viernes, 31 de marzo de 2017

Etimología de términos iniciáticos (parte 3)


Etimología de términos iniciáticos (parte 3)

Neófito

Proviene del griego νεόφυτος (neo=nuevo, phytos=planta), es decir “nueva planta” o “retoño”, haciendo alusión a los novicios o aprendices, aquellos que recién están empezando a hollar el camino.
La comparación del proceso espiritual con el desarrollo de la planta es bastante usual, ya que la semilla es un símbolo claro de lo potencial, y su muerte es absolutamente necesaria para que nazca la nueva planta. En otras palabras, es  necesario morir para vivir, matar al “viejo hombre” para que nazca el “hombre nuevo” y, por eso, dice Juan en su Evangelio: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto”. (Juan 12:24).
La primera etapa germinal del proceso iniciático se llama “neofitado” y sus protagonistas son llamados de diversas maneras: aspirantes, aprendices, novicios o neófitos. En algunas ceremonias de iniciación tradicionales, al neófito se le entregaba simbólicamente una semilla que simboliza el talento de la parábola bíblica (Mateo 25:14-30).
¿Qué puede hacer el recién “iniciado” con esa semilla? Puede guardarla en su bolsillo y llegar hasta el grado más alto de la escuela olvidándose del crecimiento de esa semilla, o bien colocarla en tierra fértil y regarla constantemente hasta que, finalmente, la planta produzca su fruto.
La planta está ligada simbólicamente a los cuatro elementos que enmarcan la Ascesis Iniciática: Tierra, Agua, Aire y Fuego. La semilla cae en la tierra y necesita agua para germinar y salir a la superficie, subiendo por los aires con el influjo del calor del sol (fuego). Y de esta manera, la planta crecerá y dará su fruto (quintaesencia), contenedor de nuevas semillas.
Esta etapa de neofitado o aspirantado implica una “nueva inocencia” como fue llamada por Ramón Panikkar (1) y esto queda en evidencia en algunos ritos antiguos (por ejemplo, en los misterios de Cibeles) donde los nuevos iniciados eran alimentados con leche, como si fueran lactantes recién nacidos (2).


Compañero

Esta palabra procede del latín “cumpanis” (“con pan”), una alusión a “compartir el pan” o “comer del mismo pan”.
Siendo así, en una primera vuelta de llave la palabra “compañero” alude a aquellos viajeros de la antigüedad que -de manera fraternal e inegoísta- repartían su pan con otras personas que estaban recorriendo el mismo camino.
No obstante, en una segunda vuelta de llave (3) podemos recordar que la palabra “pan” quiere decir “todo” (παν), por lo cual el compañero es aquel que lo comparte todo.
El pan, por su parte, es aquella sustancia que lo contiene todo y cuando hablamos de “todo” nos tenemos que remitir (¡otra vez!) a los cuatro elementos, apreciando que toda hogaza de pan constituye una síntesis de estos elementos. ¿De qué modo? En el seno de la tierra germinan y se desarrollan las semillas del trigo, en el agua se transmuta la harina en masa, en el aire la levadura hace fermentar la masa y finalmente en el fuego el pan se cocina y se hace comestible.
Desde una perspectiva ritual, este pan “que lo contiene todo” se complementa con el vino “que lo vivifica todo” y que representa el quinto elemento (espiritual). Por eso no es raro que en inglés la palabra “spirit” también signifique “alcohol” y que en castellano hablemos de “bebidas espirituosas” (4).
En el Camino de Santiago conocí, con mis compañeros de ruta, una frase que se suele repetir una y otra vez: “con pan y vino se hace el camino”. Superficialmente observada, esta frase remite a comer y beber o bien de recorrer el sendero con sencillez, pero en su acepción más profunda nos habla de que el camino se recorre con todo nuestro ser, de manera integral, involucrando el cuerpo, la mente y el espíritu.
Una frase que resume a la perfección el sentido del compañerismo es el adagio latino “Unus pro omnibus, omnes pro uno”, inmortalizado por Alejandro Dumas en su magistral novela “Los tres mosqueteros”:
“Uno para todos y todos para Uno”

Este artículo es el tercero de la serie sobre la etimología de algunos términos vinculados a la Tradición Iniciática. Desde aquí puedes acceder a la parte 1 y a la parte 2.

Notas del texto

(1) Panikkar, Raimon: “La nueva inocencia”
(2) Frazer, James: “La Rama Dorada”. Cita: “Durante algún tiempo después de su renacimiento, [al novicio] se le mantenía a dieta de leche como a un recién nacido”(3) Esta segunda vuelta de llave carece de fundamento etimológico y debo admitir que se trata más bien de un juego de palabras con la palabra “pan”.
(4) La creencia popular indica que las bebidas espirituosas se llaman así porque “alegran el espíritu” pero, en verdad, su nombre alude al “vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores” (Diccionario de la Real Academia), que es el etanol o el “espíritu” de las bebidas alcohólicas.
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jueves, 30 de marzo de 2017

Cuento espiritual: Los tres filtros de Sócrates



Cuento espiritual: Los tres filtros de Sócrates


Un discípulo llegó ante Sócrates y le dijo:

– Sócrates, ¿sabes lo último que se comenta en el mercado?
– Espera… antes de contarme ese cuento… ¿lo has pasado por los tres filtros?
– ¿Tres filtros?
– Sí, los tres filtros. El primero es el de la verdad. ¿Te has asegurado de que todo lo que vas decirme es verídico?
– Bueno, yo lo he escuchado a los hombres del mercado y…
– De acuerdo. ¿Y lo has pasado por el segundo filtro? Este es el de la bondad. ¿Es bueno para alguien tu comentario?
– Pues no, más bien al contrario…
– Probemos entonces el tercer filtro: ¿es al menos útil lo que deseas comunicar?
– Nada de eso.
– Pues bien –dijo finalmente el sabio- si lo que tienes que decirme no es verdadero, ni bueno, ni útil, ¿para qué quieres contármelo?
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miércoles, 29 de marzo de 2017

Cuento espiritual: Los tres picapedreros



Cuento espiritual: Los tres picapedreros

En una ocasión, un caminante se encontró un grupo de picapedreros, ocupados en la construcción de un edificio y quiso saber en qué obra estaban trabajando.

