SIGNIFICADO ESPIRITUAL DE LA ÉPOCA DE ADVIENTO
por
Corinne Heline
La época de
Adviento es conocida como tiempo de purificación y de preparación. Es la época
en la que el aspirante trata de sincronizarse más plenamente con los gozos de
la próxima corriente crística de la Navidad. Y, si conoce algo sobre el
significado de la Iniciación Mística Cristiana, entrará con mucha más profunda comprensión
en las disciplinas de la época de Adviento.
Los primeros
discípulos de Cristo observaban este período como muy apropiado para recibir
nuevas revelaciones desde lo alto y como especialmente propicio para su
desarrollo espiritual. Se llevaba a cabo una determinada preparación para lo
que ellos esperaban recibir cuando el Adviento alcanzase su hora cumbre en la
Noche Santa.
En armonía con las
influencias zodiacales, el Adviento tiene lugar cuando el sol está pasando por
el signo de Sagitario. Éste es el signo del verdadero éxtasis del alma y de la
videncia. Los antiguos devotos se referían frecuentemente al período de Sagitario
como el del "Festival de la
Luz", dado que es el tiempo en que la radiación de la luz crística
impregna la Tierra más completamente.
El Adviento, ordinariamente, comienza el último domingo
de noviembre y culmina en la
áurea gloria del Solsticio de Invierno. Para un cristiano esotérico abarca tres
etapas o grados que alcanzan su cúspide a las doce de la Noche Santa. Este
período de preparación y progreso se refiere, no sólo a las cuatro semanas de Adviento,
sino también a determinados estadios de desarrollo espiritual relacionados con
estas cuatro semanas.
Durante la semana
siguiente al Primer Domingo de Adviento, el trabajo es el preparatorio o de
Primer Grado. También se le designa como Grado de la Anunciación. La Virgen
María fue el primero de nuestra Humanidad en alcanzar el poder impartido por
este Primer Grado a alguien merecedor de ello; un hecho comprendido por los
primeros cristianos y que es una razón de que María ocupe un lugar tan
importante en las meditaciones y ceremonias relacionadas con el Adviento.
El Grado de la
Anunciación se relaciona primordialmente con el cultivo de la pureza. La
mayoría de los estudiantes, sin embargo, tienen una muy leve idea sobre el
significado de esta cualidad, como uno de los más importantes aspectos del desarrollo
espiritual. No saben que la pureza, lejos de ser una condición estática, es una
fuerza dinámica en la vida del aspirante. Cristo lo enfatizó cuando dijo: "Bienaventurados
los puros de corazón, porque ellos verán a Dios". A los iniciados de las
antiguas Escuelas de Misterios se les sometía a largos períodos de prueba para el
cultivo de la pureza de la mente, del alma y del cuerpo, puesto que ella
condiciona a todo el ser humano, influyendo en cada pensamiento, palabra y
obra.
Lo anterior explica
por qué al Grado de Anunciación se le llama también Grado de la Pureza.
Una de las etapas
iniciales en la purificación del cuerpo físico y del cuerpo de deseos del
hombre se relaciona con el alimento. Ningún aspirante sincero puede aceptar el
sacrificio de los hermanos menores del reino animal para gratificar sus apetitos
corporales y su confort. Con la eliminación de la ingestión de carne se produce
la sensibilización del vehículo físico. Ello da por resultado una mayor receptividad
para las impresiones del alma y para la ideación espiritual. Por eso llega un
momento en que los aspirantes desean alimentar sus cuerpos solamente con los frutos
de la tierra, de los cuales la naturaleza provee en abundancia.
A medida que se
progresa hacia la obtención del Grado de Pureza o Anunciación, el aspirante
descubre, dentro de sí, una creciente fuerza para sobreponerse a los
pensamientos y emociones negativas y destructivas; y, cuando éstos han sido
dominados, su conciencia queda centrada en lo bueno, lo verdadero y lo hermoso.
Este Grado encuentra perfecta expresión en la divina María. Su vida fue tan
pura y fragante como un lirio. La contemplación de su vida es, por tanto, de un
valor primordial para el cultivo de la pureza, el Primer Escalón en el Sendero
del Logro.
El importante
lugar ocupado por María, con relación a los Discípulos de Adviento no termina
con la primera semana, sino que continúa, con cada vez más profunda
significación, a lo largo del resto del período.
Con el crecimiento
de la pureza, las facultades superiores de otros centros se desarrollan
gradualmente. Y, cuando entran en actividad, proporcionan la capacidad para
percibir los mundos celestiales y a sus gloriosos seres. Fue después de haber desarrollado
María estos poderes y perteneciendo al Grado de Anunciación, cuando se hizo
consciente de la siempre presente compañía de los ángeles. Tan estrecha fue su
asociación con el reino angélico que fue conocida por los primeros cristianos como
la Reina de los Ángeles y de los Hombres.
El Segundo Grado
está, por supuesto, atribuido a la Segunda Semana de Adviento. Éste es el Grado
de la Inmaculada Concepción. Aquí, de nuevo, la Virgen María aparece como la
suprema encarnación de este sublime logro. Es durante este período cuando
María, asistida por las huestes angélicas, se acerca a la Tierra para otorgar
su bendición a toda la Humanidad. Su "Yo
soy la Inmaculada Concepción" conlleva la promesa de un logro que
todos los aspirantes alcanzarán un día. Cuando se ha pasado el Segundo Grado,
ya no existe la muerte, y el hombre mortal adquiere la inmortalidad.
