La doctrina de la encarnación es, en todos los aspectos, la doctrina central del mensaje cristiana, y constituye el punto crucial para cualquier reinterpretación a que se someta.
Sin embargo, esta interpretación aún encuentra resistencia, sobretodo por parte de las ortodoxias religiosas en sus categorías más tradicionales. Esto es verdad no solo al nivel de la teología técnica, pero también al nivel popular. Pero si es indispensable progresar para una posición más allá del concepto popular de Dios, lo mismo se exige para la concepción que se hace de Jesús y Cristo. De contrario quedaremos arrinconados en una indefinición cada vez más estéril entre uno y el otro.
Sin embargo, esta interpretación aún encuentra resistencia, sobretodo por parte de las ortodoxias religiosas en sus categorías más tradicionales. Esto es verdad no solo al nivel de la teología técnica, pero también al nivel popular. Pero si es indispensable progresar para una posición más allá del concepto popular de Dios, lo mismo se exige para la concepción que se hace de Jesús y Cristo. De contrario quedaremos arrinconados en una indefinición cada vez más estéril entre uno y el otro.
La teología profesional siempre ha tratado este asunto de una forma metafísica, mientras que la religión popular lo ha expresado mitológicamente. Según estos modos de pensar, la encarnación significa que Dios-Hijo bajó a la Tierra, nació, vivió y murió en este mundo como un hombre. Este Dios-Hijo, venido del más allá, se ha dignado a entrar en la escena humana pero sin le pertenecer y, sin embargo, vivió una vida auténtica y completa.
El problema de la cristología confesional así formulado está en saber como es que Jesús puede ser verdadero Dios y Verdadero hombre siendo, sin embargo, una sola persona. La respuesta habitual a este problema, tal como se encuentra formulada en la definición de Calcedonia1 es, en esos términos irreprensible. Pero si quisiéramos ser precisos, esa definición no ofrece la solución del problema, apenas lo expone.
Sirviéndonos de la analogía podríamos decir que si fuera necesario presentar la doctrina sobre las dinámicas de la creación y encarnación, y la dimensión pedagógica, “humanizante y reveladora” de Jesús de Nazaret en términos de unión entre el aceite y el agua, esta definición sería la mejor tentativa del género, o antes la única posible, y que sería insistir contra los esfuerzos para identificar los seres en cuestión, y reafirmar contra toda la evidencia, que había solamente una sola persona indivisible. No es de sorprender que en el esoterismo cristiano popular se tenga separado el aceite y el agua y que uno de estos tenga venido a la superficie.
Hasta la publicación del Concepto Rosacruz del Cosmos, la idea que más comúnmente se hacía de Jesús no era de ninguna manera la de que él era un ser humano. Jesús era interpretado como de un Dios en forma humana. Se parecía un hombre pero en el hondo era Dios vestido de hombre. La propia palabra “encarnación” que nos es un término bíblico, eso lo sugiere inevitablemente. Evoca la idea de una sustancia divina que se introduce en la carne y en ella se materializa.
Pero el problema que se presenta no es el de saber si esa expresión de fe está más o menos correcta. El verdadero problema es de saber si la formulación de Calcedonia, que pareciera tan fácil y demostrable, no pasa de una interpretación contaminada por una superficialidad e rusticidad irremediablemente comprometida, sino imposible, impuesta por el cuadro mitológico-metafísico tradicional, lo cual se inclina, sin duda, a deformar la realidad bíblica. Aún que no lo hagan intencionalmente, la práctica, la prédica y la enseñanza popular presentan una idea mitológica-metafísica de Dios y Jesús que no se fundamenta en el Nuevo Testamento, traduciendo los términos Jesús y Dios con igual significado al firmar que Jesús es Dios. Se afirma entonces que Dios ha venido a la Tierra en la persona de Jesús. Sin embargo, en ninguna parte del Nuevo Testamento se hace tal afirmación.
Lo que nos tenemos que preguntar es esto: ¿Que es el Verbo? ¿Quién es Cristo para nosotros? ¿Lo que es que tenemos de reinterpretar? ¿Qué dice verdaderamente el Nuevo Testamento?
2. La Trinidad Inmanente
Al intentar entender y interpretar el episodio de la encarnación - la unión del divino y del humano en Jesús - somos obligados a presentar todo el problema de una forma global, incluyendo las distinciones entre el Padre y el Hijo, y aún entre el Padre, el Hijo y Espirito Santo. En resumen, ingresamos en la consideración del significado de la doctrina de las personas de la Trinidad en relación a la encarnación.
En sentido estricto, solo el Padre es creador y solo Él lo puede ser. Si podemos comprender en qué medida el acto creador está en la raíz del Ser y que este Ser lo forma en algo mucho más allá de un simple acto de poner en acción la substancia raíz-cósmica, concluimos que ese acto solo puede ser obra de Dios. En la lengua hebraica, el Verbo bara, que significa crear, solo se aplica a Dios.