Preguntó al primer obrero y este le respondió: “¿No ves? Pico piedra”.

No conforme con la respuesta, interrogó al segundo albañil y este dijo con sinceridad: “Me gano el pan”.

Por último, decidió preguntar al tercer trabajador y este dijo con orgullo: “Construyo una catedral”.


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martes, 28 de marzo de 2017

¿Qué es la Sociedad Primordial?



¿Qué es la Sociedad Primordial?
Recibimos la pregunta de David C. de España: “He leído muchas veces en vuestros escritos la referencia a una “sociedad primordial” y a una edad de oro de la humanidad, pero no alcanzo a entender cómo puede concordar esto con la idea de un hombre primitivo. ¿Qué es exactamente esa sociedad primordial?”
La Tradición Perenne nos habla de una Edad de Oro, de una humanidad primordial indisolublemente ligada a los dioses, viviendo en armonía con la naturaleza y sus semejantes.
La hipótesis de los esoteristas, tomada de los mitos universales, incluye una sociedad primordial, con una lengua primigenia, bautizada por las vertientes judeo-cristianas como “lingua adamica”, es decir un medio de comunicación originario que –de acuerdo con las fuentes bíblicas– se habría perdido con la confusión de lenguas en Babel.
Esta comunidad arcaica (común unidad humana o sociedad primordial) congregada en torno al “axis mundi” (1) es la cuna de las antiguas escuelas mistéricas congregadas en torno a una Doctrina-Madre, y en ella pueden encontrarse las raíces de todas las tradiciones religiosas. Todas las mitologías nos remiten a esta época esplendorosa, dorada y primordial.
Este centro primigenio, anterior a Grecia, Egipto, Atlántida y Lemuria, muchas veces se denomina “Hiperbórea” y se relaciona con las dos primeras razas-raíces que cita la Teosofía Blavatskiana, las cuales no tenían manifestación física. Por esta razón, es vana la labor de los historiadores y arqueólogos para encontrar vestigios del esplendor hiperbóreo. Al no existir restos materiales ni fuentes originales escritas, tampoco es posible hablar de “historia” y en ocasiones, al referirnos a esta época primordial es preferible hablar de algo “supra-histórico”, aunque tampoco sería errado considerarla una proto-historia o una verdadera pre-historia.
Al no acceder a restos que puedan medirse, pesarse y clasificarse, la historia oficial descarta la posibilidad de una pretérita “edad de oro”, por lo cual las fuentes para el estudio de este centro primario deberán ser el mito, el folklore y la tradición.
Para los investigadores profanos, el mito es una fantasía o una simple falacia que usan los pueblos ignorantes para explicar lo inexplicable. Más allá de esto, para quienes desean investigar más allá de lo evidente, el mito debe considerarse como una verdad metafísica o trascendente, algo que no debe interpretarse en forma literal pero que –sin embargo– es cierto.
¿Qué podemos sacar en limpio de la mitología comparada con respecto a esta edad dorada y primordial? Como punto de partida y a modo de resumen, puede sostenerse:
a) La existencia de un orden arquetípico, ligado a los ciclos de la naturaleza y donde el ser humano está íntimamente relacionado a los dioses.
b) El carácter andrógino y metafísico de la humanidad primigenia.
c) La necesidad de un medio de comunicación primigenio común a todo el género humano, también conocido como “lingua adamica” o “lenguaje de los pájaros”.
d) El fin de esa época paradisíaca mediante una ruptura o una precipitación a la materia, en un evento conocido como “la caída”. Esta separación y el alejamiento gradual de este centro primordial origina una “nostalgia” del paraíso perdido que en la estructura del viaje del héroe puede ligarse con la “llamada”.
e) La existencia de una sola casta o varna original: Hamsa, llamada también “ativarna”, más allá del color o sin color.
f) La subordinación primaria de toda labor humana a arquetipos divinos y en función de la imitación de los dioses, no simplemente como un medio de supervivencia.
Todas las tradiciones hablan de un estado original del ser humano que debe ser recuperado, una re-integración, que supone el retorno a esa armonía arquetípica y a la conformación de una Fraternidad Universal supra-individual, mediante la “restauración de la sociedad primordial”.
Las fuentes tradicionales hablan de un tiempo cíclico y también aseguran que estamos en los últimos tiempos del Kali-Yuga (Edad de Hierro), por lo cual puede esperarse un regreso a la edad de oro o Satya-Yuga (Satya=Ser, Verdad) en los próximos 50, 100 ó 500 años. Sería absurdo estipular una fecha exacta cuando las cifras que manejan las escrituras sagradas siempre son simbólicas. Lo que sí es cierto es que esta humanidad alejada de su propósito aún no ha tocado fondo y esa es una condición para que comience a clarear.
Al período final del Kali-Yuga e inicio del Satya-Yuga le hemos llamado “período Z”, atendiendo a la forma geométrica de la letra Z, donde se observa una energía que ingresa y una energía que se retira, Satya que avanza y Kali que retrocede. Al no poder determinar exactamente en qué parte del proceso estamos y cuánto tiempo durará este coletazo final de la edad de hierro, podemos pensar en una “Z” más alargada o en una más corta (ver imagen). No podemos determinar en qué parte de esta transición nos encontramos pero sí es notorio que –aunque el materialismo parezca contaminarlo todo– por doquier se están conformando núcleos de resistencia, pequeñas células donde se trabaja conscientemente para un mundo nuevo y mejor.
El lector puede interpretar estas enseñanzas como una realidad histórica, como una fantasía repetida por doquier o simplemente como una hipótesis, eso no es tan importante. Lo realmente valioso es que –detrás de ella– hay un concepto escondido que es de capital importancia: hay otro mundo posible, una alternativa válida a este “sálvese quien pueda” en el que estamos inmersos.
Si podemos concebirlo, podemos construirlo.

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Silencio en la catedral


Silencio en la catedral

Un niño armaba un enorme edificio con su Lego cuando su padre entró en el cuarto.

– ¿Qué estás construyendo, hijo?

– Shhh, papá. Estoy armando una catedral.

El padre, conmovido por el respeto del niño, quiso saber y preguntó: “¿Y por qué debemos hacer silencio en la catedral?”.

