LA ESENCIA DIVINA SIEMPRE ILUMINA LA OSCURIDAD
Conferencia en tres partes sobre la Muerte y la Agonía
SEGUNDA PARTE:
EL NACIMIENTO ESPIRITUAL
Recordaréis que empecé la primera parte de esta conferencia diciendo que se me ha dado un gran caudal de conocimientos y que los quería compartir con vosotros. Ahora lo haré, pero antes quiero deciros cómo recibí esta información que, precisamente, se refiere al tema de la muerte y la agonía.
El año 2001, el día de mi cumpleaños, el 11 de septiembre, los Estados Unidos fueron sacudidos por un indescriptible horror. Cuando llegué del trabajo a mi casa, aquella noche, mi reacción inmediata fue la de entrar en un espacio personal de mi hogar, en el que suelo rezar, y empecé a orar por seis de los miembros de mi familia, que estaba segura de que habían muerto, y de otros diez que vivían y trabajaban en la vecindad del lugar en que se había producido el brutal ataque terrorista. En ese espacio personal de mi hogar, y dentro de mis habitaciones internas, pedí, en silencio, que la luz se derramase sobre nuestras vidas. Quería conocer el esquema del plan de lo sucedido. Y entonces, cuando enfoqué mi mirada en el Emblema Rosacruz, en una décima de segundo, vi a Jesucristo dirigiendo un coro de ángeles.
Allí, de pie, sobre el montón de escombros, muy cerca de ellos y rodeando las dos Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, había treinta y dos ángeles con Jesucristo. De repente vi que, del corazón de Jesucristo salía un cordón de hilo dorado trenzado. Desde mi estratégico emplazamiento vi que, cada seis u ocho pies, el cordón dorado penetraba en el corazón de un ángel, formando así una cadena angélica que extendía a lo largo de varias millas el cordón de oro trenzado.
Cuando todos los almas Espíritus hubieron emergido de la tierra, Jesucristo comenzó a caminar y todos lo siguieron en fila. En unos segundos, miles de Espíritus habían alcanzado el cielo. Entonces, cuando vi a doce de mis parientes, al final del cordón de hilo de oro trenzado, sentí un gran tirón en mi corazón. Mi recuerdo de ese momento es maravilloso y me pregunto si estuve todo el tiempo unido a aquel hilo de oro trenzado. Hoy, casi once meses después, en cualquier momento puedo aislar el tremendo dolor que sentí en mi corazón en aquel momento especial.
Se pronunciaron muchas palabras y se hicieron muchas cosas que no puedo describir con claridad. Quizás yo misma cerré deliberadamente mi visión espiritual para no ver los miles de cuerpos muertos. ¿O fue, quizás que, deliberadamente, desvié mis oídos espirituales para no escuchar los lamentos y sufrimientos de miles de cuerpos muertos? Sólo recuerdo el chirrido de mi propia voz que, claramente, pedía algo a Jesucristo. Durante ese tiempo ni vi ni oí nada, pero sentí la oscuridad y lo que pareció ser un momento, extremadamente largo, de dolor profundo. Después, en mis palabras y en mi propia voz, “me” oí decir: “¿Dónde está Tu Divina Esencia?” Entonces, empezó a brillar una vivísima luz sobre mí y vi la faz de Jesucristo. Con su imagen llegó la respuesta a mi pregunta que, clara y distintamente decía: “Ilumina la oscuridad.” Mirando, entonces alrededor, lo último que recuerdo es haber visto y oído derrumbarse las Torres Gemelas. Esto lo vi desde lejos, hasta que me di cuenta de que había penetrado en otro punto del espacio y del tiempo.
Cuando me hice consciente plenamente de lo que me rodeaba, comprobé que estaba conectada al cordón de hilo de oro trenzado y que los ángeles estaban depositando, o dejando, grupos de Espíritus en ciertos reinos de vida, a los que ellos se referían como “esferas”. El grupo de ángeles parecía estar llevándonos a diferentes estados de materia. Su propósito era claramente doble: Primero, intentaban introducir a los Espíritus en sus cuerpos nuevos u originales. Y, segundo, querían conducirlos a un nuevo lugar, en el que pudieran dedicar unos momentos a enfocarse en su propia adaptación.
