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jueves, 5 de agosto de 2010

EL SENDERO DEL DISCÍPULO - El Solsticio de Invierno Del libro: PUERTA A LAS ESTRELLAS por Corinne Heline



El Solsticio de Invierno

Del libro: PUERTA A LAS ESTRELLAS por Corinne Heline
Traducido por el Centro Fraternal Rosacruz de
Santiago de Chile

EL SENDERO DEL DISCÍPULO

Hemos visto que para el neófito la Noche Buena marca el nacimiento
de Cristo Niño dentro de sí mismo; es decir, que se reconoce a sí mismo
ser un verdadero “Hijo de Dios”. Es este conocimiento el que le abre el
sendero del Discipulado. Como Discípulo, a través de continuos ciclos
de luz, se prepara a sí mismo para la liberación de su casa prisión del
cuerpo; no en la muerte, sino en la Iniciación, cuando por propia voluntad
remonta el vuelo hacia esferas más elevadas de conciencia. Por lo tanto,
para el Discípulo, el logro supremo durante la Noche Buena, es la condición
o estado de llegar a ser el Iniciado.

El globo terráqueo es penetrado por el Fuego de Cristo durante
esta época a tal punto, que si fuese observado con la visión espiritual
desde el espacio exterior, tendría la apariencia de una poderosa bola
de luz dorada rodando en su órbita alrededor del Sol. Esta es la Luz de
Cristo que hace posible la Iniciación a toda la humanidad, no como
antes de Su venida que limitaba a ciertas familias sacerdotales o reales
solamente.

Cuando viene al lugar de Iniciación, el Discípulo no ha dejado
enteramente el Pesebre tras de sí. Para el Neófito, el Pesebre representaba
el lugar en que las bestias de sentido vital más bajo eran
alimentadas, y este Pesebre debía ser liberado de las bestias y ser
preparado para la pequeña Criatura. Solamente a través de la purificación y la transmutación de las fuerzas más bajas puede nacer el
Bebé dentro del alma.

Para el discípulo que se ha hecho digno de la Iniciación, el Cristo
también nace en un Pesebre; pero este Pesebre está localizado en la
cabeza y está formado por dos órganos de sentido espiritual, las glándulas
Pineal y Pituitaria, las que, cuando son despertadas crean la
nueva Estrella mística que brilla sobre nuestras cabezas, como vemos
representado en numerosas pinturas del Maestro Jesús.

Entre los antiguos la palabra pesebre significaba luz. Por la luz de
la Estrella Mágica de Navidad que brilla hacia adelante desde dentro
de la cabeza, el Discípulo sigue el angosto sendero que conduce hacia
el corazón de la tierra. El ha encontrado el camino hacia el Santuario
interno donde escucha a los jubilosos Angeles entonando los himnos
iniciáticos.

A medida que el victorioso Discípulo es guiado a través de Salones
de Luz hacia la música triunfante de los Angeles, visualiza sobre
los pergaminos de los archivos etéricos del universo, el cuadro sublime
de esta tierra como será cuando hayan cesado las guerras y prevalezca
una paz inacabable. El comprende nuevamente el significado
de la canción angelical que resonó sobre Belén durante la primera
noche de Navidad, de Paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres;
por ahora en la nota clave del planeta que suena continuamente
desde su Santuario central él lo descubre de nuevo, y es la misma
canción proclamando la misma verdad de Paz en la tierra y buena
voluntad entre los hombres. Y a medida que la mística hora de la media
noche se aproxima, en la cual las sagradas festividades alcanzan
su culminación es cogido por una llamarada de gloria y bañado en el
brillo resplandeciente de un Sol que brilla en la obscuridad. Grandes
ondas de luz vibran cerca de él, coros sublimes de voces angélicas lo
sumergen, y dentro del esplendor trascendente de ese Sol, él ve la
figura iluminada de Cristo, y escucha la tierna compasión de Su voz
diciendo: “Bien hecho, tú buen y fiel siervo, penetra tú en las alegrías
de tu Señor”.

***

456 - JOYAS ESPIRITUALES - 06/00 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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