El Concepto Rosacruz del Cosmos nos ayuda a comprender la dinámica creadora del Ser Supremo, la génisis de Cosmos, su proceso de realización y finalidad. En el momento inicial del acto creador, El Ser Supremo recibe de Su Logos una participación en el acto creador. El Logos proviene del Padre así como un acto de volición proviene de de la voluntad. El proceso de creación empieza con la solidificación y modelaje de la arche’ 2, en conformidad con una secuencia de causas-efectos según el modelo inscrito en Él. Es el Logos que va a ordenar la divina sustancia y ponerla en movimiento de acuerdo con el plan de evolución desarrollado según Su voluntad. Es por medio del Ser Supremo que todo lo que existe es creado y el Padre se “hace carne” y se manifiesta3, permitiendo que la dinámica creadora se desarrolle en una secuencia de causas-efectos y que los distintos acontecimientos tingan sus propias leyes, sean ellas de nivel físico-químico, biológico, geológico u otro. El acaso no existe en el Universo. Este dinamismo creador hace acontecer el nuevo, el no existente anteriormente, modelando la “esencia siempre existente”4.
La doctrina de la creación ex nihilo no afirma que hubo un tiempo o un estado en el cual un ser llamado Dios existía solo, y que todo ha hecho “a partir del nada”. Esto es pura mistificación. El Concepto ex nihilo es extraño a los relatos bíblicos. Además, el termino teológico ex nihilo ni siquiera es absolutamente exacto. Dice si que Dios crea a partir de Si por medio del Logos, esto es, de Su fuerza significante.
Todo el proceso de estructuración del Universo se hace en este tejido cósmico de materia-energía, la Arche’, a que llamamos Espirito y si esa materia-energía es dinamismo y interacción relacional, entonces está profundamente en conformidad con los tres aspectos del Creador.
Max Heindel va mucho mas lejos que todos sus anteriores exegetas y esclarece que en el primer versículo de de su Evangelio S. Juan llama “Dios” al Ser Supremo5. Y adelanta: el “Verbo” o “Fiat Creador” es un aspecto del Ser Supremo que se manifiesta en la materia como fuerza de atracción y cohesión, dándole la capacidad de combinarse en varias formas”. En otros trechos ensaña: “El Verbo es un sonido rítmico que, emitido por el Creador, ha resonado por todo el Universo, modelando un número infinito de átomos en las más variadas y múltiples figuras y formas que vemos a nuestro rededor. Ya sea la montaña, la margarita, el ratón y el hombre, etc., todo es encarnación de la Palabra Creadora que suena silenciosamente para nuestros sentidos, pero que ni por eso deja de llenar todo el Universo y en silencio construir y edificar” 6. Esta “Palabra Creadora” continua a resonar como una fuerza de sustentación de los mundos.
La expresión de las distintas “silabas” de la divina palabra marca estadios sucesivos en la evolución del mundo y del hombre” 7, donde se concluye que nada está acabado: el cosmos está todavía en proceso de realización. Es en este sentido que el “Verbo se ha hecho carne”, no en el limitado sentido de la carne de un cuerpo, pero si en la “carne” de todo lo que existe, en este y en otros sistemas solares”, trayendo a la existencia en materia sutilísima, todos los diferentes mundos y sus miríades de formas y, por eso, “sin Él nada de lo que ha sido hecho se hico”.
Tenemos así tres aspectos distintos del Ser Supremo en Su manifestación: el primer puede ser caracterizado como Poder. De este aspecto procede el segundo, elVerbo, y de ambos, el tercer aspecto, Movimiento.
Aquí están, por lo tanto, tres aspectos que conducen a la doctrina de la Trinidad. Son tres realidades subyacentes a toda la vida por medio de las cuales vemos Dios en acción y nos hacen compartir de una realidad colectiva y nos conducen a lo que es absolutamente último: siendo imagen y semejanza del proprio Dios, pueden a partir de su interioridad, surgir como creadores de sentidos para el Universo, utilizándolo, interpretándolo, sirviéndose de él y orientando as sus potencialidades. No se puede negar ninguna de ellas porque todas ellas son Dios. Es esta unidad y diversidad que confundió los teólogos, que fueran compelidos a aceptar una fórmula cada vez más compleja (Rob. p. 124, Nis. n/a).
La teología antigua llamo persona a cada uno de estos aspectos. Debemos distinguir, por lo tanto, las tres personae de la Trinidad, las cuales son personalidades perfectamente distintas en el sentido moderno de la expresión (Bailiie, p. 152-160). Para los pensadores antiguos, el termino latino personasignificaba apenas una máscara que era usada por cualquier actor en ambiente teatral. La aceptación del término persona por el Occidente, y del vocablo hypostasis por el Oriente, creo’ de inmediato dificultades que se tornaran cada vez más densas con el transcurrir del tiempo. Actualmente, debido al hecho de que el concepto moderno de personalidad está asociado a la autoconciencia, el entendimiento de la naturaleza de las “tres personas” se torna aún más confuso.