– Porque la gente está profundamente dormida.


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domingo, 26 de marzo de 2017

Renacer en primavera


Renacer en primavera

El hombre primordial vivía en íntima comunión con el cosmos y en la contemplación serena de los astros del cielo comprendió las leyes del Universo.
A través de la paciente observación de los planetas y las estrellas, los sabios de la antigüedad descubrieron la existencia de ciclos y ritmos cósmicos, comprobando experimentalmente que éstos influían en su propia vida. La disciplina que se ocupó por el estudio sistemático de las correspondencias entre el Cielo y la Tierra se llamó “astrología”, la cual tenía como punto de partida el axioma arcaico: “Así como es arriba es abajo”, corazón de todo el pensamiento hermético.
El eje de la disciplina astrológica es el zodíaco, que etimológicamente proviene del griego: zoe=vida y diakos=rueda. El zodíaco es la rueda de la vida, aunque la palabra “zoe” también puede vincularse con el vocablo “zoon” (animal), lo cual se comprende al repasar la forma simbólica de los doce signos zodiacales.
Desde una perspectiva simbólica, el zodíaco es una franja, un camino por donde –aparentemente– el Sol se desplaza y pasa por doce estaciones, cada una de ellas asociada a un desafío u obstáculo que debe franquearse. Esto queda en evidencia al hacer un repaso de los mitos solares, especialmente el de Hércules. Siendo así, no es extraño que en las tradiciones iniciáticas se conciba al Sol como un “noble viajero” que debe recorrer los cielos a lo largo del año pasando por diferentes pruebas de las que siempre termina saliendo victorioso.
En este tránsito anual del Sol hay cuatro etapas marcantes: dos solsticios y dos equinoccios.
“Solsticio” es una palabra que proviene del latín “solstitium” (sol sistere, sol quieto) y se relaciona con la posición del sol en el Ecuador Celeste. Los solsticios son provocados por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita, y en esos momentos del año, el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo.
“Equinoccio” también proviene del latín “aequinoctium” y significa “noche igual”.
En las fechas equinocciales (marzo y septiembre), el día dura lo mismo que la noche en todos los lugares del globo.
La puerta primaveral

Los pueblos de todo el mundo han considerado a los equinoccios como “hitos” o “puertas” del tránsito solar, destacando especialmente el equinoccio de primavera, donde tradicionalmente se celebra la victoria sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas, es decir donde se produce un re-nacimiento de la vida, tras el frío y oscuro invierno.
El “noble viajero” terrestre (el discípulo) en su rol de “héroe solar” se identifica plenamente con el luminoso viajero del firmamento, entendiendo la vía iniciática como un reflejo de la senda zodiacal y vinculando las cuatro puertas estacionales con las cuatro iniciaciones de los misterios menores, a saber:
Nigredo (Tierra): Invierno
Albedo (Agua): Primavera
Citrinitas (Aire): Verano
Rubedo (Fuego): Otoño
En el hemisferio sur, el 21 de septiembre se festeja la entrada triunfal del sol, la victoria de la luz bajo el lema iniciático: “Post Tenebras Lux”. En relación con el ser humano, y como consecuencia de este magnífico triunfo, el hombre se purifica y se viste con una “túnica luminosa”, luego del descenso a las profundidades de la tierra, en la etapa del nigredo. Así como el sol ha finalizado una etapa en los cielos y empezado una nueva, del mismo modo el “noble caminante” (“homo viator”) ha cumplido una etapa necesaria hacia la iluminación.
Esta es la primera interpretación del rico simbolismo de la primavera, asociada con el segundo hito del Sendero, el Albedo, la vida plena que llega después de la muerte. Sin embargo, como bien sabemos, cada símbolo tradicional puede ser contemplado desde múltiples puntos de vista y en vinculación con diferentes claves de interpretación.
La segunda connotación simbólica de la primavera alude a la Iniciación misma y a un místico “jardín secreto” que circunvala el “axis mundi” (el eje primordial) donde tradicionalmente se sitúa un manantial de aguas vitales (la fuente del elixir de la eterna juventud). Muchas veces esta fuente se sustituye por una dama que sostiene una copa o grial, pero siempre se alude a la bienaventuranza, la juventud y la lozanía que supone la existencia en torno al centro.
Este jardín secreto, pletórico de flores multicolores y exhuberante vegetación, nos recuerda al paraíso perdido o al Edén, donde –según cuentan las fuentes clásicas– siempre es primavera. Dicho de otro modo, en el centro –donde los opuestos se re-unen y alcanzan la armonía– existe una vida plena permanente y que no está supeditada al devenir y la decrepitud.
En ese emplazamiento central casi siempre aparece una figura femenina que es conocida como la “Dama del Laberinto”, la cual hace entrega al caballero victorioso de una corona de laurel, la cual representa el triunfo final.
La Dama del Laberinto o la Señora del Grial también es reconocida como la “reina de la primavera” y así aparece en muchas tradiciones folklóricas del norte, donde –en plena estación primaveral– se decoran árboles, se confeccionan guirnaldas florales, se extienden lazos multicolores y se realizan danzas en torno a un “palo de mayo” que actúa como puente entre el cielo y la tierra.
El “palo de mayo” es un poste o un tótem engalanado o “florecido” que simboliza el árbol de la vida o “axis mundi”. En algunos países cristianos, el “palo de mayo” es sustituido con una “cruz de mayo”. En Paraguay esta cruz ornamentada es llamada “kurusu jegua”, símbolo de la vida y la esperanza, y se decora con panes de chipas colgantes (chipa jepo´o), los cuales son repartidos al final de la ceremonia entre los participantes.
El regreso de la primavera es el retorno de la vida, una celebración en honor de la Divina Madre, de la Tierra fértil, de la Pachamama, por la acción vivificante del Padre-Sol.
En el hemisferio norte las fiestas primaverales se celebran en mayo, e incluso el nombre del mes procede de la diosa romana “Maya” o “Maia”, relacionada con la fecundidad y el despertar de la naturaleza en primavera.
La Divina Madre

