Mística y hermetismo. Reflexiones epistolares de Louis Cattiaux
Presentación del libro de L. Cattiaux, “Florilegio epistolar. Reflejos de una búsqueda alquímica”, con la selección de un fragmento del mismo dedicado a la relación entre santidad y sabiduría. Edición, R. Arola y L. Vert.
Desde el otoño de 1980 y hasta el verano de 1994, fragmentos seleccionados de algunas de las cartas de Louis Cattiaux (Valenciennes, 1904- París, 1953) a sus amigos, fueron publicados ininterrumpidamente en forma de artículos en la revista belga Le Fil d’Ariane, y la mayoría de ellos traducidos al castellano en la colección La Puerta. En esta edición se presentan en su totalidad, respetando el orden de aparición, con las repeticiones y notas que creyó oportuno añadir el barón d’Hooghvorst, quien se encargó de la selección. En este libro el lector encontrará los fragmentos más interesantes de las cartas por su contenido filosófico e iniciático, a los que su recopilador denominó florilegio, una voz latina compuesta de flos, ‘flor, lo mejor’ y legere, ‘reunir, escoger’; y que significa lo mismo que la palabra griega antología, que ha tenido más suerte en el devenir de las lenguas románicas. En este caso se trata de la reunión de las flores epistolares de Cattiaux.
En esta entrada hemos recogido algunos fragmentos de las cartas de Louis Cattiaux a sus amigos que se refieren a dos aspectos de la búsqueda de Dios: la mística y el hermetismo, que, como afirma el propio Cattiaux, son complementarios pero no iguales. En el contexto de la cultura moderna, que ha llegado a denominarse líquida por su capacidad de asimilar conceptos y desdibujar límites, nos parecen, si más no, provocadoras las palabras de este amante del arte hermético que vivió en el siglo XX.
Mística y hermetismo
No hay que olvidar que la mística corre pareja con el hermetismo y que la primera puede realizarse sola [santidad], mientras que el segundo no puede llevarse a cabo sin la primera [sabiduría]. En efecto, el tesoro de Dios y su secreto no son confiados más que a los santos, ¡a algunos santos! Aquí hay una jerarquía que la Iglesia ha perdido desde el momento en que renegó de la ciencia de Dios. La Iglesia no conoce más que a los santos y ha olvidado el segundo grado, formado por los sabios. De este modo, en la actualidad está ridiculizada y enloquecida por la ciencia de los impíos que invade victoriosamente el mundo y que amenaza la vida y la libertad de los hombres como jamás lo ha hecho ninguna potencia.
El conocimiento es una vía única y casi mortal, así de enorme es el don. ¡Imagínate la vida! Cuando la recibimos, podemos perfectamente morir a causa de ello. En cuanto a la muerte prematura, es como las demás y no hay que hacer un drama de ello, si no es por el hecho de no haber conseguido la revelación aquí abajo. Permíteme que, de paso, te indique que el hermetista verdadero es forzosamente cristiano o musulmán o taoísta, etc., es decir, está religado a Dios por su religión de nacimiento o elección, ya que no puede imaginarse un hermetista que sea impío. Evidentemente tienen un lado irritante, al ver las cosas de manera sintética y no ser patriotas, partidarios, sectarios, excluidos como aquellos a quienes horroriza el vacío y la plenitud de Dios, así como su unidad. Sin embargo, observa que quienes quieren reconciliar posturas antagónicas, que se pelean por un mismo objeto o una misma idea… son aborrecidos por todos aquellos a quienes intentan poner de acuerdo … y parecen sospechosos a los ojos de todos, pues no pertenecen a ningún bando. Es la ley, sin embargo su recompensa sólo puede ser más amplia, como lo son su pensamiento y su amor.
La frase que me citas: «¡Oh ser que ha formado su propio cuerpo!» (Libro egipcio de los muertos XVII, 3) es puramente iniciática, mejor dicho, alquímica y describe al fénix legendario. Quienes han estudiado seriamente la alquimia y conocen bien sus símbolos y su terminología, reconocen y penetran a la primera las escrituras sagradas egipcias, que se refieren formalmente a ello. El Génesis les es abierto, por decirlo de alguna manera, así como los misterios religiosos e iniciáticos gracias a esta llave única, verdadera llave maestra del conocimiento.
Así, todos los cristianos predican la muerte de Cristo, pero ninguno es realmente consciente del misterio de la resurrección. La Iglesia acepta la muerte mística de los santos, pero rechaza la resurrección hermética del sabio adepto, oponiéndolas, sin darse cuenta de que uno precede y engendra al otro y que el Cristo muerto en la cruz es el mismo que resucita gloriosamente. El error es buscar la resurrección antes de haber pasado por la muerte al mundo, y ahí está el orgullo de los buscadores inspirados por Satán, que quieren recibirlo todo sin dar nada. Éstos desembocan en el desastre y en el crimen, como puede verse fácilmente, desde Gilles de Retz hasta M. Jolliot-Curie. El místico engendra al adepto, al igual que la oruga, al morir, se convierte en crisálida y seguidamente en mariposa. Desgraciadamente, Cristo es casi el único salido de la crisálida de la muerte; lo que no es razón para negar o rechazar esto al considerarlo posible solamente en el juicio final, como hacen muchos religiosos y predicadores mal instruidos. El Libro XXV [deEl Mensaje Reencontrado] está dedicado a poner todo esto en claro, y es muy importante, pues estamos llegando al alba del tercer día cósmico, en el que la resurrección empezará a manifestarse en el mundo.
