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martes, 27 de enero de 2015

Claves de la Enseñanza Rosacruz

 


Claves de la Enseñanza Rosacruz

Max Heindel en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” dice que el examen de conciencia retrospectiva que se realiza diariamente cada noche “es quizás la enseñanza más importante de esta obra”… “Viviendo nuestro purgatorio aquí y ahora, avanzamos mucho más aprisa que lo que sería posible de otra manera”.

El autor de “La Imitación de Cristo” escribe que “mejor es el purgar ahora los pecados y cortar los vicios, que dejar el purgatorio para lo venidero.”

En “Iniciación Antigua y Moderna”, Max Heindel dice que “el hombre avanza únicamente mediante el sacrificio.”
Se entiende por “sacrificio” la ofrenda que se hace a una deidad en señal de reconocimiento.

El ejercicio retrospectivo tiene una correspondencia con el “Altar del Sacrificio” que estaba a la entrada del Tabernáculo; el confesionario de las Iglesias Católicas posee también esta cualidad.

En los tiempos de Moisés se le pedía a los Israelitas que sacrificara sus propiedades materiales a las que tenía a pego en el “Altar de los Holocaustos”, esto es: corderos, ovejas, bueyes o machos cabríos.

Esta forma de expurgar los pecados es condenada por el profeta Isaías (Cap. I). Ahora la exigencia es el sacrificio de la naturaleza inferior, del yo inferior; para dar lugar al “maestro místico”, el Yo Superior o Dios Interno. Es este “Dios Interno” el que enciende el “fuego de la conciencia”, que inmola a la víctima, que transforma la inocencia en virtud y purifica los vehículos del ser humano permitiendo el acceso consciente al Ego.

Max Heindel descubre en San Pablo que el sendero de la cruz esta simbolizado en el arreglo de los distintos elementos del “Tabernáculo en el Desierto”, es decir, “la sombra de los bienes venideros”.

El apóstol Pablo se encuentra en la misma línea que el profeta Isaías cuando dice en Hebreos 10:4 que la sangre de los toros y los machos cabríos no pueden quitar los pecados, y más adelante (H.10:22) “Lleguemos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de  mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.” (Simbolizado el lavabo de Bronce)
Citando a Ángelus Silesius, Max Heindel nos enseña que el simbolismo de la cruz es el sacrificio de la naturaleza inferior.

“La Cruz del Gólgota contemplarás en vano, mientras que dentro de ti mismo no se levante”.
El ser humano de pie, con los brazos extendidos horizontalmente, tiene la forma de la cruz, y su centro es el corazón, sede del Espíritu de Vida, donde se encuentra el átomo-simiente del cuerpo físico y los registros de todos los acontecimientos vividos. (ver: “panorama de la vida pasada”)
Cuando el ser humano separa sus pies se encuentra figurando simbólicamente la estrella pentagonal, señalada por los cinco centros: 2 en los pies, 2 en las manos y la coronilla.
“La Estrella dorada, dice nuestro servicio de curación, representa el Manto Dorado Nupcial que es tejido mediante una vida pura.”

Significativamente “La Estrella Pentalfa” era el símbolo de reconocimiento entre los miembros de la comunidad pitagórica.

Recordemos que Pitágoras en los “Versos Áureos” recomendaba el ejercicio retrospectivo nocturno como medio de purificación previo a la iniciación.

El historiador  Josefo dice que “Los llamados esenios practicaban un género de vida conforme a los principios de Pitágoras.” Josefo había sido en un tiempo miembro de la Orden Esenia.
En Palestina, antes de la predicación de Cristo, existía ya la confraternidad de los esenios o Taciturnos, cuya sala de reunión, dependencia del templo de Jerusalén, era llamada Hassa’im, “sala de los silenciosos”.

Esta dependencia o sala del templo puede muy bien asociarse simbólicamente al corazón, donde se efectúa la operación del “Lavado de los Pecados”. Hay un aforismo que dice: “todo lo exterior es interior”.

M. Heindel escribe en el “Concepto R.C.” que “Jesús fue educado por los Esenios y alcanzó con ellos un elevado grado de desarrollo espiritual durante los treinta años en que usó su cuerpo.”

Plinio dice que los Esenios “son gente solitaria y muy superior al resto de la humanidad. Viven sin mujeres y han renunciado al comercio con Venus. Los esenios renunciaban también a las riquezas y comían solo los alimentos más simples.” Estaban convencidos de que la fraternidad humana es la relación natural de los hombres. Estudiaban las raíces medicinales y las propiedades de las piedras. Poseían el don de la predicción del futuro. Vestían siempre de blanco. (Para los pitagóricos el blanco es vida y el negro: muerte).

Filón dice que los Esenios se habían reunido a causa de su “celo por la virtud y por la pasión de su amor a la humanidad.”

“Parece obvio –observa E. Wilson- que la tradición monástica de los cristianos derivó en última instancia de los esenios, y siempre ha existido la teoría de que Jesús fue originalmente un miembro de la Orden.”

De la misma manera que en la comunidad pitagórica había una enseñanza exotérica y otra esotérica, el candidato que solicitaba ser miembro de la orden, debía pasar un período de prueba de por lo menos dos años, antes de ser admitido y prestar juramento.

Los estudiantes de las enseñanzas Rosacruces diseminadas por Max Heindel tienen a su disposición el acceso a la Filosofía Rosacruz Cristina y esotérica. Los probacionistas tienen la posibilidad de vivir estas enseñanzas, es decir, llevarlas a la práctica; a las puertas del discipulado el candidato debe haber hecho el trabajo de purificación consciente, convirtiéndose de inocente en virtuoso.

Platón decía que “la libertad está en ser dueño de la vida propia, en no depender de nadie en ninguna ocasión, en subordinar la vida sólo a la propia voluntad y en no hacer caso de la riqueza.”

En “Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas”, Tomo 1, N° 180, le preguntan a M. Heindel ¿Qué se entiende por el término Maestro?, él responde: “En el lejano Este, el discípulo que aspira a la vida superior busca a un Maestro, y se ata de pies y manos…”. Pero aquí en Occidente, dicho método sería considerado como degradante, porque hemos llegado a un grado de individualidad que sólo podemos adelantar mediante la acción que surge del interior”.

Max Heindel menciona a lo largo de su obra a muchos autores, algunos grandes iniciados, como Pitágoras o Platón, otros fueron inspirados por el creador de la Orden Rosacruz, o por alguno de los Hermanos Mayores.