La fertilidad de la Diosa Madre también puede observarse en el tercer arcano del Tarot: la emperatriz, que viste ropas holgadas, lo cual nos sugiere que está encinta, a punto de concebir. La escena está decorada con trigo, el cual era usado habitualmente en las antiguas celebraciones de la diosa Demeter o Ceres (diosa de la fecundidad de la cual deriva la palabra “cereal”).
Si atendemos al nombre “Madre” en diferentes idiomas, veremos que existe un denominador común en casi todos: la letra M: Madre (castellano), Mere (francés), Muther (alemán), Mother (inglés), Maa-ji (Indi), Mamma (italiano), Mãe (portugués), Moeder (holandés), etc.
Podríamos pensar que la similitud de estos vocablos es pura coincidencia, pero si atendemos el origen de la misma letra “M” descubriremos que ésta significa “movimiento de agua”. Blavatsky dice que la “M”: “es una letra mística en todos los idiomas, orientales y occidentales, y es un signo que representa las ondas del agua, de este modo . Tanto en el esoterismo ario como en el semítico esta letra ha simbolizado siempre las aguas”. (1)
Chevalier es claro al señalar que: “Sin ceder a la homofonía [especialmente clara en el catalán (mar-mare) y en el francés (mer-mere)], se puede decir, sin embargo, que el simbolismo de la madre se relaciona con el de la mar, como también con el de la tierra, en el sentido que una y otra son otros tantos receptáculos y matrices de la vida. El mar y la tierra son símbolos del cuerpo maternal”. (2)
Atendiendo a esto, debemos recordar la relación de los cuatro elementos con los dos polos:
Tierra y Agua = femeninos
Aire y Fuego = masculinos
Y también se hace necesario recordar las tres oposiciones: Primaria: Madre Tierra – Padre Cielo, Secundaria: Luna – Sol, Terciaria: Venus – Marte
Y así como es arriba es abajo: en el mundo manifestado estos dos polos aparecen como masculino-femenino, macho-hembra, hombre-mujer, y toda “Reina de la Primavera” (o “Reina de Mayo”) necesita ser acompañada de un “Rey de Mayo”, protagonizando juntos una boda espiritual o matrimonio alquímico a fin de que los opuestos sean armonizados (la “coincidentia opositorum” de los alquimistas) y sean generadores de vida. (3)
La mayoría de las tradiciones primaverales proceden del hemisferio norte y están ligadas, por lo tanto, al signo zodiacal de Aries. De acuerdo con Fermín Vale Amesti, “el Signo de Aries representa muy bien la Iniciación, [y] es por lo tanto, perfectamente comprensible el hecho bien poco conocido, de que las Iniciaciones en las Escuelas Tradicionales de Misterios, comienzan las Iniciaciones el 21 de Marzo de cada año; es decir, a partir de la entrada del Sol en el Signo de Aries, en pleno Equinoccio de Primavera” (4).
Con respecto a este vínculo que señala el reconocido masón venezolano, debemos destacar que los griegos relacionaban cada estación con un dios y la primavera estaba consagrada a Hermes, que también era mostrado como pastor de ovejas o “Hermes Crioforo” (5).
El cristianismo sustituyó a Hermes por Cristo pero mantuvo el concepto de “buen pastor” y, en este sentido, muchos de los grandes avataras han sido representados como pastores-iniciadores (Mahoma, Krishna, etc.).
Conclusión
Entonces, volviendo al principio, desde una perspectiva simbólica, interna y vivencial, en otras palabras: esotérica, ¿qué es la primavera?
Es un tiempo propicio para disfrutar de la vida al aire libre, para celebrar el milagro de la vida y comprometernos con el cuidado de la Madre Tierra
Es un tiempo oportuno para reconocer los atributos del Padre Sol en nosotros mismos, encarnando en nuestras acciones la Luz, la Vida y el Amor.
La primavera nos invita a la creación y al gozo. Es un tiempo para la poesía, para la danza, para el canto, para recorrer laberintos, para pintar mandalas, para recordar-nos como “nobles viajeros” y para dar gracias por estar vivos.

Fuentes bibliográficas
(1) Blavatsky, Helena: “La Doctrina Secreta”, II.
(2) Chevalier, Jean: “Diccionario de los símbolos”
(3) Dice “El Kybalión”: “La generación existe por doquier. Todo tiene sus principios masculino y femenino. La generación se mantiene en todos los planos”.
(4) Vale Amesti, Fermín: “Comentarios sobre el equinoccio de primavera”
(5) Véase Chevalier, Jean: op. cit. : “La primavera está consagrada a Hermes, el mensajero de los dioses; el verano a Apolo, el dios solar; el otoño a Dionisos, dios de la vendimia; y el invierno a Hefaistos, dios de las artes del fuego y de los metales”.


La Reina de Mayo


Danza moderna en torno a un palo de mayo donde puede apreciarse a la Reina de Mayo.


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sábado, 25 de marzo de 2017

Respirar juntos

Respirar juntos

Somos constructores de una magna obra. Estamos convencidos de la grandeza de los antiguos y seguimos con honor sus nobles ideales inspirados en la Tradición Primordial.

Somos eslabones de una cadena de oro, fuerte, luminosa, engarzada directamente con Hermes, Buddha, Quetzalcóatl, Vyasa y Melquisedec, reconociendo en este insigne linaje la pureza de la Fuente primigenia.

Somos herederos de un conocimiento secreto, conservado con devoción por los iniciados de todos los tiempos.

Somos trabajadores de la luz y con humildad y respeto depositamos el fruto de nuestra labor a los pies de los Maestros de Sabiduría.

Somos pocos, sí, pero también somos entusiastas y fieles a nuestro propósito más alto. En una sociedad hostil a los ideales trascendentes, nos vemos obligados a camuflarnos y resistir ante la intolerancia.

En esta inferioridad de condiciones, es necesario que los nobles viajeros del Sendero Eterno nos re-conozcamos, nos re-unamos y conspiremos (*), para “respirar juntos” a fin de que la ley se cumpla y el ciclo de oscuridad se cierre.

Es necesario conspirar para que todos los hombres puedan reconocer la chispa divina que brilla en su interior, para que la Fraternidad Universal sea proclamada, sin distinciones de razas, sexos, clases sociales, nacionalidades, opciones políticas u orientaciones sexuales, amando y respetando la vida en todas sus manifestaciones.

