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martes, 11 de octubre de 2011

En Epuyén, Chubut, los habitantes del Jardín de Paz Mundial no tienen interés en votar y creen que los gobernantes viven en un tiempo irreal

Una pequeña aldea al margen de la política

En Epuyén, Chubut, los habitantes del Jardín de Paz Mundial no tienen interés en votar y creen que los gobernantes viven en un tiempo irreal

Por Paz Rodriguez Niell | LA NACION

Foto: LA NACION / Santiago Hafford

EPUYEN (Chubut).- Pasando La Rinconada, al final del sendero, se esconde entre las montañas una pequeña aldea donde los políticos no tienen ni la menor posibilidad de seducir votantes.

No hay luz eléctrica y sus habitantes no ven televisión ni escuchan radio. No tienen idea de slogans ni de plataformas electorales. Saben, sí, que este año hay elecciones, pero no les importa.

Los pobladores del Jardín de Paz Mundial -así se llama- ni siquiera viven en el mismo tiempo que la mayoría de los mortales. Para ellos, hoy es dali 22 de la luna eléctrica del venado del año mago rítmico. Ellos trabajan en un "experimento" que ya lleva más de diez años: vivir "el tiempo natural de las 13 lunas en armonía con la naturaleza".

Y la indiferencia con los políticos es mutua: "No, no hacemos campaña ahí, ¿para qué? si ellos no votan", dice Antonio Reato, intendente de Epuyén.

En el Jardín no les gusta la idea de "partidos" porque se declaran defensores de la unión, creen que los gobernantes viven en un tiempo falso, despreocupados por "el fin del ciclo" que se avecina (2012 será clave, anuncian), y la única militancia que apoyan es la de la oración y la meditación. "Yo milito por una cuestión planetaria", cuenta seria Estrella Resonante Amarilla, hija de una militante revolucionaria brasilera.

En Epuyén los llaman "los hippies" o "los mayas", pero ellos aclaran que no son ni lo uno ni lo otro. Siguen "un brote profético de la siembra maya galáctica" (algo parecido al calendario maya) y dicen que el tiempo del hippismo ya pasó. "No estamos aislados. No somos contra nada, tampoco contra sistema, si todos venimos de ahí", dice Estrella, que cuando todos la llamaban Flavia Motta trabajaba en una multinacional naviera en San Pablo. No vota y si quisiera, no podría. Aunque hace más de 10 años que vive en el Jardín, nunca hizo el cambio de domicilio. No obstante, advierte que sí le preocupan los problemas del mundo y que "sería bueno que en vez de gobernador hubiera un gobernamor".

Ella fundó el Jardín junto con Noche Galáctica (en los papeles, Pablo Ramil), con quien tuvo dos hijos. Hoy están separados, pero se llaman entre sí "hermanos", como todos en la aldea. "No voy a votar, no me interesa. No hay por qué votar y no hay por qué vacunar, pero a eso nos obligan", protesta Noche Galáctica, con una sonrisa mansa propia de quien tiene una respuesta que muchos buscan.

Los habitantes del Jardín son entre 20 y 50 personas según la época del año (la aldea crece cuando vienen visitantes a compartir la experiencia durante "13 lunas"). Buena parte, extranjeros. No tienen líderes ni asambleas. Dicen que sin ruidos externos, desarrollaron una telepatía natural que les evita mayores discusiones. Sin embargo, para quien llega de afuera, Estrella y Noche se ven como referentes. El creció en Tigre y vive hace más de 26 años en la zona. Es el dueño de las tierras donde levantaron el Jardín: un puñado de casas de madera que ellos mismos construyeron y algunas carpas (los primeros tiempos, todo el que llega vive en carpa), en medio de pequeñas parcelas sembradas con toda prolijidad. De fondo, al otro lado del Río Blanco, el paisaje es de precordillera, con grandes montañas nevadas.

Los "hermanos" no mandan a sus hijos al colegio; dicen que ellos son la escuela. "Enseñar no es natural", afirma Noche. Comen lo que cultivan, no fuman, no toman alcohol ni consumen drogas y se pasan el día trabajando en la huerta, meditando por el despertar planetario y estudiando. Cuentan que temen que pronto pueda "pasar algo": ya no funcione lo electrónico y todo el mundo deba comer lo que siembra, como ellos.

En Epuyen no resultan muy excéntricos. A esta zona, en las cercanías de El Bolsón, llegaron muchos hippies en los 60' y los 70'.

Dragón ya no vive en la aldea, pero está de visita. Antes de ser parte del Jardín vivió en una carpa en Velatropa (un experimento parecido, pero urbano, levantado en Ciudad Universitaria). De chaleco tejido, boina y zapatillas All Stars, toca unos tamborcitos frente al fuego donde Estrella cocina. El cuenta que no vota, pero que tampoco votaba cuando estaba en Buenos Aires. "No hay nadie que me estimule. Cosas ya tenemos: no hay que buscar más tierras, alimentos ni mano de obra -dice-. Si queremos una sociedad igualitaria, no es cuestión de votar a alguien. El poder de transformar está en uno".

Tiene un hijo con Tormenta Galáctica (Carla Zicarelli), de 24 años. Ella es la única que votó este año, cuando viajó a Buenos Aires a visitar a su familia. "No me acuerdo a quién voté, pero sé que a Macri no. Igual yo no creo en los gobiernos. El cambio está en uno", afirma Tormenta, convencida de que es muy poco útil cualquier líder político que no viva "la ley del tiempo".

Los nombres de los habitantes de la aldea no son antojadizos. Corresponden al "kin" de cada uno, que se obtiene haciendo unos cálculos que toman como base la fecha de nacimiento. El kin, que describe a la persona, incluye un color: rojo, blanco, azul o amarillo. En el Jardín se distribuyen las tareas por grupos según esos colores. Cada día, al igual que cada persona, tiene un kin.

Y el trabajo no es poco. La jornada empieza a las 6 con dos horas de meditación y después cada uno labra la tierra, cocina o limpia. "No somos hippies, no hicimos la cosa romántica de dejarlo todo y venir a la montaña. Vivimos un experimento y trabajamos mucho: de día, acá; de noche, en los otros planos", dice Estella, y advierte: "Vagos acá no aguantan."

No quieren ampliar mucho la aldea y se niegan a aparecer en fotos (sólo permitieron una de su huerta), pero aceptan invitados para darles a conocer el "tiempo natural". A ellos se les sugiere que donen por su estadía el equivalente a lo que gastarían en sus casas. Con ese dinero, los hermanos compran los bienes que necesitan y no producen. "Acá puede venir cualquiera. No importa quién sos, acá sos un kin. Puede venir Bush y no me importa, pero tiene que lavar su plato", dice Noche Galáctica. Claro que no le llamarían Bush, George ni Junior; acá sería Luna Cristal Roja..


http://www.lanacion.com.ar/1413626-una-pequena-

aldea-al-margen-de-la-politica

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