martes, 21 de marzo de 2017

Perseguir dos liebres




Perseguir dos liebres

Un practicante de artes marciales se presentó a su sensei y le dijo: “Quiero dedicar más tiempo al aprendizaje de las técnicas marciales. He pensado en estudiar también con otro maestro para complementar mis estudios aquí y aprender otro estilo. ¿Qué opina de esto, sensei?”.

Después de escuchar al practicante, el sensei respondió: “La concentración lo es todo. Un cazador que persigue a dos liebres al mismo tiempo, probablemente no pueda cazar a ninguna de ellas”.

En el ámbito espiritual se habla del “camino del picaflor” para referirse a los buscadores que vuelan de flor en flor, de escuela en escuela, de maestro en maestro, tratando de abarcarlas todas y no deteniéndose en ninguna de ellas. Estos “picaflores” (colibríes) representan la inconstancia, la búsqueda de novedades, la curiosidad y la falta de compromiso.

¿Es mala esta actitud? En verdad, es totalmente normal que ocurra al principio, pero cuando pasan los años y el estudiante sigue buscando incesantemente “algo distinto” sin atreverse a traspasar el umbral, es lógico pensar que la búsqueda espiritual es más una inquietud intelectual que otra cosa.


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lunes, 20 de marzo de 2017

Sobre los Maestros de Sabiduría


Sobre los Maestros de Sabiduría


Aprovechamos la pregunta de O.G. y M.A. de Honduras, que ha sido recurrente en los últimos tiempos: “¿Qué dice la Escuela de Filosofía Iniciática sobre los Mahatmas o Maestros de Sabiduría?”.

Si hay un sendero que lleva a la iluminación, tiene que haber –lógicamente– seres iluminados, que ya han transitado la vía iniciática y que han alcanzado un estado de conciencia superior.

A estos Maestros Ascendidos, Mahatmas, Adeptos o Hermanos Mayores no necesitamos adorarlos como santos, sino imitarlos, poniéndonos a su servicio. Colocarnos “al servicio de los Maestros de Sabiduría” (uno de los enunciados de nuestra declaración de Misión y Visión) significa continuar su obra y convertirnos en servidores.

Cuando hablamos de construir simbólicamente la “Cuarta Mesa del Grial” estamos hablando de convertirnos en instrumentos de la restauración de la sociedad primordial. Esta “Cuarta Mesa” es una forma de referirnos a una iniciativa sagrada donde se reúnen la espada y la escoba, para combatir dragones y “barrer el polvo, barrer la suciedad”.

Todo Maestro externo (upaguru) es verdaderamente eficaz si logra indicarnos el camino a nuestro verdadero Maestro (satguru), que está en nuestro interior, más precisamente en el centro de nuestro corazón.

Los verdaderos maestros no necesitan que se les rinda pleitesía, sino obreros sinceros que deseen ser servidores de la Luz. Por eso no hablamos demasiado de los Hermanos Mayores. Cuando nos preguntan si nuestra Obra está inspirada en los Maestros o si está siendo ayudada por algún Adepto, solemos contestar: “Si hacemos las cosas bien, tendremos el apoyo de los Maestros. Si hacemos las cosas mal, no la tendremos. Mientras tanto, tratamos de continuar su Obra”.

Algunas organizaciones se obsesionan con este tema, discutiendo si tienen o no el apoyo de los Maestros, o si lo han perdido. En verdad, este tema no debería estresarnos ni preocuparnos, pues debemos concentrarnos en lo verdaderamente importante: hacer lo que hay que hacer sin buscar recompensa por ello, cumpliendo con nuestra misión.