El hermetismo y la mística
Tienes razón al no dejarte extraviar por la interpretación mística de las verdades herméticas. Irás descubriendo cada vez más, y también con creciente sorpresa, que los verdaderos hermetistas son los únicos materialistas dignos de este nombre, pues a su lado los peores materialistas de este mundo parecen idealistas desencarnados. El misterio de Dios encarnado es tan enorme que muy pocos pueden tener acceso a él sin peligro de muerte. Se puede decir que un hermetista es absolutamente lo contrario de un soñador, pues éste sueña a Dios ¡y aquél lo toca! Existe una extraordinaria vigilancia en torno a los misterios de la realidad; no obstante, la vía mística debe acompañar a la vía hermética para que la unidad se vea realizada en nosotros.
Casi todos los que conozco se desvían hacia la interpretación mística, otros se hunden en la crisopeya y muy pocos saben unir estos puntos de vista opuestos.
En suma, la vía mística y la vía hermética se complementan pero no se mezclan; sin embargo, la enseñanza mística y la hermética siempre aparecen mezcladas en los grandes textos de los sabios, pues van a la par.
La búsqueda hermética
Cuántos curiosos la abandonan después de algunos pequeños ensayos miserables. En ella, el Señor nos prueba como en un crisol, pues su prudencia es extrema y sólo se decide en el momento oportuno, después de haber verificado, experimentalmente, la pureza y tenacidad de nuestro deseo. Es como si pasáramos de antemano por el purgatorio y no hay para menos que gemir y agitarse sobre la parrilla. Me sorprende que ningún filósofo haya pensado en san Lorenzo como patrón de los noveles en la búsqueda hermética. Sí, querido amigo, uno se vuelve loco o muere, pero nunca retrocede. Sin embargo, es necesario procurarnos momentos de descanso y romper la tensión, aunque sólo sea para ejercitarnos en la liberación final, que es la libertad para los hijos de Dios, a la cual aspiramos.
No es tan absurdo como parece preferir esperar tranquilamente recibir la cosa santa y sagrada, que buscar para tener su conocimiento; pues esto es casi imposible, ya que se precisa un permiso muy especial de Dios.
Los estados místicos y la búsqueda sustancial
Los estados místicos no son sino etapas de reposo en la dura búsqueda del Señor de resurrección, Señor palpable y tangible ya desde aquí abajo. Ésta es la búsqueda sustancial del Señor de vida, es la resurrección inaudita y, por así decirlo, increíble. Los estados místicos son preconizados por los hindúes, que no conocen nada más elevado ni más profundo en la realización de la unión divina, pues para ellos se trata de la unión espiritual y anímica, y no de la unión corporal que lo trasciende todo. Observa cómo Cristo superó a todos los yoguis y a todos los santos.
Existe la realización mística, la cual actúa en espíritu y en alma, pero existe la realización hermética que actúa en espíritu, alma y cuerpo.
Hermetismo y misticismo
Pareces falto de paciencia y es grave, ya que la fe y la paciencia tienen fama de ser las mayores cualidades exigidas por este Arte.
De lo que habla Hermes Trimegisto es del mercurio crudo y libre. Este es el que se ha de concentrar y corporificar (cf. El Mensaje Reencontrado I, 50’) a fin de obtener de él la piedra de los sabios. El mercurio crudo y libre es, en efecto, todo lo que se quiera, como el maná. Algunos individuos tienen la facultad de modelarlo por la imaginación (cf. El Mensaje Reencontrado X, 63’) y la voluntad; se trata de la fuerza de los médiums, (cf. El Mensaje Reencontrado XVII, 21’) que produce tantos fenómenos extraños y efímeros.
Casi todos los que yo conozco desvarían en la interpretación mística; otros se hunden en la crisopeya, y muy pocos saben unir (cf. El Mensaje Reencontrado XIII, 44’) estos puntos de vista opuestos.
Me he permitido ilustrar esta carta con algunas citas de El Mensaje Reencontradopara hacerte ver que bastaría con leerlo y meditarlo seriamente. Cuando tus ojos se hayan abierto, ¿habrá algo más claro que la palabra inspirada de las escrituras santas?