Siempre que ahondamos en las enseñanzas u obras de alguno de los autores citados nos hemos enriquecido espiritualmente y hemos constatado un hilo invisible que une las enseñanzas. Así por ejemplo, Shakespeare, Goethe, Jacobo Boehme, Paracelso, R. Wagner… etc.

Los aportes de Boehme, “el zapatero iluminado”, sobre “el Ungrund”, la Raíz inefable de toda existencia, y sobre la Androgeneidad del ser Humano, son muy importantes (interpretadas y difundidas por Nicolás Berdiaev). El concepto de libertad increada enlaza muy bien con el de Epigénesis. No hay Epigénesis sin libertad.

Heindel cita de Goethe: “el hombre se libera de todos los poderes que encadenan al mundo, cuando adquiere dominio de sí mismo.”

En el poema “Misterios” de Goethe aparece por primera vez en la literatura La Guirnalda de rosas asociada a la Cruz.

Trata de un Hermano Markus quien después de viajes largos y difíciles, llega a una estructura en forma de claustro. Ve un símbolo sobre su portal:

A continuación siguen las estrofas que tratan del Emblema.

“Ve el magnífico Emblema en el claustro erigido,
que es para todo el mundo esperanza y consuelo.
Con el que están en deuda tantos miles de espíritus.
Ante el cual han orado miles de corazones.
El que al poder amargo de la muerte, ha vencido,
el que ondea sobre tantas victoriosas banderas.
Torrente refrescante, da descanso a sus miembros;
mira la Cruz y baja sus ojos reverente.
El poder que fue en ella de curación la fuente,
es sentido de nuevo. Siente la fe del Mundo.
Otro significado, enteramente nuevo,
compenetra su espíritu, cuando le es presentado
aquel antiguo emblema que contempla sus ojos.
Allí la Cruz se eleva, circundada de Rosas.
¿Quién añadió las Rosas que a la Cruz engalanan?”

Goethe ve en el emblema “Otro significado, enteramente nuevo”, y esto ocurre a la toma de conciencia de que al simbolismo de la Cruz se sumaba el de la Rosa.

El poder convocatorio que se desprende al leer sobre las imágenes sugeridas por el Emblema es de tal magnitud que nos deja sin palabras y solo deseamos tener la capacidad para incorporarlas a nuestra alma.

Las Rosas rojas, dice M. Heindel, representan la sangre purificada. En “Principios Ocultos de la Salud y la Curación”, escribe: “la única parte del cuerpo que es realmente nuestra es la sangre, y en la  misma medida en que podamos controlar toda nuestra sangre, puede el Ego expresarse por intermedio del cuerpo”.

Para Frederic Portal (alquimista francés) “La rosa y su color eran los símbolos del primer grado de regeneración y de iniciación en los misterios.”

Fulcanelli escribe que “la rosa roja es la firma reservada a los iniciados de la orden superior o Rosa Cruz.”

En el Cristianismo la Rosa simboliza la Transformación de la sangre de Cristo, una representación del “Sagrado Corazón” muestra las gotas de sangre emanada que se van convirtiendo en Rosas. También es conocida la imagen de la rosa representando una copa o cáliz que recoge la sangre del Salvador. La leyenda del Grial recopila esta tradición.

Ángelus Silesius ve en la Rosa la imagen del Alma, también la de Cristo, de quien el Alma recibe la impronta.

Louis Charbonneau-Lassay (arqueólogo francés), estudioso sobre el simbolismo del Sagrado Corazón de Jesús, describe “un hierro para hostias, del siglo XII, donde se ve La Sangre de las llagas del crucificado caer en gotitas que se transforman en rosas, y el vitral del siglo XIII de la Catedral de Angers, donde la sangre divina, fluyendo en arroyuelos, se expande también en forma de rosas.”

En el capítulo “La sangre de color rosado y la rosa”, Carl Gustav Jung dice “El paralelo Cristo-Lapis fue presumiblemente el puente a través del cual se introdujo en la alquimia la mística de la rosa. Esta se puso de manifiesto primeramente en el empleo de las expresiones Rosarium y Rosarius (el jardín de las rosas). Más adelante Jung cita un texto de Mechthild von Magdeburg. (El Señor le dijo): “¡Mira mi corazón y ve!” Una bellísima rosa de cinco pétalos cubría el pecho del Señor y él dijo: “Glorifícame en mis cinco sentidos, que son manifestados por la rosa.”

Luego de citar a Dante y los “fedeli d’amore”, a San Bernardo, a Dorneus y otros, Jung cita el poema de Goethe: “En la segunda mitad del siglo XVI nos encontramos en vísperas de la aparición de los rosacruces, cuyo lema –per crucem ad rosam- ya comienza a perfilarse. Goethe en su poema ‘Die Geheimnissen’  (Misterios), ha caracterizado muy acertadamente el temple de ánimo de este Eros”.

Por un lado tenemos la asociación de la rosa con la sangre y el corazón; por otro, tenemos la incorporación de la rosa a la cruz cristiana.

M. Heindel en “Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas”, Tomo II, N° 142 dice que Christian Rosenkreuz, en tiempos de Cristo, encarnado en Lázaro (v. Evangelios de San Juan, cap. XI) “se convirtió en un cristiano encargado de explicar los misterios de la Cruz, y como símbolo de este misterio la Rosa fue agregada…” “La Rosa es el emblema del misterio de la Cruz porque ella explica el sendero de la castidad.”

La Rosa solo puede florecer en un cuerpo regenerado y purificado, en un cuerpo de blancura inmaculada; por eso la Cruz de la “Fraternidad Rosacruz” es blanca con la guirnalda de Siete Rosas Rojas y una Rosa Blanca en su centro.

Una cruz negra no corresponde con este simbolismo.

El triunfo de Cristo no se halla en la muerte en la Cruz, sino en la Resurrección en un cuerpo inmortal, en el “cuerpo del alma”.

Una parte nuestra debe “morir”, por así decirlo, para dar paso al “Hombre Nuevo”.

Existe la necesidad de someter el “falso yo”  la voluntad del Yo superior.

Pero, no se despierta conciencia sin dolor. “El sufrimiento que nos viene es necesario, dice M. Heindel, para enseñarnos una lección o para mejorar nuestro carácter. La única manera de acortar tal sufrimiento es por medio de un esfuerzo por comprender porque estamos en la condición que nos produce dolor.”

