Quienes se dejan embaucar por las apariencias de las cosas, envidian
a tales personas. Los superficiales se alimentan de la superficialidad.

Son personas sin peso, sin estabilidad, sin equilibrio. Se extasían
ante el éxito de oropel y fantasía. Y tarde o temprano sobreviene el
efecto destructor de su vacío, por la depresión y la angustia.

Debemos actuar siempre tal cual somos y no con las máscaras de
la apariencia.

Cuando una persona ha mentido por mucho tiempo, llega el momento
en que se olvida dónde está lo falso y dónde lo verdadero. Esa
persona se convence a sí misma de sus propias mentiras.

Cristo nos exige una perfección real y no aparente; no admite en
nosotros ninguna falsedad; nos quiere auténticos cristianos y nos propone
este lema; “Sed perfectos como es perfecto nuestro Padre Celestial”.
(Mt. 5: 48)

Para poder ganar buenos intereses espirituales, debemos acumular
muchas buenas acciones en el Banco Celestial. Pero auténticas buenas
acciones y no las que tanto se pregona y son sólo apariencias.

Por más que se fustigara la avaricia, el ansia de poder o de riquezas,
son estas las que mueven los cimientos del mundo y de los hombres.

Poderoso en verdad, es este caballero que ciega, que corrompe,
que seduce o soborna. Y sin embargo, los hombres siguen diciendo que
actúan correctamente y todo es apariencia, porque la realidad es otra.

Ya no se quiere escuchar la voz de Dios. Esa voz que nos habla
mansa y angustiosamente, con claridad rotunda y sin soborno posible.

La voz de la conciencia, el monitor de Dios que anticipa el anuncio
y el mensaje, el aviso y la norma a la cual hay que someterse. Pero los
hombres en su desenfrenado afán de enriquecerse a como sea y desoyendo
estos mensajes, y peor aún, aparentando que los cumplen, siguen
vaciando cuantas arcas encuentran en sus caminos.

Las personas que se preocupan exageradamente por su apariencia
tienden a tener un pobre concepto de sí mismas y temor a fracasos
en otros aspectos de la vida.

La excesiva preocupación por la apariencia física y de creerse siempre
el más culto, el más sabio, sin ver en los demás mejores méritos,
acaba por convertir a muchas personas en esclavas de lo irreal.

Debemos actuar siempre tal cual somos y no con la máscara de la
apariencia.

El hombre es más interioridad que apariencia. Tú debes tener
mucho más empeño e interés en que tu espíritu cultive las virtudes que
te harán hombre y santo, no que tus ropas luzcan bien.

Un poderoso pilar que sostiene el proceso de formación de los
hijos deben ser los cristalinos y reales ejemplos que se deben trasmitir a
los hijos. Esos valores como: la rectitud, el amor, el respeto, el servir al
semejante, la amistad, la gratitud, deben ser auténticos, como brújula
que les permitirá dirigir y canalizar con serenidad y entereza las situaciones
difíciles que siempre habrán de enfrentar.

Aparentemente estamos más felices, porque hemos progresado
tecnológicamente, pero esa misma felicidad aparente nos angustia más
que nunca.

Lo que más debe importar para los maestros especialmente, es
forjar y formar el alma de los niños y jóvenes, y si no somos capaces los
maestros de esta creación espiritual, de convencer a los alumnos, dentro
de ellos, en sus corazones y en sus pensamientos, que lo que más
vale en la vida es la honra, entonces no se puede decir que se haya sido
un maestro. Por mucho que enseñemos, por mucha sabiduría que pongamos
en los cerebros de nuestros alumnos. Si no sabemos inculcarles
esas normas de rectitud, de honor, de hombría, nada habrá hecho el
maestro. Todo habrá sido apariencia.

La mayoría de las personas carecen de determinación para poner
en práctica la gran capacidad que tienen y se ponen a lamentar de su
mala suerte en vez de salir de su mediocridad.

Cada día tenemos que razonar la forma como hacer lo que debemos
hacer. Realizar un verdadero y minucioso análisis y no un aparente
análisis para descubrir verdaderamente nuestras fallas.

* * *

473 - JOYAS ESPIRITUALES - 11/01 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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