Es necesario conspirar para restaurar la unidad perdida, para que los opuestos sean armonizados y que la humanidad halle la más alta perfección y la más pura felicidad.

Es necesario conspirar para que los tres atributos de la divinidad (Luz, Vida, Amor) se manifiesten en el mundo, convirtiéndonos nosotros mismos en soldados de la Luz, de la Vida y del Amor, canales conscientes de lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero, constructores de la cuarta mesa del Grial.


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viernes, 24 de marzo de 2017

Sawu Bona


Sawu Bona

En la recordada película “Avatar”, los Na’vi se saludaban entre sí diciendo: “te veo”, estableciendo un vínculo íntimo más allá de lo visible. Este saludo cordial –de corazón a corazón– no es un invento hollywoodense sino que se basó en la tradicional filosofía africana “ubuntu”, donde existe una salutación convencional entre los zulúes: “Sawu bona”, que significa “Te veo”, ante lo cual se contesta “Sikkhona” (“estoy aquí”).

“Ubuntu” significa “Yo soy lo que soy en función de lo que todos somos” y por esto, en esta corriente filosófica sudafricana se enfatiza la idea de “Comunidad” (común unidad). Si hacemos las conexiones entre el “Sawu bona” y la filosofía que lo sustenta, el Ubuntu, podríamos concluir que el saludo quiere decir: “Te veo y me ves. Y, juntos, somos”.

Es posible realizar un paralelismo con la reverencia de los indos: “Namasté” o “Namaskar” que significa: “lo divino en mí reverencia a lo divino en ti”, donde queda patente –una vez más– la idea tradicional: “puedo verte más allá de lo evidente”. Puedo percibir tu esencia, tu verdadera naturaleza y al decírtelo, te recuerdo lo que eres (1).

Y esto se refleja en varios saludos tradicionales, que nos recuerdan lo que somos en realidad: almas espirituales peregrinando de vuelta a casa. Pero no estamos solos, porque todos constituimos una “común unidad” y somos uno.

¡Qué importante es ver! ¡Qué fundamental es despertar, sacarnos las telarañas de los ojos y reconocer que los otros no son los otros sino que todos constituimos una unidad!

La Fraternidad Universal no es una mera aspiración ni un sueño utópico sino una Ley de la Naturaleza y nosotros –inmersos en una sociedad que promueve la competencia y el extremo individualismo– no llegamos a darnos cuenta y establecemos barreras de todo tipo: raciales, sexuales, religiosas, de clase, de casta, de credo, etc. Nos hemos convencido de que el mundo es un globo con países pintaditos de colores diferentes –como el mapamundi escolar– en lugar de visualizarlo como un gigantesco ser vivo.

No obstante, ¿es posible plasmar en el mundo el ideal de la Fraternidad Universal? O, en otras palabras, ¿de qué manera la humanidad dormida comprenderá el significado último de esto? La única manera de construir un mundo nuevo y mejor cimentado en la Fraternidad Universal y la Unidad en la Diversidad es a través de una re-evolución silenciosa, de una conspiración de los nobles de corazón que deberán formar –sí o sí– “núcleos de la Fraternidad Universal”, una vanguardia de oro en una edad de hierro.

Esta idea no es nueva. El concepto original de “logia” tiene la misma connotación, pues procede del vocablo sánscrito “loka” que significa “mundo”, “universo” o “cosmos” (2), significando esto “un cosmos en miniatura”, un emplazamiento ordenado y sagrado en medio de la confusión y el caos profano.

Al fundar la Sociedad Teosófica, Helena Blavatsky priorizó la implantación de estos “núcleos”, estableciendo como el primer objetivo de su institución: “Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, creencia, sexo, casta ni color”.

Pero, ¿qué es exactamente un núcleo? Etimológicamente la palabra “núcleo” significa “centro de la nuez” (nux, nucleus), es decir el corazón de la semilla de la cual deberá nacer un nuevo árbol. Siendo así, todo núcleo es un punto de partida (3). Y si decimos que es necesario establecer “núcleos de la fraternidad universal” estamos afirmando que es necesario plantar semillas que germinen y crezcan a fin de que se afiance el ideal iniciático, indisolublemente ligado a la Fraternidad Universal.

La piedra basal de estos núcleos sinérgicos de la Fraternidad Universal deberá ser el Amor Consciente, enunciado en todas las tradiciones en forma de la “regla de oro”, que reza: “Trata al prójimo del mismo modo en el que quisieras ser tratado” o “Ama al prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31).

Y aún, por encima de esto, es de capital importancia insistir en que el prójimo no es el prójimo y que –desde una perspectiva espiritual– no existen ni el “yo” ni el “tú” sino el “nosotros”, una Unidad ultérrima más allá de lo evidente.
Mantengamos la unidad.

Notas del texto

(1) También podemos citar aquí el saludo hawaiiano de “aloha” que significa “aliento de vida”, por lo cual al decir “Aloha” estamos enviando y recibiendo energía positiva. Esta es la esencia del “espíritu aloha” de los habitantes de Hawaii y, como tal, fue redactado en forma de ley en el año 1986. La misma señala: “Aloha significa aprecio, afecto mutuo y calidez en ser atentos con los demás sin esperar nada a cambio. Aloha es la esencia de las relaciones en las cuales cada persona es importante para la existencia colectiva”.
(2) Para algunos autores, el origen etimológico de “logia” vendría de la palabra griega “logos”.
(3) En las células, el núcleo es considerado el centro de control y lo mismo ocurre con el núcleo atómico. Por esto, en la filosofía esotérica se equipara al núcleo con el primer logos: Voluntad-Ley.


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jueves, 23 de marzo de 2017

¿Ser buenos o ser conscientes?


¿Ser buenos o ser conscientes?

“El que no junta desparrama” (Lucas 11:23)

Hace pocos días atrás, dialogaba con una Hermana sobre la crisis mundial y ella me aseguraba que –aunque la situación es bastante alarmante– hay “mucha gente buena en el mundo”.

Esto es verdad: en nuestro planeta hay mucha gente “buena”. Sin embargo, para que la humanidad encuentre su propósito y pueda construir una sociedad con parámetros trascendentes se necesitan seres humanos que –además de buenos– sean conscientes.