Raimundo Lulio escribió “Cántico del Amigo y del Amado”.

El Amado es nuestro Señor Dios como creador, el Amigo es cualquier devoto y fiel cristiano:
“¿Y dime Amigo preguntó el Amado; tendrás paciencia si te doblo tus dolencias?”

Leemos en el “Concepto Rosacruz del Cosmos”: “Conforme vamos adquiriendo mayor desarrollo, aprendemos a dar la bienvenida a todas las cosas con ecuanimidad, viendo en todo dolor el resultado del mal pasado y sintiéndonos gozosos de haber pagado las obligaciones en que habíamos incurrido, sabiendo que nos queda menos por delante y que el día de la liberación de la rueda de nacimientos y muertes se acerca.”

Según C. G. Jung “solo tiene efectos curativos lo que libera al hombre de su carácter de prisionero del yo y lo lleva más allá de sí mismo.” (el Yo Superior o Ego)
“Cada uno de nosotros es u Cristo en formación, dice M. Heindel, y pasará algún día por el nacimiento místico y la mística muerte.”

Ángelus Silesius escribe: “La muerte de la que no florece una vida nueva: de esa huye mi alma de entre todas las muertes.”

El florecimiento permite visualizar el milagro de la Luz y el Amor.

“Los ojos no podrían ver el Sol, si no fuera un Sol en cierto modo” dice Plotino.

La Cruz crea el ojo que pueda verla.

“La Flor de Oro es la Luz”. La flor es una imagen arquetípica del Alma.

“Los que quieren seguir la luz han de batallar por el desarrollo del Alma” leemos en “Recolecciones de un Místico”.

El Apóstol Pablo en Efesios VI, nos enseña cómo prepararnos para la batalla contra las fuerzas que nos llevan al mal obrar.

“Vestíos de toda Armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas de diablo.”

“Vestíos de la cota de justicia.”

“Escudo de la fe.”

“Yelmo de salud y la espada del Espíritu.”

La Armadura protectora es la luz blanca de Cristo:

“Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve” – Marcos 9:3

“Y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el Sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz.” Mt. 17:2

Maestro Eckart dice: “Dios espera una sola cosa de ti; que salgas de ti mismo en cuanto eres un ser creado y dejes a Dios ser Dios en ti.”



Bernardo Chiesi  


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Agradecemos al Sr. Alejandro Cora, por este envío.


sábado, 24 de enero de 2015

EL VITRIOL O LA ANTITESIS ENTRE EL NOSOTROS Y EL YO MASONICO


EL VITRIOL O LA ANTÍTESIS ENTRE EL NOSOTROS Y EL YO MASONICO


La idea de reflejar la referida antítesis, no es otra que la de poner de manifiesto la diferencia entre la masificación y la manipulación de la masa por parte de elementos políticos y/o religiosos en contraposición de la búsqueda interior por parte del masón, amparada en el vitriol que le singulariza, evitando la manipulación y protegiéndole en la búsqueda de la verdad.

La sobrevaloración del nosotros, nos remite al sentido grupal y da origen a la mayoría de movimientos organizativos y de masas en los que el individuo diluye su yo personal.

El hombre integrante de la masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no tiene la más mínima curiosidad por saber más. Con el paso de los años ha perdido toda capacidad de asombro y además, desprecia todo lo que sea superior a él. “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo”, dice Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, lo que realmente le hace sentirse bien es pertenecer a la masa, es decir, ser igual a los demás. Pertenecer a la masa, es por tanto, no tener iniciativa, seguir al resto, ser normal. Se produce por tanto una homogenización del grupo.
 Así las masas son fácilmente manipulables, los movimientos se estructuran con una simbología muy simple y fácil de captar por todos, la simbología no pretende hacer pensar, sino servir de guía ciega. Además el grupo recibe unas costumbres impuestas y concretas e incluso una manera de vestir que lo define.
 Las religiones entran directamente en ese campo incidiendo en la despersonalización, con el dogma, que impide al individuo pensar por si mismo y que la mayoría de las veces se basa en la amenaza directa y personal. El individuo permanece por tanto estático a la espera de las ordenes del grupo y no crece individualmente, como diría Freud se mantiene en un yo infantil y perpetúo, en realidad solo es una herramienta.
 El ser humano, por naturaleza, se siente tan a gusto en el grupo que hace casi cualquier cosa por continuar perteneciendo al mismo. Nos infunde más seguridad estar cómodamente alojados en un conglomerado, ya que si todo el mundo se equivoca, rectificar es más fácil, ¿o sería mejor decir se tapa el error?..... Mientras que si nos equivocamos nosotros, de forma aislada, perdemos el respaldo del resto. Así pues el individuo se niega a tener iniciativas por miedo a verse desplazado del grupo. 
Por el contrario el mantenimiento del yo masónico induce al individuo al crecimiento personal manteniendo la personalidad del sujeto que busca su perfección en la mejora interna con la ayuda del vitriol (visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum) Visita tu interior en profundidad y rectificando, encontrarás la piedra angular sobre la que podrás basar la creación de tu evolución personal. Mantiene y se  ampara en el aporte al grupo de lo que cada uno es capaz de dar, recibe por tanto la información de cada uno y por ende de todos, se produce por tanto una transformación dinámica del individuo o lo que es lo mismo un trabajo personal interno y como la piedra aunque forma parte del muro, mantiene su singularidad; Ello hace imposible que el grupo se convierta en homogéneo manteniendo la heterogeneidad. La riqueza de matices engrandece a cada vitriol.
           Nietzsche nos habla a través de Zaratustra de la muerte de Dios, en realidad a mi modo de ver, Zaratustra se refiere a esa mayoría de dioses inventados por las religiones para manipular a la masa, dioses como los griegos que pretendían explicar el mundo que les rodeaba o los dioses romanos que podían ser usados por el pueblo incluso para justificar conductas injustificables, hoy en día algunas religiones pretenden explicar los errores humanos y sus consecuencias dando explicaciones como que todo es una prueba; como si el creador del que nos hablan no supiera ya como somos.    
       Zaratustra cuando se refiere a la muerte de Dios, se refiere al olvido de todo lo que no somos nosotros mismos, en sus pasajes recoge: La luz interior, la reflexión profunda y la negación de toda pre-idea de lo que observa. A ello solo ha podido llegar perdiéndose en su propia profundidad, en su autentica cámara de reflexión. Es curioso cuando habla de los doctos y al inicio del capítulo manifiesta: “yo era docto, pero estando dormido llegó una oveja y se comió mi corona de laurel y ya no soy docto”. Se ríe, se ríe de las apariencias, de la falsedad,  incluso de sí mismo y lo cierto es que de lo que realmente nos habla es de la muerte del Dogma.
         Solo si el dogma desaparece podrá evolucionar el superhombre. Así con la muerte de Dios el hombre se siente solo pero también sin el castigo o el premio eternos y sobretodo sin ampararse en nadie, abre su mente a la verdad y usa su razón de manera limpia.  Si acepto  mi propia muerte al aceptar que la vida no depende de mí, ni de mis rezos u oraciones, he de aceptar por tanto el flujo de la vida y seguirla, no mirar como sucede. No debo pedir soluciones a quien no puede dármelas, sino que debo buscarlas en mi interior y sentirme parte de los hechos.
 La idea del superhombre, es para mí por tanto la idea  que pretende el vitriol, que libre del dogma induce al hombre a la búsqueda de la luz y la verdad, quedando ese hombre por encima de todas las manipulaciones. Como dijo Horacio (encíclica II): Sapere Aude (atrévete a saber, atrévete a pensar), o como diría Kant (atrévete a usar tu razón).
              
