Cuando Jesús, despojado de sus vestidos, se encuentra ya en el Gólgota (cf. Mc 15, 24, etc.), nuestros pensamientos se dirigen hacia su Madre: vuelven hacia atrás, al origen de este cuerpo que ya ahora, antes de la crucifixión, es todo él una llaga (cf. Is 52 ,14). El misterio de la Encarnación: el Hijo de Dios toma cuerpo en el seno de la Virgen (cf. Mt 1, 23; Lc 1, 26-38). El Hijo de Dios habla al Padre con las palabras del Salmista: «No te complaces tú en el sacrificio y la ofrenda... pero me has preparado un cuerpo» (Sal 40, 8-7; Heb 10, 5). El cuerpo del hombre expresa su alma. El cuerpo de Cristo expresa el amor al Padre: «Entonces dije: '¡Heme aquí que vengo!'... para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad» (Sal 40, 9; Heb 10, 7). «Yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8, 29). Este cuerpo desnudo cumple la voluntad del Hijo y la del Padre en cada llaga, en cada estremecimiento de dolor, en cada músculo desgarrado, en cada reguero de sangre que corre, en todo el cansancio de sus brazos, en los cardenales de cuello y espaldas, en el terrible dolor de las sienes. Este cuerpo cumple la voluntad del Padre cuando es despojado de sus vestidos y tratado como objeto de suplicio, cuando encierra en sí el inmenso dolor de la humanidad profanada. El cuerpo del hombre es profanado de varias maneras. En esta estación debemos pensar en la Madre de Cristo, porque bajo su corazón, en sus ojos, entre sus manos el cuerpo del Hijo de Dios ha recibido una adoración plena. http://www.fluvium.org/textos/devocion/dev28.htmlV. Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos. Vídeo, desde aquí: https://www.youtube.com/watch?v=0oF7v7eDHWk
Décima estación: CRISTO JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
La Décima Estación destaca el principio de la Gran Renunciación, simbolizada por la separación del Maestro de Su inigualable vestidura. Esa hermosa prenda representa la conciencia activa de Dios, esotéricamente comparable a la esencia extraída de todas las buenas obras de nuestras vidas terrenas, y que es perceptible por la vista interna como el "cuerpo del alma" o el "dorado vestido de bodas", un halo luminoso que rodea todo el cuerpo y se extiende ampliamente a su alrededor como una centelleante gloria, tal y como se ha podido comprobar en varios santos ilustres durante sus vidas terrenas. Cristo renunció a esa gloriosa vestidura del alma para que sus poderosas emanaciones impregnasen la cubierta etérica de la Tierra. El hombre continúa aún recibiendo curación física e inspiración espiritual provenientes de aquella fuerza originaria de Cristo, pues Su sacrificio no afectó solamente a su cuerpo, sino también a su alma. Fue un derramamiento de luz y de amor, del cual la Tierra y su Humanidad se beneficiarán hasta el fin de los tiempos.
El número Diez significa la verdadera sustancia del ser. Todos los números conducen a él. Los que le siguen son meras combinaciones de los que le preceden. El Diez está formado por las potencias masculina (1) y femenina (0), y representa al hombre y a la mujer trabajando de acuerdo con las leyes de la generación. La sublime pureza del alma, simbolizada por la vestidura inigualable y la renunciación mediante su entrega a seres menos avanzados, se hallan hermosísimamente representadas como la elevada consecución de la Décima Estación.
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tratamos de poner a su disposición distintos trabajos literarios que nos alimentan el alma, que sea del agrado de todos
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