Una persona “buena” que no hace el bien no es tan “buena”, porque la pasividad y la apatía son las herramientas más efectivas de las potencias tenebrosas. En verdad, toda acción (o inacción) que coopere en la perpetuación de este modelo insano debe ser considerada como un freno y un estorbo para la transformación humana.

Edmund Burke dijo una vez: “Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada”. Aquellos que guardan silencio ante la iniquidad, prefiriendo mantenerse neutrales ante el avance de la corrupción y el desastre ambiental son cómplices de las fuerzas destructivas, aunque en su vida cotidiana mantengan una fachada de bondad y una actitud santurrona.

El mayor peligro de la “bondad” es que ésta fácilmente se convierta en mera conformidad y que acepte como “normales” cosas que no lo son. Los prisioneros del relato platónico de la caverna no parecen ser malos, pero su inacción e inconsciencia son las que mantienen el “statu quo”, avalando con su tibieza el poder de los amos de la caverna.

Conozco muchas personas “buenas”, que paradójicamente son racistas, homofóbicas, nacionalistas o contaminadoras del medio ambiente, contradiciendo con sus acciones inconscientes la ley más importante: la Fraternidad Universal, que ha sido enunciada por los antiguos como “Todos somos Uno”.

Para la gestación de una nueva humanidad, necesitamos agentes transformadores del mundo: personas buenas y conscientes, practicantes de la recta acción, con sus esfuerzos vitales alineados a lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero.

Esta sociedad mejor nacerá solamente a través de la acción consciente, desinteresada y amorosa de los hombres despiertos del nuevo tiempo.

Allá vamos… hacia un mundo nuevo y mejor, gestado con Acción, Conciencia y Amor.


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Aterrizando el conocimiento



Aterrizando el conocimiento

Uno de los problemas más usuales al que se enfrentan todas aquellas personas que intentan adentrarse en el camino iniciático es el “aterrizaje” del conocimiento trascendente a la cotidianidad, el pasaje de la teoría a la práctica, del símbolo a la vivencia plena. De nada sirve conocer al dedillo todas las enseñanzas y postulados de la Filosofía Perenne si no estamos dispuestos a abandonar el viejo hombre (palaios anthropos) y vestirnos con los ropajes del “hombre nuevo” (neos anthropos).

Aceptar la validez de los enunciados de la Filosofía Iniciática no basta porque la mayoría de las veces lo único que hacemos es sustituir un conjunto de creencias por otro conjunto de creencias, cuando lo importante es dejar atrás la mera creencia, la aceptación ciega de conceptos que “querríamos” que fuesen ciertos.

Pasar a la acción. Esa es la única forma de transitar el camino conscientemente. Pero, ¡ojo! pasar a la acción no quiere decir “hacer muchas cosas”. Existe una diferencia sutil entre la recta acción y el mero activismo.

La recta acción está íntimamente ligada al propósito existencial y al verdadero sentido del “sacrificio”, la sacralización consciente de toda nuestra existencia, de todas nuestras acciones por pequeñas que sean. En otras palabras, todas las cosas que realices en tu día a día deben estar alineadas a tu propósito y en función de lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo Verdadero.

Por lo tanto: practica, practica, practica, pero no practiques a lo loco. Ordénate, traza una estrategia (de eso trata el módulo “Propósito y Proyecto” del Programa OPI) y subordina todos tus actos cotidianos a la recta acción.

Yo siempre insisto en que toda la Filosofía Iniciática puede resumirse en cuatro palabras: “Hazte lo que eres”. Nada más. Todas las demás enseñanzas complementan y giran en torno a ese concepto fundamental.

El aterrizaje del conocimiento a la vivencia diaria también puede ser sintetizado al máximo con una sola palabrita: “Hábitos”.

La Ascesis Iniciática está fundamentada en la transmutación de nuestros hábitos, de la mejor manera de contrarrestar los venenos de los dragones de los cuatro elementos con poderosos antídotos. Si no estamos dispuestos a modificar nuestros hábitos, no estamos dispuestos a recorrer el camino iniciático. Así de simple.

Y esta Ascesis que practicamos tiene cuatro áreas básicas (1):

Tierra – Dragón basilisco – Equilibrio físico – Corporalidad – Hábitos físicos

Agua – Serpiente escamosa – Equilibrio pránico – Vitalidad – Hábitos energéticos

Aire – Dragón alado – Equilibrio emocional – Afectividad – Hábitos emocionales

Fuego – Bestia de fuego – Equilibrio mental – Concentración – Hábitos mentales



Estas cuatro áreas se complementan con una quinta, asociada al elemento Éter y al desarrollo espiritual, y todas ellas delimitan y conforman la llamada “Ascesis Iniciática” que es integral y que abarca absolutamente todos los aspectos del ser humano.

En sintonía con esto, hay pequeños hábitos sencillos, simples, hasta “tontos” podrían decir algunos, que nos permiten ir mejorando en varios aspectos de nuestra vida. Entre ellos, he elegido cuatro que cualquier persona puede incorporar y que son un buen comienzo para fortalecer nuestra voluntad y disciplinarnos en el día a día:

* Sal a caminar durante una hora cada día. Mediante este ejercicio sencillo, y a la vez muy completo, podrás trabajar al mismo tiempo el cuerpo físico, el cuerpo vital y sobre todo la mente. Los estudios sobre los múltiples beneficios de las caminatas son contundentes.

* Destina un espacio a tus prácticas introspectivas (concentración, meditación, estudio, vocalización), intentando establecer diariamente una “hora mágica”, 60 minutos dedicados al trabajo interno.

* Revisa tus metas y tu declaración de misión. Si no has escrito tus metas personales, deberías empezar hoy mismo, teniendo en cuenta que toda meta que nos tracemos deberá estar sujeta al acrónimo R.E.M.A.R., es decir que debe ser Relevante, Específica, Medible, Alcanzable y Recompensante.(Véase el módulo “Propósito y Proyecto” del Programa OPI)

* Bebe 2-3 litros de agua, un hábito tan sencillo pero fundamental que muchas veces obviamos. Además de hidratarnos, beber agua nos obliga a establecer una rutina y a ser constantes.