La reflexión y el filtro personal de las informaciones que recibe el aprendiz masón a través de sus ventanas naturales a la vida, se traduce en su crisol interno,  en la evolución o crecimiento del yo al superyó freudiano (entiéndase aquí el superyó como crecimiento personal y en ningún caso en la edad en la que Freud establece el referido superyó). Por tanto el Vitriol puede dar a luz al superhombre de Nietzsche, que para mí no es otro que el hombre libre y guiado por la razón, como diría la filosofía del siglo de la luz: “vivre selón la conscience, vivre selón la razón”.
 Pero hay otra bondad en la personalidad masónica y es el taller; ese nosotros particular y rico en libertades y matices individuales. En el que cada miembro, cada eslabón de la cadena, cada vitriol habla desde su conocimiento corrigiendo así y per se, caso de ser necesario, la deriva que se haya podido producir en el rumbo personal trazado por cada superyó con la puesta en común en la discusión, de los diferentes puntos de vista sobre cualquier tema. Buscando ideas parecidas o inspiradoras, encontramos al libertario contrato social de Rousseau que establece el paralelismo diciendo: “La suma de fuerzas solo puede surgir de la cooperación de muchos, pero, al ser la fuerza y la libertad de cada hombre los primeros instrumentos de su conservación, habremos de encontrar una asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado y gracias a la cual cada uno, en unión de todos los demás, solamente se obedezca a si mismo y quede tan libre como antes”
 ¡Ahí! tenemos pues la antítesis real, por un lado: El nosotros al que nos referimos al inicio, ese grupo homogéneo que basa su personalidad precisamente en la dependencia y en la deshumanización, que permite mantener a un ser pendiente del grupo, despersonalizado y estático, producto de una ética como la de Tomás de Aquino. Que es una ética como diría Kant: “heterónoma (la ley viene dada por Dios) y es hipotética en sus imperativos” y por tanto condicionada, si se produce A entonces te daré B y que para mi obliga al individuo a integrarse en la sociedad de consumo o a ser usado como herramienta para fines políticos y/o militares, asumiendo la muerte o manipulación de los demás o la diferencia étnica o en definitiva el fanatismo, como algo útil o cuando menos necesario.
 Y por el otro lado: El yo masónico (vitriol): El nosotros masónico no podría existir sin el yo de cada uno, al igual que el muro o el templo no tendría sentido sin cada una de las piedras. El propio Kant nos dice: “la ley viene dada desde dentro del propio individuo y no desde fuera. Los imperativos de esta ley deben ser por tanto categóricos”. O lo que es lo mismo generales y proponen una autonomía que establece la libertad personal, libertad que busca el bien común. Como diría Vargas Llosa en defensa de Ortega y Gasset y la recuperación de su canto al liberalismo y la ponderación de una sociedad laica.  Así pues solo el Vitriol o la búsqueda de la verdad interior nos sitúa como diría Nietzsche por voz de Zaratustra en el umbral de la puerta del instante, ante la disyuntiva del camino seguido y el camino a seguir y sobre todo ante la reflexión serena y personal de toda nuestra libre existencia.


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Nigredo y Melancolía: La nigredo según Eliade


Nigredo y Melancolía: La nigredo según Eliade


Herreros y alquimistas, Mircea Eliade, Alianza, Madrid, 2001.
“[…] Ya las culturas más arcaicas imaginan al especialista de lo sagrado –el chamán, el hombre-medicina, el mago- como a un «señor del fuego».” 73-74

Dejamos de lado la relación entre forjadores de hierro y forjadores de canciones, pero sí destacamos “un argumento mítico-ritual, en el que el fuego ocupaba el papel de prueba de iniciación y, a la vez, de agente de purificación y transmutación.” dado al fuego en el folklore en general. 99

“El argumento «dramático» de los «sufrimientos», la «muerte» y la «resurrección» de la materia, está atestiguado desde el comienzo de la literatura alquímica greco-egipcia. La transmutación, la opus magnum, que conducía a la Piedra filosofal, se obtiene haciendo pasar la materia por cuatro grados o fases denominadas según los colores que toman los ingredientes, melanesis (negro), leukosis (blanco), xanthosis (amarillo) e iosis (rojo). El negro (la «nigredo» de los autores medievales) simboliza la «muerte» […]. […] Es el drama místico del Dios –su pasión, su muerte, su resurrección- lo que se proyecta sobre la materia para transmutarla. En definitiva, el alquimista trata a la Materia como el Dios era tratado en los Misterios, las sustancias minerales «sufren», «mueren», «renacen» a un nuevo modo de ser; es decir, son transmutadas." 134

"La «muerte» corresponde generalmente –en el nivel operatorio- al color negro que tomaban los ingredientes, a la nigredo. Y la reducción de las sustancias a la materia prima, a la masa confusa, la masa fluida, informe, que corresponde –en el nivel cosmológico- a la situación primordial, al caos. La muerte representa la regresión a lo amorfo, la reintegración del Caos." 138