De acuerdo con el sentido actual, las “tres personas” significarían tres centros de conciencia, tres seres autoconscientes que dan origen a una especie de triteismo. Las tres personas tienen, por lo tanto, el sentido original de tres aspectos o modos distintos de actuar del Ser Supremo en sus relaciones creadoras en el Primer Plan Cósmico8.
Cuando se dice “Dios tri-uno” no significa que se hable en tres elementos exteriores a la divinidad de Dios, lo que crearía un interpretación del proprio Dios como un ser superior allá de estos tres elementos, o en tres partes de Dios. Se habla si de una Persona universal con tres “modos de actuación”. (Bailiie, p. 164) pero Él es uno en sus tres modos de acción que constituyen una relación mutua: Padre, Hijo (Verbo) y Movimiento.
Pero el Verbo, que es el Hijo unigénito nacido del padre – el Ser Supremo – antes de todos los siglos, no es ni el Jesús ni el Cristo del culto eclesiástico. “Cristo, grande y glorioso, elevándose inmensamente arriba de la simple naturaleza humana, no es ese grandioso Ser” 10. Asimismo, la creencia de que en Jesús nosotros vemos Dios encarnado no tiene fundamento en ninguna parte de la Biblia.
En el lenguaje más formal de la teología, la palabra “encarnación” se fundamenta en el prólogo del evangelio de S. Juan 1, 14: “Y el Verbo se ha “hecho carne”. La palabra Sarax egeneto ha sido “latinizada” para incarnatus y se asoció incarnatos a la palabraTheos del primer versículo del referido evangelio, dando así a entender que “Jesús” y “Dios” son idénticos y convertibles. Así, en la interpretación utilizada pela iglesia, Jesús se tornó el Dios-Hijo, vivió una vida humana, siendo considerado al mismo tiempo “verdaderamente Dios” y “verdaderamente hombre”.
Pero en la lengua griega lo que viene definido de manera más precisa y exacta en este versículo es “kai theos en ho logos” (y el Verbo era Dios). Y esta idea en griego se expresaba normalmente por medio de la palabra “Dios” precedida del artículo: ho theos. S. Juan no dice que Jesús era un hombre “divino” en el sentido familiar del mundo antiguo; si lo tuviera hecho la palabra seria theios. La expresión griega evita cuidadosamente los dos extremos. Es imposible traducirla en una sola palabra. Quizá la mejor traducción sea: “Y lo que Dios era, era el Verbo” 11.
Hermeneutas y exegetas se identificaran progresivamente con el proceso de adulteración del cristianismo. Distraídos con la anfibología neo-testamentaria, se dejaran embalar y ensandecer en los “lugares-comunes” sancionados por una autoridad que proponía la caución y la fe. Pero los resultados de centenas de textos conocidos y estudiados en nuestros días nos ayudan a seguir una línea evolutiva que nos permite arrancar el sentido original a la incerteza y a la confusión de los términos y ambigüedades originales de los textos bíblicos.
El hecho del autor del evangelio atribuido al apóstalo Juan preceder el prólogo al cuerpo del evangelio (1,1 – 18) y, por lo tanto, de manera diferente de los otros evangelistas, sugiere que hay en el cuerpo de la mensaje una profundidad de revelación, de discernimiento del santo y del sagrado, de estados de consciencia adelante del incondicional del numinoso y del extático, que no se pueden explicar por otros medios sin que queden reducidos a algo diferente.
El elemento más revelador de la cristología eclesiástica es la representación simplista del Dios asociado a la “palabra” persona. Al presentar un Dios que era posible visualizar, haciendo poca justicia a la importancia del prologo del Evangelio de S. Juan, se perdió y se deformó el mensaje evangélica hasta tornarlo irreconocible y lleno de misterios, transmitiendo una concepción adulterada de un Dios en forma humana, o de un hombre divino-humano y consecuentemente, inadecuado en la busca espiritual.
La exegesis tradicional no da en la mayor parte de los casos suficiente atención al hecho del prologo, dedicado a la “palabra”, finalizar recordando que “Dios nunca ha sido visto por nadie”. Algunos críticos más atentos han recorrido a un argumento insustentable: sugieren que S. Juan se refiere al pasado sin prejuicio del futuro. Se percibe en el referido texto que cuando S. Juan quiere indicar la ausencia en el pasado de un acontecimiento, el utiliza muy claramente la expresión “todavía no”, o “hasta ahora no” u otra semejante.
La exegesis honesta no puede, por lo tanto, dejar de admitir de que en la mente de S. Juan, la posibilidad de poder o no ver a Dios es un asunto demasiado importante para que él omitiera la palabra “todavía”(Miranda, p. 135).