“¡Esto no tiene nada de iniciático!”, exclamarán con horror los puristas que viven encorsetados en la dicotomía sagrado-profano. Pues bien, he aquí un secreto que voy a revelar: “En nuestra vida: o todo es sagrado o todo es profano”. No puede haber medias tintas. Cuando contemplamos a la vida como una escuela, todo lo que nos pasa, todo lo que hacemos, la gente que llega a nosotros, ¡todo! está íntimamente ligado a ese aprendizaje, a ese proceso interior que llamamos “iniciático”.

Cuando una persona “iniciada” habla de su “trabajo profano” al referirse a su profesión o su oficio significa que entendió muy poco el sentido de su “iniciación”.

Por esto, es necesario advertir a los puristas que el camino iniciático no puede divorciarse de nuestra vida cotidiana y que cuando empezamos a hollarlo con conciencia empezamos a notar que no hay nada que le sea ajeno. Como dicen los budistas: “Incluso pelando papas estamos practicando el Dharma”.

Volvamos a los hábitos a los que me estaba refiriendo. En definitiva: si no puedes caminar una hora al día, si no puedes destinar un espacio diario a practicar y estudiar (¡al menos 20 minutos!), si no tienes metas escritas y si no puedes hacer algo tan sencillo como hidratarte correctamente… ¿cómo vas a adquirir hábitos más complejos?

Si crees que estás estancado o no tienes idea qué rumbo tomar, prueba empezando con esos cuatro hábitos sencillísimos. ¿O no tan sencillos?

Concordancia

“El misterio tiene lugar en la estación del ferrocarril” (Josef Beauys)

“La meta está en la plaza del mercado” (Aforismo taoísta)

“Cuando llega el hambre, como mi arroz; cuando llega el sueño, cierro mis ojos. Los necios se ríen de mí, pero los sabios entienden” (Linji Yixuan)

“Descalzo y con el pecho desnudo, me mezclo con la gente del mundo. Mi ropa está remendada y cubierta de polvo, y soy más dichoso que nunca. No uso magia para alargar mi vida, pero ahora, ante mí, los árboles marchitos se cubren de flores”. (Kakuan)

“¡Qué maravilla! Parto leña, acarreo agua” (Pang el seglar)


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miércoles, 22 de marzo de 2017

Simbolismo Iniciático del Patito Feo




Simbolismo Iniciático del Patito Feo

En 1844, el escritor danés Hans Christian Andersen, escribió su cuento clásico “El patito feo”, donde contó la historia de un cisne que nace y se cría entre patos, inmerso en una realidad hostil donde es menospreciado y rechazado por ser diferente a los demás.

Cansado de las burlas de sus hermanos patos, el patito feo decidió abandonar el corral y viajó al pantano, donde protagonizó varias aventuras peligrosas. Permaneció lejos de su hogar durante todo el crudo invierno hasta que, al llegar la primavera, se acercó a un lago para beber agua fresca. Al observar su imagen reflejada en las aguas calmas, comprobó con sorpresa que ya no era un pajarraco gris y feo sino que se había transformado en un ave hermosa de blanquísimo plumaje. En ese momento, una bandada de cisnes que volaba por las inmediaciones, observó al solitario aventurero, se acercó a él y en ese momento el patito feo conoció su verdadera identidad.

Feliz por el grato descubrimiento, el nuevo cisne voló muy lejos de los parajes donde había sido despreciado y humillado, convirtiéndose en poco tiempo en el cisne más hermoso de la bandada.

La vía heroica

Si seguimos el esquema del “mito del héroe” o monomito, desarrollado largamente por Joseph Campbell, podremos reconocer en el cuento del patito feo, diversos eventos heroicos que nos llevan al descubrimiento del sentido oculto del relato tradicional:

a) Todas las historias heroicas comienzan mostrando al protagonista en un entorno que no es el propio donde lleva una vida desgraciada y llena de frustraciones (el corral como el “mundo ordinario” o “profano”).

b) El protagonista desconoce su origen noble y las personas que lo han criado no son sus verdaderos padres.

c) Las potencialidades del protagonista son desperdiciadas por ignorancia de su propósito existencial, del mismo modo que los seres humanos que –ciegos a su identidad trascendente– no recuerdan que son divinos por naturaleza.

d) El héroe (el Alma) debe superar diversas pruebas a lo largo de un viaje peligroso que lo guiará al auto-descubrimiento.

Los patos y los cisnes representan dos tendencias que conviven dentro de nosotros y que en Oriente se llaman Vidya (sabiduría) y Avidya (ignorancia): una nos impulsa a lo alto y otra nos arrastra a la materia (1). En el cuento de Andersen, los patos son los profanos, inconscientes, adaptados al mundo ordinario, sin riesgos y limitándose a comer, dormir, trabajar, reproducirse y entretenerse, mientras que los cisnes, por el contrario, simbolizan la vida espiritual, la resistencia a una existencia materialista, fuera de los patrones y condicionamientos sociales.

Aunque el mundo profano advierte con el bombardeo publicitario: “Sé un pato obediente. No te arriesgues ni hagas locuras”, los iniciados de todos los tiempos han dejado indicaciones muy claras: “Lo que el mundo desecha, recógelo. Lo que el mundo hace, no lo hagas; en todas las cosas camina en dirección contraria al mundo. Así te aproximarás a lo que estás buscando”. (2) Por eso, la vía discipular es contracorriente, ascendente y doble: pues implica una transformación interna y externa, el cambio individual para ser un agente transformador de la comunidad toda.



