domingo, 25 de octubre de 2015

Todos tenemos un poco de culpa


TODOS  TENEMOS  UN  POCO  DE  CULPA

            Muchos Dicen que deberíamos orar en forma constante para mejorar el mundo y así lo hacemos cuando vamos a los Templos y escuchamos benéficos sermones, oímos misas, etc., Más, lo que ocurre en la vida práctica es que pronto nos olvidamos de todo lo que aceptamos internamente, aunque algo siempre afecta nuestro sentimiento.
            El pensamiento creador que tiene una esencia divina, podrá mejorar lo que hoy lamentablemente ocurre con gran frecuencia, tales como las guerras que estamos viviendo, así como las innumerables perturbaciones sociales.
            Pero aclaremos mejor este tema: Se puede decir, sin vacilación alguna, que es una verdad de que una mayoría extraordinaria continúa luchando tanto para defender como acumular más y más bienes y riquezas materiales, sin preocuparse mucho, tal vez ni siquiera un poco de la Ley Divina.
            Creyentes y ateos, todos intentan defender su bolsa y su dinero, mientras que millones de seres padecen hambre o sed espiritual, hambre que podría ser saciada mediante donaciones de un poco de los que mucho tienen y que les sobra o sed que podría ser aliviada por la fe en el Señor.
            El egoísmo humano se enseñoreó tanto de los corazones, que cuando se medita acerca de los hechos de nuestra vida, se comprende con facilidad que ni aún los creyentes, que dicen amar a Dios, no se dieron cuenta de los consejos del Divino Maestro  Cristo Jesús, de sus máximas puras y perfectas que podrían salvar al mundo del caos que sigue precipitándose por su locura egoísta.
            Sabemos que existe una minoría que puede gozar de los beneficios espirituales que produce el amor, el servicio y la caridad, más son muchísimos los que se suman al número de la indiferencia, olvidando casi con naturalidad las enseñanzas de Jesús, porque no todas las religiones siguen fielmente los verdaderos postulados, enseñando y practicando esencialmente la verdad de Cristo; las religiones que tergiversan las verdaderas enseñanzas del Divino Maestro, que de nada sirven sus alardes y  ceremonias llenas de ostentación, si no se deciden a rectificar su conducta y hacer que el hombre pueda recuperar su fe, mediante sus buenos consejos, buenas acciones y siendo verdaderos ejemplos mediante una vida recta y justa.
            La falta de fe consciente trajo a la sociedad males muy graves, precipitando a una de las peores calamidades: “La Guerra”.
            La verdad es que todos tenemos un poco de culpa de este momento tan difícil por el que atravesamos. Vivimos engañándonos a nosotros mismos y esta cruel barbaridad nos sitúa en este ambiente tan asfixiante. Ni los políticos ni las religiones que no cumplen con los mandamientos pueden salvar esta situación; no se trata de un problema de unos pocos hombres de buena voluntad, es una solución que deben hallarla  todas las mujeres y hombres del mundo.
            Se precisa pues reconocer la verdad que Jesús enseñó y que hoy está falsificada por el egoísmo. Rompamos la cadena de la indiferencia y retornemos al camino de la espiritualidad, más entremos totalmente decididos a trabajar y estudiar.
            El Rosicrucianismo de Max Heindel es un excelente curso de verdades que revelan la existencia eterna de nuestro destino; si nos decidimos a estudiar y practicar sus enseñanzas, comprenderemos con facilidad la gran misión de Jesús y de otros enviados para tratar de liberar a la humanidad de sus sufrimientos y de la misión que cada uno de nosotros tenemos que cumplir.
            Si somos buenos y fieles discípulos del Maestro, la respuesta será caminar por el sendero espiritual, donde llevemos a Dios en nuestros corazones y en nuestras obras. Si la mayoría se interesa por buscar la Paz en el mundo, la Paz que deseamos para la felicidad de los pueblos, en la medida de nuestras fuerzas, debemos colaborar en la conquista sublime de la humanidad. Y no olvidemos nunca que nuestro esfuerzo contribuirá en alguna medida, para que nuestro Señor, el Cristo, vuelva a reinar, estableciendo el orden de “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.” Que no son en verdad meras palabras, sino esencialmente una gran verdad.
            Para crear aquella poderosa Fe tan necesaria, tenemos que aceptar la inmortalidad del Espíritu y comprender bien que es la Vida, que para definirla Max Heindel anotó en sus libros: “Si se pregunta a un hombre de ciencia cual es el origen de la vida, comenzará a hablar de protoplasmas, protones y cualquier otra cosa de naturaleza parecida, mas esto solo concierne a la forma, no importa cuan insignificante, pequeña o simple que sea esa forma y desde el punto de vista del ocultista, la pregunta está mal formulada, porque el Espíritu Es y siempre Será”.
            Dice Sir Edwin Arnold en su hermoso poema “La Canción Celestial”: “Nunca nació el Espíritu y nunca dejará de ser. Nunca hubo tiempo en que el no fuese, ya que principio y fin  son solo sueños / el Espíritu permanece siempre sin nacer ni morir y la muerte no puede afectarlo absolutamente. / Así como alguien deja la ropa ya usada y tomando otra dice: Hoy usaré esta, así también el Espíritu deja su ropaje de carne y va en busca de otra nueva”.
            Es la vida que construye las formas y las emplea por un cierto tiempo para progresar con su ayuda y cuando su utilidad se termina, la Vida se va, dejando a la forma en estado inerte. De manera que la Vida Es,  no teniendo origen ni fin. ¿Y la muerte? Pues ella es apenas un paréntesis.

            Tema extraído de la Revista Joyas Espirituales, publicación del Centro Fraternidad Rosacruz de Asunción del Paraguay.


ASOCIACION INTERNACIONAL DE CRISTIANOS
MISTICOS MAX HEINDEL
Colombres 2113 – Bº Lomas de San Martín
5.008 – Córdoba – Argentina

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Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte

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