jueves, 30 de agosto de 2018

SATURNO - Liz Greene


SATURNO
Liz Greene

«Cuando el discípulo ve en Saturno al dios que ofrece
oportunidades y no lo considera únicamente una deidad que
atrae las catástrofes, entonces es un verdadero discípulo en el
sendero de la verdad y la acción correcta, y no en algo
meramente teórico».
ALICE BAILEY

En el cuento de La Bella y la Bestia parece apropiado y lógico que la Bestia, con toda su fealdad, severidad y aspecto atemorizante, se convierta al final en el Príncipe Azul y se case con la heroína. Esta sensación de que sucede lo apropiado es el efecto característico de los cuentos de hadas ya que su esencia, así como la de los mitos, es una representación simbólica de los valores del inconsciente colectivo de la humanidad. Aparentemente inocentes, resultan poseer una cualidad de convincente familiaridad. Por debajo de las diferencias culturales, responsables de los detalles superficiales de estas historias, se encuentra una simplicidad de argumento y personajes, ya que estos representan las experiencias psíquicas del hombre, el esqueleto de su vida subjetiva.

Siempre hallamos al mismo príncipe, la misma hermosa princesa, el mismo gigante tontorrón y el mismo tesoro enterrado. La Bestia siempre representa la cara oscura del Príncipe Azul. Esta paradoja parece ser una faceta obvia de la vida, fácilmente aceptada cuando se encuentra en los mitos, los cuentos de hadas y otros tipos simbologías como, por ejemplo, muchos temas religiosos. Sin embargo, esta dualidad no parece haber impregnado en absoluto la mentalidad astrológica moderna. Todavía se habla de planetas maléficos son completamente malos, y planetas beneficiosos, que son completamente buenos. Incluso cuando se permite algo de ambigüedad, algo de gris entre el negro y el blanco, sigue siendo muy poco. Todavía existe una cualidad llana y bidimensional en muchas de nuestras interpretaciones astrológicas del tema natal. Asimismo, se observa una tendencia a interpretar la carta astral en base a los parámetros morales de la sociedad, de tal forma que se habla de cartas honestas o deshonestas, aspectos morales o inmorales y comportamiento positivo o negativo. En la astrología hemos perdido muchas de las sutiles paradojas que están contenidas en este rico sistema de símbolos. El más maligno de todos los símbolos astrológicos es Saturno, al que comúnmente se le reconoce su aspecto de la Bestia, pero cuya faceta de Príncipe Azul suele pasarse por alto. Sin embargo, si falta alguna de estas dos caras, el símbolo no puede comunicar su significado y la interpretación
sólo ofrece al individuo un valor demasiado simple y bidimensional.

Saturno simboliza tanto un proceso psíquico como un tipo de experiencia. No representa únicamente el dolor, la restricción y la disciplina, sino que también es un símbolo del proceso psíquico, natural en todos los seres humanos, gracias al cual el individuo puede aprovechar sus experiencias de dolor, restricción y disciplina para obtener una mayor conciencia y plenitud. La psicología ha demostrado que, dentro de la psique humana, existe un motivo o impulso hacia la totalidad, hacia la plenitud. Dicho estado de totalidad se simboliza mediante el llamado «arquetipo del yo-mismo». Este no sugiere una perfección en la que sólo se tienen en cuenta los aspectos buenos del hombre, sino que implica una totalidad en la que cualquier cualidad humana ocupa su lugar y encaja armoniosamente con el todo. Dicho arquetipo está presente en el simbolismo de muchas religiones así como en el folklore y en los cuentos de hadas de cualquier civilización, en cualquier época de la historia. Intrínsecamente, siempre se trata de lo mismo, a pesar de que el aspecto externo varíe a medida que el hombre se desarrolla. El proceso psíquico simbolizado por Saturno parece estar relacionado con la realización de la experiencia interna de plenitud del individuo. Saturno representa el valor educativo del dolor y la diferencia existente entre los valores externos (los que se adquieren de los demás) y los internos (aquellos que hemos descubierto dentro de nosotros mismos). El papel de la Bestia es un aspecto necesario del significado de Saturno ya que, como sucede en el cuento, sólo cuando se ama a la Bestia por si misma puede desaparecer el hechizo y convertirse en el Príncipe Azul.

