Los Niños de hielo: un libro, y una historia
que debía ser contada
Por Cristian Javier Acuña
Pasó hace 36 años. Cuatro niños murieron sepultados por la nieve luego de escapar de un colegio religioso en Córdoba. Unos 20 años después, un periodista contó la tragedia en el diario La Voz y un fiscal abrió una causa.
Sergio Carreras está en un bar, sentado. En un bar de Córdoba. De fondo, la música, que amenazaba con entorpecer la entrevista telefónica, se desliza por lo bajo, y deja que esa historia que alguna vez salió a la luz en las páginas de La Voz, y luego en el libro Los Niños de Hielo, sea contada una vez más. Esta vez, para InfoHuella.
Ocurrió en Córdoba. Habían pasado unos pocos meses del gol de todos los tiempos, el que Maradona le metió a los ingleses para luego traer la copa de mejores del mundo, en el fútbol. Pero en las Altas Cumbres de Córdoba, en Pampa de Achala, ese septiembre de 1986 no tenía nada para festejar.
En 2007, el reconocido periodista cordobés, Sergio Carreras, publica en La Voz distintos artículos donde vecinos mostraban su disconformidad sobre el cierre de un colegio. Hasta acá, parecía el enojo ante un cierre. La Iglesia, buscaba hacer allí un seminario y dejar de dar clases a los alumnos del lugar.
“A raíz de esto, recibo un llamado de una persona que me cuenta que, en Mina Clavero, en plenas vacaciones de invierno, una chica subió a cantar un tema en las peñas de cacharpaya, y despertó la emoción de un señor del público”, cuenta Carreras a InfoHuella.
La chica era María Luz. El tema decía: Fue por el mes de septiembre / de mil novecientos ochenta y seis /salieron desde el Liqueno /sin rumbo, a la aventura, /en la alta noche se hundieron/como tuquitos perdidos.
Los tuquitos, en Córdoba, son las luciérnagas, conocidos en el oeste pampeano como los bichitos de luz. Desde esa peña, los tuquitos perdidos, se llenaron de luz.
El periodista Sergio Carreras, autor de Los Niños de Hielo. Foto: La Voz
Sergio cuenta que un señor se emocionó y subió al escenario. Algo tenía para decir.
El hombre a quien la canción hizo llorar era Carlos Domínguez, un ex alumno del colegio que continúa funcionando a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar, en la Pampa de Achala. Domínguez contó lo que vivió en aquella primavera lejana, borrada por el viento y los fríos, cuando cuatro niños, sus compañeros, se perdieron y seis días después fueron encontrados muertos, congelados y cubiertos por la nieve en un cañadón de la montaña.
Horas desesperadas. Fue una de las búsquedas más desesperadas que haya tenido lugar en la Argentina. El miércoles 24 de septiembre de 1986, el país se fue enterando de que el día anterior cuatro pequeños alumnos del Liqueno se perdieron en las montañas cordobesas.
Córdoba, septiembre de 1986, operativo de búsqueda. Foto: La Voz
Miles de personas llegadas de todas partes se sumaron al operativo (Fotos archivo La Voz), rastrillando cada metro cuadrado de las Altas Cumbres. Policías, bomberos, efectivos de las Fuerzas Armadas, baqueanos, familias vecinas, periodistas, asociaciones gauchas, perros adiestrados, helicópteros, todos los recursos disponibles se concentraron en esas alturas, mientras el clima gélido y la nieve dificultaban las tareas de búsqueda.
Los niños, que no se habían perdido como se decía, sino que habían tomado la decisión de escaparse de la escuela, tenían a sus familias abajo, en el valle de Traslasierra: Mario Oliva, de 9 años, de Villa de las Rosas; Luis Peralta, de 11 años, de Villa Dolores: Cristian Rodríguez, de 11 años, de Santa Rosa del Conlara (San Luis) y Claudio Gil, de 9 años, de San Pedro.
Nadie se animaba a arriesgar un motivo del presunto extravío de los chicos. Nadie los había vuelto a ver, nadie los cruzó en alguna senda de la montaña, nadie sabía hacia dónde habían dirigido sus pasos. Cuando dejaron el colegio en la tarde del martes, un hermoso sol abrillantaba la pampa de piedra. Pero luego llegó la neblina, más tarde la lluvia y finalmente la nieve. Esa primera noche de la fuga, hizo 15 grados bajo cero.
El Liqueno, aunque colegio, en aquella época funcionaba más como un reformatorio, casi como un orfanato al que iban a parar niños de conducta difícil y los hijos que las familias más pobres del valle no podían o no querían criar. Una advertencia común de las madres transerranas para los hijos traviesos era: “Portate bien, o te voy a mandar al Liqueno”. El establecimiento era un cuco que aguardaba en las alturas.
La búsqueda duró seis días, hasta que el 29, uno de los baqueanos que iba en uno de los tantos grupos de buscadores alcanzó a ver un trapito rojo que el viento hacía flamear sobre la nieve. Los cuatro niños estaban congelados, cubiertos por la nieve. Se habían trepado a un promontorio de piedra en el medio de un cañadón, y allí encontraron juntos la muerte.
El comisario a cargo del grupo que los encontró dejó asentado en el acta que los chicos no llevaban medias y estaban vestidos con ropas muy gastadas y viejas. Tampoco llevaban alimentos. En los bolsillos sólo se les encontró una bobina de hilo para hacer volar barriletes, una goma de borrar y piedras de colores.
-¿A raíz de tus notas se abrió una causa?
-Si. Pese a que se sumaron más testimonios de malos tratos hacia los alumnos, la causa deambuló y no hubo condena. Al día siguiente de una de las notas, se hizo un allanamiento. Lo bueno fue que dejó de ser religioso y ahora es estatal. Lo injusto, es que en todo Pampa de Achala no haya ni una piedra que recuerde a los niños.
-Después de las notas en La Voz vino tu libro, Los Niños de Hielo. ¿Qué significó el libro para vos?
-La satisfacción de saber que estaba contando una historia que debía ser contada y con la bronca de lo que había pasado. Lo publiqué en 2012. A la hora de presentarlo, hubo exalumnos que salieron a respaldar a curas y maestros de esa época. También aparecieron nuevos testimonios de lo que pasaba allí.
-¿Pudiste hablar con familiares de los cuatro niños que murieron en la montaña?
-Con algunos de ellos hablé, no con todos. Y me encontré con historias muy tristes. Uno de los niños, de Villa de las Rosas, fue enviado a ese colegio porque había roto un foquito con una honda. Lo mandaron porque se había portado mal y terminó muerto.
Es martes, ya pasaron seis años de la presentación de Los Niños de Hielo. Y ya pasaron 32 años de aquella tragedia. Sergio Carreras se despide con su acento cordobés. En el bar sigue la música, sin entorpecer una historia que merece ser contada todas las veces que haga falta, para que no haya más tuquitos perdidos.
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