Hay una anécdota de Gandhi que ilustra este concepto: “Alguien le dijo al Mahatma: “Usted afirma que está siendo guiado. También Hitler lo decía, por lo tanto ¿cómo podemos distinguir entre ambas afirmaciones? Y Gandhi simplemente respondió: “Observe los resultados”.

domingo, 19 de marzo de 2017

Solve et Coagula


Solve et Coagula

“La mente, así como los metales y los elementos, puede transmutarse de grado en grado,
de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración” (“El Kybalión”)

“Solve et Coagula”: dos palabras latinas que sintetizan toda la Gran Obra, y que nos hablan de la disolución y muerte del “Hombre Viejo” que debe dar paso al nacimiento de un “Hombre Nuevo”, virtuoso e integrado. Esto significa derrumbar un viejo edificio corrompido y construir –usando sus propios escombros– algo nuevo y mejor, que es una simple aplicación del enunciado de Lavoisier: “Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”.

Mediante el “Solve et Coagula” los opuestos son equilibrados y es posible acabar con todo antagonismo entre el espíritu y la materia, en un encuentro armonioso donde lo corpóreo es espiritualizado y lo espiritual es corporizado. Es la re-unión polar de “lo fijo” y “lo volátil” de la cual hablan los alquimistas: “Fac fixum volatile et volatile fixum”.

Pierre Vincenti Piobb recomendaba: “Analiza todo lo que eres, disuelve todo lo inferior que hay en ti, aunque te rompas al hacerlo; coagúlate luego con la fuerza adquirida en la operación anterior” (1) y este es el magno secreto de la Alquimia Espiritual, que no es otra cosa que la ciencia de la transmutación en el interior del atanor, es decir en el propio corazón del ser humano.

El Kybalión indica que “todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse” (2). Por lo tanto, toda transmutación debe estar fundamentada en un cambio de polaridad.

Cada uno de nosotros es un alquimista y –como tales– tenemos el poder de transmutar lo feo en bello, lo vicioso en virtuoso, trabajando conscientemente en los cuatro pisos del atanor: físico, vital, emocional y mental.

La Ascesis Iniciática puede también ser llamada “alquímica” porque no habla de otra cosa que de este proceso de disolución y coagulación, en ocasiones llamado “alineación”, donde los venenos de los dragones de los cuatro elementos son contrarrestados con precisos antídotos. Como consecuencia de esta acción eficaz del “Solve”, la máscara de la personalidad se va diluyendo paulatinamente hasta que al final emerge el verdadero rostro del “Hombre de Oro”, aquel que representa nuestra naturaleza luminosa.

La espada de doble filo y el hacha-labrys nos muestran de forma simbólica esta doble vía a la reintegración, ya que mientras uno de los filos “mata y aniquila” el otro otorga vida plena. Toda espada ceremonial se vincula con este doble proceso de destrucción y construcción: aniquila “hombres viejos” y genera “Hombres Nuevos”.

Para que nazca lo nuevo, debe morir lo viejo en un proceso metamórfico que conduce de la oscuridad a la luz, de la ignorancia a la sabiduría, del más profundo de los sueños al despertar de la conciencia.

“Solve et Coagula” significa transformar y reencauzar nuestras energías para lograr nuestras metas trascendentes, convirtiéndonos en instrumentos eficaces de lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero.



Notas del texto

(1) Piobb, Pierre: “Clef universelle des sciences secrètes”
(2) Tres Iniciados: “El Kybalión”

Oración de la Paz (una plegaria para la transmutación)

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.


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sábado, 18 de marzo de 2017

Tawba


Tawba

“Morid antes de morir y pedíos cuentas a vosotros mismos antes de que se os pidan”
(Hadiz del profeta Mahoma, recogido por Al Tirmidhi)

La Tradición Sapiencial nos dice que el camino iniciático es contracorriente, ascendente, pero sobre todo que es una Vía de Retorno, lo cual significa que a través de él no vamos a ningún lugar lejano sino que regresamos al centro, al corazón de nuestro Ser.

Y en esta vuelta a la Fuente Primordial, todas las tradiciones nos hablan de un hito fundamental: la Metanoia o “muerte mística”, que supone la defunción del “viejo hombre” a fin de que nazca un “hombre nuevo”, a través del abandono de los viejos hábitos profanos para que sean sustituidos por renovados hábitos virtuosos y acordes con un nuevo estilo de vida.