En la astrología tradicional Saturno es un planeta maléfico. Hasta sus cualidades son más bien sombrías: autocontrol, tacto, parquedad, precaución. Sus vicios son particularmente desagradables ya que operan a través de la emoción que llamamos «miedo». No tiene ni la elegancia de los planetas exteriores ni las características humanas de los planetas personales. Por lo general, se le considera carente de sentido del humor así como el causante de las limitaciones, frustraciones y penurias. Representa la abnegación, e incluso su aspecto más brillante se asocia con la sabiduría y autodisciplina del personaje que trabaja con ahínco y que jamás comete la atrocidad de reírse de la vida. Según su posición en los signos y las casas. Saturno representa aquellas áreas de la vida en las que el individuo podrá ver frustrada su expresividad y donde encontrará mayores dificultades.

En muchos casos. Saturno parece estar relacionado con las circunstancias dolorosas que, a primera vista, no están causadas por ningún fallo o debilidad por parte de la persona, sino que sencillamente «suceden», por lo cual el planeta ha obtenido el título de «Señor del Karma». Esta calificación más bien deprimente sigue enganchada a Saturno a pesar de que una de las enseñanzas más antiguas y persistentes lo denomina «El dueño del Umbral», el guardián de las llaves, a través del cual (y sólo a través de él) podremos obtener la libertad mediante la comprensión de nosotros mismos.

Las experiencias frustrantes relacionadas con Saturno son, obviamente, tan necesarias como educativas, en un sentido práctico y psicológico. Ya sea en terminología esotérica o en psicológica, el hecho básico permanece inalterable: los seres humanos únicamente se ganan el libre albedrío a través del descubrimiento propio y éste no se produce hasta que las cosas se ponen tan feas que no hay otra salida. A pesar de que muy pocos astrólogos considerarían a Saturno un alegre compañero de cama, por lo general se reconoce, aunque de mala gana, la necesidad de la experiencia saturnina, Sin embargo, no se suele aceptar que puede haber felicidad en dicho tipo de experiencia. Todo aquel que disfruta de su propio dolor es considerado un masoquista. Sin embargo. Saturno no fomenta un disfrute del dolor sino un regocijo de la libertad psicológica.

Normalmente, esto no se acepta, ya que poca gente lo ha experimentado. Todos hemos sugerido alguna vez los desengaños, retrasos y angustias que suelen coincidir con una fuerte influencia de Saturno. Sin embargo, a la pregunta de ¿qué significan dichas experiencias y cómo se les puede sacar provecho? no existen demasiadas respuestas, a parte del consejo típico de paciencia y autocontrol. Cuando no se contesta "¡suerte!", algo totalmente inservible, se dice, de forma igualmente inútil, que estas experiencias son causadas por el karma individual, la terminación actual de una acción o ciclo iniciado en alguna encarnación anterior, y que lo mejor es aguantar los desengaños apretar los dientes, no hacer nada, tener fe y, de esta forma, pagar las deudas y hallar el sendero hacia la luz. Incluso a los astrólogos que permiten una cierta libertad en el desarrollo del ser humano les resulta difícil aconsejar algo sobre Saturno, a parte de tener paciencia, calma y una actitud positiva. Quizás lo que Saturno y nuestras psiques nos piden es que intentemos preguntamos por qué, al igual que Parsifal cuando se encuentra en el castillo encantado y ve el Santo Grial. Es posible utilizar cada retraso, desengaño o miedo como un medio para profundizar en los misteriosos mecanismos de la psique, y aprender gradualmente, a través de todas estas experiencias, a percibir el significado de nuestras propias vidas.

Una gran parte de lo que sucede en el interior de un ser humano permanece en el terreno de lo desconocido, y no se trata únicamente de las emociones reprimidas. El nivel periférico que Freud exploró no es más que el comienzo del mundo inconsciente. El hombre crea su mundo constantemente según el tipo de pensamientos que genera, produciendo una realidad que no es más que la expresión externa de estos. Las experiencias con las que un individuo se encuentra, son atraídas hacia su vida de forma misteriosa por el poder creativo de su propia psique y, aunque no comprendemos plenamente el mecanismo sincrónico de reflexión entre lo interior y lo exterior, sabemos que tiene lugar en todos los individuos. No hay más que observar a una persona en proceso de desarrollo para ver que las circunstancias externas a su vida siguen siempre el modelo de los cambios psíquicos que atraviesa. Ella no está creando conscientemente dichas circunstancias pero sí su yo más amplio, la totalidad de su psique, que es la energía dinámica responsable del desarrollo del individuo. Si éste no se esfuerza en expandir su conciencia de tal forma que pueda comprender la naturaleza de su desarrollo total y pueda comenzar a cooperar con él, entonces se sentirá como una víctima del destino y no podrá controlar su vida. Únicamente podrá alcanzar su libertad aprendiendo más de si mismo y comprendiendo la influencia de una experiencia en particular en el desarrollo de la totalidad de su yo. Y no hay nada como la frustración, el regalo de Saturno, para incitar al hombre a realizar este tipo de exploración.

