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sábado, 24 de enero de 2015

EL VITRIOL O LA ANTITESIS ENTRE EL NOSOTROS Y EL YO MASONICO


EL VITRIOL O LA ANTÍTESIS ENTRE EL NOSOTROS Y EL YO MASONICO


La idea de reflejar la referida antítesis, no es otra que la de poner de manifiesto la diferencia entre la masificación y la manipulación de la masa por parte de elementos políticos y/o religiosos en contraposición de la búsqueda interior por parte del masón, amparada en el vitriol que le singulariza, evitando la manipulación y protegiéndole en la búsqueda de la verdad.

La sobrevaloración del nosotros, nos remite al sentido grupal y da origen a la mayoría de movimientos organizativos y de masas en los que el individuo diluye su yo personal.

El hombre integrante de la masa se cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente y no tiene la más mínima curiosidad por saber más. Con el paso de los años ha perdido toda capacidad de asombro y además, desprecia todo lo que sea superior a él. “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo”, dice Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, lo que realmente le hace sentirse bien es pertenecer a la masa, es decir, ser igual a los demás. Pertenecer a la masa, es por tanto, no tener iniciativa, seguir al resto, ser normal. Se produce por tanto una homogenización del grupo.
 Así las masas son fácilmente manipulables, los movimientos se estructuran con una simbología muy simple y fácil de captar por todos, la simbología no pretende hacer pensar, sino servir de guía ciega. Además el grupo recibe unas costumbres impuestas y concretas e incluso una manera de vestir que lo define.
 Las religiones entran directamente en ese campo incidiendo en la despersonalización, con el dogma, que impide al individuo pensar por si mismo y que la mayoría de las veces se basa en la amenaza directa y personal. El individuo permanece por tanto estático a la espera de las ordenes del grupo y no crece individualmente, como diría Freud se mantiene en un yo infantil y perpetúo, en realidad solo es una herramienta.
 El ser humano, por naturaleza, se siente tan a gusto en el grupo que hace casi cualquier cosa por continuar perteneciendo al mismo. Nos infunde más seguridad estar cómodamente alojados en un conglomerado, ya que si todo el mundo se equivoca, rectificar es más fácil, ¿o sería mejor decir se tapa el error?..... Mientras que si nos equivocamos nosotros, de forma aislada, perdemos el respaldo del resto. Así pues el individuo se niega a tener iniciativas por miedo a verse desplazado del grupo. 
Por el contrario el mantenimiento del yo masónico induce al individuo al crecimiento personal manteniendo la personalidad del sujeto que busca su perfección en la mejora interna con la ayuda del vitriol (visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum) Visita tu interior en profundidad y rectificando, encontrarás la piedra angular sobre la que podrás basar la creación de tu evolución personal. Mantiene y se  ampara en el aporte al grupo de lo que cada uno es capaz de dar, recibe por tanto la información de cada uno y por ende de todos, se produce por tanto una transformación dinámica del individuo o lo que es lo mismo un trabajo personal interno y como la piedra aunque forma parte del muro, mantiene su singularidad; Ello hace imposible que el grupo se convierta en homogéneo manteniendo la heterogeneidad. La riqueza de matices engrandece a cada vitriol.
           Nietzsche nos habla a través de Zaratustra de la muerte de Dios, en realidad a mi modo de ver, Zaratustra se refiere a esa mayoría de dioses inventados por las religiones para manipular a la masa, dioses como los griegos que pretendían explicar el mundo que les rodeaba o los dioses romanos que podían ser usados por el pueblo incluso para justificar conductas injustificables, hoy en día algunas religiones pretenden explicar los errores humanos y sus consecuencias dando explicaciones como que todo es una prueba; como si el creador del que nos hablan no supiera ya como somos.    
       Zaratustra cuando se refiere a la muerte de Dios, se refiere al olvido de todo lo que no somos nosotros mismos, en sus pasajes recoge: La luz interior, la reflexión profunda y la negación de toda pre-idea de lo que observa. A ello solo ha podido llegar perdiéndose en su propia profundidad, en su autentica cámara de reflexión. Es curioso cuando habla de los doctos y al inicio del capítulo manifiesta: “yo era docto, pero estando dormido llegó una oveja y se comió mi corona de laurel y ya no soy docto”. Se ríe, se ríe de las apariencias, de la falsedad,  incluso de sí mismo y lo cierto es que de lo que realmente nos habla es de la muerte del Dogma.
         Solo si el dogma desaparece podrá evolucionar el superhombre. Así con la muerte de Dios el hombre se siente solo pero también sin el castigo o el premio eternos y sobretodo sin ampararse en nadie, abre su mente a la verdad y usa su razón de manera limpia.  Si acepto  mi propia muerte al aceptar que la vida no depende de mí, ni de mis rezos u oraciones, he de aceptar por tanto el flujo de la vida y seguirla, no mirar como sucede. No debo pedir soluciones a quien no puede dármelas, sino que debo buscarlas en mi interior y sentirme parte de los hechos.
 La idea del superhombre, es para mí por tanto la idea  que pretende el vitriol, que libre del dogma induce al hombre a la búsqueda de la luz y la verdad, quedando ese hombre por encima de todas las manipulaciones. Como dijo Horacio (encíclica II): Sapere Aude (atrévete a saber, atrévete a pensar), o como diría Kant (atrévete a usar tu razón).
              