El Islam llama a esta muerte “tawba” que significa “volver el rostro hacia Allah” o “giro del corazón”, donde se muere al mundo profano y se nace en el mundo espiritual.

“Tawba” significa posar nuestros ojos en lo esencial, en la divinidad pura que radica en nuestro corazón, la misma que nos puede ayudar a re-cordar, a volver al corazón o fuente primordial. Esta fuente es llamada por los sufíes “el corazón de los corazones”, quienes se llaman a sí mismos “viajeros” o “caminantes del sendero místico” –nobles viajeros– en atención a un hadiz atribuido al santo profeta Mahoma:

“Vive en este mundo como si fueras un viajero,
un pasajero, con la ropa y los zapatos llenos de polvo.
A veces, sentado a la sombra de un árbol, a veces
caminando por el desierto. Sé siempre un pasajero,
ya que éste no es tu hogar”.

Cuando le preguntaron a Dhû’l-Nun, un maestro sufí: “¿Cuándo ha alcanzado el sufí su meta?”, éste respondió con tranquilidad: “Cuando es como era, donde estaba, antes de ser.”

La médula del Islam es la sumisión a Dios, que no es otra cosa que una entrega total, una canalización consciente de todos los esfuerzos vitales hacia un objetivo único, en una ofrenda sincera de toda la existencia a Allah (Dios, el Uno sin segundo), lo cual está en consonancia con la máxima latina: “Pedes in terra ad sidera visus”, es decir “Los pies en la tierra, la mirada en el cielo”.

Consciente de esta idea, el verdadero discípulo musulmán puede desempeñar cualquier tarea cotidiana al mismo tiempo que su mirada interior siempre estará fija en Allah, contemplando de frente al Uno sin segundo, escondido detrás de todo evento cotidiano, agradable o desagradable.

Aunque la prensa suela ignorar esta cara interna del Islam, relacionando a los musulmanes con los criminales de Hamas, los “yihadistas” de Irak o los secuestradores de estudiantes en Nigeria, en verdad el camino de Allah es otra cosa bien distinta. El Islam es un camino de amor, una vía tradicional, sapiencial y válida para convertirnos en lo que somos.

La verdadera Yihad está ocurriendo –aquí y ahora– dentro de cada uno de nosotros. Y es absolutamente necesario que triunfemos en esa guerra santa para que en el mundo exterior reine de una vez por todas la verdadera paz, la Paz Profunda.


Palabras del Profeta Mahoma

Dijo Mahoma: “Oh, vosotros que guerreáis, acabáis de llegar del pequeño yihad, para realizar el gran yihad”, y estos le preguntaron, “¿Y cuál es ese gran yihad?”, a lo que Mahoma contestó: “Es la guerra contra el ego”.


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viernes, 17 de marzo de 2017

Una Peregrinación en Brasil



Una Peregrinación en Brasil

En el año 2002, al recorrer los 850 kilómetros del Camino de Santiago (desde los Pirineos al Atlántico), descubrí la importancia simbólica y vivencial de las peregrinaciones, es decir la relevancia de desplazarnos, en un viaje de purificación y autodescubrimiento, hacia un objetivo sagrado que simbolice el “Axis Mundi”.

Aunque Santiago supuso mi primera peregrinación, no era mi primera caminata. En las actividades scouts era usual que recorriéramos grandes distancias en las sierras de Minas (Uruguay) en “campamentos volantes” donde dormíamos a la intemperie antes que llegara la noche.

Años más tarde, entusiasmado por la lectura del “Aku Aku” de Thor Heyerdahl, me sentí inspirado y me fui a recorrer la Isla de Pascua a pie. Desde la playa de Anakena (a la que arribó el legendario Hotu Matua y en donde Heyerdahl estableció su campamento en 1955) caminé primero hasta el volcán Rano Raraku, para desplazarme despúes al Ahu Tepeu y finalmente volver al pueblo de Hanga Roa.

Entre 1998 y 2000 organicé varias travesías en la Patagonia y en las sierras de Córdoba (Argentina), y en el 2001 recorrí el desafiante Camino del Inca hasta Machu Picchu.

