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sábado, 11 de diciembre de 2010

EL ORIGEN DE LA NAVIDAD



EL ORIGEN DE LA NAVIDAD
The Rosicrucian Fellowship


“Y dijo Dios: Sean lumbreras en la expansión de los cielos para apartar el día y la noche: y sean por señales, y para las estaciones, y para días
y años ...”

La Navidad (Christmas o Christ Mass), Misa del Cristo, o Fiesta del
Cristo, es una de las cuatro mayores estaciones espirituales del año. Es
una época propiciada para el nacimiento del místico Sol de Medianoche o
del Niño Cristo dentro de nosotros, que tiene lugar en el centro de la tierra
o del corazón del individuo, respectivamente.

Es un hecho aceptado de que el Sol en su relación con la Tierra es
el que produce las cuatro estaciones terrenales de: primavera, verano,
otoño e invierno, que a su vez son responsables de la Semana Santa,
Festival de San Juan, Festival de la concepción y la Navidad respectivamente. Estas cuatro últimas son la contraparte espiritual de las cuatro
estaciones físicas anteriores, operando por medio de ellas.

Sin embargo, siendo el Sol el luminar principal colocado en los cielos, recibe la ayuda de la Luna, el luminar menor, la cual refleja el gran
poder de eléctrica luz a través de su propia y magnética influencia.

Estos luminares en el firmamento son parte del mismo, en sus respectivos movimientos, día y noche, señales y estaciones, día y años, de
estricto acuerdo con el primer libro de Moisés: el Génesis. Por lo tanto, a
fin de establecer el origen de la Navidad, encontramos que debe estar
íntimamente conectada principalmente con el Sol, el productor de todas
las estaciones, siendo la de Navidad, de nuestra presente consideración.

Es por medio de la natural deducción o de la lógica el que adquirimos el conocimiento de lo desconocido, por lo que ya conocemos, y por
lo tanto hacemos uso del aforismo hermético que dice: “Como arriba, así
es abajo” Esta importante verdad es también expresada por el axioma
arcano: “Ex uno disce omnes”, por uno conocemos a todos. Es más, esto
no es otra cosa que el primero de los siete principios cósmicos enseñados
por los Rosacruces, a saber, el principio de la correspondencia. Esto se
manifiesta en una cierta correspondencia analógica o concordante por
medio de las manifestaciones en varios planos de la actividad. Así que del
conocimiento del presente, yendo más adelante podemos razonar el futuro, o mirando hacia atrás, podemos comprender el pasado.

Ahora apliquemos este último procedimiento a fin de fijar el origen o
de dónde viene la estación de la Navidad, el Festival del Cristo. Un moderno concepto del Cristo puede ser resumido en Poder Universal que
emerge en actividad bajo ciertas condiciones establecidas resultantes de
calificaciones especiales. Esto difiere de la pasada idea generalmente
aceptada del Cristo como hijo de Dios, encarnando todas las altas virtudes de la concepción humana, dependiente del estado y evolución de la
mente en su más elevada expresión, un Cristo personal o Cristo en términos de una persona.

Este concepto mental de Cristo, lo encontramos para los niños en la
representación de Santa Claus, el que da y trae los buenos regalos en la
época de Navidad. Es el surgir dentro de la manifestación, del poder oculto, lo que nos capacita para formular, concebir y poner de manifiesto,
nuestra más alta comprensión de lo que es Cristo, para y por nosotros,
resultando en NUESTRO NACIMIENTO DE CRISTO.

¿De dónde viene esta fuerza que produce nuestra particular estación
de Navidad? Ya hemos dicho que el Sol es grandemente responsable de
las estaciones, ya sean estas espirituales o materiales, en sus reacciones
especiales sobre el individuo. Pero mientras el Sol es el principal promotor
en estas estaciones, existen otros agentes que acentúan algunas de sus
cualidades especiales. En esta especial estación de la Navidad, el Sol está
pasando a través del signo Sagitario, cuya agencia inunda la atmósfera con
su poder. La mente es naturalmente elevada para expresar sus más altos
ideales y conceptos en la gloria por la veneración de la Deidad. La visión de
un grandioso y expansivo Dios, está siempre presente con un ferviente deseo para llegar tan lejos como sea posible a ese ideal. La expansiva
mente se desarrolla a medida que visualiza nuevas vistas de mayores glorias y gracia en un magnífico realismo del Espíritu de la Navidad. Estas son
las ofrendas de un benévolo Júpiter a medida que el ALMA DEL HOMBRE
se eleva y separa de las ataduras terrestres. Aquí yace la cuna desde la
cual el Niño Cristo se levanta mientras el símbolo de Júpiter y la Luna Creciente sobre la Cruz proclama esta verdad, el niño Creciente, el espíritu
elevándose en la Cruz de la Materia, o sea su cuerpo terrenal. Aquí yace el
místico mensaje de la Navidad a través del Crecimiento y de la Cruz de
Júpiter y el arco y la flecha del Centauro, sin el cual no habría Navidad tal
cual la conocemos hoy en día, no habría visión de mayor y más gloriosa
Deidad ni evolución o avance espiritual.

