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lunes, 23 de febrero de 2015

Consumismo y Religión

 

 
CONSUMISMO  Y RELIGIÓN

Esta es la era del consumismo y del hombre burbuja, en la cual se
ultrajan las religiones y en especial a la religión del Hijo, la cristiana,
por haber generado dolor y muerte a la humanidad, siendo que es el
hombre, el ser humano el único arquitecto de su propio destino y que
él, exclusivamente forja interpretaciones de las grandes verdades
según su conveniencia e interés, elaborando muchas veces escenarios
infamantes y distorsionados, debido a la ignorancia , el egoísmo,
codicia, ansias de poder y riqueza y, por supuesto, por el desamor de
esta y otras civilizaciones.  
En la actual época, en la que ciertamente estamos en el nadir de la
materia, la ciencia, la tecnología derivada de ella y el consumismo
indiscriminado a ultranza  han ayudado a que la raza humana cimente
la creencia de que no es necesaria la espiritualidad y que el hombre es
la medida de todas las cosas, aupando así un modus vivendi alejado de
las cosas del espíritu. Creo entonces que es muy necesario buscar
poner algo de orden entre tanta basura pseudo esotérica y de la  ‘New
Age’ poco veraz que leemos a diario, pero atractiva a las mayorías por  
condescendiente, alegre, facilista y permisiva con las debilidades
humanas, empero que no busca y consigue otra cosa que alejar al
sujeto social contemporáneo más y más del conocimiento  de su
verdadera  esencia,  de su verdadera naturaleza divina y del acceso
más acelerado al desarrollo de sus potencialidades inmanentes. El ser
humano integral, que esencialmente es un ente espiritual eterno,
busca mediante el uso adecuado y dominio de sus varios vehículos de
diferente grado de perfección,  adquirir experiencia y sabiduría en este
plano sensorial,  a efectos de encontrar equilibrio entre lo material y lo
espiritual y eventualmente ser merecedor, potenciado y puro, de
regresar a habitar permanentemente las mansiones del Padre. Para
ello necesita conocerse a sí mismo y edificar, por su voluntad,  el
proceso adecuado y utilizar las herramientas espirituales que le
transformen en un individuo siempre mejorado, perfectible y
dispuesto a alargar la mano compasiva, tolerante y amorosa, a efectos
de que sus hermanos menos favorecidos y dotados de saber,
igualmente alcancen en su momento la aprehensión de la divinidad,
pues la llamada salvación es privativa de toda la humanidad y no de
unos pocos.

Con sobrada razón podemos decir que Occidente puede y de hecho
aporta muchísimo en la dirección que  hemos mencionado y que el
conocimiento cabal del cristianismo esotérico y místico y  la práctica
perenne de la religión cristiana, a mi modo de ver,  entendida en su
verdadera profundidad y practicado su luminoso mensaje de forma
certera y perdurable, son un maravilloso camino, si no el único pero
quizás el mejor, para  buscar la perfección y entender el Amor absoluto
del Padre, Creador de este inagotable Universo.  
A Max Heindel, fundador de la Fraternidad Rosacruz, le hicieron una
pregunta sobre la llamada religión cristiana y su doloroso y polémico
rol en la historia desde su aparición como tal. Por lo importante de su
contenido, me permito compartirla, pues creo que arroja luces sobre
estos temas fundamentales en que nos hemos ocupado:
 
 
  Se dice que Dios amaba tanto al mundo que dio a su único Hijo y que
cualquiera que en El creyera no moriría, sino que tendrá vida eterna." ¿Cómo
se puede reconciliar esa idea con las palabras de Cristo: Vine, no a traer paz,
sino una espada?  
 
  Respuesta: “Se dice que la "ley y los profetas fueron hasta la venida de
Cristo" y hay cuatro grados mediante los cuales el hombre se eleva hasta Dios.
Al principio, cuando despierta a la conciencia del Mundo Físico y está en
estado salvaje, se encuentra rodeado por otros hombres, los que debido a las
circunstancias, se ven obligados a luchar por la vida, entre los cuales el poder
es un derecho; entonces aprende a confiar en su propia fuerza para salvarse
de las asechanzas de los animales y de los demás hombres. Pero percibe en
torno suyo los poderes de la Naturaleza, y los teme, porque sabe que pueden
matarlo y que es impotente para luchar con ellos. Entonces empieza a
adorarlos, tratando de propiciarse a Dios, a quien teme, por medio de
sacrificios sangrientos.  
  Después comienza a considerar a Dios como el dador de todas las cosas,
quien lo recompensará aquí y ahora si obedece su ley, y lo castigará
instantáneamente si la desobedece. Será un poderoso aliado contra sus
enemigos, pero puede ser también un enemigo poderoso, y por consiguiente le
teme también. Y así lo adora y le sacrifica animales por miedo y avaricia.  

