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viernes, 21 de marzo de 2014

APUNTES SOBRE LA LEY DE LA RETRIBUCIÓN O DE CAUSA Y EFECTO

Foto: APUNTES SOBRE LA LEY DE LA RETRIBUCIÓN O DE CAUSA Y EFECTO 

La Ley Causa y Efecto, de la Consecuencia o del Karma, al decir de los filósofos orientales, es una ley cósmica, vale decir que se extiende y excede los límites personales, familiares, nacionales y el de nuestro sistema planetario. Se aplica a todos los seres, por lo menos del denominado Séptimo Plano Cósmico, el de nuestro Universo- “sobre” éste hay seis planos más, hasta llegar al Uno o Ser Supremo-, dado que todos ellos están evolucionando y, por tanto, están en formación y aprendizaje y todavía son imperfectos, lo cual les hace cometer errores que dinamizan o ponen en funcionamiento la Ley de Consecuencia, la que por cierto tiene por finalidad enseñarnos lo que es correcto. El ser humano es evidentemente uno de ellos y no es casualidad que se renazca en una raza, en un país y en un sistema político y económico justo o injusto o en una época determinada. El objeto siempre es el aprendizaje. Y los colectivos humanos son el cúmulo
 de esas individualidades.

Obedece esta Ley, a las fuerzas que se crean y ponen en juego en el entramado dinámico universal. Por ello, la sabiduría popular dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Cuando hay un suficiente número de personas que desean y piensan, sienten o creen que ese sistema en el que viven debe cambiar, mejorar, de alguna manera y en un momento histórico específico, operan las fuerzas dialécticas de la historia y en consuno con las ley fundamental de la Retribución, se gestan las llamadas revoluciones o cambios, aquellas energías se muestran o influencian en los líderes que están más adelantados en dicho conglomerado y que conducen a las masas oprimidas por derroteros de transformación, a veces de manera violenta, otras veces mediante procesos más reflexivos, más lentos y menos dolorosos. Los ejemplos de estos acontecimientos pululan por doquier en la memoria histórica de la humanidad. En mi país, Ecuador, se está operando un
 cambio parecido, pacífico hasta el momento y en otros lugares del orbe suceden cosas similares, muchos con otros matices, aunque veo, con gran preocupación, que la transformación ideológica y estructural no está acompañada, como sería muy deseable, al mismo ritmo, de la axiológica, la moral y ética, pero ello habrá que dejarlo a las fuerzas dinámicas mediatas de la historia y sería motivo de análisis posterior. 

Por otro lado, aparte que se recuerde o no o que el ser humano ignore estos principios, las circunstancias en las que los sujetos viven, son producto de sus resguardos kármicos, vale decir de sus ahorros en su cuenta bancaria cósmica vital. Y los destinos colectivos de los conglomerados humanos son siempre el resultado de la suma de sus individualidades y las personas casi nunca así lo perciben a menos que se haya imbuido en ellas ese sentido cohesionador que la gente entiende como orgullo de país, patriotismo propositivo o, idealmente, en un sentir fraternal o de amistad altruista universal. Y tal tejido orgánico socio-cultural solo se puede percibir y aprehender si se posee un conocimiento más extendido, ecuménico, del destino humano individual y colectivo, lo que sólo el ocultismo o esoterismo científico nos puede enseñar, de tal suerte que la solidaridad y preocupación por el hermano humano, por el vecino más débil y menos favorecido o
 esforzado, se convierte, con el tiempo, en un modus vivendi de la colectividad, en una necesidad planetaria. 

En "Meditaciones del Quijote", Ortega y Gasset, ese gran español gestor de la teoría del perspectivismo o razón vital, emite la archiconocida frase de «YO SOY YO Y MI CIRCUNSTANCIA Y SI NO LA SALVO A ELLA NO ME SALVO YO» e insiste en la influencia de lo que está en torno al hombre, todo lo que le rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto, lo pretérito, no sólo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. Él reconocía, empero, que “el hombre es el problema de la vida” y José Ortega y Gasset tenía acertadamente por vida la percepción específica, incomparable, única de una « vida (que es) lo individual»; es decir, yo en el mundo, el cual era para él un escenario de esas vidas un poco tragicómicas, algo que el hombre efectúa y le pasa con las cosas. Para él, vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona». Y
 la reproducción de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana. Pero, triste o infortunadamente, el perspicaz filósofo y ensayista español, desconocía que el problema de la vida, que esas circunstancias y entornos no son producto de la casualidad ni de situaciones aleatorias inconexas ni de un espacio vital que nace y termina con el ciclo de una existencia de una persona o de un pueblo, sino de causalidades gestadas en las sombras afligidas del error o en las fuentes luminosas de pasados logros, interminables, lejanos y concatenados al presente por dichos mismos espíritus, mediante la rueda de las encarnaciones.