Todavía meditarás durante años y años sobre estas cosas (cf. El Mensaje Reencontrado XV, 41’) hasta rozar la locura; finalmente, deberás operar a ciegas sobre mil cosas extrañas hasta rozar de nuevo la locura, y después, desanimado, te tumbarás en el suelo como un andrajo; ¿quizá en ese momento te llegará la suerte? Pero estarás muy enfermo de amor y de desesperación. Y si entonces llegaras a encontrar, después de sufrir mil martirios y mil agonías, serías privilegiado sobre los grandes santos de la cristiandad y del islam. ¡Examina, pues, ahora mismo tus posibilidades antes de correr tal riesgo!
En resumen, la vía mística y la vía hermética se complementan pero no se mezclan. Sin embargo, la enseñanza mística y la enseñanza hermética siempre están mezcladas en los grandes textos de los sabios, ya que van a la par.
La alquimia
La alquimia sólo está permitida a los que, en verdad, están suficientemente desprendidos como para recibir el poder, la riqueza y la vida desvelada, sin tener nunca la tentación de utilizarla contra alguien, ya sea para aplastar a los demás, ya sea para glorificarse personalmente.
Desgraciadamente, muchos de los que se acercan a ella lo hacen con un afán de lucro que los extravía irremediablemente y toda su malicia se vuelve en su contra, los arruina de todas las maneras y les hace patear ante el muro de la razón razonante durante toda su vida, a pesar de su notable fe en la realidad de la ciencia divina. Por ello debemos rogar y atraer a los maestros que han poseído dicha ciencia santa, en profundidad, a fin de que nos inspiren en la búsqueda, tan larga y tan difícil que apenas uno o dos hombres entre miles de individuos lo consiguen sin la instrucción de un maestro viviente, quiero decir encarnado, ya que precisamente los maestros son los vivientes por excelencia, al igual que Cristo.
La vida es corta, el Arte es largo y difícil, y todos los hombres se ocupan de las cosas vanas del mundo. Por eso hay tan pocos vivientes.
La alquimia no es el yoga de Occidente
La alquimia no es el yoga de Occidente; es la ciencia primera y última, la ciencia de la renovación de la creación, el misterio de los misterios, y es Cristo, la piedra filosofal y angular capaz de salvar al mundo. Pero también contiene una trampa para los codiciosos y los groseros, y el fracaso de muchos de ellos es el justo castigo a su malicia, maldad y orgullo.
¡Van Helmont es un soplador!… Deja la química para los químicos y el veneno para los locos. Escucha a Jeremías, a Pablo y a los demás a quienes Dios habló… y ora locamente para alcanzar el conocimiento añadiendo estas palabras: «si el conocimiento no ha de destruirme», (cf. El Mensaje Reencontrado XVIII, 56’) es lo más prudente.
La realidad
¿Consideras la alquimia como algo desencarnado, espiritual y evanescente, y yo qué sé más? No deja de ser extraño que todas las personas que se han interesado por los libros de falso ocultismo lo desencarnen todo en bloque y lo interpreten todo en este sentido. Desde esta óptica, las mariposas que han salido de larvas y gusanos deberían ser astrales, ya sabes, el cuerpo glorioso, etc. Sin embargo son de carne y hueso, querido amigo mío. Los libros de los ignorantes y de los intelectuales son vanos, y aquí tienes a los desencarnados a quienes das tanto crédito, los fantasmas y demás cuerpos astrales, pues no sabes que la finalidad de la creación es la encarnación a ultranza hasta la eliminación de la muerte. Medita, pues, un poco esta sentencia de los profetas: «Nuestro Dios es una roca», (Deuteronomio XXXII, 24) ¿acaso hay algo más real y encarnado que una roca?
Mientras tanto, deja de lado tu cuerpo psico-espiritual, cuida el que tienes e intenta salvarlo de la disolución: es una obra más difícil que confiar en el Paraíso para consolarte del hecho de estar pudriéndote vivo sobre la tierra.
Sigo afirmando que no es un mérito reventar de tuberculosis, cáncer o arteriosclerosis, aun llamándose hermanita Teresa. Dios está aquí mismo, o sea, también la vida, la paz, la inmortalidad, el amor, la alegría, etc., y en vez de perder nuestro tiempo discutiendo inútilmente sería mejor que intentáramos alcanzarlo aquí abajo, porque después es demasiado tarde.
La lectura de los tratados de alquimia
La lectura de las antiguas obras herméticas te abrirá el camino a la lectura de las santas Escrituras, si las lees con ojos desinteresados y amorosos, si no, te conducirán a la locura de la química como a muchos demasiado sabios y demasiado astutos. Todos los tratados llamados alquímicos de buenos autores como Basilio Valentin, el Cosmopolita, Nicolás Valois, Nicolás Flamel, Arnaldo de Vilanova, Moriano, Raimundo Lulio, Grosparmy, Rhumelius, Guillermo Salmon, Pernety, etc., te ayudarán a desembrollar el caos y a separar la luz de las tinieblas, pero, sobre todo, la santa plegaria al Señor de vida, que los buscadores orgullosos y estúpidos suelen despreciar.
Charles d’Hooghvorst y Raimon Arola durante la presentación del “Florilegio epistolar” en el FNAC, 1999.
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