La exegesis objetiva no puede ignorar todos los trechos de la Biblia en los cuales el autor da’ a la “Palabra” un sentido paralelo al de Max Heindel. Analicemos apenas uno de esos pasos: “ ¿ Por qué no podéis escuchar mi palabra?” (Jo 8, 43). La frase parece insignificante pero revela claramente que el autor bíblico distingue con lucidez el sentido de los términos lalia (lenguaje) y logos (Palabra). Es cierto que nuestra tradición intelectual puede llevarnos a asociar prontamente sin un análisis más detallado la palabra lalia al sonido, y logos al contenido conceptual del discurso. Pero en este caso, el verbo “Escuchar” debería referirse al contenido del texto bíblico – a lalia. Por eso, la interpretación no puede apoyarse en un supuesto contenido de la “Palabra”, ni permite que la “Palabra” sea objeto de hipótesis, como lo tienen hecho los exegetas, que la han convertido en un sustantivo propio para designar a la persona llamada Jesús.
Más lógicamente que los críticos bíblicos que lo precedieron, Max Henidel abandona las motivaciones extra bíblicas que pueden llevar a interpretar algunas expresiones en sentido literal o en sentido físico, y esclarece el sentido claro de la parte inicial del prologo del Evangelio de S. Juan en una de sus obras 12. Max Heindel levanta el velo sobre la importancia de algunos pormenores asociados a la interpretación global de la “Palabra” como es el caso de los trechos bíblicos: la “palabra” evocativa de Dios “que llama desde el principio las generaciones” (IS 41, 4); “los fundamentos de la tierra y de los cielos y les ordena que subsistan en conjunto” (Is 48, 13), y “los cereales y los hace crecer” (Ez 36, 29).
Se concluye entonces que en “el principio era Dios – como en el medio y en el fin - porque todas las cosas existen por Él, por medio de Él, de Él y para Él. 13, Y por eso se puede decir que “todo está vivo en la vida desde Él inicio”. No puede haber otra interpretación bíblica del proceso de creación. Hay siempre una relación reciproca entre Dios y el Mundo (Rob. p. 145).
Para S. Agustino, aún que las creaturas estén ligadas a Dios (en el sentido de que la relación con Dios constituye una parte de su ser, y que sin Él esa relación desaparecería), Dios no está ligado a Sus creaturas: nada Le pasaría si ellas dejasen de existir 15 (Rob. p. 146). Ha sido esta doctrina sobre Dios, como un Ser impasible en el sentido de no poder ser afectado por cualquier acción exterior – eternamente no afectado - que fue rechazada por Camus, y que lleva a que un dios ex machina sea transformado enmachina sine deo materialista. No hay duda que el primer paso para el ateísmo esta siempre en una teología que rebaja Dios al nivel de las cosas dudosas.
Lo que hace el Padre ser Dios es que Él es hechospiritus - sustancia divina - la forma divina de la materia. Por eso el Logos también es Dios porque es echo de spiritus, la única sustancia divina. El poder creador pertenece al Padre y recibe del Logos una participación en el ejercicio de ese poder. Por eso el Logos, o Hijo, proviene del Padre eternamente, así como un acto de volición proviene de la voluntad. Todo es Dios. Cuando Dios desea crear elige un lugar apropiado del Espacio, lo llena con Su aura y compenetra con Su vida cada átomo de la Sustancia-Raíz-Cósmica de esa porción particular de espacio, despertando de esa forma las actividades latentes en cada átomo no diferenciado.
La Trinidad Creadora
La elaboración del esquema de la creación del plan divino para la Historia humana o para el núcleo de la humanidad actual, haciéndose en el Primer Plan Cósmico, es un evento que no pertenece al plan temporal. Es supra-temporal y está en una dimensión la cual ningún ser humano puede conocer en la medida en que su conciencia permanezca sujeta a los límites de la temporalidad y de la sucesividad, incapaz de transcender aquellos límites de tal modo que pueda experimentar el pasado, el presente y el futuro de una sola vez.
La relación del Padre como un Dios que actúa en un Absoluto sin tiempo con la creación, debe ser percibida como una relación vertical con cada momento de nuestra existencia temporal de Su creación porque, de hecho, ella es parte de la acción por la cual Dios ejerce Su Poder. Nunca hubo una época en la que se pudiera decir que Dios estuviera distante o aleño a la creación. Y cuando hablamos de esa actividad somos obligados a usar expresiones temporales, aún sabiéndolas inadecuadas. Y así vemos que el episodio de la creación no es un proceso inmanente que se desarrolla por sí mismo: Es “llamado” a la existencia y conducido para el nivel de la vida, de la personalidad y del espirito, por una atracción evocativa por medio de la “palabra” que “llama” desde el principio las generaciones (IS 41, 4).