Aunque las caminatas me satisfacían plenamente y me llenaban de energía, recién en el Camino de Santiago conocí el significado de las peregrinaciones como una plasmación viva de nuestro propósito más alto: la vuelta a casa, el regreso al Edén, el esforzado recorrido desde la oscuridad a la luz. En Compostela entendí la importancia de encarnar el rol de “noble viajero” y de experimentar en carne propia los contratiempos y las satisfacciones del sendero.

En uno de sus geniales comentarios sobre la vida al aire libre, el sacerdote uruguayo Luis Pérez Aguirre ensalzó los beneficios de las excursiones frente al turismo en coche, diciendo que “el automovilista no goza de ese contacto directo con la tierra: el crujir de las hojas secas bajo el zapato, la sinfonía de luces creada por el sol en los árboles, el aroma de las flores, el apretón de manos del paisano al borde del camino…

El automovilista sólo sabe del lugar por la guía turística o por la indicación del hotelero. Un país no entra en nosotros únicamente por la vista, sino también por el cansancio, por el esfuerzo, por los oídos y el olfato, por la lluvia golpeando nuestra espalda, por el sol tostando nuestro rostro. Por nuestro sudor y por el polvo de nuestros zapatos”. (1)
El Camino de la Fe

Al concluir la peregrinación compostelana en la “Costa da Morte” gallega, sentí una inmensa satisfacción y tuve la sensación de que podía hacer frente a cualquier desafío que la vida me pusiera por delante. En esos meses decidí reinventarme. Adopté un nombre simbólico con el que me identificaba plenamente (Phileas) y trabajé en la construcción de una Biblioteca virtual que bauticé “Upasika”, de la que surgió en 2010 el Programa de Estudios OPI.

En este programa traté (y trato) de transmitir el valor de la peregrinación como una forma de “recordar” nuestra identidad sagrada. Sin embargo, los símbolos y las palabras pueden convertirse en un placebo, en una mera especulación intelectual, y por eso insisto en la necesidad de poner los símbolos en acción.

Todo símbolo puede activarse (¡del mismo modo que una bomba!) a través rituales y prácticas adecuados, donde cada uno de nosotros tiene la posibilidad de convertirse en un “puente” entre mundos, y donde hay un desplazamiento del eje consciencial: del intelecto a la intuición o de la cabeza al corazón.

El símbolo axial de nuestra Escuela es el viaje, el Gran Sendero que es recorrido por nobles caminantes, y para entender a fondo esto es necesario peregrinar.

Las caminatas nos obligan a salir de nuestra zona de confort y a descubrir en carne propia la autenticidad de los dragones, de los poderosos venenos que emponzoñan nuestra Alma y que nos impiden avanzar a paso firme de vuelta a casa.

Teniendo en cuenta todo esto, y siendo consciente de la importancia de pasar en el Programa OPI del plano especulativo al operativo, convencí a algunos Hermanos sobre la necesidad de incorporar caminatas de peregrinación a nuestro plan de adelanto. Así fue que, a fines de noviembre del año pasado, jalé al Frater Joshua a un lugar perdido en el medio de Brasil para realizar una caminata de cinco días hasta el santuario de Aparecida.
Resumen de la travesía de Luminosa a Aparecida

El punto de encuentro para iniciar la peregrinación a Aparecida fue en la ciudad de Paraisópolis (estado de Minas Gerais), a cuatro horas de Sao Paulo. Joshua viajó desde Perú y yo desde Uruguay, y en la Pousada da Praça fuimos estupendamente recibidos por la señora Jandira, quien nos entregó la credencial del peregrino para que acreditara nuestra condición de tales.
Antes de partir de Paraisópolis, participamos de una misa en la Iglesia dedicada a San José, donde se nos entregó un clavel blanco a cada uno y donde pudimos realizar nuestras prácticas introspectivas frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Luego de esto, tomamos un taxi hacia el pueblo de Luminosa donde pudimos comenzar la caminata, en una subida memorable y donde los dragones comenzaron a hacer su trabajo, tratando de derrumbar nuestra moral ante la dificultad del camino.
Después de recorrer 16 kilómetros en un entorno maravilloso con campos de bananos y morros de frondosa vegetación, arribamos a nuestro primer destino: Campista, donde nos alojamos en la Pousada Barão Montês, donde fuimos bien recibidos por el encargado (Marcelo), quien nos ofreció dos cocos helados que aplacaron nuestra sed y nos llenaron de energía después de una jornada más desafiante de lo esperado.

