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lunes, 21 de marzo de 2016

Décimo tercer estación - Jesús es bajado de la cruz


Décimo tercer estación - Jesús es bajado de la cruz

XIII ESTACIÓN
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE


        V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
        R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


        Han devuelto a las manos de la Madre el cuerpo sin vida del Hijo. Los Evangelios no hablan de lo que ella experimentó en aquel instante. Es como si los Evangelistas, con el silencio, quisieran respetar su dolor, sus sentimientos y sus recuerdos. O, simplemente, como si no se considerasen capaces de expresarlos. Sólo la devoción multisecular ha conservado la imagen de la "Piedad", grabando de ese modo en la memoria del pueblo cristiano la expresión más dolorosa de aquel inefable vínculo de amor nacido en el corazón de la Madre el día de la anunciación y madurado en la espera del nacimiento de su divino Hijo. Ese amor se reveló en la gruta de Belén, fue sometido a prueba ya durante la presentación en el Templo, se profundizó con los acontecimientos conservados y meditados en su corazón (cfr. Lc 2, 51). Ahora este íntimo vínculo de amor debe transformarse en una unión que supera los confines de la vida y de la muerte.
        Y será así a lo largo de los siglos: los hombres se detienen junto a la estatua de la Piedad de Miguel Ángel, se arrodillan delante de la imagen de la Melancólica Benefactora ("Smetna Dobrodziejka") en la iglesia de los Franciscanos, en Cracovia, ante la Madre de los Siete Dolores, Patrona de Eslovaquia; veneran a la Dolorosa en tantos santuarios en todas las partes del mundo. De este modo aprenden el difícil amor que no huye ante el sufrimiento, sino que se abandona confiadamente a la ternura de Dios, para el cual nada es imposible (cf. Lc 1, 37).
ORACION        Salve, Regina, Mater misericordiae; vita dulcedo et spes nostra, salve. Ad te clamamus... illos tuos misericordes oculos ad nos converte et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exilium ostende.        Alcánzanos la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad, para que también nosotros, como tú, sepamos perseverar bajo la cruz hasta al último suspiro. A tu Hijo, Jesús, nuestro Salvador, con el Padre y el Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
        R/. Amén.
Todos: Padre nuestro...
Canto: La Madre Dolorosa estaba llorando junto a la Cruz de su Hijo crucificado.

Vídeo, desde aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=GHlRYgGVV6g

Decimotercera estación: CRISTO JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

La Decimotercera Estación es el Grado de la Gran Liberación. Cuando el cuerpo sagrado fue liberado de la cruz, fue puesto en brazos de Su bendita madre. En otras palabras, mediante el equilibrio, el ego se libera de la cruz de la materialidad y es elevado a la sublime exaltación de la unión con el Divino Femenino.
La Kábala dice que "cuando el macho se une a la hembra, ambos constituyen un cuerpo completo y todo el universo se halla en estado de felicidad, porque todas las cosas reciben bendiciones de ese cuerpo perfecto. Y eso es un Arcano". O sea, que esa es la suprema consecución en la evolución de la raza humana.
Mediante la emanación del poder del Doce, se aprenden lecciones a través del ritmo masculino del Uno y el ritmo femenino del Dos. El Doce, agrupado alrededor del Uno, forma una unidad que vibra hacia el Trece. En él yace el secreto de la paz, la abundancia y el poder, para toda la Humanidad. En la fórmula del Trece se encuentra la clave oculta de las palabras del Maestro: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos".
Gran parte del trabajo de Cristo y Sus discípulos está relacionado con la mística fórmula del Trece. La nueva dispensación se estableció bajo sus poderes. La Estación Decimotercera gobierna la transición de un estado inferior a otro superior. Sus fuerzas son, por tanto, especialmente activas en estos días en que la Era Acuaria está llegando a la manifestación. Como apuntando a este hecho, trece estrellas componen la urna celestial desde la cual la constelación de Acuario, el portador del agua celeste, está derramando las aguas de vida sobre la Tierra.


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