"Hay que resaltar la importancia que los alquimistas concedían a las experiencias «terribles»
y «siniestras» de la «negrura» de la muerte espiritual, del descenso a los Infiernos: aparte de que son continuamente mencionadas en los textos, se las descifra en el arte e iconografía de inspiración alquímica, en las que esta clase de experiencias se traduce por el simbolismo saturnino, por la melancolía, la contemplación de cráneos, etc. La figura de Cronos-Saturno simboliza al gran destructor que es el Tiempo y, por consiguiente, tanto la muerte (=putrefactio) como renacimiento." 145


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viernes, 23 de enero de 2015

Marie Corelli y sus historias ocultas

Marie Corelli


Marie Corelli y sus historias ocultas


[Copyright © 1998 by Jessica Amanda Salmonson. Este texto, que la autora ha compartido amablemente con los lectores de la Victorian Web, ha sido extraído de una monografía destinada a servir de introducción para una nueva edición limitada, titulada Dark Angels, Pale Ghosts, de los cuentos cortos sobrenaturales de Maria Corelli. Es posible que a los lectores les resulte interesante visitar su web Violet Books que contiene información adicional sobre Corelli, y la ciencia ficción y el fantasy del siglo XIX y principios del XX, e ilustraciones de libres de este período. Traducción de Emma Haleyrevisada por Asun López-Varela revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces deGeorge P. Landow.]
Hubo un tiempo en que Marie Corelli era la autora más leída que había en Inglaterra. Las calumnias contra ella y su talento que poblaban los periódicos raramente disminuían las ventas: al revés, normalmente las elevaban, lo que acarreaba mayor castigo por parte de la prensa, también severa con su público por su «mal gusto». En mi opinión, sería necesario elogiar a todos estos lectores por no dejarse llevar por una prensa autocomplaciente y abandonar a una autora que no podía ser tan mala si había captado una atención tan generalizada.
Marie se dio cuenta rápidamente de la fuerza de las críticas, aunque del mismo modo supo sentirse alagada por sus seguidores. En realidad fueron muchos los que la quisieron: sus rasgos eran encantadores y admirables para los que estaban cerca de ella, sólo los periodistas, juzgándola desde la distancia, se dedicaban a calumniarla. Arthur H. Lawrence se reunió con Marie y Bertha en diversas ocasiones en 1898 mientras trabajaba en una entrevista para The Strand y tras estos encuentros la describió como «la dulzura personificada»; además dijo sentirse desarmado (impresionado?) por su «veracidad y sinceridad, su encanto personal y la auténtica gracia femenina de cada uno de sus movimientos».
Entre los que disfrutaron de su amistad, es importante mencionar a Sir Henry Irving, Lily Langtree, Ellen Terry, Sarah Bernhardt, Beerbohm Tree, Alice Meynall, George Meredith, Ella Wheeler Wilcox, Frank Harris, Robert Hichens, Alfred Noyes, Algernon Swinburne y a su compañero Theodore Watts; además estaban los hermanos A. C. Benson y R. H. ("Hugh") Benson, escritores empedernidos de historias de fantasmas. Gladstone, muy ansioso por comprobar por sus propios medios quién era la persona que «podía escribir con tanto coraje y estilo», se atrevió incluso a visitarla sin anunciarse previamente. De mismo modo, Lord Randolph Churchill fue uno de sus defensores, y Winston Churchill le envió una nota elogiando sus cualidades oratorias después de que ella rebatiera sus opiniones en el Club «White Friars». La Reina Victoria coleccionaba con gusto sus historias, al igual que Eduardo VII y la Reina Alexandra; también el Príncipe de Gales (posteriormente Gorge V) la admiraba y ella pudo presumir en muchas ocasiones de las invitaciones a cenar que él le dirigía, y cuantiosos miembros de familias reales de otros países dijeron sentirse interesados por su trabajo.
A pesar de sus virtudes, tenía la desafortunada habilidad de alejar incluso a algunos de los que más la valoraban: por ejemplo, a Hugh Benson que durante un tiempo acostumbraba pasar mucho tiempo en la Mansión Croft, a donde iba con algún amigo con quien divertirse en sus inmensos jardines de cinco acres. De lo que escribió sobre Marie, y a pesar de hacerlo muchos años después de ese tiempo, se destila claramente un gran odio acumulado. Benson había sido pastorAnglicano durante un tiempo, pero después se había convertido al Catolicismo, y parece ser que, al contrario de lo que decían algunos (que juzgaran a Marie «ampliamente tolerante con todos los credos»), ella había resultado ofensivamente anticatólica por lo que había despertado en él un gran rencor.
Esto se hacía especialmente notorio con aquellos que desde el primer momento la rechazaron: nunca se cuidó de ofrecerles nuevas oportunidades de acrecentar su desprecio. Consideró enemigos suyos, a parte de los críticos en general, a Hall Caine que se auto-condenó mintiéndole, a Grant Allen que en The Spectator la llamó «mujer de talento deplorable que creyó ser un genio y fue aceptada por el público como tal porque dio a sus lugares comunes, sentimentalismos y prejuicios escenarios glamorosos»; a Jane Agate que la representó como combinación de «la imaginación de Poe, el estilo de Ouida y la mentalidad de una niñera», y también a Edmund Grosse que de modo rencoroso y despreciable se jactó bromeando a su costa. En estos casos había algo específico que despertaba la indignación de Marie, quien siempre se sentía como si hubiera tenido suficiente. De manera que para evitar confrontaciones eran los demás los que tenían que aplacar sus ánimos la mayoría de las veces. Su batalla con Hall Caine, por ejemplo, empezó antes incluso de que su carrera empezara a despegar: él fue el encargado de la primera lectura de su primera novela, A Romance of Two Worlds, antes de su publicación. La rechazó de plano. Cuado George Bentley (el editor) vio el juicio negativo, dudó de las perspectivas comerciales de la novela, y le devolvió a Marie el manuscrito. Después de esto, Caine se encontró con Marie por primera vez cuando ella había adquirido ya un gran prestigio, de forma que fingió haberla defendido ante Bentley. Si hubiera sido un poco más políticamente correcta o hubiera tenido una visión más estratégica, habría dejado pasar sus mentiras para ganar su apoyo aunque fuera tardío; en cambio le castigó de manera pública y privada anclando los cimientos de un duradero odio mutuo.
Marie era homosexual. Es necesario decirlo de manera rotunda y así suplir el estudio insuficiente que se ha hecho de la historia de gays y lesbianas, y el modo ampliamente generalizado en que biógrafos e historiadores del pasado han intentado sumergirla y negarla. Marie se confesó muchas veces androfóbica, diciendo sentir «un odio y disgusto tales hacia la parte masculina de nuestra especie, que si un hombre la tocaba, sólo por accidente, sentía un profundo malestar que duraba varios días». Una broma decía que el único hombre a quien habría sido capaz de amar habría sido Beethoven, y sólo porque «tenía la gran ventaja de estar muerto».
Por tanto, cuando la inspiración la levó a escribir el poema de amor «To a Vision» (A una visión), describió su objeto de deseo como un ser reservado que se acerca «en la oscuridad de la noche» con pasos gentiles trayendo besos ingenuos, fragancias florales y caricias, pero evitando cualquier alusión clara de género, excepto una alusión final al seno maternal. Un poema anterior incluido en el tejido de A Romance of Two Worlds habla de la amargura que produce el desdén majestuoso de su amada, concluyendo dramáticamente con «ÁTe amo!ÁMe atrevo a amarte!»