  Más tarde llega al estado en el que se le enseña a adorar a un Dios de amor y
a sacrificarse por el mismo diariamente, toda su vida, pues se le recompensará
en un estado futuro en el que debe tener fe, y cuyo estado no se lo describen
claramente.  

  Finalmente, el hombre llega al estado en el que reconoce su propia divinidad y
hará el bien porque es bueno, sin esperar ni recompensa ni castigo.  
  Los judíos habían alcanzado el segundo de esos estados y estaban bajo la
ley. La religión cristiana se va elevando por el tercer estado, si bien no se ha
librado del todo del segundo. Todos nosotros estamos aún bajo leyes hechas
por Dios y por el hombre para subyugar nuestros cuerpos de deseos por el
miedo, pero para desarrollarnos espiritualmente desde ahora debemos
sensibilizar nuestro cuerpo vital, que es solo dirigible por el amor, no
reconociendo absolutamente la ley que gobierna la naturaleza emocional. 
 
  Con objeto de preparar ese estado futuro, los sacerdotes, quienes estaban
más desarrollados que la gente ordinaria, se mantuvieron separados y aparte.
Sabemos que en el Oriente solo cierta casta, los brahmanes, podían entrar en
los templos y realizar los servicios religiosos. Entre los judíos solo los levitas
podían aproximarse al santuario, y en otras naciones sucedía lo mismo. Los
sacerdotes eran siempre una clase distinta, que no podían casarse con el resto
del pueblo. Estaban separados y aparte en todo respecto.  

  Eso era debido a que los guías de la humanidad podían usar solamente la
excitación, la emoción cuando existía cierta lasitud entre el cuerpo vital y el
denso. Así que eligieron a esos sacerdotes y los agrupaban en los templos,
regulando toda su vida, su sexualidad, etc., en toda su extensión. Pero cuando
Cristo se liberó del cuerpo de Jesús y difundió Su Ser por todo el mundo, el
velo se rompió, simbolizando el hecho de que la necesidad de condiciones
especiales había cesado de existir, habían terminado. Desde ese entonces el
éter ha estado cambiando la tierra. Una creciente intensidad vibratoria permite
la expresión de las cualidades altruistas. El comienzo de esa enorme vibración
fue lo que produjo la oscuridad que siguió a la crucifixión. No era oscuridad en
manera alguna, sino una luz intensa que cegó al pueblo hasta que las
vibraciones fueron disminuyendo por la inmersión en el cuerpo denso, físico de
la Tierra. Pocas horas después el radiante Espíritu Cristo había entrado en la
Tierra suficientemente como para restablecer las condiciones normales. Pero
gradualmente ese poder interno va elevándose, y las vibraciones etéricas están
acelerándose, aumentando el altruismo y el crecimiento espiritual. Así que las
condiciones actuales son tales que no hay necesidad alguna de una clase
especial privilegiada, pero todos y cada uno deben aspirar a entrar en el
sendero de la iniciación.  

  Sin embargo, las antiguas condiciones mueren con dificultad; bajo el régimen
de Jehová, el Espíritu de la Luna, la humanidad se separó en naciones, y con
objeto de que él pudiera guiarlas se hizo necesario que algunas veces
empleara una nación para castigar a otra, pues la humanidad no era entonces
dirigible por el amor solo obedecía al látigo del miedo. Antes de que la Gran
Fraternidad Universal de Amor pueda formarse, será necesario deshacer esas
naciones, pues si tenemos varios montones de ladrillos y queremos construir
un gran edificio es necesario primero que separemos esos montones en
ladrillos individuales, aprovechándolos así para formar el gran edificio. Por lo
tanto, Cristo dijo: "yo no vengo a traer la paz, sino una espada."  

  Debemos sobrepasar el patriotismo y aprender a decir con esa gran alma,
Tomás Paine: "El mundo es mi patria y hacer el bien mi religión." Hasta ese
entonces habrá guerras, y cuantas más mejor, porque entonces veremos más
pronto su horror, lo que nos obligará a hacer la paz.  
  En la Santa Noche, cuando nació Cristo, los ángeles cantaron una canción:
"Paz en la Tierra y buena voluntad a los hombres." Más tarde el niño creció y
dijo: "Yo no vengo a traer paz, sino una espada," y la religión cristiana ha sido
la más sangrienta de todas las religiones humanas. Ha llevado la desolación y
el dolor a todas partes donde ha ido; pero, aparte de todo eso, llegará un
tiempo en el que la canción de los Ángeles se convertirá en una realidad y
entonces se vivirán las palabras de Cristo sobre el amor al prójimo. Cuando la
espada haya hecho su obra se transformará en un arado, y entonces ya no
habrá más guerras, porque tampoco habrá más naciones.”
 
 
 
José Mejía R.
Marzo 18 de 2014


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