Para la evolución (por ende para el espíritu eterno) el tiempo no existe y por ello a los seres alienados por el embrujo de los poderes fácticos y la ‘mass media’ les es muy difícil despertar conciencialmente en la sociedad según se necesitaría para que se rompa ese ‘excesivo individualismo de esta época’ y ‘el desinterés en los asuntos sociales’ que recalca con razón un pensador sobre estos temas , pero es todo cuestión del inagotable tiempo y si se extinguen las posibilidades de que el individuo pueda aprender o si ha desperdiciado esas oportunidades en razón de vidas ahítas de lenidad, desperdicio vital y egoísmo volitivo y sigue malgastando su oportunidad vital sin aprender y aprehender, los paradigmas o arquetipos de los planos astrales, de los cuales los cuerpos densos son su contraparte o reflejo, se aquietan, se cristalizan y generalmente les sobreviene, se le apura el fin, la muerte, ya sea por medio de un
 ‘accidente’, una desgracias o de una enfermedad creída como impensada, y, en forma colectiva, acaecen los terremotos, las inundaciones, las pandemias, los tifones, etc. agentes de todo tipo o u otro factor compuesto que los “Señores del Destino, que están “por encima de todo error” utilizan con suprema sabiduría y se activa el poder disolutivo del Padre, a través de Samael.

San Pablo decía en 1 de Corintios 13:12, que “ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces (cuando hayamos despertado más sabiduría y elevado nuestras conciencias) veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.” Y Ese entonces está muy lejano para la gran mayoría, pero llegará perentoriamente y entonces dichos edictos kármicos serán menos necesarios y el sufrimiento y las inequidades e iniquidades se habrán morigerado grandemente.

Finalmente, comparto esta preciosa elegía sobre estos temas que se lee en Eclesiastés 3, tomada de la versión de la Biblia del Rey Jaime:

“Para cada cosa hay una estación, y un tiempo para cada cosa bajo el cielo: 
Un tiempo para nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 
Tiempo de matar, y tiempo de curar, un tiempo de romper, y tiempo de edificar; 
Tiempo de llorar, y tiempo de reír, un tiempo para llorar, y tiempo de bailar; 
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 
Tiempo de conseguir, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 
Un momento para rasgar, y tiempo de coser; tiempo de guardar silencio, y tiempo de hablar; 
Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; un tiempo de guerra, y un tiempo de paz. 
¿Qué provecho tiene quien trabaja de tanto afanarse? 
He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella.. 
Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.
Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva…”

José Mejía R.

Noviembre 15 de 2013

APUNTES SOBRE LA LEY DE LA RETRIBUCIÓN O DE CAUSA Y EFECTO 

La Ley Causa y Efecto, de la Consecuencia o del Karma, al decir de los filósofos orientales y de la Retribución heideliana, es una ley cósmica, vale decir que se extiende y excede los límites personales, familiares, nacionales y el de nuestro sistema planetario. Se aplica a todos los seres, por lo menos del denominado Séptimo Plano Cósmico Rosacruciano, el de nuestro Universo- “sobre” éste hay seis planos más, hasta llegar al Uno o Ser Supremo-, dado que todos ellos están evolucionando y, por tanto, están en formación y aprendizaje y todavía son imperfectos, lo cual les hace cometer errores que dinamizan o ponen en funcionamiento la Ley de Consecuencia, la que por cierto tiene por finalidad enseñarnos lo que es correcto. El ser humano es evidentemente uno de ellos y no es casualidad que se renazca en una raza, en un país y en un sistema político y económico justo o injusto o en una época determinada. El objeto siempre es el aprendizaje. Y los colectivos humanos son el cúmulo de esas individualidades.

Obedece esta Ley, a las fuerzas que se crean y ponen en juego en el entramado dinámico universal. Por ello, la sabiduría popular dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Cuando hay un suficiente número de personas que desean y piensan, sienten o creen que ese sistema en el que viven debe cambiar, mejorar, de alguna manera y en un momento histórico específico, operan las fuerzas dialécticas de la historia y en consuno con las ley fundamental de la Retribución, se gestan las llamadas revoluciones o cambios, aquellas energías se muestran o influencian en los líderes que están más adelantados en dicho conglomerado y que conducen a las masas oprimidas por derroteros de transformación, a veces de manera violenta, otras veces mediante procesos más reflexivos, más lentos y menos dolorosos. Los ejemplos de estos acontecimientos pululan por doquier en la memoria histórica de la humanidad. En mi país, Ecuador, se está operando un cambio parecido, pacífico hasta el momento y en otros lugares del orbe suceden cosas similares, muchos con otros matices, aunque veo, con gran preocupación, que la transformación ideológica y estructural no está acompañada, como sería muy deseable, al mismo ritmo, de la axiológica, la moral y ética, pero ello habrá que dejarlo a las fuerzas dinámicas mediatas de la historia y sería motivo de análisis posterior. 

