sábado, 28 de noviembre de 2015

El verdadero arquitecto del templo de Salomón: Asmodeo



El verdadero arquitecto del templo de Salomón: Asmodeo

Eva no fue la primera esposa de Adán, sino que Yahve modeló, simultáneamente, a Adán con barro, y a Lilit con residuos. Solo tras el nacimiento de su primer hijo, Asmodeus, y tras la negativa de Lilit de someterse a Adán y de residir en el limitado círculo del Paraiso, Yahvé formó a Eva de una costilla de Adán y se la entregó.
Pero ni siquiera es seguro que Lilit fuera la primera mujer del primer hombre, ya que la leyenda afirma que Adán se unió a la hermana del dios de los herreros, Tubal Caín -nieto o bisnieto de Adán, según la Biblioa canónica-, con quien engendró a Asmodeus (considerado también como hijo de la relación incestuosa entre Tubal Caín y su hermana).
Asmodeus -cuyo nombre podría significar El dios de la ira- acabaría uniéndose a su madre, Lilit. Juntos se convertirían en los dioses de los Infiernos.

Pero la actividad principal de Asmodeus aconteció en la tierra. Su relación con Tubal Caín no es caprichosa. Asmodeus, el primer hijo, ayudó a los humanos a ordenar el mundo, a hacerse con él y a adaptarlo a sus necesidades. Las artes de la geometría, el álgebra y las edilicias (o constructivas) fueron trasmitidas a los hombres por Asmodeus: desde entonces, supieron parcelar, orientar y construir. Las claves, sin embargo, estaban en manos de Asmodeus: tenía el don de levantar los tejados de las casas y desvelar los secretos familiares que los interiores escondían. Era el protector de los hogares, pero también quien ponía en evidencia las lacras de lo íntimo. Nació de la más íntima de las uniones, el incesto.
Tan familiarizado con las hogares estaba Asmodeus que cuando el rey Salomón recibió la orden de su padre David de construir el templo de Jerusalén -el primer templo, cuyo modelo Yavhé entregó a David-, buscó a los mejores arquitectos.
Salomón sabía que no podía utilizar hierro para unir los sillares. Quien hierro usa por el hierro muere. Las piedras tenían que encajar milagrosamente. Supo de los conocimientos de Asmodeus. Mandó a un emisario que hablara con él y le convenciera de ponerlos al servicio de la construcción del templo. Asmodeus aceptó. Conocía a un gusano mágico que era capaz de grabar en la piedra -es así como Moisés pudo inscribir los mandamientos en las tablas de la ley-, y de tallarlas, como si fuera un diamante, de tal modo que no hacía falta ningún elemento de unión entre ellas.
Salomón logró reducir a Asmodeus. Éste modeló, con agua y arcilla, ladrillos fundacionales, y obró con los sillares. Mas, cuando el templo fue construido, logró suplantar durante siglos a Salomón, a quien expulsó de la tierra. Solo con el paso de los siglos, logró Salomón volver a Jerusalén, poner en evidencia a Asmodeus, y enviarlo a los infiernos donde aun reina.

Esta leyenda hebrea, que se desarrolla tanto en el Libro de Tobías del Antiguo Testamento -Asmodeus es un demonio que, desde el interior de las casas, hace fracasar los matrimonios, matando a uno de los esposos- en libros apócrifos y en el Talmud, y que data de los primeros siglos de la edad cristiana, con desarrollos medievales, revela bien el imaginario arquitectónico antiguo. Construir conlleva un desafío: es la repetición de la creación. A través de las artes y, especialmente, de las artes edilicias, el ser humano se compara con los dioses. por eso, las artes y la arquitectura son tareas demoníacas que logran, en efecto, poner cota a la omnipotencia divina y desvelar que los poderes de la noche son necesarios junto con los de la luz. 




Francisco Goya: Asmodea (en femenino) señalando sus logros -templos o palacios- en las alturas, 1820-23, Museo del Prado, Madrid


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