Volviendo hacia atrás en las páginas de la historia de extintas naciones, encontramos también que en esta época de celebraciones de Navidad, tuvieron lugar festivales espirituales o religiosos. En esto es muy de
notar que todos estos rituales han sido íntimamente conectados con la
veneración del Sol, directa o indirectamente, y el cual siempre fue reconocido como el Dador y sostenedor de la Vida.

De este modo el origen de la Navidad debemos encontrarlo en el
estudio de los Cielos al igual que la evolución del hombre. Principalmente
se debe a esto que aquellos relacionados con el desarrollo espiritual del
hombre, buscaron ayuda por medio del contacto con los cuerpos celestiales, por el estudio de la Astrología. Por medio de la observación, experiencia y estudio, les fue posible formular reglas y patrones de vida que
condujeron al hombre de una existencia animal a una vida humana y
continuará guiándolo hacia un orden angelical.

Habiendo encontrado el origen de la Navidad en el estudio de los
Cielos, esto también nos trae el conocimiento de un lado de esta Estación
que es raramente tenido en cuenta. El principio del Festival de la Navidad
es ensalzado con la alegría anticipada en el hecho de que el espíritu se
reconocerá a sí mismo, y por lo tanto constituye un nacimiento espiritual,
descartando su envoltura de carne. Así tenemos la alegría del Período de
Júpiter, pero en el Día de la Navidad, en el medio de la estación de Navidad,
tiene lugar un cambio. El tiempo de la alegría se convierte en un
período de tristeza a medida que el recién nacido espíritu se encuentra a
sí mismo obstruido por la manifestación en un extraño mundo el cual
debe él vencer por un necesario sacrificio, o sea que el niño de alegría se
convierte en el hombre de tristeza.

De nuevo los ciclos verifican la verdad de estas cosas, porque en el
día 25 de Diciembre, el Día de la Navidad, el Sol ha entrado en el signo de
Capricornio, el signo de la cabra, regido por Saturno, cuyo símbolo es la
Cruz de la materia sobre la Luna Creciente del Alma. El ambiente de la
cabra es la montaña, tosca y rudamente mañosa y con escaso alimento,
cuyas condiciones pueden ser comparadas al espíritu en su nueva morada del mundo material. El símbolo de Saturno denota la fuerza aplastante
de la materia sobre el alma aspirante.

Es quizás más bien difícil el apartarse de la idea de un Cristo personal y reconocer a Cristo como a un magnífico y radiante poder de energía
encarnado en Rayos de Luz emanados del Sol, no del Sol físico, sino del
Invisible Sol Central, trabajando a través del Sol físico.

La energía de Cristo, tiene por vehículo de manifestación, los dos
éteres superiores el de luz y el reflector, pero en especial el primero que
es atraído y producido en su individual plenitud por el poder del corazón y
la fuerza del cuerpo pituitario en su reino etérico. Es la parte etérica de
estos órganos físicos, la que especializa el grado particular del Éter de
Cristo que produce el vehículo por medio del cual se expresa la energía
de Cristo. Por lo tanto la energía Crística o el Cristo Niño no puede nacer
hasta que el cuerpo de Cristo esté completo en relación con las funciones, al igual que está completo como unidad separada. El principio Crístico,
sin embargo, puede funcionar a través del cuerpo físico denso, aun cuando los poderes de deseo y mental no tengan ningún cuerpo organizado
por medio del cual funcionar. Sólo aquellos que han sido capaces de
construir el vehículo de Cristo, pueden visualizar el místico Sol de medianoche, el Rayo de Cristo, en todo su esplendor y gloriosa magnificencia.
Utilizando las 24 horas del día como un ejemplo para las cuatro
estaciones del año, nuestra hora de medianoche es la de la Navidad y del
nacimiento del Niño Cristo. Esto está bien ilustrado por el J.G. Whitier en
su poema


LA NAVIDAD DEL MÍSTICO:

“Saludemos todos”,

resuenan las campanas de Navidad,

“Saludemos todos”,

cantan los monjes en la Navidad;

Los monjes felices, que mantienen con alegría

El más grandioso día de todo el año.

“Mantengan mientras lo necesiten,

hermanos míos,

Con profundo fervor el canto de Navidad,

Pero no juzguéis a aquél, que en cada mañana,

Sienta en su corazón

que ha nacido el Señor Cristo”

“Y aquel Verbo fue hecho carne,

y habitó entre nosotros

(y vimos su gloria,

gloria como del unigénito del Padre),

lleno de gracia y de verdad”.

(Juan 1:14)

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474 - JOYAS ESPIRITUALES - - 12/01 - - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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