El reino de los dioses
GEOFFREY HODSON
Introducción
Un día*, en la ladera que bordeaba el bosque de hayas, en un aislado valle del Oeste de Inglaterra, mientras buscaba ardientemente entrar en el Santuario de la vida oculta de la Naturaleza,
de súbito los cielos se llenaron de luz para mí. Mi conciencia fue
arrebatada e introducida en un reino radiante con una luminosidad
que jamás existió en la tierra ni en el mar. Advertí, poco a poco, la
presenciado un gran Ser Angélico, que sin duda era responsable de
mi estado de elevación. Desde Su** mente hacia la mía empezó a
fluir una corriente de ideas concernientes a la vida, la fuerza y
Inconsciencia del universo, y su autoexpresión como ángeles y
como hombres. Sin embargo, esta descripción no es estrictamente
precisa porque durante tal comunicación, el sentido de la dualidad
se redujo a un mínimo. Más bien los dos centros de la conciencia, el del ángel y el mío, se tornaron casi coexistentes, formando
temporariamente un "ser dentro del cual surgió la corriente de
ideas. Creo que esto es esencialmente cierto respecto de todos los
intercambios que ocurren por encima del nivel de la mente formal, y en especial en los de la Sabiduría espiritual y la Voluntad espiritual.
En este último la dualidad desaparece virtualmente y la unidad, la
más cabal unidad interior, es la única que subsiste.
Al entrar diariamente en ese reino luminoso descubrí que el gran
océano de la vida, de la fuerza y del alma del universo tenía
miríadas de habitantes. Estos son los Egos Espirituales de hombres
y Superhombres y la vasta compañía de las Huestes Angélicas, de
las que el Ser que se "dirigió" a mí era un miembro. Era
celestialmente bello, majestuoso, de apariencia divina, impasible e
impersonal hasta el último grado. Como de maestro a discípulo,
empezó a mencionar -y a capacitarme para que yo percibiese con
claridad gradualmente creciente- las Huestes Angélicas, sus
Órdenes y grados. Habló de su comunión con los hombres, como en la antigua Grecia, en Egipto y en las regiones de Oriente; de su
ubicación en la Naturaleza como Ministros del Altísimo, y de la gran alborada de la creación cuando, metafóricamente, como las Estrellas Matutinas cantaron juntos y como los Hijos de Dios gritaron de júbilo. Habló del proceso creador como la composición y realización de una sinfonía celestial, del Logos como Músico Divino y de Su universo como una manifestación de la armonía celestial. Habló de los grandes Dioses que asimilan los poderosos acordes creadores en su potencia primordial y los transmiten a través de todas sus filas desde los más excelsos mundos espirituales hasta el reino de los Arquetipos eternos, las grandes formas sonoras sobre las cual es y por las cuales es modelado el universo. De allí en adelante, dijo, la música de la "Palabra" Creadora pasa a los mundos inferiores, donde Huestes menores la repiten y vuelven a repetir construyendo así todas las variadas formas de la Naturaleza. Puesto que el Gran Artista del Universo crea perpetuamente, la Sinfonía Creadora se está componiendo siempre, ejecutándose siempre. Ángeles y hombres viven en medio de armonías celestiales, de la música eterna de las esferas.
Tal es, en parte, la visión que tuve una vez y que aún vive en mí.
Con ella llegó el conocimiento de que, en su existencia real los
Dioses que otrora estuvieron tan cerca de los hombres no fueron
otros que las Huestes Angélicas, que a lo largo de las grandes
tinieblas raciales estuvieron todavía cerca, aunque sin que se las
percibiese, y que se aproxima el tiempo en que nuevamente los
Poderes y Seres Creadores Mayores, por cuyas leyes el Cosmos
emerge del caos ubicándose la humanidad en el vasto proceso de
la manifestación divina, se aparecerán a la humanidad. Y bueno
sería, según el anuncio, que el hombre se prepare para ese día. La
fealdad deberá ser desterrada, la guerra deberá ser proscripta,
deberá reinar la hermandad, la belleza deberá entronizarse en los
corazones humanos, revelándose a través de las vidas humanas.
Entonces los Altos Dioses revelarán a una humanidad unida en la
fraternidad su belleza inmortal, y prestarán su auxilio en la
construcción de un mundo nuevo en el que todos los hombres
perciban y sirvan al Supremo como Belleza y como Verdad.
GEOFFREY HODSON
Epsom, Auckland, Nueva Zelandia,
1952.
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pueden seguir leyendo desde aquí, gracias.
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