Con una sola excepción, cada vez que parábamos en una esfera determinada, dejábamos detrás un grupo de Espíritus y varios ángeles. Antes de avanzar de nuevo, se identificaba la esfera y su razón de ser. Cuando los ángeles hablaban yo tenía la sensación de que eran conscientes de mi presencia. Hablaban como si yo fuese su discípulo. Su conducta me recordaba el pasaje de Corintios 15:31, en el que Pablo dice. “Yo muero cada día”, queriendo decir que era capaz de abandonar la forma física en cualquier momento, dejándola en un estado de “sueño” o animación suspendida, mientras él viajaba, con plena consciencia, en los planos superiores. Esta experiencia me hizo mejor observador y empecé a prestar atención al mínimo detalle.
Como algunos de vosotros sabréis, existen varios niveles de esfuerzo o planos de expresión. Incluyen el Astral Inferior, el Astral y el primero de los cuatro verdaderos planos del espíritu. Hay siete planos astrales y todos varían en densidad. Todos los planos están habitados por Espíritus y, dependiendo de las vibraciones de sus cuerpos astrales, cada plano es más refinado, cuando se asciende la escala del progreso. A su vez, cada uno de esos planos se subdivide en las llamadas zonas de tiempo o esferas, que habitan Espíritus que pertenecen a ese período de tiempo.
Según la organización social de las esferas, la intensidad del crecimiento y el aumento de la actividad, hay seis divisiones más, llamadas esferas espirituales. Cada una se divide en seis círculos o sociedades, en las que los espíritus afines están unidos y subsisten juntos bajo la ley de afinidad. Allí opera la Ley de Atracción y una relación familiar se continúa, si todos los miembros buscan iluminación bajo la misma ley cósmica. La Ley de la Naturaleza , que es la fuerza suprema, llamada Ley Universal, ha de ser obedecida para alcanzar cualquier esfera. Cada individuo permanece en el plano que le es afín, hasta que sujeta su voluntad a la Ley Universal. A medida que progresa, aprende nuevas leyes, pero éstas son, fundamentalmente las mismas, sólo que se crece más intensamente, hasta que el Alma Espiritual se convierte en parte de la Ley misma.
Las esferas me parecieron zonas concéntricas o círculos de materia extremadamente fina, que rodean la tierra como lazos o cintos. Cada esfera tenía distinta separación de las demás, aparentemente regulada por leyes cósmicas fijas. Son entidades absolutas, no proyecciones mentales sin estructurar, y tan tangibles como los planetas del sistema solar o el plano terrestre en el que vivimos. Tienen latitud, longitud y una atmósfera de un aire peculiarmente vitalizado. Las corrientes eran vitalizadoras, placenteras, suaves y ondulantes. La superficie de la zona tenía una gran variedad de paisajes, algunos de los cuales eran muy pintorescos.
Se me dijo que cada esfera gira con la Tierra sobre un eje común, formando el mismo ángulo con la eclíptica. Y se trasladan con ella alrededor del Sol, aunque no dependen de él en cuanto a la luz y al calor. No reciben de él ningún rayo perceptible. Sus emanaciones luminosas parecen venir de un sol etérico, concéntrico con el Sol de la Tierra. Finalmente , no existe división del tiempo en días, semanas, meses ni años, ni cambios de estación.
Es difícil de comprender dónde se encuentran estas esferas, pero hay muchas más cosas tan difíciles de comprender. Los instrumentos astronómicos nos han mostrado que hay 95 millones de millas hasta el Sol, pero esto, realmente, a la mente no le dice nada, porque uno no puede concebir esa distancia. Sabemos que la luz viaja a la velocidad de 186.000 millas por segundo, pero nos es imposible comprender qué velocidad es ésa, pues no hay nada tangible con que compararla.
Nuestro actual conocimiento de la electricidad, del magnetismo o, incluso, de la gravitación, es limitado, como lo es el de todas las leyes naturales. ¿Es, por tanto, raro que tengamos dificultades para comprender lo que sea el espacio y cómo está poblado? Este pensamiento mío es ahora libre y puede atravesar el espacio, pero irá con los ojos cerrados, no oirá nada y no sentirá ni tocará nada. Pero con la muerte, todos los sentidos se aceleran y toda la vida que llena el espacio es visible para los sentidos espirituales y tangible para el tacto espiritual y el cerebro. Deduzco de todo ello que el espacio adoptará una forma, una sustancia y una realidad en el mundo del pensamiento.