En la madrugada siguiente, partimos muy temprano para recorrer los 20 kilómetros que nos separaban de Campos do Jordão. Este segundo día no fue tan riguroso como el primero y en la etapa final nos encontramos “causalmente” con el peregrino Oswaldo Buzzo, cuya página web nos había proporcionado una información valiosísima para realizar la travesía. Oswaldo nos contó su experiencia personal y nos dijo que había empezado a caminar a los 50 años de edad recorriendo el Camino de Santiago y que, a sus 65 años, seguía desafiándose a sí mismo realizando diferentes caminatas en América y Europa (2).
En Campos do Jordão pernoctamos en el “Refúgio dos Peregrinos”, un excelente hostal que cuenta con cuartos colectivos con literas y que se caracteriza por una estupenda atención.

Para llegar al siguiente objetivo en la localidad de Piracuama, tuvimos que recorrer bastantes kilómetros por una vía férrea. Una vez más el camino nos ponía nuevos desafíos, ya que es extremadamente dificultoso caminar largas distancias sobre los rieles, más aún cuando los trenes están en funcionamiento. Al llegar a nuestro destino, nos hospedamos en la magnífica “Pousada Champetrê”, una enorme construcción rural emplazada en un fantástico entorno natural rodeado de montañas y alejada del barullo urbano.
Nuestro plan original para la cuarta etapa era caminar 19 kilómetros hasta la ciudad de Pindamonhangaba, pero varias personas nos advirtieron que en esa ciudad se había formado una “favela” peligrosa por donde pasaba el camino original y se decía que en esa zona se habían cometido últimamente varios robos a los peregrinos. Siendo así, todos nos recomendaban cambiar el plan original, obviando las señales que llevaban a Pindamonhangaba y desviándonos hacia Moreira César, lo que significaba recorrer un total de 33 kilómetros.

Siendo conscientes del problema, modificamos nuestros planes y tuvimos que hacer frente a una extenuante jornada que nos hizo atravesar parte de la fea y ruidosa ciudad de Pinda, donde nos sentimos sapos de otro pozo y donde la gente nos miraba con curiosidad. En un día muy caluroso, la etapa se hizo interminable y los dragones trataron una y mil veces de doblegarnos. La batería de mi celular murió y sin la ayudita satelital de Google Maps, Joshua y yo no tuvimos otra opción que caminar y caminar, sin saber exactamente cuánto faltaba para llegar a destino. Finalmente arribamos con alegría (y muy cansados) al Pólis Hotel de Moreira César, donde hallamos a un grupo de “romeiros” que había partido de Piracuama a las 4 de la madrugada y que se preparaba para la etapa final hasta Aparecida.

La quinta etapa fue la última y se hizo bastante corta, ya que solamente teníamos que caminar 18 kilómetros para arribar al Santuario. Y así fue. Sin prisas llegamos a la ciudad de Aparecida, y nos alojamos en la “Pousada Jovimar”, alejada del centro, a fin de recorrer sin mochilas los últimos kilómetros hasta la virgen negra, Nuestra Señora de Aparecida, la santa patrona de Brasil.

Al llegar al Santuario comprobamos su monumental tamaño (es la segunda iglesia del mundo después de San Pedro en Roma) y en la Secretaría de la Basílica se nos entregó el certificado. Para concluir la odisea, circunvalamos el templo, visitamos a la virgen y meditamos en la capilla de San José, donde se cerró el círculo, luego de 110 kilómetros llenos de desafíos, aventuras y experiencias reconfortantes.

