Páginas

lunes, 15 de noviembre de 2010

DESDE LO QUE FUIMOS HASTA LO QUE DEBEMOS SER




DESDE LO QUE FUIMOS HASTA LO QUE DEBEMOS SER

Por: Francisco Nieto Vidal

Cuando comúnmente decimos “Yo soy” o “Yo existo”, nos estamos refiriendo a que nos reconocemos como individuos separados del resto de la humanidad, a que nuestra conciencia nada tiene que ver con la de los demás, y a que nos reconocemos como individuos con un libre albedrío y una voluntad propia. Esto es lo que en esoterismo llamamos “autoconsciencia” y es lo que nos diferencia en un grado muy elevado de los reinos que nos siguen; sin embargo y sabiendo que la vida evoluciona a través de la forma (cuerpos materiales), para alcanzar este grado de consciencia hemos tenido que pasar por otros similares a los que tienen actualmente el mineral, el vegetal y el animal.

Todo lo existente en el universo tiene vida y esa vida, evoluciona a través de las formas, sean dinámicas o estáticas e inertes; pero la Vida Universal Una, tiene un mismo origen y ese origen es Dios. Uno de los propósitos de la vida; o mejor dicho, de Dios, es que la vida adquiera consciencia a través de las formas y que esa consciencia evolucione hasta el mismo grado que Él, como Padre y Creador. Así es que; nosotros, como individuos autoconscientes actualmente, hemos de admitir que tuvo que haber un principio donde no lo éramos y tiene que haber una meta a la que la propia evolución nos llevará a adquirir la consciencia universal.

Nuestro origen está unido al planeta Tierra como éste lo está a su vez al sistema solar, la vida evolucionante que anima nuestros cuerpos tiene el mismo origen que la que anima un planeta, la diferencia está en el grado de consciencia del Espíritu que anima los cuerpos no en el tamaño o forma de los cuerpos. Con esto quiero decir, que la vida que anima una forma inerte como el mineral, en un futuro lejano la animará como forma vegetal y animal para; por fin, adquirir una autoconsciencia como la nuestra y reconocerse como un yo independiente. Para comprender esto veamos cuál es nuestro origen como Espíritus o vidas separadas de Dios.

Sin querer profundizar demasiado para no complicar al estudiante o principiante, diremos que cuando Dios (nuestro creador y origen) desea manifestarse, lo hace por medio de una creación como es el sistema solar. Para nosotros un sistema solar solo tiene forma material y vida pero para que ese sistema solar haya surgido de los confines del espacio y se mueva, y evolucione, y cumpla un propósito y muera, ha tenido que haber deseo, sentimiento, voluntad e inteligencia para que evolucione y mantenga sus órbitas. Por tanto, un sistema solar es la expresión de un gran Espíritu que llamamos Dios; como nuestro cuerpo es la expresión de nuestro Espíritu, y lo mismo que el sistema solar surge de lo invisible (a nuestros ojos) hasta que se crea la materia y ésta se cristaliza, también ocurre lo mismo con nuestro cuerpo. El Espíritu, es el polo opuesto de la materia pero es la vida procedente de ese Espíritu la que evoluciona a través de las formas materiales utilizándolas para adquirir experiencias y desarrollar, la conciencia.

Antes de que se creara y cristalizara la materia de lo que hoy llamamos sistema solar; nosotros, como espíritus vírgenes, existíamos (aunque ya diferenciados “en” y “por” Dios) en nuestro propio mundo espiritual. Como parte de Dios éramos omniconscientes y teníamos todos sus poderes latentes, pero no éramos autoconscientes como individuos y; por tanto, ni los podíamos ni los sabíamos utilizar como tal. Eso se conseguirá al final de esta manifestación de Dios, cuando alcancemos nuestra meta de perfección espiritual.

Desde entonces y hasta hace unos millones de años, cuando obtuvimos el grado de humanos, hicimos un descenso hacia el mundo material comúnmente llamado “involución”; y durante esa involución de la vida hacia la materia, se consiguieron los siguientes objetivos:

.- La adquisición de varios cuerpos de diferentes grados de vibración o densidad de materia que; en nuestro estado actual llamamos cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo de deseos y cuerpo mental.