Lo que sigue es una partecita del cúmulo de información que se me dio, durante ese tiempo en que tuve el privilegio de estar en compañía de muchos y en presencia de Jesucristo.
Generalmente, en la Primera esfera es donde ha de tener lugar la restitución. En esta esfera inferior uno ve mucho sufrimiento entre los que están aún ligados a la tierra. Como están ocupados trabajando los errores pasados, en general, la mayor parte de los Espíritus allí son de corazón duro. En parte, ello se debe al hecho de que en el traslado el Alma Espiritual no pierde ni su inteligencia ni se le añade nada a su comprensión. Y, por ejemplo, el loco pasa loco de la vida terrena. Un Espíritu que haya pasado loco será atendido por ello en la Primera Esfera. Se le dará el tratamiento apropiado para restaurar su mentalidad normal. La participación en eventos como guerras o ataques terroristas son ejemplos de aquello por lo que hemos de hacer restitución. Además, todo odio, muerte y destrucción que producimos contra nuestros enemigos afecta a la naturaleza inferior de nuestro yo inferior y habremos de sufrir las consecuencias de tal conducta. Y, finalmente, a los ignorantes y viciosos, se les desarrolla y dirige el átomo del bien que ha hallado expresión en sus vidas.
La segunda Esfera está dedicada a la instrucción. Es un período de estudio durante el que el Espíritu adquiere conocimiento de sí mismo y de la ley natural. La Ley de Atracción opera allí, donde un grupo de pensadores están intentando descubrir las fuerzas ocultas de la naturaleza. Aquí es donde el Espíritu se acondiciona para una vida más amplia y mejor. Aquí se han de liberar a sí mismos del peso de toda maldad realizada. El objetivo es el de disolver la oscuridad de toda maldad mientras se estuvo en el cuerpo físico, así como cualquier deuda contraída con la humanidad. Trabajan con ojos sabios y visión clara y, al final, quedan en paz con todos.
En esta Esfera se les enseña a los niños a vivir ideales espirituales. Muchos están allí como consecuencia de las guerras. Los niños que mueren durante las guerras con sus padres penetran en un período transitorio. Luego se les reunirá, en el ambiente más apropiado, para el progreso de su familia. Otros niños están allí porque no fueron amados en la Tierra y están experimentando el amor materno. En al plano físico, llamamos a esos niños “niños frustrados”. Cuando un niño muere antes que sus padres, se le somete a un proceso de reeducación. En él, se le permite ir con un ángel guardián, a la Tierra para vigilar el progreso de sus padres y, cuando llega el tiempo, se reúne a la familia.
En la Tercera esfera es en la que nuestro Espíritu empieza a enseñar a los de las esferas inferiores. Allí, los Espíritus que son ingenieros, pueden magnetizar nuestras habitaciones en el plano físico. En este proceso, podemos oír las frecuencias de sus vibraciones como voces. Pero no es un proceso automático, sino que hemos de pedírselo mediante la oración.
También se encuentran allí mujeres que en la Tierra no se casaron o, si lo hicieron, no tuvieron hijos, por una u otra razón. Esas mujeres pueden estar cuidando niños o enseñando a otras mujeres el contenido de la maternidad. Quizás hubieran sido grandes madres en este plano pero se les pasó la oportunidad y su deseo las siguió hasta la otra vida.
En la Cuarta Esfera , nuestros Espíritus se ocupan de las pruebas y tentaciones. Los habitantes de allí pueden sentir nuestros pensamientos amorosos.
Aunque para la gente no siempre es posible verlos, ellos nos visitan y, a veces, nos dejan sus señales.