Pasito a pasito. De eso se trata la vida. De regresar a nuestro hogar, sin prisa pero sin pausa y disfrutando de cada etapa. La meta no está allá lejos: está aquí mismo, en este preciso momento y en este preciso lugar. El camino es la recompensa.
Notas del texto

(1) Pérez Aguirre, Luis: “Carnet de Ruta”
(2) http://www.oswaldobuzzo.com.br





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Viviendo el mito


Viviendo el mito


“El mito es una verdad eterna en contraste con una verdad empírica”
(Thomas Mann)

Desde una perspectiva profana, los mitos son considerados fábulas o fantasías que no tienen ningún tipo de fundamento ni veracidad, en otras palabras una mentira enmascarada. Sin embargo, para la Filosofía Iniciática todo mito es una realidad trascendente, una verdad que no podría ser expresada de otro modo y que nos pone en contacto con el plano del Alma, el llamado “mundo imaginal”.

Menospreciados, rechazados e invalidados por los racionalistas contemporáneos, que los consideran el rezago de una mentalidad primitiva y pre-científica, los mitos tradicionales gozan de buena salud en el seno de las sociedades iniciáticas que saben que –para ser entendidos en su nivel más profundo– éstos necesitan ser contemplados con el “ojo del corazón”, aquel que nos permite mirar más allá de lo evidente.

De acuerdo a Joseph Campbell, los mitos tienen una función pedagógica y “sirven para la instrucción espiritual”, ya que proveen “pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana”, en especial en el llamado “mito único” o “monomito”, el Viaje del Héroe, aquel que resuena con fuerza en el interior de cada uno de nosotros.

Este viaje constituye el eje, la columna vertebral de la Filosofía Iniciática, la cual insiste en la necesidad de conocer, estudiar, profundizar y –sobre todas las cosas– vivir el mito heroico, convirtiéndonos a cada uno de nosotros en héroes peregrinos, en “nobles caminantes”, intrépidos recorredores de los senderos ascendentes que conducen desde la oscuridad a la luz..

La plasmación más simple, completa y perfecta de esta odisea espiritual puede observarse en la imagen circular del laberinto de Chartres, aunque también aparece reflejada en el Árbol Sefirótico, el Tarot, el Juego de la Oca, las etapas de la Gran Obra, los doce trabajos de Hércules y otros esquemas tradicionales.

Por esta razón, y aunque los materialistas modernos consideren a la mitología como “algo muerto”, es decir como un conjunto de relatos que demuestran la gran imaginación de los antiguos pero que carecen de utilidad práctica, los mitos nunca podrán desaparecer completamente porque son la exteriorización más perfecta del lenguaje del Alma, una expresión cristalina de los procesos internos que experimentan todos los seres humanos.

La Filosofía Iniciática no tiene otro cometido que ayudarnos a recordar nuestra verdadera identidad, y para ello nos invita a vivir el mito, a encarnar el arquetipo del héroe y alcanzar la “Pax Triumphalis” para exclamar a los cuatro vientos: Yo soy Eso.


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jueves, 16 de marzo de 2017

Etimología de términos iniciáticos (parte 2)

Etimología de términos iniciáticos (parte 2)

Esta es la continuación del artículo “Etimología de términos iniciáticos” donde comencé a analizar el origen de algunos términos vinculados a la Filosofía Iniciática. Muchísimas gracias a todos los que aportaron ideas para las próximas entregas de esta serie de artículos.


Iniciación

Deriva del vocablo latino “initium”, es decir “inicio”, el que a su vez proviene de “in-ire” (ir hacia adentro, entrar). Por lo tanto, la Iniciación supone un primer paso pero no hacia afuera o hacia adelante (pro-greso) sino hacia adentro (re-greso).

Existen dos tipos de Iniciación, una virtual (simbólica, ceremonial, fraternal) o “iniciación” con minúscula y otra efectiva (iluminación, despertar) o “Iniciación” con mayúscula.

La iniciación ritualística, propia de las órdenes esotéricas y fraternidades es una forma de iniciación virtual y puede considerarse una expresión simbólica de la verdadera iniciación, es decir de la iniciación efectiva o real.