Al alcanzar este Grado, María pasó a ser el prototipo para la Inmaculada Concepción.
Aquí se encuentra la razón de que una rama de la iglesia cristiana declare que,
incluso el cuerpo físico de María fue trasladado a los mundos celestiales con
toda la belleza y pureza que había alcanzado durante su condición terrenal.
Cuando la Humanidad, como un todo, alcance este elevado nivel de
desarrollo, no habrá más enfermedades, deformidades ni desajustes, tan comunes
en la raza actual; y el hombre comprobará que, realmente, fue creado a imagen y
semejanza de Dios. María leyó los anales sobre lo que había de venir en edades
futuras y comprobó que ella misma tenía que servir como prototipo de esa
Inmaculada Concepción, que toda la Humanidad tendrá que demostrar finalmente
cuando, según sus propias palabras, todo el mundo se levante y la llame
bienaventurada.
El Tercer Grado, asignado a las dos semanas finales de Adviento, es el
Grado del Santo Nacimiento. Aquí nos acercamos al corazón mismo de los
Misterios Cristianos. Cristo vino como el supremo indicador del Camino. Lo que
Él alcanzó debe ser alcanzado algún día por todos los hombres. El místico
alemán Ángel Silesio lo expresó así: "Aunque Cristo naciera mil veces en
Belén, si no nace en ti, tu alma está perdida".
Como se ha dicho, el Cristo-Niño nació en un pesebre, donde las bestias comían,
porque no había habitación en la posada. Este hecho encubre uno de los más recónditos
secretos de los Misterios Cristianos. La escena del pesebre, de la Natividad,
simboliza el nacimiento de Cristo en el hombre. Hasta después del Grado de
Purificación, el santo bebé no puede ser movido del pesebre (naturaleza
inferior) para encontrar su lugar en la posada (centro craneal o naturaleza
superior). La acción alquímica de este proceso consiste en elevar el fuego
espinal espiritual, desde la base de la espina dorsal hasta el corazón
(Jerusalén, la Ciudad de la Paz) y, desde allí, hasta la cabeza (Belén, la casa
del Pan). En la escena del pesebre se representa generalmente a María y José
arrodillados en adoración, cada uno junto a un ángel. Representan las fuerzas
masculina y femenina, despertadas e iluminadas, en armónica interacción. Cuando
estas fuerzas se entretejen, vivifican los centros craneales situados en la
glándula pineal, cargada masculina o positivamente, y el cuerpo pituitario,
cargado femenina o negativamente. El resultado de esta interacción es la
iluminación espiritual. El tercer ventrículo, en el cerebro, que conecta las
dos glándulas, se convierte en el pesebre en el cual Cristo nace y descansa. La
habitación está preparada para Él en la posada. Su aura llena de tal modo todo
el cuerpo que se convierte en un verdadero templo de luz. La realización del
Cristo Interno por un aspirante es la triunfante consumación de la búsqueda, y
la culminación del proceso evolutivo correspondiente al presente Período
Terrestre.
Los pastores en el campo y los sabios que fueron a adorar al Cristo-Niño
son una parte importante del proceso espiritual representado por la época de
Adviento. La Biblia relata que los pastores estaban vigilando sus rebaños por
la noche, cuando los ángeles se les aparecieron y les ordenaron seguir la
estrella que los conduciría a Belén. Los pastores eran los aspirantes o
neófitos que habían pasado por el Grado de Purificación y por ello habían
alcanzado la comunión con seres de los mundos celestiales, que les dijeron que
siguieran la estrella, su propio Yo Superior, hasta el lugar del Santo
Nacimiento.
Los sabios de Oriente también seguían la estrella trayendo con ellos raros
y preciosos regalos para depositarlos a los pies del Niño-Cristo. Estos sabios
eran discípulos que habían pasado el Primero y el Segundo Grado de los
Misterios Cristianos. Llegaron, pues, con sus brillantes regalos, símbolo de la
esencia sublimada del cuerpo físico que, unida a las fuerzas espiritualizadas
del cuerpo etérico, el cuerpo de deseos purificado y la mente espiritualizada,
crea un cuerpo de luz radiante. Éste es el "dorado traje de bodas"
con el que cada discípulo debe revestirse antes de entrar a la presencia de
Cristo. El vaso dorado de perfume que María Magdalena colocó a los pies del
Maestro, tiene el mismo significado.
Cada aspirante que holla el Sendero de los Misterios Cristianos aprende a seguir
la estrella gloriosa de su propia naturaleza superior, que le guía siempre a lo
largo del camino que conduce a Jerusalén y, luego, a Belén.
Como ya se ha dicho, la época de Adviento alcanza su clímax en la Noche Santa
del Solsticio de Invierno. Un pensamiento-simiente para la meditación en ese tiempo
es el deseo de emular a los sabios que siguieron la estrella que conduce hasta el
Cristo-Niño.
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NOTA:
Este tema ha sido extraído del libro “El Misterio de los Cristos”, escrito por
la Sra. Corinne Heline.
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Agradecemos al Sr. César Lillo Arellano, por este artículo.
Afectuosamente, Edgardo Ceol
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