En la Quinta Esfera nuestros Espíritus empiezan a trabajar con las verdades espirituales. Allí se perciben el error y la falsedad. A esta esfera puede ir a parar uno que ha fallado en el momento crucial, anulando todo lo que podría haber hecho. Somos custodios de mucho conocimiento. Mediante nuestras investigaciones, aprendemos muchas cosas. Si, por nuestra posición pudimos haber hecho mucho bien pero fallamos, eso es un tropiezo y, hemos de hacernos más fuertes en cualquier asunto antes de poder seguir progresando. Es interesante notar que allí no hay adelanto posible en la vida post mortem para los que, habiendo sido líderes espirituales, no ha buscado y encontrado a todos los que siguieron sus enseñanzas y los ha conducido al camino de la verdad. Además, ha de quedarse allí y esperar hasta la llegada de los que aún están en la Tierra para corregir su error lo más pronto posible. El promulgar enseñanzas desconocidas o impracticables mientras se está en esta Tierra es un asunto serio. Viola la ley cósmica y crea, por tanto, una deuda kármica con la Humanidad.
Cuando llegamos a la Sexta Esfera , me di cuenta que los Espíritus trabajaban allí en armonía. Ninguno de los de nuestros grupos ni ningún ángel se quedaron en esta Esfera y no se dieron explicaciones. Deduzco que, quizás, yo no tenía la suficiente capacidad para comprender las razones de la existencia de esta Sexta Esfera. O, es posible, quizás, que sean las leyes de la Sexta Esfera , las que esté tratando de perfeccionar en mi vida actual.
Finalmente, en la Séptima Esfera es donde los Espíritus alcanzan el plano de la exaltación y se hacen uno con el Gran Espíritu que rige el universo. Allí es donde un Maestro Iluminado iría a vivir en unas circunstancias de perfectas luz interior y felicidad.
En esta Esfera, la palabra “iluminación” significa completo conocimiento de todas las cosas, sin modificaciones mentales. Es más fácil alcanzarnos para los que se encuentran en la Séptima esfera que para los que están en cualquier otra inferior. Sin embargo, lo harán sólo en caso de emergencia.
Se nos dijo que, cuando nuestros Espíritus pasan de una Esfera a otra, ese paso se produce mediante una muerte. En ese caso, como en la muerte física, al individuo se le advierte que la muerte está próxima y tiene tiempo de enfocar su mente en un plano superior de pensamiento y prepararse así para la nueva vida. Cuando llega el momento, se le hace dormir con el pensamiento dominante, en su mente, de que va a hacer un cambio. Cuando se produce el cambio, su hogar deja de estar entre sus anteriores amigos. El pensamiento lo ha preparado para progresar y, cuando ese pensamiento que lo mantenía en el plano inferior cesa, la encarnación de ese Espíritu, que está ligado a su pensamiento, deja de ser visible. En ese momento uno, simplemente, deja de ser habitante de una esfera y, en un instante, se convierte en habitante de otra. Cuando el Espíritu despierta, se encuentra en su nuevo hogar en la esfera inmediatamente superior. Este cambio es siempre para una vida mejor y más elevada. La única excepción es que no hay cuerpos viejos que enterrar ni que se descompongan. Progresando de una Esfera a otra, nuestro Espíritu se hace tan grande y universal que, a veces pensamos que es excesivo y que ha de perder su personalidad. Debido a que toda la materia astral deja de existir en el plano espiritual y sólo funciona allí el espíritu puro, pensamos con frecuencia que su individualidad cambia a otra forma de ser. Y me sorprendió comprobar que esa presunción no es cierta.
En una muerte violenta de este tipo, la muerte suele ir acompañada de medidas momentáneas de shock. Recuerdo especialmente haber visto a una mujer delgada, de ojos almendrados y una sonrisa definida y contagiosa. Cuando las otras víctimas se le aproximaban, ella decía que se encontraba “perfectamente bien.” Mientras hablaba, aún me recuerdo pensando cómo se parecía a la mujer de mi sobrino. Ella no había comprendido que su forma física había muerto y que había fallecido para el plano físico. Por fin, la visión de su destrozado cuerpo físico, rodeado por los cuerpos muertos de otros, fue el medio de convencerla.
