miércoles, 15 de marzo de 2017

El naranjo


El naranjo


En un camino cercano al pueblo, había un naranjo que daba jugosas naranjas. Algunos transeúntes, al apreciar las tentadoras frutas, detenían su marcha y se trepaban al árbol para arrancar algunos de sus frutos.

Un día, frente al árbol un mercader colocó un cajón y empezó a vender un jugo de naranja exquisito. La mayoría de los caminantes supuso que el comerciante había comprado el árbol mientras que otros se alegraron de que no tenían que treparse más para alcanzar las naranjas. Lo cierto es que el negocio prosperó, ya que el árbol era enorme y parecía dar fruto todo el año.

Después de algunos años, el mercader murió y frente al árbol aparecieron varios comerciantes que vendían jugo, cada uno de ellos prometiendo “el mejor jugo”.

Las personas habían olvidado el árbol original, pero un buen día un joven caminante se detuvo frente a los puestos de venta, caminó hacia el naranjo, se trepó por sus ramas ante la mirada atónita de los clientes y los comerciantes, arrancó una de sus frutas, la peló y se sentó en el suelo a comerla.

A partir de ese día, los caminantes se dieron cuenta que el naranjo -contrariamente a lo que siempre habían supuesto- no era propiedad de nadie y descubrieron además que tenían la opción de comprar el jugo a los intermediarios o arrancar por sí mismos las naranjas.

“Quien tiene acceso a la fuente, no bebe del jarro” (Axioma iniciático)


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