La destinataria de esas exclamaciones era Bertha Vyver, compañera de Marie desde su juventud que había atestiguado cada suceso y cada derrota en su carrera. Las dos convivieron desde 1878, cuando Ber tenía 24 años, y Marie era aún menor; por eso para Bertha, Marie fue siempre «la pequeñaja» o «mi pequeñaja», o más tarde «la autora más pequeñaja del mundo». A pesar de darse generalmente apoyo mutuo, Bertha siempre creyó que su pequeñita era un angelito con constante necesidad de afecto. Marie llamaba a Bertha «mamasita» en sus primeros años en Fern Dell, y también más tarde en Longridge Road, Kensington; luego siempre fue «mi querida Ber» o «queridísima Ber». El reverendo William Stuart Scott la describió como «un gran almohadón acolchado sobre el que Marie podía apoyar su cabeza». Scott, que conoció a ambas extremadamente bien, es el único que habla del tema francamente y sin lugar a críticas, diciendo que su amor estaba «seguramente en el mismo nivel que el de Damon y Pitias, o David y Jonathan».
En algunas ocasiones, Marie fue criticada por las opiniones extraordinariamente duras con las que respondía siempre que le preguntaban por qué no se había casado nunca; pero si se lee entre líneas se puede entrever en su actitud incisiva ante el matrimonio heterosexual estereotípico una defensa velada, incluso cierta sacralización, hacia su propia relación y estilo de vida. «El matrimonio no es la Iglesia, el ritual, la bendición de los clérigos ni la ratificación y aceptación de familiares y amigos. Nada más que el amor verdadero puede hacer del matrimonio una cosa absolutamente sagrada.», dijo.
Es una pena que Marie no se afiliara en ninguna medida al movimiento por los derechos de los homosexuales que tenía entre sus filas, entre otros, a la escritora de historias de fantasmas e intelectual Vernon Lee y, como teórico, a Edward Carpenter. Por el contrario, en un ensayo para (la revista) Lady's Realm enumeró las cosas que más odiaba y entre ellas incluyó a «Los «nuevos poetas» que se rizan el pelo con tenacillas» (aludiendo a los dandis, tan numerosos entre los años 90 del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, donde muchos de estos murieron heroicamente), y «las mujeres ciclistas, o en general de aspecto masculino», lo que en realidad puede significar simplemente que ella prefería mujeres dulces y maternales como Bertha. Por otro lado, es posible que se tratara sólo de una crítica absurda, o de una sincera defensa de una vivencia de la homosexualidad discreta y apropiada a los estándares sociales de género como la suya, y por eso juzgara altamente impropio que los chicos gays se moldearan el pelo en vez de perseguir un ideal de belleza atlética, y que del mismo modo juzgara que las jóvenes lesbianas intentaran moldear su cuerpo con ejercicio en vez de arreglarse el pelo.
Marie y «su querida Ber» compraron la Mason Croft, una destartalada mansión estilo Tudor, y la restauraron y devolvieron a la gloria. En la sala de música Marie hizo construir una chimenea con una gran roca sobre el manto en la que estaban grabadas de una manera muy elaborada las iniciales de Bertha Vyver y las suyas propias. La casa entera era una expresión pura de su amor, y si hubieran grabado sus iniciales dentro de un corazón en el tronco de un árbol de Kensington Park no habría sido una confesión más clara del orgullo que sentían por el amor que las unía. A pesar de todo, Eileen Bigland en Marie Corelli: The Woman and the Legend se obstina a decir que el amor de Marie y Bertha no era verdadero amor, sino simple pasión erótica; y sugiere una que el verdadero amor de Marie fue su hermano Eric. No existe ninguna fuente fiable que respalde estas afirmaciones, sólo una broma maliciosa que le dedicó Edmund Gosse a Marie, a quien odiaba profundamente por tener un ego tan grande como el suyo.
Sobre su obra no ha llegado hasta nuestros días ningún estudio serio y amplio que pueda servir de antídoto contra la gran cantidad de biografías escritas en tono condenatorio que hay en circulación. Cuando Marie escribía, la mayor parte de las veces a mano y desde la pequeña torre que daba al jardín, pretendía dejar para el futuro algo de una belleza genuina aunque espeluznante. Algunos críticos, especialmente Rebecca West y Leonard Woolf han defendido su trabajo por su propio valor: Henry Miller dijo que su trabajo era «extraordinario, cautivador», que la autora tenía «un tremendo coraje e imaginación,» clamó por una revaloración seria de su imaginativa destreza en la narración y dijo que «tenía un don para los retratos, las descripciones ambientales y las magníficas caracterizaciones, y una gran habilidad para mantener al lector siempre en suspenso. A pesar de que se acostumbra a hablar de ella con desprecio y sorna, personalmente encuentro su trabajo siempre fascinante y conmovedor».
En esos tiempos en que dominaban las creencias Teosóficas e incluso las personas de cierta educación y estatus social creían hasta lo más sorprendenteny los pueblos más pequeños necesitaban Sociedades de Investigación Psíquica o contaban con una capilla de la Iglesia Swedenborgian, las novelas oscuras de Marie no se adhirieron al gusto popular. Ella tenía sus propias ideas excéntricas y se atenía a ellas. Probablemente esto fue muy positivo porque nos permite tener acceso directo a sus fantasías sin que estas se vean contaminadas por quimeras religiosas y modas pasajeras comunes. Sus novelas son genuinamente excéntricas a pesar de estar dentro de un marco general de excentricidad. En aquellos días, gran cantidad de novelistas teosóficos pregonaban sus ideas pero ni media docena de ellos tuvo ese atractivo peculiar que tenía Marie. Después de Bulwer Lytton, ella fue la única de su clase que encandiló a algo semejante a una audiencia amplia en el sentido que tiene la expresión hoy en día.
Su estilo y filosofía eran decadentistas y complejos, aunque al mismo tiempo, en ciertos aspectos, en el último decadentismo las construcciones morales de libros estaban en oposición directa a la deconstrucción moral de «la década amarilla de los noventa» [the Yellow Nineties]. Usó como base las elevadas teorías reinantes sobre el alma (tan sentimentalmente caóticas como todas las historias de amor teosóficas) y les añadió ingredientes brutalmente cínicos y heréticos, poniendo todo esto dentro de un contexto de fe ocultista. Por otro lado intentó reformar la cultura cristiana con mucha audacia: sus versiones de historias bíblicas como la Crucifixión o Barrabás alarmaron a su editor, Mr Benltey de tal modo que rechazó los textos con la excusa de que temía su efecto en el ideario colectivo. En su derecho, Marie presentó el libro a otro editor, y es así como Barrabbas se convirtió en uno de sus mayores éxitos a nivel internacional, y el principio de la trilogía destinada a narrar la Historia de la Cristiandad y del Mal ajustándose a las creencias fantasmagóricas de Marie.
En The Sorrows of Satan, la primera secuela de Barrabbas hay un acercamiento místico subliminal a la glorificación de Satán, que es equiparado a un aventurero moderno incomprendido. The Sorrows rompió todos los récords de venta de la historia de Gran Bretaña, convirtiendo a la autora en la más vendida hasta ese momento; pero la historia disgustó a los críticos más de lo habitual, pues muchos creían que demostraba una excesiva simpatía por el demonio. The Master-Christian fue la guinda de la trilogía; su retrato del Niño Jesús como un pilluelo callejero, viajero en el tiempo y decepcionado del mundo Victoriano lo convirtió en un libro de mayor éxito, con la premisa que esto implicaba, humorístico sin perder el halo de misterio que los lectores contemporáneos de The Sorrows of Satan sin duda buscaban.
