Este 5 de mayo de 2018 se celebra el “Día Mundial del Laberinto” y nuestra Escuela de Filosofía Iniciática se ha sumado a esta conmemoración de la mejor forma posible: recorriendo laberintos.
El laberinto
El laberinto es un símbolo tradicional que representa la incursión paulatina en las profundidades del ser, el abandono de una periferia oscura (lo profano) y el ingreso a un espacio sagrado que no está exento obstáculos y que lleva inexorablemente a un centro luminoso que es también un eje (axis mundi), el punto de contacto entre lo de arriba y lo de abajo.
Ese punto central es también la cumbre, la unión de la tierra y el cielo o bien de los tres mundos, el de los hombres, el de los dioses y el inframundo, el lugar donde se resuelven todas las oposiciones y donde se logra la “coincidentia oppositorum”.
El laberinto representa un viaje y nosotros, al reconocernos como nobles viajeros, observamos en él un mapa del territorio que debemos recorrer. En cierta forma, todo laberinto nos muestra con claridad cartográfica ese proceso consciencial que está sucediendo, aquí y ahora, en nuestro interior.
El movimiento hacia el centro es concéntrico y el ejercicio de recorrer laberintos implica concentración. Por lo tanto, al recorrer laberintos necesitamos resistir a esa fuerza centífuga que nos arrastra a la periferia y al mismo tiempo focalizarnos, centrándonos en el momento presente y sintiendo con plenitud cada paso que damos.
“Si quieres la paz prepárate para la guerra” sentencia una vieja frase, la cual reinterpretada por la Filosofía Iniciática puede leerse de otra forma: “Si quieres la paz (interior) prepárate para la guerra (interior)”. Esto es fácilmente comprobable cuando recorremos el laberinto, especialmente cuando traspasamos el umbral. En ese momento, al intentar conectar con el símbolo, la mente entra en escena y comienza a parlotear, constituyéndose en el principal obstáculo de nuestra peregrinación al centro. En concordancia con esto, un antiguo maestro ordenaba a sus discípulos antes de meditar: “Cierren los ojos y prepárense para el combate”.
¿Acaso Teseo no tuvo que enfrentarse con el minotauro? ¿Acaso los grandes héroes no tuvieron que derrotar a los dragones? El círculo del laberinto marca un espacio sagrado, un espacio cerrado que nos recuerda al atanor alquímico donde algo tiene que morir para que -de sus cenizas- nazca “otra cosa” nueva y mejor.
Miles de personas han recorrido laberintos y nosotros, al participar en este año 2018 de este “Día Mundial del Laberinto”, entraremos en comunión con estos hombres y mujeres del pasado, en “común unión” con miles de nobles caminantes que saben con certeza que el único viaje que vale la pena es la vuelta a casa, el retorno a la Unidad.
¡Feliz día del Laberinto!
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