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domingo, 15 de febrero de 2015

ALBORES DEL AÑO 2012



ALBORES DEL AÑO 2012
 
La magnificencia del arte, la música, la poesía y los grandes avances tecnológicos que actualmente goza  la humanidad,  son 
manifestaciones de la grandeza del ser humano, de sus posibilidades
creativas y son apenas una muestra de lo que somos capaces los
humanos y una prueba irrebatible del alcance de nuestras metas
infinitas, como dioses en formación que somos. Nuestro destino  y 
nuestros límites son perpetuos y están en  las estrellas. En contraste,
la pobreza,  la insalubridad, la ignorancia y la inequidad  generados 
por los grandes desbalances socio económicos alrededor del orbe, 
constituyen también el lado sombrío de la aldea humana y grandes manifestaciones de protesta y resistencia mundiales, otrora imposibles de imaginar, se levantan airosos  e imparables, intentando subvertir  el  inefable orden establecido tan procaz  y maquiavélicamente, reputado hasta hace pocos años como inamovible y apenas perfectible.  
 
 
Es entonces deber ineludible que el sujeto social, como actor
fundamental de la nueva  realidad que se vislumbra, se prepare para los cambios profundos  que se avecinan y que necesariamente la dialéctica de la Historia obliga  a dinamizarlos. Esta enorme
responsabilidad  implica que el hombre deba igualmente cimentar, remodelar su esencialidad interior y encontrar  su posición en este neo escenario que se avecina.  Para ello,  se precisa reinsertar  y reforzar de a poco aquellos valores que, debido a la inercia ética que el sistema imperante  ha  impuesto, se encuentran aparentemente perdidos o aletargados en un número creciente de hermanos planetarios. De otro modo, estoy seguro que caeremos en similares o peores abismos que los que intentamos zanjar.  Por lo tanto,  se requiere caminar por el sendero de los verdaderas virtudes y principios tan venidos a menos en la actualidad, es decir que debemos buscar la  fuerza potencial y las características humanas inherentes  en nosotros de solidaridad, respeto, cordura y sabiduría, cuya manifestación nos elevará  a planos de magnanimidad conciencial. La ciencia y sus continuos logros son consecuencias actuales de la dínamo de la creatividad y la avenida
escogida en esta maravillosa época que nos ha tocado vivir, pero será más trascendente y valiosa si  va acompañada por la eticidad y la justicia en sus aplicaciones. Nosotros, los humanos, somos los
responsables de que esto ocurra.
 
Esas energías adornadas con los principios del Amor Universal, están esperando silentes y activas para que nos manifestemos por su intermedio. Claro, no hay milagros, ni almuerzo gratis, según frase coloquial pragmática y para eso hay que formarse y disciplinar el cuerpo, el intelecto y el alma constantemente, moderando los placeres y metas insubstanciales a favor de otros escenarios como la solidaridad  y la prosperidad compartida, en pro de la vida y la prosperidad globales... Ese es un camino duro que demanda empeño, inegoísmo y   “sacrificio”, apreciación ésta subjetiva que desaparece  un momento dado cuando los frutos se han dado y el camino ha sido recorrido, mientras que  a la par se aprehende el verdadero objetivo del servicio desinteresado mediante una vida apegada a los principios de la compasión activa.
 
Tal vez esto parezca un tanto  difícil, idealista, arcaico e impracticable  en esta estación de hedonismo fácil,  de la competencia febril y de constante búsqueda de la riqueza en situaciones donde el  hambre, la desocupación, la miseria y los desequilibrios sociales son tanevidentes, palpables y reconocidos globalmente. Sin embargo, cuando se hace un alto a la vida y a los hábitos de pensar negativamente,  se reordenan los valores y las metas, buscando el silencio interior y clarificando los objetivos, nos despojamos de las trabas del egoísmo y e la codicia  a ultranza y nos envolvemos en el amor a la Vida, escuchamos esa melodía arcana de la Creación y apreciamos su belleza poderosa en todos los reinos de la naturaleza y más de cerca palpamos su hermosura en los tiernos ojos de los hijos y en el amor incondicional de la pareja, si los hay, o en el afecto generoso del
hermano o del amigo; entonces, al final de un ciclo de tiempo como el que estamos viviendo ahora, caemos en cuenta de que ésa es la mejor manera  para acceder a planos superiores  de perfeccionamiento  y a la paz del espíritu, que en esencia son  de las más preciadas metas que el hombre en esta civilización contemporánea debería aspirar y,  a través de esa sencilla y gratuita conquista, podremos intentar  ser elementos útiles para la consecución de  los propósitos buscados.  
 
En medio de ese equilibrio conseguido, vamos hermanándonos
también con aquellos que se reputan, a veces inadvertidamente para
nosotros, como nuestros adversarios. Ellos también son personas   
llenas de infortunios y dolores y seguramente  sus dramas serán más lacerantes y lúgubres  que los propios nuestros.  
Se cree y asume que la “suerte” y sus resultados en provecho de una persona o un grupo a veces se alcanzan milagrosamente gracias a su concurso.  Y no es así realmente. La riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, el poder y las limitaciones vivenciales, la belleza y la fealdad, el afecto y los pesares, etc., son producto de una ley inexorable que es la de la Consecuencia y por cierto esta ley es parte integrante del proceso de aprendizaje del ser humano. De allí que con certidumbre nos merezcamos lo que hemos sembrado y cosechado y entonces debemos actuar en consuno con esa ley, procurando ser mejores cada día en pro de un destino mejor personal o de grupo y por extensión de todos los pueblos de la Tierra. Siendo así, la justicia y la equidad deberían llegar perentoriamente en concordancia con nuestros esfuerzos y el ejercicio de  nuestras cualidades positivas.  
 
Pero también es cierto que los verdaderos tesoros, los permanentes,   se encuentran por sobre el mero éxito material o los abatimientos pasajeros  e implican  una actitud humanista y altruista a toda prueba, de algo de sabiduría también y mucha compasión, amor y por cierto, de un infatigable esfuerzo a favor de la verdad y la equidad. La prosperidad y el éxito material no están reñidos con el progreso moral o ético, más bien se deberían complementar, aunque aquello precisa de una continua formación sincera y noble para no despeñarse en las tentaciones emanadas del poder cuando se lo alcanza y no dejarse encandilar por las placenteras luces de oropel y relumbrón, casi siempre efímeras, que la  riqueza ramplona,  la vanidad y el dominio  generan  y otorgan. Poco a poco, lo sabemos con certeza, todosestamos recorriendo ese camino, unos más deprisa que otros e iremos reconociendo esas perlas espirituales, así mismo unos antes que otros, cuyo ejercicio nos convertirá en habitantes de  la humanidad  al servicio de estas metas que las vemos ahora lejanas o utópicas,  pero que   se irán manifestando  luminosas por  un mejor destino para la raza humana. Éste será un buen año 2012 para los sinceros buscadores de la verdad y por qué no, también para aquellos 
que, en ejercicio de su libre albedrío y derecho libertario,  discrepan
de estas posturas conciliadoras.
 
 
J. Mejía
Enero 2012

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