Vitalizando con Su vida la sustancia Raíz Cósmica existente en la aurora de la manifestación, El Verbo la hace vibrar, dándole características nuevas para cumplirse el plan de Evolución (CRC, Cap. VI, p. 150). El tejido inicial de la creación emergente es impregnado de monadas espirituales, o espíritus virginales diferenciadas en Dios que evolucionan según un potencial inscrito en el Primer Día de la Creación (CRC, p. 151).
El surgimiento de la interioridad espiritual es un salto cualitativo en el orden de la creación y resulta de las semillas espirituales inscriptas por Dios como posibilidades o razones causales en el Primer Día (Marias, p. 216). Estas razones causales o espíritus virginales necesitan de tiempo necesario para lograr la perfección de su Naturaleza. El salto cualitativo es notable en cada uno de los Días de la Creación, los cuales deben ser entendidos de modo alegórico. Son etapas con una duración suficiente para que las razones causales logren su plena realización. Los Días de Creación y o manifestación, son denominados Periodos. El Primer Día es el llamado Periodo de Saturno y el ser más evolucionado de ese día es naturalmente el Padre. El ser más evolucionado en el Según Día, o sea, El Periodo Solar, es el Cristo; Y el ser más evolucionado del Tercer Día, el periodo Lunar, es el Espirito Santo.
El Cristo
Cuando nos referimos al vínculo entre el Padre y Cristo no presuponemos su identificación con Jesús de Nazaret. Mismo en la fe cristiana tal identificación nunca fue afirmada de forma absoluta. Lo que se afirma si es que Jesús de Nazaret tiene una relación constitutiva con lo que Pablo, siguiendo el Antiguo Testamento, llama de una Sabiduría increada. Filo, llama sabiduría al Logos, con lo que Mateus e Lucas, siguiendo el Judaísmo, consideran en íntima relación con el Espírito Santo e con lo que la tradición posterior decidió llamar el Hijo.
“Cristo” es una palabra ambigua. Es la traducción griega del hebreo Mesías. Se identifica equivocadamente con el Logos y se compara a Jesús. La palabra significa “ungido”, y con el propósito de recuperar la plenitud del sentido atribuido a este Principio, debemos pensar en el Ungido. Solo en la unción hay una religatio. Así, Cristo, es el único vínculo entre el creado y el increado, entre el relativo y el temporal. Él es el mediador único. Todo lo que opera entre dos polos, Es Cristo, Camino y Sacerdocio Cósmico. De hecho es este Ser el mediador entre el divino y el cósmico. Todos los seres, en la medida en que participan en Cristo, son de, con, y por Él. Por eso todo el ser es una cristofania, una manifestación del Cristo, (Panikar, 94)
El Espirito Santo
En la enseñanza y en el credo cristiano se habla en Dios Padre. Se continúa por el Hijo (acerca del cual ya no referimos), y se llega al Espirito Santo. La imagen tradicional no es muy clara. Algunas veces la Biblia habla de la realidad del Espirito Santo en términos de masculino e otras veces en términos de neutro. El problema es que son calamitosas las dos imágenes correspondientes: una persona y una cosa. La imagen de una persona como cosa apenas lo torna irreal en la medida en que no lo podemos figurar como un ser humano. El defecto básico de esta imagen es su limitación. El espirito de una realidad colectiva distribuido por todo el pueblo. El Espirito Santo es derramado para todos y pertenece a todos, en virtud de su inserción en el cuerpo de Cristo, el universo. La Kiononia, o la compenetración por el Espirito Santo es un anuncio de la Nueva Edad. Por lo tanto, el primer requisito para cualquier imagen del Espirito Santo es que, antes de todo le demás, sea colectiva (Robinson, Nisso, p.185) Dios también es espirito, pero de manera diferente de todo lo que podemos conocer en una unión puramente humana. Sin embargo, hay una afinidad profunda: como dice el Libro de los Proverbios, en una imagen llena de belleza: “el espirito del hombre el candela del señor”. El Espirito Santo es el punto en que el espirito, la profundidad de nuestras vidas, se encuentra individual y colectivamente, con el fuego del Señor vivo que lo enciende.
El espirito Santo es definido y encarnado con el Espirito de Cristo; es definido por Él, pero no se limita a Él. El rosacruz tiene consciencia del Espirito así como de la benigna realidad circundante de la cual su vida se evidencia a cada momento (Robinson, Nisso, p.127).
La compleja idea del Dios trino y e uno, asociado al Espirito Santo como una de las personas de la unidad divina, parece ser el centro de las dificultades generadas en la doctrina cristiana. Lo que diferencia las tres Personas de la Santísima Trinidad son apenas las relaciones de grado establecido entre ellas. En diversos textos neo testamentarios entre personas de la Santísima Trinidad, encontramos algunos ejemplos de ese relacionamiento, como el caso del Evangelio de S. Lucas.