Por otro lado, aparte que se recuerde o no o que el ser humano ignore estos principios, las circunstancias en las que los sujetos viven, son producto de sus resguardos kármicos, vale decir de sus ahorros en su cuenta bancaria cósmica vital. Y los destinos colectivos de los conglomerados humanos son siempre el resultado de la suma de sus individualidades y las personas casi nunca así lo perciben a menos que se haya imbuido en ellas ese sentido cohesionador que la gente entiende como orgullo de país, patriotismo propositivo o, idealmente, en un sentir fraternal o de amistad altruista universal. Y tal tejido orgánico socio-cultural solo se puede percibir y aprehender si se posee un conocimiento más extendido, ecuménico, del destino humano individual y colectivo, lo que sólo el ocultismo o esoterismo científico nos puede enseñar, de tal suerte que la solidaridad y preocupación por el hermano humano, por el vecino más débil y menos favorecido o esforzado, se convierte, con el tiempo, en un modus vivendi de la colectividad, en una necesidad planetaria. 

En "Meditaciones del Quijote", Ortega y Gasset, ese gran español gestor de la teoría del perspectivismo o razón vital, emite la archiconocida frase de «YO SOY YO Y MI CIRCUNSTANCIA Y SI NO LA SALVO A ELLA NO ME SALVO YO» e insiste en la influencia de lo que está en torno al hombre, todo lo que le rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto, lo pretérito, no sólo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. Él reconocía, empero, que “el hombre es el problema de la vida” y José Ortega y Gasset tenía acertadamente por vida la percepción específica, incomparable, única de una « vida (que es) lo individual»; es decir, yo en el mundo, el cual era para él un escenario de esas vidas un poco tragicómicas, algo que el hombre efectúa y le pasa con las cosas. Para él, vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona». Y la reproducción de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana. Pero, triste o infortunadamente, el perspicaz filósofo y ensayista español, desconocía que el problema de la vida, que esas circunstancias y entornos no son producto de la casualidad ni de situaciones aleatorias inconexas ni de un espacio vital que nace y termina con el ciclo de una existencia de una persona o de un pueblo, sino de causalidades gestadas en las sombras afligidas del error o en las fuentes luminosas de pasados logros, interminables, lejanos y concatenados al presente por dichos mismos espíritus, mediante la rueda de las encarnaciones.

Para la evolución (por ende para el espíritu eterno) el tiempo no existe y por ello a los seres alienados por el embrujo de los poderes fácticos y la ‘mass media’ les es muy difícil despertar conciencialmente en la sociedad según se necesitaría para que se rompa ese ‘excesivo individualismo de esta época’ y ‘el desinterés en los asuntos sociales’ que recalca con razón un pensador sobre estos temas , pero es todo cuestión del inagotable tiempo y si se extinguen las posibilidades de que el individuo pueda aprender o si ha desperdiciado esas oportunidades en razón de vidas ahítas de lenidad, desperdicio vital y egoísmo volitivo y sigue malgastando su oportunidad vital sin aprender y aprehender, los paradigmas o arquetipos de los planos astrales, de los cuales los cuerpos densos son su contraparte o reflejo, se aquietan, se cristalizan y generalmente les sobreviene, se le apura el fin, la muerte, ya sea por medio de un ‘accidente’, una desgracias o de una enfermedad creída como impensada, y, en forma colectiva, acaecen los terremotos, las inundaciones, las pandemias, los tifones, etc. agentes de todo tipo o u otro factor compuesto que los “Señores del Destino, que están “por encima de todo error” utilizan con suprema sabiduría y se activa el poder disolutivo del Padre, a través de Samael, el ángel de la disolución de la forma.

San Pablo decía en 1 de Corintios 13:12, que “ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces (cuando hayamos despertado más sabiduría y elevado nuestras conciencias) veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.” Y Ese entonces está muy lejano para la gran mayoría, pero llegará perentoriamente y entonces dichos edictos kármicos serán menos necesarios y el sufrimiento y las inequidades e iniquidades se habrán morigerado grandemente.

Finalmente, comparto esta preciosa elegía sobre estos temas que se lee en Eclesiastés 3, tomada de la versión de la Biblia del Rey Jaime:

“Para cada cosa hay una estación, y un tiempo para cada cosa bajo el cielo: 
Un tiempo para nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 
Tiempo de matar, y tiempo de curar, un tiempo de romper, y tiempo de edificar; 
Tiempo de llorar, y tiempo de reír, un tiempo para llorar, y tiempo de bailar; 
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; 
Tiempo de conseguir, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 
Un momento para rasgar, y tiempo de coser; tiempo de guardar silencio, y tiempo de hablar; 
Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; un tiempo de guerra, y un tiempo de paz. 
¿Qué provecho tiene quien trabaja de tanto afanarse? 
He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella.. 
Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.
Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva…”

José Mejía R.

Noviembre 15 de 2013

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Agradecemos por este aporte

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