En cualquier caso, la extravagancia y entusiasmo de sus obras hicieron de ella una escritora absolutamente original, con la misma fama que Vathek otorgó a William Beckford. Su novela más extraña y más barroca, Ardath fue descrita como «un sueño magnífico» por George Bentley, y constituyó una de las fuentes de inspiración más importantes para crear el mundo imaginario de las viñetas de Lord Dunsany. El héroe, enamorado de un ángel celestial pero indigno de unión con ella decide viajar 7.000 años atrás en el tiempo a un mundo absolutamente fantástico, sometiéndose a varias metamorfosis en el camino. El libro fue comparado inmediatamente con Vathek, la piedra Roseta de la fantasía arabesca. La misma autora prefería Ardath a muchos otros de sus libros, aunque era consciente de que no había tenido un gran éxito en ventas; por su parte, Mr. Bentley opinó que estaba por encima de las capacidades del gran público.
Un poco menos barroca es su primera novela A Romance of Two Worlds para la que Ardath sirve como secuela, y que incluye rasgos de ensueño mágico, hipnotismo, y varios mundos mentales creados por el opio. La heroína, una mujer hecha pedazos y cansada de la vida es rejuvenecida por medios eléctricos por el maestro caldeo Heliobas, y decide emprender una viaje en busca del significado de la vida que acaba convirtiéndose en un viaje cósmico en el que asume la forma de una proyección astral y es guiada por un ángel. Viaja de este modo a un Saturno Utópico, a un Júpiter extrañísimo desde el punto de vista tecnológico y al centro del universo, lugar de la creación, donde reside Dios en forma de electricidad. Por la forma en que combina un punto de vista científico tan particular con cierto espiritualismo fue una de las novelas más influyentes de este período, sólo superada por She, de H. Rider Haggard.
The Soul of Lilith completa la «trilogía de Heliobas», que incluye también las dos novelas recientemente vistas. Es una buena reelaboración del tema de Fausto, al que se añaden ciertos elementos de Pigmalión (si no de Frankenstein): un hechicero liga el alma de una chica a su cuerpo cuando ésta está a punto de morir, y así crea un ser del que no puede evitar enamorarse a pesar de los reiterados avisos y prohibiciones del sabio Heliobas.
Corelli se ganó así el sobrenombre de «la Haggard femenina», y es probable que muchos de sus lectores, especialmente las mujeres jóvenes, buscasen en sus novelas el mismo tipo de emoción que muchos chicos obtenían deLas minas del Rey Salomón. Además es una coincidencia interesante que Rider Haggard, Rudyard Kipling, Arthur T. Quiller-Couch, Arthur Conan Doyle y la misma Marie vivieran sus primeros gran éxitos en el aniversario de la Reina Victoria (1887) o en fechas próximas, y fueran en su mayoría autores de una fantasía tendente a la uniformidad. Por otro lado, Marie admiraba el trabajo de Haggard de un modo especial, e incorporó en su obra el tema favorito de él, el de «La raza perdida»; en una de sus últimas novelas, The Secret Power, presenta una ciudad oculta poblada por inmortales que la intrépida protagonista descubre en el desierto, en Egipto. Por otro lado, algunos pasajes de Ziska recrean algunas de las historias de Allan Quatermain y «Ella». Además, Marie le escribía a menudo a Rider y le pedía que la visitara algún día en la Mansión Croft. ƒl por su parte, cuando leyó Ardath, le dijo que creía que »su talento e imaginación eran realmente poco comunes».
El resto de su trabajo es variable en cuanto a su interés. Su primer editor, Mr. Bentley comparó Vendetta!, su segunda novela, con el trabajo de Bulwer Lytton (el más importante de los autores oscuros de la época Victoriana). George Augustus Sala la elogió por la fuerza narrativa y el goticismo brutal con que retrataba un entierro prematuro en la Nápoles atacada por el cólera de 1884, que habría de ser un campo de cultivo para una terrible ansia de venganza.Wormwood, la siguiente, se acerca más a lo gótico que a lo sobrenatural, y está salpicada de visiones alucinadas efecto del uso de drogas. Perteneciendo a la época de acercamiento de Marie al movimiento a favor de la templanza, criticaba los círculos bohemios de París por su consumo de absenta (N.deT: bebida alcohólica muy en voga). Su publicación animó a los líderes del movimiento de la templanza, y contribuyó a que se promulgaran leyes particularmente rígidas contra el consumo de alcohol, especialmente en Suiza.
Una de sus mejores historias fantásticas es «Ziska», una elegante narración donde se dan cabida elementos de horror erótico, transmigración de almas, reencarnación de espíritus provenientes del Antiguo Egipto, y un impresionante clímax que tiene lugar en una cámara secreta en el subsuelo de una de las pirámides. Con The Young Diana desarrolló el tema de la Eterna Juventud. Se trata de una extraña aventura pseudo-científica, protagonizada por una clásica femme fatale, donde reelaboró el tema de Frankentein, en que los esfuerzos por regenerar la juventud acaban en inmortalidad monstruosa y privada de humanidad. El lado negativo fue que era estilísticamente peor en términos comparativos que el resto de su producción. The Life Everlasting incluye también el tema de la inmortalidad, y está llena de visiones y reencarnaciones monstruosas. Marie la concibió como continuación de A Romance of Two Worlds y en ella extendió sus teorías sobre la electricidad del Radio y la radioactividad: a menudo introducía elementos de ciencia ficción en sus historias (lo hizo de modo notable en A Romance of Two WorldsYoung Diana y The Secret Power); de hecho, se hizo proverbial que, del mismo modo que se dice que Julio Verne predijo invenciones futuras, para muchos A Romance of Two Worlds predijo la telegrafía sin cables y los rayos X. Por eso, y como constatación última de sus virtudes proféticas, en los primeros años de la era de la televisión (Marie estaba ya muerta pero aún muy presente en la memoria colectiva), «la tele» era conocida en Cockney como «la Marie».
Las líneas narrativas de sus novelas son en general bastante complicadas, y a veces requiere tiempo y esfuerzo desenredarlas; en cambio, en algunas de sus obras breves hace un esfuerzo considerable por restringir al máximo los elementos. Por ejemplo, "The Lady with the Carnations", la mejor de las historias breves incluidas en Cameos, es una gran historia de fantasmas en la que consigue dejar de lado sus habituales excesos estilísticos. De sus escritos fantásticos y heréticamente religiosos, "The Devil's Motor" (que Brian Stableford definió como «fervientemente excéntrico») aún hoy es capaz de emocionar al lector. Originalmente formaba parte de A Christmas Greeting una colección elegantemente encuadernada, pero bastante pobre, de poemas, ensayos, historias a incluso una canción. Años después de su primera publicación, "The Devil's Motor" fue reeditado como un delgado libro-regalo de 45 páginas, ilustrado de un modo muy llamativo. Se editaron unas 5.000 copias, hoy en día muy difíciles de encontrar. También importante, dentro de las historias fantásticas de A Christmas Greeting es "The Ghost in the Sedan-Chair", una ligera y festiva historia de fantasmas navideña.
Al igual que "The Devil's Motor", The Strange Visitation of Josiah McNasonfue editado como pequeño libro-regalo ilustrado, publicado en 1904 como suplemento de «The Strand Magazine». Se trata de una historia muy imaginativa, si se deja de lado sus evidentes similitudes con la obra de Dickens («Cuento de Navidad»). Una recopilación sucesiva,Delicia and Other Stories incluía una reedición de "The Ghost in the Sedan-Chair", a la que se añadía una nueva obra alegórica, "The Despised Angel.", tras esta, su última colección fue The Love of Long Ago que contiene entre otras historias sobrenaturales, uno de sus mejores cuentos, "The Sculpture's Angel» que, con su protagonista (un escultor místico) y su atmósfera, retrato de la decadencia de la elegancia bohemia, es un excelente ejemplo de la extravagante novela decadentista, tanto en estilo como en temáticas; funciona además prácticamente como coda de A Romance of Two Worlds ya que en ésta parece un pintor místico.