“El espirito es el Espirito de Dios Padre y, al mismo tiempo, Espirito del Hijo, saliendo sustancialmente de ambos simultáneamente, esto es, derramado por el Padre a partir del Hijo” (De Adoratione, libro I, p. 68, 148).
Es necesario esclarecer aquí que en la lengua griega solo existen artículos definidos. Cuando en griego se dice “el”, se escribe “ho”, y no existen artículos indefinidos, como por ejemplo en portugués “um” o en castellano “un”. Si leemos el Antiguo Testamento, encontramos la frasis: “Pero por fin llego en mi presencia (…) en lo cual está el espirito de los dioses santos” (Dan 4, 8). En Luc 1, 15 leemos: “Porque él será grande delante del Señor (…) y él será lleno de “un” espirito Santo”. Más adelante en 1, 67 encontramos: “ (Y su padre Zacarías fue lleno de “un” Espirito Santo”.
La traducción en uso “del Espirito Santo” del texto griego del Nuevo Testamento es poco fiel porque no habiendo nunca el articulo definido ho, quedamos obligados a usar el indefinido “um” en la traducción portuguesa y “un” en la traducción castellana. Y de aquí se concluye que “un” espirito Santo no es Dios, pero el propio espirito individual (Chaves, p.166.), la centella divina presente en todas las personas, en todos los lugares y en todas las épocas. Si profundizamos en el tema y nos preguntamos cuál es la diferencia entre “tenemos Dios viviendo en nosotros”, estar “llenos de espirito Santo”, o “poseer Dios con nosotros” somos obligados a contestar que el Nuevo Testamento no hace una distinción clara (Bailli, p.175). Parece por lo tanto, que el punto de vista trino asociando el Espirito Santo a una persona, es una simple doctrina teológica y no una proclamación de las Escrituras (id. p. 177).
Ya hemos visto que Cristo no es un tercer modo de la existencia de un solo sujeto divino o Dios - semejanza del Padre y del Hijo: Él es el iniciado más elevado del Periodo Solar. El Espirito Santo no es un tercero sujeto espiritual, pero un tercer YO, un tercer Señor al lado de los otros dos (ib. p. 156). El Espirito Santo (Javé ) es el iniciado más elevado del Periodo Lunar.
Sin propender para un triteismo, podemos recorrer a la analogía de la unidad de un organismo social humano y a la personalidad de una sociedad o Estado, para definir cada uno de estos seres como personalidades distintas en el sentido moderno de la expresión, coexistiendo como entidades distintas en una unidad social.
Cabe ahora notar que a intuición tripartida parece ser una invariante humana. Aparece tanto en una visión tríadica de la realidad (el divino, el humano y el cósmico), como en la constitución del hombre (cuerpo, alma y espirito) (Panikar, p.111). La unidad divina ocurre en el Primer Plan Cósmico. Pero progresivamente la mente cristiana se ha visto obligada a mejor comprender la relación de la trinidad inmanente del Ser Supremo con el Mundo por medio de una equivalente trinidad actuante que más se aproxima de un trinitarismo (id. P. 124).
Vimos que la Teología cristiana, influenciada a por la cultura griega transformó la metáfora ampliamente utilizada en el mundo antiguo de la cultura judaica, por lo que ocurrió un deslice en la interpretación que pasó a dar un sentido literal a la expresión Dios-Hijo de modo que complica la interpretación de su verdadero sentido.
Si el cristianismo si tuviera desarrollado en el contexto sinagogal de predominancia judaica, nunca hubiera conocido una doctrina de la encarnación tal como es tradicionalmente comprendida (Vermes, Jesus and the world of Judaism, p.72).
En la práctica, los acuerdos teológicos obtenidos en Nicea (325) y después en Calcedonia (415), resultaran en la elevación de Constantino a un estatuto semejante al de un vice-reye, de un representante Dios en la Tierra (Alistair, p.47- 64) y a la exaltación de Jesús como Señor, Salvador y Dios (Hik, p.139).
Cur Deus Homo?
¿Porque Dios se ha hecho hombre, o más correctamente, por que Cristo se manifestó en Jesús? El uso de los Evangelios como “fuentes históricas para la reconstrucción del Jesús de la Historia es ilegitimo, pues no fueran escritos con la finalidad de producir evidencia histórica.
Jesús de Nazaret
Max Heindel enseña que “Jesús pertenece a nuestra humanidad. Estudiando en la Memoria de la Naturaleza el hombre que se llamó Jesús, podemos seguirlo por sus vidas anteriores. En ellas vivió por diversas circunstancias, con varios nombres, en diferentes encarnaciones, del mismo modo que cualquier otro ser humano” (CRC, p.297).
