EL PODER DE LA MUSICA
A mediados de 1813, un hombre caminaba por una calle y observó, a través de una ventana abierta, que una persona estaba siendo velada. Los gritos y lamentos de una mujer eran realmente estridentes, llamando la atención de las personas que se encontraban en las proximidades de la casa.
Este hombre, percibiendo lo que estaba ocurriendo, abrió la puerta de la casa y entró. Al aproximarse más, pudo ver, además de la joven que había fallecido, a la madre que se lamentaba histéricamente, así como a las personas que intentaban calmarla y consolarla por su gran pesar.
Ese hombre, que aparentaba tener unos 40 años de edad, percibiendo toda aquella escena, no se desanimó ni se conmovió por esos acontecimientos, pero sentía el sufrimiento de los que allí estaban, sobre todo de la madre que perdiera a su joven y encantadora hija adolescente. Contempló el cuerpo sin vida y luego miró a la madre de la joven sintiendo su inmenso dolor.
Después, observó en silencio toda la sala y no lejos de donde él estaba, constató que había un piano, acercándose al mismo se sentó en la banqueta y miró nuevamente hacia aquella escena, tal como si contemplara algo que estaba en el aire y que solamente el percibía. Acto seguido comenzó a tocar una música totalmente desconocida para las personas que estaban en aquel lugar.
De pronto, la música comenzó a substituir a los lamentos histéricos de la madre. Las personas se miraban y sonreían debido a la reconfortante música que oían; la madre de la joven dejó de llorar y de lamentarse al sentirse confortada y auxiliada por la música. Sus súplicas fueron oídas, el semblante de la joven que yacía inerte se modificó, pareciendo que estaba también reconfortada por medio de la música que había alterado todo el ambiente.
La luz del Sol entró con más fuerza por la ventana y por la puerta. El dolor que la joven madre había sentido desapareció completamente; el escenario se alteró mediante la presencia de la música y el músico y cuando terminó de tocar, miró nuevamente a las personas que estaban alrededor de la joven, percibiendo claramente los cambios que en ellos se habían operado.
Se levantó sin decir palabra, pasó cerca de la madre, quien le agradeció por todo lo que había hecho, tanto por ella como por su hija que parecía estar sonriendo, pese a estar sin vida. El músico abrió la puerta y se retiró del local y cuando ya estaba en la calle, un transeúnte que lo conocía le preguntó a su esposa:
“¿Qué habrá estado haciendo Beethoven dentro de aquella casa, si no era de sus parientes?”
ASOCIACION INTERNACIONAL DE CRISTIANOS
MISTICOS MAX HEINDEL
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Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este envío.
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