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miércoles, 11 de febrero de 2015

Reencarnación: La Reencarnación y el dominio de la Iglesia Católica en la Historia (Por José Mejía R.)

REENCARNACIÓN: LA REENCARNACION Y EL DOMINIO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA HISTORIA (Por José Mejía R.) 

La reencarnación se convirtió en anatema para el cristianismo a partir del siglo II de nuestra era y la génesis de la eliminación de esta doctrina provino de Flavio Valerio Constantino, sanguinario y despótico emperador romano que intentó unificar al cristianismo para su propio provecho en el Concilio de Nicea y luego de su sucesor Justiniano 1 y de su esposa, la ignorante Teodora. Como justificación de estos acontecimientos se aducen razones de carácter socio-político-religioso y de dominación ejercida por estos emperadores y la avidez suya de imponer el absolutismo hegemónico de Roma, por lo que bizantino decidió "acabar con todas las sectas"o iglesias no romanas instauradas por el mismo Pablo, las que se generaron a partir de la revolución religiosa cristiana. Las facciones religiosas derivadas principalmente de la controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús y la negación a aceptar la soberanía absoluta del emperador romano, pretextando razones de terminar con el cisma cristiano se negaban a anexarse la naciente y pujante religión católica romana; entonces se persiguieron y exterminaron a muchas de ellas y se apostataron grandes verdades y postulados místicos emanados de la filosofía profunda tales como la reencarnación, muchas de las que en sus escritos estructuraría dos siglos atrás el sabio teólogo, padre de la iglesia primitiva y príncipe de la erudición cristiana, Orígenes de Alejandría, el cual gozaba de gran autoridad póstuma, entre ellos la creencia y afirmación de la reencarnación. Toda esta conspiración fue sentenciada y elevada a catequesis y dogma de la religión católica romana en el Concilio de Bizancio en el año 543 D.C y perfeccionada, diez años después en el posterior, nefasto y manipulado Concilio de Constantinopla mientras regentaba el Papa Vigilio, entusiasta seguidor y estudioso de Orígenes y del menos conocido pero prolífico escritor teólogo Tertuliano. Estos acontecimientos dieron paso al dominio absoluto de la Iglesia Católica Romana y al sojuzgamiento de los pueblos mediante el concurso de dogmas que nacieron de cálculos políticos y de poder e instaura instauraron fementidas creencias que hasta ahora persisten en gran parte de la humanidad. 
No obstante, consideramos que esta no fue la única causa para que se hayan vedado las creencias de los cristianos acerca de la Ley del Renacimiento y de su adlátere la Ley de la Consecuencia o Compensación, pues, desde una visión más universal, es un hecho que todo acontecimiento que se produce en la Tierra, ya fue antes establecido en los Cielos. Investigaciones en los planos invisibles de iniciados occidentales indican que los sublimes Ángeles del Destino, que están a cargo de la evolución de los pueblos y de sus habitantes, indujeron en estos influyentes seres y en otras instancias históricas para que de cierta manera ocurran estos hechos, porque en esos momentos era necesario para los destinos de la humanidad ocultar estas realidades al los pueblos occidentales -que luego serían los herederos del cristianismo-, para que concentrasen sus energías y esfuerzos en el adelantamiento material y dominio de la naturaleza visible y solo se orientasen en la consideración de la realidad de una sola corta vida, tal como equivocadamente creen hasta ahora los actuales cristianos: la dualidad cielo-infierno como premio y castigo por siempre para un espíritu nuevo que por primera vez llega a la existencia material, sufriente o gozoso eternamente en base a lo que su cuerpo hizo en ese corto periodo de tiempo (lo que se ocasiona de la expiación
o resolución de los errores, fallas y defectos humanos de esa sola existencia), fueron el burdo resultados de la ley de la Consecuencia mal interpretada y se establecieron como artículos de fe en el credo cristiano, con lo cual, aunque en un principio la Iglesia utilizó estos dogmas para, mediante el temor, sojuzgar a las masas ignorantes, el progreso material se aceleró en un comienzo de forma lenta pero sostenida y luego con el paso de los siglos enormemente, en virtud del concurso de la ciencia y la revolución industrial y tecnológica en siglos venideros en esta parte del planeta, en contraposición a los pueblos orientales que vivían y evolucionaban más por medio del sojuzgamiento a las leyes eternas que comentamos y que, por un entendimiento igualmente intransigente, ocasionó una especie de lasitud vital, manteniéndose por ende durante un largo periodo a esa parte de la raza humanan en la más tórrida pobreza y retraso material. En los últimos sesenta años se han incorporado finalmente como un segmento dinámico y de creciente influencia en el escenario global contemporáneo y se han constituido en motor poderoso y activo en la civilización del mundo actual. Otra vez el denominado mal actuando como un bien en formación.