“Virtual” según la Real Academia significa “que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real”. Esto significa que cuando nosotros somos iniciados ceremonialmente en alguna organización (tanto oriental como occidental) se nos está confiando una semilla que representa a la perfección las potencialidades latentes en el ser humano.

La iniciación ritual tiene la posibilidad de “activar” la semilla, pero para que ésta germine y crezca deberá ser colocada en tierra fértil, regada, cuidada, para que finalmente se convierta en un árbol de estupendos frutos.

Lamentablemente muchos “iniciados” reciben con entusiasmo la semilla pero al cabo de unos días prefieren guardarla en un cajón y olvidarse de ella, tras percatarse que transitar el sendero iniciático no es fácil y que exige de sus caminantes cuatro cosas “pasadas de moda”:

* Coherencia
* Constancia
* Compromiso
* Confianza

La clave de la Iniciación consiste en pasar de la potencia al acto, lo que significa salir de nuestra zona de confort, pasar a la acción.

Hace cientos de años, fue Aristóteles quien habló de pasar de la potencia al acto, de salir de la virtualidad y pasar a la efectividad. Lamentablemente, muchos se confunden y creen que la participación en ceremonias simbólicas es una acción transformadora en sí misma, cuando en verdad necesitamos que todos esos símbolos poderosos nos penetren, nos atraviesen, se hagan carne y sangre en nosotros.

La iniciación virtual es concedida por terceros y no puede garantizar de modo alguno un cambio radical en la naturaleza del “iniciado”, la iniciación real se alcanza a través del esfuerzo y después de un largo entrenamiento (ascesis).



En este sentido, el masón Oswald Wirth declaró: “De no verificarse en nosotros la Magna Obra de los Hermetistas, seguiremos siendo profanos y nunca podrá el plomo de nuestra naturaleza transformarse en oro luminoso. Pero, ¿quién es lo bastante crédulo para imaginarse que tal milagro, pueda tener lugar por la virtud de un apropiado ceremonial? Los ritos de la iniciación son tan sólo símbolos que traducen en objetos visibles ciertas manifestaciones internas de nuestra voluntad, con el fin de ayudarnos a transformar nuestra personalidad moral. Si todo se reduce a lo externo, la operación no dará resultado: el plomo seguirá siendo plomo, aunque esté enchapado en oro. (…) El Iniciado verdadero, puro y auténtico, no puede conformarse con un tinte superficial: debe trabajarse él mismo, en la profundidad de su ser, hasta matar en él lo profano y hacer que nazca un hombre nuevo”. (1)

Por lo tanto, las iniciaciones masónicas, rosacruces, herméticas, martinistas y tantas otras pueden ser comparadas con la compra de un ticket aéreo sin fecha marcada. Algunas personas recibirán su ticket con alegría, estudiarán en libros y guías detalles importantes sobre el país que pretender visitar y finalmente marcarán su pasaje y volarán a su destino. Mientras tanto, otros “iniciados” recibirán su ticket e irán posponiendo una y otra vez la fecha de la partida, y ante la duda se dedicarán a leer toda clase de bibliografía sobre el país lejano. Incluso se podrán convertir en “expertos” sobre ese país, acumulando todo tipo de detalles acerca de las ciudades que nunca ha recorrido, de las gentes con las que nunca ha hablado y de la comida que nunca ha comido.



En resumen: si tuviéramos que definir la Iniciación (y cuando hablo de Iniciación con “I” mayúscula me refiero a la Iniciación efectiva, que es sinónimo de “Iluminación”) podría decirse que ésta es la realización o actualización de nuestra verdadera naturaleza, un estado de conciencia superior que nos ubica en un espacio intermedio entre la materia y el espíritu, un punto estratégico entre dos mundos.

Esto no es otra cosa que experimentar en carne propia el axioma integrador de los alquimistas: “Fac fixum volatile et volatile fixum” (“hacer fijo lo volátil y volátil lo fijo”), es decir corporizar lo espiritual y espiritualizar lo corpóreo. Integrar lo de arriba y lo de abajo, lo de adentro y lo de afuera. Esa es la verdadera Iniciación y toda “iniciación” anterior debe considerarse una preparación para ésta.

