Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre
IV. Estación: Jesús encuentra a su Madre La Madre. María se encuentra con su Hijo en el camino de la cruz. La cruz de Él es su cruz, la humillación de Él es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las cosas. Así deben sentirlo los que la rodean y así lo capta su corazón: «... y una espada atravesará tu alma» (Lc 2, 35). Las palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento. Alcanzan ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible espada, hacia el Calvario de su Hijo, hacia su propio Calvario. La devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la representa en pinturas y esculturas. ¡Madre Dolorosa! «¡Oh tú que has padecido junto con Él!», repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el misterio de este sufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y le afecte en lo más profundo de su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra «com-pasión». También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo. V. Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos. R. Que por tu santa cruz redimiste al mundo. |
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Cuarta estación: CRISTO JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Pitágoras llamó "sagrado" al número Cuatro, porque significa el alma. De ahí el inspirado cántico: "El Cuatro del Uno y el Siete del Cuatro".
La Kábala establece que la primera celebración es la de la Gran Madre. La Madre representa el Divino Femenino o facultad creadora de imágenes, y el principio amoroso del espíritu del hombre. Como es a la realización del Divino Femenino y al consecuente desarrollo de los poderes espirituales, a lo que el discípulo aspira, en las primeras etapas de su búsqueda, encuentra a la Madre, el "perfecto modelo de realización".
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