.- Con la ayuda de otros espíritus, también creados por Dios en otras manifestaciones anteriores (Ángeles, Arcángeles…) se construyó o condensó el sistema solar con nuestro planeta, que es nuestro campo de experiencia y evolución.

.- Comenzamos a adquirir los diferentes grados de conciencia, que nos han ayudado a ser lo que somos actualmente.

El primer grado de conciencia fue similar al que actualmente tienen los minerales; es decir, una conciencia de trance profundo, en el cual y como es lógico, no éramos consciente del mundo físico como no lo es el mineral. El mineral evoluciona; como podemos ver en sus muy variados aspectos de forma y densidad, y lo hace gracias a los impactos del exterior (frio, calor, magnetismo, transformaciones que hace el hombre, vibraciones…) Cuando esa vida ha adquirido cierto grado de conciencia a nivel planetario y en forma grupal (no hay aún individualidad), se individualiza un poco y comienza su evolución en formas vegetales duras y grotescas para ir adquiriendo sensibilidad y terminar con las formas bellas y delicadas que conocemos. Esta evolución en el reino vegetal, hace que la vida tome más contacto con el hombre y que las vibraciones de éste y de los muy diferentes medios de desarrollo y ambientes le faciliten un superior grado de conciencia al que se suele llamar de sueño sin ensueños. En esta etapa; además del cuerpo físico, también obtuvimos un cuerpo etérico o vital que nos permitía crecer y reproducirnos. Después, la evolución de la vida a través de las formas y con la ayuda de las Jerarquías Creadoras (Espíritus ante el Trono) pasamos a utilizar cuerpos similares a los que conocemos como animales (no fuimos animales, sino que adquirimos una conciencia similar a la que ellos tienen ahora) Esa conciencia, es la de sueño con ensueños que es como la que tenemos cuando soñamos y similar, a la que tienen los animales. A la vez adquirimos un cuerpo de deseos que nos permitía manifestar deseos, sentimientos y emociones; y es al final de esa etapa (similar a los animales domésticos más evolucionados), cuando nos facilitaron la mente, lo que nos permitió obtener una nueva conciencia que llamamos de vigilia por medio de la cual, somos conscientes del mundo físico. Así es que, mientras involucionábamos como vida espiritual desde los mundos espirituales hacia el físico a la vez que se condensaba el planeta, adquiríamos los cuerpos que hoy tenemos y los grados de conciencia que nos permiten decir “Yo soy” o “Yo existo”.

Nuestro estado actual evolutivo, ha hecho que perdiéramos la consciencia de los mundos superiores donde antes sí lo éramos como Espíritus pero; a la vez, nos ha facilitado la autoconciencia del mundo físico y de nosotros mismos, a lo que hay que añadir el libre albedrío y la voluntad como expresión del Espíritu. Nuestra siguiente meta es volver a adquirir la consciencia de los mundos superiores donde vamos (como almas) después de cada muerte de nuestro cuerpo físico; y para ello, estamos renaciendo. El Renacimiento y la Ley de Consecuencia que administra nuestro karma son las Leyes Divinas, que hacen que nuestras experiencias de cada vida se conviertan en la voz de la conciencia que nos advierte cuando vamos a hacer mal (porque ya lo hicimos), y nos tortura cuando lo hemos hecho. Las reencarnaciones, las experiencias, son como las clases y los días que durante años enseñan a un niño lo más básico para que después sepa moverse y progresar responsablemente en la vida. En cada vida, aprendemos de las experiencias y extraemos la quintaesencia de las mismas que serán la base, para que la próxima sea mejor y para que elevemos la conciencia un poco más hacia nuestro Espíritu y hacia Dios.