Iniciático

Obviamente, la palabra “iniciático” deriva de “Iniciación” y, por lo tanto, al hablar de una Filosofía Iniciática o de un Sendero Iniciático se está poniendo el foco en el proceso interior que nos lleva de la periferia al centro, de la potencia al acto, de la oscuridad a la luz. Nada más que eso. Este proceso no es propiedad de ninguna organización sino que es un derecho innato de cada ser humano.

Cuando se me pregunta: “¿Qué diferencia a la Filosofía Iniciática de la Filosofía Perenne o de la Filosofía Esotérica?”, la respuesta siempre es la misma: “el foco”, o mejor dicho en dónde ponemos el foco. Mientras que la palabra “perenne” nos habla de un conocimiento siempre vivo y constante, el vocablo “esotérico” alude a un conocimiento interno, no evidente, y la palabra “iniciático” se centra en la vivencia, aunque la Filosofía (esto es: Amor a la Sabiduría) es la misma. (Véase también: “¿Qué es la Espiritualidad Iniciática?”)

Intención

La palabra “Intención” proviene del vocablo latino “intentio”, que se compone de “in” (entrar) y “tendere” (tender, tensar, dirigir hacia). Por lo tanto, la Intención no es otra cosa que la tensión o impulso interior que se dirige hacia un objetivo determinado.

Determinar desde el primer momento nuestras intenciones es de capital importancia si queremos realmente transitar el sendero iniciático. La pregunta que siempre debemos hacernos es “¿de dónde proviene nuestro impulso?” (¿del ego? ¿del alma?) o “¿cuáles son nuestras intenciones al hollar el camino?” ¿Queremos fama? ¿Reconocimiento? ¿Amor? ¿Seguridad? ¿Consuelo? ¿Conocimiento? ¿Cultura? ¿O verdaderamente queremos convertirnos en lo que verdaderamente somos?

La intención por sí sola no sirve de mucho, por lo cual debe ir acompañada de una motivación (motivos para la acción), aquello que nos pone en marcha. Esta última siempre estará supeditada al deseo o a la voluntad, que son dos expresiones de una misma energía, una volcada a lo externo y otra hacia lo interno. Como seres encarnados, no podemos escapar del deseo pero sí sublimarlo y convertirlo en un “deseo purificado”, el virtuoso punto medio entre el deseo puro (animal) y la voluntad pura (divina).



Dicho de otro modo, el profano es aquel que permanece encadenado a la dicotomía placer-dolor en función del deseo, mientras que el iniciado es quien ha logrado liberarse de esa dualidad y que puede purificar sus deseos, alineándolos con su propósito existencial.

Es importante destacar que la Filosofía Iniciática diferencia el querer del desear. El “querer” es propio del deseo purificado, mientras que el “desear” está relacionado al deseo a secas, a la gratificación sensorial a corto o mediano plazo.

El español Enrique Rojas explicó bien este concepto, señalando que “desear es apetecer algo que se ve, pero que depende de las sensaciones del exterior”, mientras que “querer es verse motivado a hacer algo anteponiendo la voluntad, pues sabemos que eso nos da plenitud, nos mejora, eleva la conducta hacia planos superiores”. (…) En la práctica, el desear y el querer aparecen mezclados; pero en la teoría es bueno separarlos, para saber en qué terreno estamos. Cuando queremos nos movemos o sentimos atraídos a preferir lo mejor”. (2)

Una vez más, gracias por comentar este artículo y por sugerir nuevas palabras para que sean analizadas en las próximas entregas de esta serie de artículos. Recuerda: no creas nada de lo que está escrito en este blog. Investiga, compara, pon a prueba todo lo que se dice aquí.



Notas del texto

(1) Wirth, Oswald: “El Ideal Iniciático”
(2) Rojas, Enrique: “La conquista de la voluntad”


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