Lo que ocurrió en este caso fue que, antes del choque del avión con las Torres Gemelas, las glándulas endocrinas de aquella mujer habían secretado de repente sus hormonas de transición. La secreción instantánea en el torrente sanguíneo produjo la suspensión temporal de la conciencia y por eso no se registró por la mente el shock de la repentina expulsión de los cuerpos astral y mental, del cuerpo físico. Como consecuencia, la gracia de Cristo entró en juego. El profundo sueño de la muerte que siguió no es más que el que el anestésico produce en el cuerpo físico. Bloquea la conciencia del movimiento durante un tiempo determinado, cerrando el conocimiento consciente del Espíritu, mientras las formas superiores y las fuerzas espirituales son separadas o retiradas.
Primero, el átomo simiente del corazón descargó las imágenes de su próxima muerte en el torrente circulatorio y las glándulas segregaron sus hormonas de transición. Al mismo tiempo, los átomos simiente de la forma física se prepararon para ser vertidos del cuerpo físico por esas hormonas, así que, tras el impacto, el cuerpo espiritual fue liberado del físico y la mujer continuó con su último pensamiento consciente, como si no hubiese existido el golpe fatal
Las víctimas permanecieron en ese estado durante lo que me pareció un largo espacio de tiempo. Y entonces, varios ángeles de rostros amables empezaron a hablar fuerte. Esta vez sus palabras no iban acompañadas de una imagen mental como antes. Esa vez fue como si mis oídos estuvieran grabando modelos específicos del habla humana. Les decían a las víctimas que “la muerte sólo había avanzado su esfera de vida, y que eran aún seres vivientes, habitantes ahora del primer plano más allá de la tierra...” Tras varios comentarios más terminaron diciendo que “sólo podemos progresar mediante la muerte física.”
Me di cuenta de que, durante el contacto, las víctimas no se movieron Percibí que no se sintieron felices hasta que los ángeles les hablaron. De algún modo, la presencia de los ángeles o, quizás, sus mismas palabras, habían curado sus particulares preocupaciones. Cuando alcanzaron la conciencia completa, pudieron moverse libremente. Entonces, el ambiente oscuro pareció cambiar a mis ojos, como la niebla se disuelve con el sol, y un rayo de luz que crecía a cada instante, lo remplazó.
Los terroristas aparecían apilados en un montón. Cuando conté sus cuerpos, había diez terroristas. Entre ellos había dos víctimas, que habían sido parte del mismo equipo terrorista. El montón de cuerpos que vi estaba situado en el mismo espacio del cordón trenzado de hilo de oro. Su posición o emplazamiento entre los dos mismos ángeles parecía indicar que su destino final era ese mismo sitio. Aunque parecían aislados de las víctimas, en un montón, los ángeles se les aproximaron del mismo modo que a las víctimas. No pude ver, sentir ni percibir ninguna diferencia en el trato. Los ángeles les dieron la bienvenida y los trataron de la misma menara humilde y amable que habían empleado con las víctimas.
La apariencia de los terroristas era sustancialmente la misma que la de las victimas. Sin embargo, a los terroristas que fallecieron el mismo día, las emanaciones parecían producirles un efecto diferente. Lo más intenso era su tangibilidad, completamente oscurecida por el éter rojo oscuro a su alrededor y de cuyo alcance no podéis haceros idea.
Es ésta una experiencia que quiero compartir con vosotros porque me causó una profunda impresión. Durante un momento, la primera diferencia aparente fue que en los terroristas no hubo estado de inconsciencia. No eran pensadores, iban a la deriva, como si no tuviesen facultades mentales.
Además, aunque pude percibir que ellos sentían el sufrimiento de la Humanidad , el luto de una madre, el corazón roto de una esposa, un niño sollozando, las sugestiones mentales que yo sentía, parecían ayudar y sostener a los terroristas con virilidad y vigor. Con esa fuerza, parecían satisfacer una ambición que residía en un crudo egoísmo. Me pareció como una ambición dándoles la autoridad para defender a una nación o la integridad de un país en un orden divino. Tuve la clara impresión de que, aunque ellos sabían que el final sería la muerte física, tenían claves para entender lo que era la muerte física. No era la simple comprensión de lo que era la muerte física, sino una comprensión más profunda de la que tenían todos los demás muertos. En realidad, en ellos no había miedo. Para ellos, el vivir en el tiempo presente no era tan importante como para las víctimas. Así pude comprender cómo se habían liberado de la atracción del plano físico.
