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domingo, 30 de noviembre de 2014

Curación y la Sanación



C U R A C I O N   VS    S A N A C I O N

                                                                  Por Max Heindel
            Como la gran mayoría de la gente no hace distinción entre la Curación y la Sanación , es bueno explicar la diferencia, la que consiste en la cooperación o la falta de ella. Una persona puede iniciar la cura de alguien a través de masajes o drogas; el paciente en cualquiera de estos casos es pasivo, como el barro que es moldeado por el alfarero. No hay dudas de que bajo este tratamiento los problemas pueden desaparecer y la persona puede restablecerse, pero esto es tan solo un alivio temporal.
            El paciente no ha recibido la apreciación adecuada de la causa subyacente de esta dolencia; no comprende que esta enfermedad ha sido una consecuencia de haber violado las Leyes de la Naturaleza , siendo muy posible que vuelva a incurrir en los mismos actos, con el resultado de que sus dolencias retornen. Una “cura” es un proceso físico. La “sanación” es radicalmente diferente; en ella se requiere la cooperación, tanto física como espiritual del enfermo con el curador.
            Para aclarar esto, no podemos sino visualizar la vida y el trabajo de nuestro Gran Líder, el Cristo. Cuando la gente venía a El para ser sanada, no esperaban un tratamiento físico, sino que sabían que el alivio provendría a través del poder del espíritu. Tenían una confianza ilimitada en El y el que esto fuera esencial, lo vemos en los incidentes que aparecen en el capítulo XIII de Mateo, donde se dice que El (El Cristo) fue con la gente con la que Jesús, el dueño original del cuerpo, había estado en los años de mocedad.
            Tan solo ellos vieron al hombre exterior: “¿No es éste Jesús el hijo de José?”; ¿No están sus hermanos con nosotros?, etc. Ellos creían que nada bueno podía salir de Nazaret y de acuerdo con su fe fueron los milagros. Leemos que “No hizo grandes cosas allí debido a la falta de fe”.
            Pero la fe sin obras es cosa muerta y en cada caso cuando Cristo sanó a alguien, esta persona tenía que hacer algo. Tenía que cooperar activamente con el Gran Sanador antes de que se pudiera producir su sanación. El decía; “Extiende tu mano”, y cuando la persona lo hacía, desaparecía el mal; a otro “Toma tu lecho y anda” y cuando lo hacía, sanaba; al ciego; “Ve y lávate en el pozo de Siloam”; al leproso; “Muéstrate a los sacerdotes y ofréceles tus presentes”, etc.,
            En cada caso había una cooperación activa de parte del que sería sanado, lo que ayudaba al sanador. Esos eran simples requerimientos, pero debían ser cumplidos, así el espíritu de obediencia podía ayudar en la labor del sanador.
            Cuando Naahan vino a Elías y pensó que este profeta iba a aparecer con un gran espectáculo de magia y ceremonias para limpiar las llagas del leproso, se sintió muy decepcionado. Y cuando el profeta le dijo: “Ve y lávate siete veces en el río Jordán”, se desespero a tal punto que exclamó, ¡Acaso no tenemos grandes ríos en Asiria y por qué debo ir a lavarme en el Jordán? ¡Qué tontería¡
            A él le faltaba el espíritu de sumisión que es absolutamente necesario a fin de que la sanación pueda efectuarse y es factible señalar que si no se actúa no se recibe la curación de su mal. Ni tampoco aquellos que fueron sanados por el Cristo lo hubieran sido a menos que hubieran obedecido lo que se les pidió.
            Esta es una ley natural absolutamente segura. Es la desobediencia la que produce la enfermedad. La obediencia, no importa que sea ir a lavarse en el Jordán o extender la mano, muestra un cambio de mentalidad, por lo que el hombre se encuentra en posición de recibir el bálsamo para la sanación.

Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte.


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