La reflexión y el filtro personal de las informaciones que recibe el aprendiz masón a través de sus ventanas naturales a la vida, se traduce en su crisol interno,  en la evolución o crecimiento del yo al superyó freudiano (entiéndase aquí el superyó como crecimiento personal y en ningún caso en la edad en la que Freud establece el referido superyó). Por tanto el Vitriol puede dar a luz al superhombre de Nietzsche, que para mí no es otro que el hombre libre y guiado por la razón, como diría la filosofía del siglo de la luz: “vivre selón la conscience, vivre selón la razón”.
 Pero hay otra bondad en la personalidad masónica y es el taller; ese nosotros particular y rico en libertades y matices individuales. En el que cada miembro, cada eslabón de la cadena, cada vitriol habla desde su conocimiento corrigiendo así y per se, caso de ser necesario, la deriva que se haya podido producir en el rumbo personal trazado por cada superyó con la puesta en común en la discusión, de los diferentes puntos de vista sobre cualquier tema. Buscando ideas parecidas o inspiradoras, encontramos al libertario contrato social de Rousseau que establece el paralelismo diciendo: “La suma de fuerzas solo puede surgir de la cooperación de muchos, pero, al ser la fuerza y la libertad de cada hombre los primeros instrumentos de su conservación, habremos de encontrar una asociación que defienda y proteja de toda fuerza común a la persona y a los bienes de cada asociado y gracias a la cual cada uno, en unión de todos los demás, solamente se obedezca a si mismo y quede tan libre como antes”
 ¡Ahí! tenemos pues la antítesis real, por un lado: El nosotros al que nos referimos al inicio, ese grupo homogéneo que basa su personalidad precisamente en la dependencia y en la deshumanización, que permite mantener a un ser pendiente del grupo, despersonalizado y estático, producto de una ética como la de Tomás de Aquino. Que es una ética como diría Kant: “heterónoma (la ley viene dada por Dios) y es hipotética en sus imperativos” y por tanto condicionada, si se produce A entonces te daré B y que para mi obliga al individuo a integrarse en la sociedad de consumo o a ser usado como herramienta para fines políticos y/o militares, asumiendo la muerte o manipulación de los demás o la diferencia étnica o en definitiva el fanatismo, como algo útil o cuando menos necesario.
 Y por el otro lado: El yo masónico (vitriol): El nosotros masónico no podría existir sin el yo de cada uno, al igual que el muro o el templo no tendría sentido sin cada una de las piedras. El propio Kant nos dice: “la ley viene dada desde dentro del propio individuo y no desde fuera. Los imperativos de esta ley deben ser por tanto categóricos”. O lo que es lo mismo generales y proponen una autonomía que establece la libertad personal, libertad que busca el bien común. Como diría Vargas Llosa en defensa de Ortega y Gasset y la recuperación de su canto al liberalismo y la ponderación de una sociedad laica.  Así pues solo el Vitriol o la búsqueda de la verdad interior nos sitúa como diría Nietzsche por voz de Zaratustra en el umbral de la puerta del instante, ante la disyuntiva del camino seguido y el camino a seguir y sobre todo ante la reflexión serena y personal de toda nuestra libre existencia.


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