La ilustración de Marie en su góndola es un detalle de una postal que se distribuía sin su permiso a los turistas que pasaban por la mansión Croft.
Marie Corelli murió el 21 de abril de 1924. Antes de morir presintió que el final estaba cerca, y tuvo tiempo de mandar a la enfermera que cuidaba de ella a buscar a Bertha, pero era tarde y la enfermera, que no creyó que Marie estuviera tan cerca del final, no quiso despertarla. Bertha dijo: «Marie no puedo tener consuelo. Pasó toda la noche sentada en su silla, implorando con lágrimas en los ojos que fueran a buscarme, pero la enfermera, sin entender lo profunda que era nuestra relación, no quiso hacerle caso. La mañana siguiente se fue sin haber podido verme o sentir el tacto de mi mano por última vez.»
Bertha murió algún tiempo después, en 1942, y fue enterrada al lado de «su pequeñaja» Marie Corelli, en el cementerio de Stratford en la Evesham Road. La Mansión Croft fue finalmente vendida por falta de fondos a pesar de los heroicos esfuerzos de Bertha por preservar el «santuario» como Marie habría querido. Anticuarios avariciosos y admiradores sinceros (que querían conseguir y conservar algún recuerdo de la autora) protagonizaron una subasta masiva de sus propiedades: la carreta tirada por un pony, que había sido particularmente amada por Marie, y que ésta había conducido a menudo por la ciudad, fue a parar a manos de una compañía de teatro que la utilizó para escenificar una pantomima en Londres; y su góndola, «el Sueño» se vendió por 57 guineas.
Viendo que muchas de las novelas de Corelli se seguían publicando en ediciones modernas, Henry Miller predijo que habría un verdadero redescubrimiento de dicha obra: «Si se releen sus obras, es muy probable que la autora sea condenada y demonizada más descarnadamente si cabe de lo que lo fue en vida. La obra de Marie Corelli sólo puede generar dos reacciones: total adición u odio acérrimo». Lo único que me atrevo a opinar sobre el tema es que cualquier librería o colección seria de literatura sobrenatural debe incluir, como mínimo Romance of Two Worlds, Ardath, The Soul of Lilith, The Sorrows of Satan, Ziska y sus cuentos cortos. Todo ello, visto en conjunto representa de modo suficiente su mejor trabajo.

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