Por otro lado, creo que ya ha llegado el momento de que en una época como la actual en la que el hombre está inmerso en el nadir de la materia y que ha alcanzado la cúspide del materialismo, se sepulten las creencias erróneas y se reunifique la verdad y gracias a esto el individuo comience a vislumbrar con claridad y alegría su futuro estelar y las infinitas posibilidades como ser humano, para que de esta manera regrese su mirada hacia la espiritualidad y prosiga su evolución en forma más ética y altruista. Las enseñanzas de las escuelas de misterios nos dicen, como contraparte a los enunciados dogmáticos de la Iglesia que cada alma es una parte integral de Dios, la que trata de obtener experiencia mediante repetidas experiencias en cuerpos de creciente perfección y que, por consiguiente, muere y nace muchas veces. En cada vida obtiene un poco más de sabiduría a través de la experiencia, y así va progresando de la nesciencia a la omnisciencia, de la impotencia a la omnipotencia” en una tarea que le llevará de la imperfección a la perfección, cuando el renacimiento deje de ser necesario y cada individuo se convierta en un adalid de las verdades e ideales espirituales, mediante el conocimiento que el camino de la reencarnación expresa poéticamente en la biblia cristiana: ”El espíritu tira hacia el mediodía… rodea el norte, va girando de continuo y a sus ciclos torna el espíritu de nuevo” ...”los ríos todos van a la mar y la mar no se hincha.. al lugar de donde los ríos vinieron, allí tornan para correr de nuevo” Eclesiastés 1:6 y 1: 7.
Quien quiera revisar más sobre estos temas en forma audiovisual, sugiero que vea unos cortos vídeos en el orden que se lista aquí:
En Mateo 10:26,6, el Cristo nos dice: “nada hay encubierto que no haya de ser manifestado; ni oculto que no haya de saberse”. Y su veredicto tiene razón, inclusive desde el punto de vista científico, aunque muchos se muestren escépticos, ya que todo acto, todo pensamiento, el más mínimo movimiento, quedan registrados en la Memoria de la Naturaleza o lo que se llama en oriente el Archivo Akásico. La ciencia actual está corroborando que existe esta ultra dimensión y en la Teoría del Todo (TOE por sus siglas en inglés) se intenta recabar estas realidades y muchas mentes lúcidas van entendiendo y aceptando lo que esta teoría del campo unificado y el enunciado de La Place en que se fundamenta proponen, lo que el confundido y veleidoso Stephen Hawkins, basado en el no muy convincente Teorema de la Incompletitud de Gödel, declara que no es posible. Laplace dice que: 
“Se podría concebir un intelecto que en cualquier momento dado conociera todas las fuerzas que animan la naturaleza y las posiciones de los seres que la componen; si este intelecto fuera lo suficientemente vasto como para someter los datos a análisis, podría condensar en una simple fórmula el movimiento de los grandes cuerpos del universo y del átomo más ligero; para tal intelecto nada podría ser incierto y el futuro así como el pasado estarían frente sus ojos.” 
Laplace : Essai philosophique sur les probabilités, introducción. 1814. 
Léase también al filósofo científico húngaro Ervin Laszlo en su libro de fácil y fascinante lectura: ”La ciencia y el campo Akásico” (Una teoría integral del Todo) disponible gratuitamente en Internet. 
Finalmente y por otro lado, el hecho que algunas personas no crean que existan leyes supra morales, no les exime de enterarse de ellas y ser objeto de sometimiento a sus consecuencias. Las leyes o principios espirituales que aquí se esbozan no tienen -al igual que las otras de carácter irrefutable-ningún origen humano ni son privativas de ninguna filosofía, credo o religión y son tan universales como todo principio y ley científica, tal como la ley de la gravitación universal, las leyes de los gases, de la termodinámica, las leyes de Coulomb o Faraday, por ejemplo, y su existencia es independiente de las apetencias o veleidades de los hombres. Nosotros, lo que hacemos es acatarlas o no y someternos a sus efectos, según nuestro proceder. 
Nuestro deber es estar por encima de ellas, en el sentido de que cumpliéndolas siempre, seguramente prescindiremos de las mismas si las hemos incorporado permanentemente, por así decirlo, en nuestra consciencia y modo de vida. Pongo un ejemplo: existe el mandamiento de no robar. Si he sido un ladrón en el pasado y decido por voluntad propia y porque considero justo y bueno para mí y para los demás no hurtar jamás y nunca más lo hago, estoy por sobre la ley que generó el mandamiento y ya no la necesito, pues he incorporado ese mandato moral en mi ser y por tanto me he convertido en ley en mí mismo. El simpar germano, filósofo a tiempo completo, Emmanuel Kant dilucida lo mismo en el enunciado de su imperativo categórico y muy ampliamente en sus voluminosos escritos lo que sucintamente acabo de expresar. El mayor objetivo de la reencarnación es precisamente el de que el espíritu regrese a la perfección, pero con cualidades anímicas potencializadas gracias a las experiencias, luz y sabiduría que obtiene y acumula en cada vida, lo que, de paso, elimina la creencia, esa sí absurda por imposible, de la metempsicosis o transmigración de las almas a organismos inferiores.

José Mejía R.

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