La mayoría de nosotros no ha alcanzado el nivel en el cual las densas moléculas de la materia se mueven a las órdenes de nuestros pensamientos. Además, se suele desmentir vehementemente las experiencias o la existencia de los que han alcanzado este nivel de evolución. Al no considerarles como maestros que expresan lo que existe potencialmente en todos nosotros, se les concede el dudoso honor de ser unos caprichos de la naturaleza a los que las religiones del mundo han otorgado la precaria función de explicar nuestros pecados a Dios. La mayoría de la gente observa que sus acciones les vuelven en forma física a través de canales indirectos, los cuales suelen ser por culpa de terceros; o en forma
de circunstancias favorables que atribuimos a la agudeza de nuestro intelecto consciente; o
mediante enfermedades o accidentes que son debidos al azar, a la mala suerte, a las bacterias o a una dieta pobre. Todos estos son los canales por los que llega la experiencia de Saturno, a parte del suyo favorito: la soledad. Generalmente, estas experiencias resultan más difíciles de lo necesario y se descubre muy poco del significado o del valor interno de la experiencia. Sólo se gana precaución y sabiduría. No hay nada más odioso que tener que aceptar la responsabilidad de nuestros actos y nuestro sino, a pesar de que el hombre quiera creer desesperadamente que es libre. En caso de que se acepte la responsabilidad, se la suele colorear de negro y llamar pecado, lo cual conlleva una actitud igualmente inútil.

El mero deseo de eliminar un problema y la comprensión de las causas superficiales de su
existencia no van a hacer que el problema desaparezca, especialmente si no se trata realmente de un problema sino de un intento, por parte de la psique más interna, de alcanzar un equilibrio o un punto de vista más amplio. El inconsciente del individuo siempre lucha para obtener plenitud e integración y utilizará cualquier canal que el hombre consciente ponga a su disposición. El verdadero sufrimiento surge cuando sus ideas conscientes de lo que es correcto o apropiado entran en conflicto directo con el camino que inconscientemente ha escogido, apareciendo entonces un dolor penetrante y una sensación de futilidad y de falta de objetivos. Mucha gente vive en un callejón sin salida ya que, sea lo que sea lo que busquen en la vida, en el último momento siempre hacen algo que destruye el sueño antes que se cumpla. Esta capacidad de destrucción está a menudo relacionada con el miedo y el sentimiento de culpa, lo cual es un aspecto de la expresión de Saturno. Con la misma frecuencia, detrás del miedo y la culpa se esconde otro propósito probablemente más sabio y significativo que el escogido por el hombre consciente. Normalmente, sólo se ve la destrucción. Se le suele llamar «El Mal» y ha sido personificado en la imagen de Satán, el cual está obviamente muy relacionado con Saturno, si nos fijamos en las pezuñas y cuernos de la Cabra de Capricornio. Dicho conflicto entre el consciente y el inconsciente, la luz y las tinieblas, no es ni bueno ni malo, sino necesario para el crecimiento, ya que de él puede surgir la integración y una consciencia más amplia. La dualidad que encontramos al traspasar el umbral de la consciencia suele ser bastante incómoda, debido a que siempre olvidamos que cualquier objeto que está en la luz proyecta siempre una oscura sombra. Dios y Satán, tengan o no una existencia objetiva, están definitivamente presentes en la psique del hombre en forma de impulsos, pero no son lo que aparentan.

No existe un método rápido y sencillo para hacerse amigo de Saturno. En muchos aspectos, el antiguo arte de los alquimistas se dedicaba a esto, ya que la materia prima de la alquimia, en la que podía encontrarse oro, se llamaba Saturno y, a parte de existir en forma concreta, representaba también al alquimista. La psicología moderna, cada vez más paralela al sendero de los alquimistas, también intenta descubrir cómo hacemos amigos de Saturno, aunque para ello utilice otra terminología. Pero si se es constante, se puede extraer oro y, si se hace un esfuerzo, se llega a ver que, a pesar de todo. Saturno tiene su sentido del humor cuando somos lo suficientemente sutiles como para comprender su ironía.
del libro
SATURNO - Liz Greene

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