Con mi fondo cristiano, yo suponía, y quizás esperaba, un pequeño relámpago de remordimiento. Deseaba oír decir a los terroristas, a los ángeles o a alguien: lo siento. Quería escuchar que algún bien saldría de aquello. Pero no oí a nadie. Pronto, sobre ellos apareció una nube dorada que tomaba forma y se movía como siendo dirigida. Cuando pregunté en mi mente, se me respondió, o tuve la sensación de que se me dijo, que los terroristas estaban concentrando sus pensamientos. Sin embargo, lo que había sobre ellos no emanaba de sus propios pensamientos. Parecían estar comunicando con la fuerza de su Dios Interno.
Los ángeles, con rostros amables, se acercaron también a los terroristas como un rayo de luz que crecía por momentos, y escuché las palabras de estímulo que inundaron mi mente. Las palabras fueron: “Se nos ha hablado sobre el amor de Dios apenas hemos sido capaces de aceptar las nuevas condiciones de vida tras la muerte. Él no es el Dios abstracto que conocen la mayor parte de los humanos en la Tierra. Hemos de reconocer que Dios está en el corazón de cada cosa. Es la fuerza que fluye a través de toda la creación. Vosotros sólo podréis conoceros de veras cuando comprendáis que Dios es la única fuente de la que podéis extraer el agua de la vida. No hay otra fuente, si tenemos esa idea de Dios.”
Me di cuenta entonces de que se nos enseña cómo extraer esa fuerza. Sin embargo, hasta entonces, no se nos abandona sin ayuda en un mundo objetivo. Puede parecernos objetivo a nosotros, pero ha sido creado con la intangible mente de Dios, con su voluntad fluyendo por cada imagen de su creación y dando la vida a todo. Entonces comprobé también que los terroristas tenían que aprender y admitir que, en las tres dimensiones de nuestro mundo físico, nuestros cinco sentidos no nos explican peor que un ciego. Al final, ellos se fueron con una especie de promesa de que, pasando a la otra orilla, todas las cosas tales como adquirir el conocimiento y la luz y la sabiduría serían suyas. Luego, las palabras terminaron y, de nuevo se hizo el silencio.
Está claro para mí que la gente lleva a la otra vida el mismo espíritu que tuvo en ésta, despojado de la carne externa. Todo está calculado. Nada se deja al azar. Por medio de la visión psíquica, pude percibirlos con tanto detalle que eran tan reales para mí como si hubieran impresionado mi retina. Me llené de felicidad porque sabía que se había producido un gran cambio. Dios había extraído de los terroristas todo aquello de lo que ellos querían liberarse. Ellos sentían que se les había proporcionado una experiencia deliciosa que ellos, en cierta medida, habían imaginado, pero dudaban que pudiera ser posible. Me pareció que los terroristas habían hecho un largo viaje y habían llegado a una casa de reposo. Sin sueños que alteren su descanso y los despierten como a un gigante refrescado. Lo que les produjo mayor conocimiento fue el haber ganado lo que creyeron que habían perdido.
En mis reflexiones de hoy sé que incluso el viento puede ser solidificado, ya que el viento es atmósfera. Todo en el mundo es sustancia y todo es vida. Ambas son una y la misma cosa, pues la vida jamás ha existido ni podrá existir sin la materia. Para mí, el cerebro, por ejemplo, aparece como una máquina admirable en actividad constante. En esa admirable máquina, cuando un pensamiento se construye y se envía, nos alcanza por medio del movimiento de la materia. Cuando nos alcanza, hay una consistencia definitiva de la materia en movimiento, que penetra en la máquina cerebral. No sólo podemos verlo entrar sino, aunque limitadamente, podemos verlo también emerger instruido para hacer lo correcto de un modo que no podemos describir. Si podemos ver entrar esa materia, podemos entender su suma psíquica total. Es reconocible para nosotros por la forma perfecta que existe en cada uno.
Entre los dos grupos arriba descritos, el trabajo de las víctimas era el de construir el carácter. La gran ley que lo hizo posible y es la más elevada para la Humanidad , es la influencia de la Tierra , que justifica a ambos, a las víctimas y a los terroristas.
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