Al igual que Dios experimenta y obtiene y eleva Su conciencia gracias a Sus creaciones o manifestaciones, también nosotros lo hacemos con cada reencarnación y a través de nuestros cuerpos. Una vez que nuestra evolución nos ha permitido obtener los diferentes cuerpos y grados de conciencia, no podemos ir marcha atrás para renacer (como algunos dicen) como animales, ni en ninguna otra clase de forma. En cada renacimiento y de acuerdo a lo experimentado y desarrollado en las anteriores vidas, hacemos los trabajos necesarios en los mundos superiores (invisibles a nuestros ojos físicos) para conectar los nuevos y más desarrollados cuerpos (mental, de deseos, etérico y físico) a nuestra Alma o Yo superior, el cual recogerá el fruto de las experiencias de la vida y lo unirá (lo positivo) al fruto o conciencia de las anteriores. Así es que cuanto mejor uso de los cuerpos y mejor voluntad; y mejores acciones, mejores resultados obtendremos de cada vida y menos renacimientos tendremos que hacer hasta alcanzar el próximo grado de conciencia.

Nuestro futuro pasa, por obtener la conciencia de los mundos superiores al igual que hemos obtenido la del mundo físico; por la no necesidad de renacer y; por tanto, vencer a la muerte; por vencer al cuerpo de deseos y a la mente concreta que son los que nos apegan a la materia y nos hacen ver un mundo no real; por identificarnos con nuestro propio Yo superior y actuar como él; y por ser creadores, como espíritus, y respecto a otras formas evolutivas como hicieron algunas jerarquías con nosotros hace millones de años.
En realidad, son los estados de conciencia los que marcan el desarrollo espiritual de cada persona. Cuando éramos aún conscientes en los mundos superiores utilizábamos un cuerpo nuevo, después de abandonar el que ya no servía, pero no conocíamos la muerte como lo hacemos ahora al no ser conscientes de esos mundos. Cuando un familiar abandona su cuerpo en la muerte, decimos que ha muerto porque no tenemos desarrollada la clarividencia que nos permite verle en sus cuerpos invisibles, pero cuando uno es clarividente y ve salir a su familiar del cuerpo o contacta consciente y voluntariamente con él en los mundos superiores, puede afirmar que la muerte no existe o que ha vencido a la muerte.

Se dice que conocimos el dolor, el sufrimiento y la muerte cuando perdimos la consciencia de los mundos superiores y nos vimos encerrados aquí en el cuerpo físico con un solo estado de conciencia, el de vigilia actual. Sin embargo, algunos adelantados de la humanidad (porque se han esforzado y adaptado y aprendido más que los demás) que ya no necesitan experimentar más en cuerpo físico en la Tierra, son conscientes de esos mundos y también del físico, así es que para ellos no existe ese sufrimiento ni muerte sino que todo es una continuidad de vida y de consciencia.

Cuando obtuvimos la autoconsciencia, también adquirimos un libre albedrío que hizo que nos liberásemos de los guías que dirigían nuestro desarrollo como autómatas y como lo hacen actualmente con los animales. Pero a la vez comenzó a actuar sobre nosotros la Ley de Consecuencia, en gran parte responsable de nuestro dolor y sufrimiento como efecto del mal que hacíamos. La Ley de Renacimiento, nos pone a cada uno en el lugar que nos corresponde para que obtengamos las experiencias que necesitamos para acelerar nuestro desarrollo; y la Ley de Consecuencia, hace que recojamos los frutos de lo que sembramos en nuestra vida anterior según fuera bueno o malo. Por tanto, el dolor y el sufrimiento proceden de nosotros mismos según hagamos uso del libre albedrío y de la voluntad, y así seguirá siendo hasta que nuestra propia evolución nos lleve a actuar de manera altruista, amorosa y fraternal con todo ser viviente y actuemos siempre para la gloria de Dios.