La influencia de las enseñanzas de Max Heindel se ejerció no solamente entre el público aún que esa influencia tenga sido más fuerte ahí, como habitualmente sucede en estos casos, do que en la teología eclesiástica profesional. En el seno de los teólogos ocurrió una reacción propia que se revela de diferentes modos, siendo el más notable en la cristología desarrolladla por teólogos de la estirpe del presbiterano Donald Bailli, o del anglicano Geoffrey Lampen, y en el comentario de los evangelios que ahora aparecen revelando más interés por la reconstrucción de la autentica mensaje del cristianismo, do que por las simples conjeturas históricas de la vida diaria de Jesús. Este cambio de paradigma resulta de la comprensión de los constantes alertas de Max Heindel para las inúmeras alegorías bíblicas17 y para el hecho de que, por un lado, los Evangelios sean formulas iniciáticas que encierran procesos para obtener el poder del alma,18 y por otro, las fuentes que poseímos nos aseguren que los evangelios no fueran escritos con interés histórico o biográfico, nada teniendo a ver con el deseo antiguo de “reconstruir” del Jesús de la Historia.19 Se nota la influencia de esta mística en el desarrollo de la llamada “Critica de la Forma”. Pasaran a analizarse los inúmeros fragmentos bíblicos y a construirse los actuales evangelios de otro punto de vista, ultrapasando así las actuales limitaciones bíblicas y confesionales de la teología dogmatica. Al reconocer las limitaciones de Jesús de la historia se penetra finalmente en la obscuridad del dogma eclesiástico y se encuentra, con simplicidad, la verdad histórica a respecto de Jesús. El nuevo Testamento no muestra interés pela “personalidad” de Jesús, ni por cualquier otra “personalidad”, pues esta palabra indica una actitud y un modo de ver las cosas contrario al cristianismo. Ni S. Pablo se interesa por el carácter humano de Jesús, basando tal afirmación e la declaración de Cor II - 5, 16.
Es cierto que algunos trechos del Nuevo Testamento nos dan la impresión de encontrarnos con una cristología que presenta a Jesús como un ser sobre-humano, sin embargo nunca totalmente divino. Jesús es siempre un Ser Humano bastante diferente de Dios y a Él Subordinado. No hay en los textos neo testamentarios nada que se pueda considerar de culto a Jesús. Cualquier cosa que Jesús tenga dicho o hecho en sus enseñanzas o en su vida, resulta de la acción de Cristo.
En el Nuevo Testamento no existe la figura de Prometeu, coadjutor de los hombres, en contraste con un Dios distante. Por eso, las dos palabras Jesús y Cristo no se pueden usar indiferentemente, y la verdadera cristología nunca dirá que Jesús era Cristo pero que Cristo estaba en Jesús. Así, el Nuevo Testamento no habla únicamente la naturaleza de Cristo, pero de su actividad, de lo que ha hecho al actuar por medio de Jesús. Otro modo pelo cual la verdad cristiana a respecto de Cristo se pueda se expresar no existe. Para nos transmitir una autentica mensaje de Cristo no es necesario que Jesús fuera Cristo.
La encarnación y la trinidad
Reformulemos ahora el trecho bíblico que más que todo pretende exprimir la convicción de que todo el progreso de la naturaleza y de la historia debe ser visto no solo en términos de “hominización”, pero también de “cristificacion”. Nos ayudará la interpretación de lo que pretende ser un panorama cósmico en términos de la moderna cosmología evolutiva. El trecho bíblico referido es evidentemente el prólogo del Evangelio de S. Juan, en la lectura de Max Heindel. Quiere esto decir que desde el principio todo estaba vivo. Esta es la interpretación bíblica del proceso de creación. La realidad total no era visible en el proceso. En la imagen del Antiguo Testamento, el espirito de Dios andaba sobre las aguas. Hasta el inorgánico debe ser interpretado, no simplemente en términos de vida, nephesh, pero en términos de espirito, ruah, del Espirito de Dios (CRC, p.262, 4 ed. (Robinson, p.154)
El espirito Santo
Por otro lado, resalta la distinción entre las personas de la trinidad basada en la definición de persona de Boecio: naturae rationabilis individua substancia. Podemos usar una analogía de tres sujetos individuales, y en este caso no existe diferencia entre la persona antigua y el sentido moderno depersonalidad. Podemos hablar de tres Personas en la más alta categoría de la unidad personal y social, pudiendo atribuir separadamente un “Yo” especial con voluntad, consciencia y contenido especial, naturalmente ligadas entre si y reunidas en el Padre en la unidad de una personalidad absoluta pudiendo, en este caso, pensarse en una tríade simétrica de tres personalidades distintas en el sentido moderno y coexistentes en una unidad superior con funciones definidamente separadas. El Concepto habla del Dios, el Padre habitando en Cristo, y del Espirito Santo concedido Cristo, designando esta tríade de personalidades distintas con funciones definidamente separadas: Padre, Hijo, Y Espirito Santo.