El traje luminoso

En todas las culturas, el cisne blanco representa la luz, la pureza y la elegancia, y según Chevalier: “su blancura, poder y gracia lo presentan como una viva epifanía de la luz”. (3)

Max Heindel, por su parte, asocia al cisne con la Iniciación: “El cisne puede moverse en varios elementos. Puede volar en el aire con gran velocidad; puede pasearse majestuosamente sobre el agua y por medio de su largo cuello puede explorar las profundidades e investigar lo que haya en el fondo de un lago no demasiado profundo. Es por consiguiente, un símbolo muy apropiado del Iniciado, quien, por el poder desarrollado dentro de sí mismo, es capaz de elevarse a regiones superiores y moverse en diferentes mundos. Al igual que el cisne vuela por el espacio, el que haya desarrollado los poderes de su cuerpo del alma puede viajar en él por encima de montañas y lagos. Como el cisne se sumerge debajo de la superficie del agua, así también el Iniciado puede ir por debajo de la superficie de los abismos en su cuerpo del alma, al cual no pueden inferirle daño ni el fuego, ni la tierra, ni el aire, ni el agua”. (4)

Si prestamos atención al relato de Hans Christian Andersen, apreciaremos que el patito feo tiene que atravesar un duro, frío y oscuro invierno hasta llegar a la primavera, donde descubre su verdadera identidad. Simbólicamente, el invierno y sus duras pruebas representan la primera etapa de la Gran Obra, el Nigredo, que termina con la blanca luminosidad del Albedo, un paso indispensable para seguir avanzando hasta la conclusión de la Gran Obra.

“Post Tenebras Lux” (Después de las tinieblas, la luz) dicen los antiguos y este enunciado se recoge por innumerables tradiciones iniciáticas donde el candidato necesita atravesar las difíciles pruebas de los elementos para poder ver la Luz. Es el regreso al punto de origen, el orden que sucede al Caos: “Ordo Ab Chaos”.

La luminosa victoria de la primavera está ligada a la derrota del Ego, y esta estación (junto con el signo de Aries) simboliza el triunfo iniciático, el renacimiento de Osiris y de Hiram Abif, la victoria de lo inmortal sobre lo mortal, la despedida del cuervo negro del Nigredo que da paso al cisne, imagen vívida de la blancura (Albedo).

En este renacimiento del cuervo, que aparece como blanqueado o decapitado (caput corvi), el candidato es vivificado y ataviado con una túnica luminosa e incorruptible que representa el triunfo de la luz. Esas vestimentas blancas están vinculadas al Alma purificada como “augoeides” (augo=luz del sol y eidos=forma).

La derrota de la oscuridad y la vestimenta luminosa (en el caso del patito feo, el plumaje blanco) también aparece en el Apocalipsis: “Así el vencedor será revestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5). En ocasiones, esta indumentaria blanca es llamada “traje de bodas”, en alusión a las bodas alquímicas, y en recuerdo de una parábola evangélica donde queda clara el sentido de pureza de estas vestimentas: “Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera”. (Mateo 22:11-14)

El rosacruz Karl von Eckhartshausen habla de “vestirnos de luz”, abandonando al viejo hombre (palaios anthropos) y naciendo como seres de luz, renovados y revitalizados (neos anthropos), en consonancia con las palabras de San Pablo: “Jesús [enseñó] que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” (Efestios 4:20-24). Teniendo en cuenta esta idea, muchas escuelas iniciáticas usan túnicas, estolas o mandiles blancos en sus ceremonias, simbolizando la pureza necesaria para recorrer la vía discipular.

El vehículo hacia la luz

En Oriente y Occidente, el cisne aparece muchas veces como montura de dioses e iniciados, es decir como un medio de transporte para llegar a lo más alto.

En la mitología griega encontramos a Afrodita y a Apolo subidos a sendos cisnes, mientras que en India el cisne es “Vahana”, vehículo de Brahma y su consorte Saraswati. En la tradición artúrica aparece Lohengrin (hijo de Parsifal), quien usa un cisne como nave segura para acudir al heroico rescate de una dama, por lo cual se ganó el título de “Caballero del Cisne”.

El carácter sagrado del cisne se acentúa en Oriente en la figura de “Hamsa”, la mística ave que representa la sabiduría divina y que custodia el pranava o sagrada sílaba: Aum, el cual puede contemplarse en su cuerpo: A en el ala derecha, U en la izquierda y M en la cola. (5). La misma palabra “Hamsa” se descompone en “A-ham-sa” o “Yo (soy) Él”, o bien como So-Ham, “Él (soy) Yo”.

Cisnes, águilas, gaviotas y delfines

Andersen no es el verdadero creador del cuento del patito feo, sino que recogió el relato del acervo tradicional europeo. En verdad, en Oriente existe una historia similar protagonizada por un águila en un gallinero, que Anthony de Mello (6), Leonardo Boff (7) y Alfonso Lara Castilla (8) adaptaron en sus obras, y aún podemos encontrar elementos coincidentes en el hermoso relato de Richard Bach titulado “Juan Salvador Gaviota” y también en “El delfín: historia de un soñador” del peruano Sergio Bambarén.

Todos estos cuentos se centran en esas dos tendencias que conviven en nuestro interior: Avidya (Ignorancia) y Vidya (Sabiduría), una que arrastra el Alma a la materia y otra que le da alas y la eleva hacia las tierras del Espíritu.

Y así es: no tenemos otra opción que bogar contra la corriente, en contraposición con los dictados de la sociedad profana, que intenta convencernos de que la vida de “pato” no solamente no es tan mala sino que –además– es la “normal” y “deseable”. Sin embargo, en lo más recóndito de nuestro interior, resuena una vocecita que trata de hacernos recordar nuestro propósito y nuestra identidad, resistiéndose con rebeldía a ese mandato de “normalidad” que se nos trata de imponer.

Nuestra Alma es un cisne luminoso y puro, que necesita remontar vuelo para recordar su verdadera naturaleza.

Hazte lo que eres


Imagen: Afrodita sobre un cisne



Imagen: Saraswati sobre un cisne



Imagen: Apolo sobre un cisne


Notas del texto

(1) Véase el mito del carro alado, contado por Platón en el “Fedro”
(2) Boehme, Jacob: “Dialogues on the Supersensual Life”
(3) Chevalier, Jean: “Diccionario de los símbolos”
(4) Heindel, Max: “El misterio de las grandes óperas”
(5) Blavatsky, Helena: “La Voz del Silencio”
(6) De Mello, Anthony: “El canto del pájaro”
(7) Boff, Leonardo: “El águila y la gallina: una metáfora de la condición humana”
(8) Lara Castilla, Alfonso: “La búsqueda”

El águila y las gallinas (Cuento de Anthony de Mello)

“Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas. La vieja águila miraba asombrada hacia arriba.

-¿Qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella.

-Es el águila, el rey de las aves, respondió la gallina. Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a ella.

De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral”.


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