En un futuro, cuando nuestra consciencia se sitúe en los mundos superiores, no reconoceremos la muerte ni el sufrimiento porque renaceremos siendo conscientes en los diversos mundos. En un futuro; incluso mucho más lejano, volveremos a obtener aquella conciencia que como Espíritus vírgenes teníamos pero que no podíamos utilizar, sin embargo, como individuos autoconscientes, la utilizaremos puesto que para eso fuimos creados y estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Pero antes de obtener esa consciencia divina, debemos obtener otros estados previos. En una etapa o período posterior al actual, donde nuestra conciencia crea pensamientos e ideas, seremos capaces de dar vida a esas formas mentales como lo hacen otras jerarquías creadoras para dar vida a los cuerpos que habitamos y que habitan las diferentes especies.

Después, aprenderemos a facilitar deseos y sentimientos a esos cuerpos como hicieron esas jerarquías respecto a nuestros cuerpos durante la involución. Después aprenderemos a facilitarles una mente para que esas formas se hagan autoconscientes y comiencen su desarrollo independiente como hicieron con nosotros. Por último, volveremos a integrarnos en Dios y nuestra conciencia se unirá a la suya; pero no la perderemos, sino que seremos dioses creadores y nuestro campo de experiencia y de desarrollo de la conciencia ya no serán cuerpos similares a los actuales sino que serán de mayor poder y expresión.
Pero antes de todo eso y según se eleve nuestra conciencia por los diferentes mundos, una vez que no tengamos necesidad de renacer en cuerpos físicos, tendremos una conciencia pictórica que anulará la necesidad de hablar; puesto que el lenguaje serán imágenes mentales donde no habrá posibilidad de error,
donde no habrá mentira y donde seremos conscientes, del desarrollo interno de cada uno porque le veremos tal y como es aunque quiera esconder algo. En esa misma etapa, nos pondremos en contacto consciente con las jerarquías que en el pasado nos ayudaron y aún lo hacen; y colaboraremos con ellas en los Planes de Dios, respecto a los reinos de la naturaleza que nos siguen. La fuerza o energía creadora que hoy utilizamos para pensar, hablar y procrear, será utilizada para ayudar a otros espíritus evolucionantes y para hacer nuestros primeros trabajos como jerarquía creadora.

Estos son los futuros trabajos y estados de conciencia de la humanidad; y lo mismo que algunos ya han obtenido la consciencia en los mundos superiores gracias a su esfuerzo por ser mejores y amorosos servidores de Dios y del prójimo, también cada uno de nosotros podemos acelerar ese proceso para liberarnos de la muerte y obtener ese grado de consciencia. Cuando se lleva una vida pura en pensamiento, palabra y obra, se eleva la vibración de nuestra aura y ésta brilla hasta que algún Maestro se fija en nosotros y nos observa y pone a prueba en nuestras debilidades. Si superamos esta etapa, estaremos listos para recibir las instrucciones necesarias que nos llevarán a recibir la primera iniciación. Esta iniciación se convertirá en una nueva ampliación y elevación de la conciencia; que nos permitirá ver y comprobar que lo que aquí se ha dicho y otras muchas enseñanzas ocultas más, son ciertas.

Con cada iniciación se expande más la conciencia, se comprueban y comprenden las enseñanzas normalmente llamadas ocultas; y se desarrollan poderes, que serán utilizados para beneficiar a nuestros hermanos y a los reinos que nos siguen. Pero para conseguir esto, no nos queda más remedio que comenzar a controlar nuestros cuerpos (la mente, los deseos y los sentimientos) para no utilizarlos para el mal y la desarmonía y sí para lo contrario; entonces y por méritos propios, recibiremos los poderes y la expansión de conciencia que concede la iniciación.

Nadie nos puede regalar nada, todo lo que deseamos alcanzar lo tenemos que ganar y merecer; ningún poder se puede desarrollar en nosotros si no nos esforzamos por ser mejores servidores de Dios y de nuestro prójimo; por tanto, analicémonos, veamos cuáles son nuestros defectos y qué virtudes debemos alcanzar y pongámonos a trabajar cuanto antes para comprobar que la felicidad no se consigue con medios materiales, sino elevando la conciencia hacia los mundos de lo divino.

* * *

gracias a Jorge E. Morales y a Juan Marín Alcaraz, por la posibilidad de publicar el artículo

No hay comentarios:

Publicar un comentario