Cristo
Es probable que diferentes interpretaciones del problema de la trinidad sean esenciales para diferentes tipos de mentalidad. Es fácil verificar como las diferentes interpretaciones no están de acuerdo con el sentido que Max Heindel les da en el Concepto Rosacruz del Cosmos al redescubrir a la luz del pensamiento moderno, lo que la doctrina de la encarnación siempre significó en el contexto del cristianismo. Es evidente el contraste que hay entre este punto de vista y la interpretación confesional. Esta prefiere con toda la sinceridad, considerar las tres Personas en la más alta categoría de unidad personal y social. Aquél prefiere hablar de una persona de tres modos de ser, como ahora veremos.
Las tres personas son, por lo tanto, tres aspectos o modos distintos de existencia del Dios, único en sus relaciones mutuas (Baillie, p. 155). Cuando se dice Dios Tri-uno no significa que se hable en tres elementos que sean exteriores a la divinidad de Dios (lo que haría el proprio Dios un ser superior más allá de estos tres elementos, o en tres partes de Dios), pero en una persona universal en tres “modos de existencia” (Baillie, p. 164).
Cristo y Jesús
Los Siete Planes Cósmicos se interpenetran unos en los otros y a todos los siete mundos. Por este motivo, Dios y los otros grandes seres no se encuentran mucho distantes en el espacio. Ellos interpenetran todas y cada una de las partes de sus propios reinos y aun los de mayor densidad. Puede decirse, por lo tanto, que “en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser porque nadie puede existir afuera de de estas grandes inteligencias que con Su vida, interpenetran y sustentan nuestro mundo” (CRC p. 142).
Se puede decir, por lo tanto, que debido a la unicidad divina, la mente del Logos contiene en Si misma mente humana con la cual tiente una relación asimétrica, de lo que resulta una encarnación plena en todas las formas de vida inferiores. Como ensena Max Heindel en su libro “Misterios Rosacruces”, cuando se traduce correctamente la enseñanza de S. Juan, el termino Logos crea una puente que une el mundo judaico y el mundo helenístico. Del lado Judaico, traducido como “Palabra”, Logos se identifica con el medio por lo cual Dios ha creado el Universo y interactúa en la Creación. Del lado helénico, Logos pude ser traducido por “razón”. La cultura helénica se caracterizaba en esta época por una mezcla de culturas donde fluctúan pedazos de varias escuelas filosóficas. El estoicismo contribuyó con la noción de Logos para designar el principio de orden inmanente al universo, el principio de racionalidad que hacia el Universo un cosmos ordenado en vez de un caos. Por eso, en cada ser humano hay semillas del propio Logos: logoi spermatikoi.
Los teólogos contemporáneos insisten en destacar la divinidad de Jesús con base en el evangelio de S. Juan. Entre los demás trechos aducidas a favor de su tesis se hace mención a la referencia de S. Juan 10, 32 sobre “las buenas obras”. 20 Cuando Jesús, con clara intensión reveladora declara a los judíos tener realizado “buenas obras” delante de sus ojos, y les pregunta por cuál de ellas lo quieren prender (Jo 10-32), sus conterráneos de responden: “No te prendemos por tus obras, pero por la blasfemia, porque siendo un mero hombre te haces Dios” (Jo 10-33). Lo que Jesús quiere destacar en esta controversia es la identidad de actividad (como el trabajo de un artizan es igual al de su padre), aquel tipo inconfundible de obras que se pueden llamar “buenas obras”. La tesis central está en Jo 5, 17: “Mi padre vive a trabajar y así yo trabajo también”. Resalta en esta respuesta no solo el contenido del trabajo, como también la igualdad entre el trabajador Jesús e el trabajo de Dios. Se trata, por lo tanto, de una identidad de actividades que son “buenas obras”. No se pretende negar aquí ni poner en duda la divinidad de Jesús, pero de entender algo que para Juan es mucho más importante y que puede pasar desapercibido si nos distraemos en divinidad de Jesús. (Miranda, p. 230).
En todas las circunstancias referidas, S. Juan no formula la tesis de la divinidad de Jesús por que le urge más revelarnos la identidad cualitativa de las obras. Todos estos trechos dan a entender claramente la intensión de enseñar algo más que la mesíanidad de Jesús, además la tesis de S. Juan no es en ningún caso reducible a lo que nosotros entendemos por divinidad de Jesús. Estructuralmente hablando, si admitimos que en la sección construida por los versículos Jo 1, 19 – 10, 41, el primer bloque, formado por los versículos 1, 19 – 4, 45, se refiere a la proclamación de la enseñanza bíblica, entonces el segundo, que reúne los versículos 5, 1 – 10, 42, debe contener algo mucho más importante aún. Seria herméticamente equivocado y un simple perjuicio teológico, demostrativo de una acomodación de los asertos bíblicos a los cánones del perjuicioso sistema teológico eclesiástico, suponer que este algo no sea más que la divinidad de Jesús.
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