LA ORDEN MÍSTICA DE LOS ESENIOS
Por Enid S. Smith
Es probable que ningún sistema de religión haya producido otro grupo de Hombres Santos tan sedientos de pureza y espiritualidad como los Esenios, que fueron pioneros del Cristianismo, quienes no solamente fundaron una secta, sino casi una nueva religión.
Verdaderamente eran estos un grupo único e infinitamente atractivo, forma de hombres y mujeres místicos cuya principal finalidad en la vida era convertirse en templos del Espíritu Santo, gracias a lo cual, ellos serían capaces de recibir una revelación especial y de servir de este modo como mediadores para traer al mundo al Mesías anunciado.
La historia afirma que su deseo fue cumplido y que Jesús, para cuyo advenimiento hicieron laboriosos y muy precisos preparativos, nació en el seno de su organización, pues María y José eran Iniciados Esenios y su hijo, al igual que su primo, Juan el Bautista y numerosos otros personajes bíblicos, eran miembros de comunidades Esenias en Palestina, Grecia, Egipto y en diversas tierras.
Los franc-masones encuentran en los Esenios el más puro Cristianismo y consideran que “los Hermanos del Hábito Blanco”, en otras palabras, la Orden Mística de los Esenios, en la confraternidad, la más importante que el mundo haya conocido.
Las esposas, madres, hijas y los jóvenes solteros de las comunidades Esenias eran miembros asociados. Aquella que no deseaba casarse, criaba para la organización niños huérfanos. La organización de este grupo se remonta a los tiempos de Moisés, siendo muy probable que sea en un pasado más remoto y la historia los designa, según los lugares y las fechas bajo los nombres de Nazarenos, Escuela de Profetas, de Hasidenios, Terapeutas (o curanderos) de la Orden de los Contemplativos, Nazaristas, Ministros de Paz y aún de Amigos o “Hermanos Puros y Silenciosos”.
La apelación Esenios no era conocida del pueblo y esto explica que esta palabra se haya omitido en los numerosos anales y escritos de la época.
El traje de los Esenios, era tan distintivo y único, que entre la muchedumbre, los místicos eran conocidos como “Hermanos del Traje Blanco”. Todos los miembros adoptaban luego de la iniciación, “un traje sin costuras” que también era llevado por Jesucristo. Se saludaban con estas palabras: “Que la paz sea con vosotros”. Llevaban sandalias cuando el tiempo lo obligaba.
Además de preparar el nacimiento de Jesús, este grupo se distinguía de diversas maneras. Es así como habías programado la igualdad de todo género humano habiendo denunciado la esclavitud.
Fueron los primeros que organizaron una comunidad muy por encima del standard de su época. Fueron los primeros colectivistas que animaron la colocación en común de todos los bienes, de igual modo como se menciona en la Biblia en el libro de Actas. Constituyeron la primera secta mística de toda la historia judía.
Muchos historiadores no están de acuerdo con los detalles; pero en general, están de acuerdo con los hechos principales concernientes a los Esenios. Por ejemplo, todos admiten que este grupo de pioneros místicos se remonta a épocas antiguas, tal como lo declara Plinio.
El Talmud habla de esta fraternidad como de “ La Santa Comunidad ” de Jerusalén, mientras Straben menciona a “los Esenios de Heliópolis” que consultaron Platón y Eudocio. José, quien fue miembro de esta organización durante cierto tiempo, habla de Jesús como de un miembro. Considera que los Esenios fueron los ascetas más antiguos y nos relatan que creían en el Renacimiento, en la resurrección y en la continuidad de la vida después de la llamada muerte, en la comunicación con los Ángeles, declara además que sus doctrinas venían de Egipto y se habían extendido afuera. Phizón llama a este grupo de místicos: “Los Campeones de la Virtud ”, gentes que “ellos mismos son más notables que cualquier otro en el mundo”.
Según Josefo, los judíos debían pertenecer, forzosamente a los Fariseos, a los Saduceos o a los Esenios. A pesar de que Jesús profirió palabras duras respecto a los dos primeros grupos, jamás dijo la menor palabra sobre los Esenios.
Solimus afirma que los “Esenios se distinguían de los demás seres humanos por su maravillosa constitución” (eran vegetarianos y vivían la mayor parte de ellos más de cien años) fueron según mi concepto, designados por la providencia para seguir este modo de Vida: renunciar al dinero, los placeres conyugales y sin embargo, son los más ricos entre los hombres.
Entre los historiadores modernos más representativos se encuentra Dean Prideaux, quien en su obra “El Antiguo y Nuevo Testamento”, trata de los descendientes de los Esenios, ha declarado que ellos habían condenado categóricamente a la esclavitud que toleran tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, como igualmente anticiparon el espíritu cristiano y la filosofía del siglo XX.
En su libro “Historia de los Judíos”, el Dr Gretz dice que los Esenios fueron los primeros en proclamar el “Reino de los Cielos” y Juan Bautista vivió la vida de los Nazarenos, formando parte de ellos, junto a quienes se habían instalado a orillas de las aguas del Jordán esperando a los penitentes, los cuales, después del bautismo se unían a la Orden de los Esenios.
El historiador Guisburg en su libro “Los Esenios, su obra y doctrina” declara: “La finalidad de Jesús-Esenio, era de efectuar una gran revolución de orden moral. Desde la edad de los doce años a los treinta, vivió entre las colonias esenias, donde concibió el proyecto que intentaba realizar. Fue aquí donde recibió su educación hasta que fue enviado por su orden para efectuar una gran revolución moral y no se puede poner en duda que nuestro Salvador mismo perteneció a esta Santa Orden.
Después de muy laboriosas investigaciones históricas, A. Schultz publicó en su obra “Los Esenios” una compilación de numerosos datos de la Sociedad Literaria y Filosófica de Liverpool, con fecha 1896, que le permitieron descubrir documentos escritos en hebreo, griego y arameo, los que confirman las declaraciones anteriores.
De todas las sectas de tiempos antiguos, la de los Esenios fue la más exclusiva. Surgiendo como lo hacían en el caso de una civilización, perseguían la finalidad de edificar, lo más eficazmente posible, un mundo nuevo y mejor para la humanidad.
Generalmente, sus sociedades secretas se organizaban en pequeños pueblos a orillas de los desiertos, lejos de los colmenares humanos zumbantes, con sus mercantilismos, sus sacrificios sangrientos del templo, el ruido y las preocupaciones por las cosas corporales. Cada familia, perteneciente a esta comunidad poseía su casa y su jardín. En cada casa había una pieza consagrada a la oración y a la meditación.
Estos “silenciosos” “visionarios” “curanderos”, vivían y trabajaban separadamente durante la semana, pero los Sabados se reunían para orar y trabajar juntos. Sus así llamadas “fiestas”, en las que no se servían carnes y donde solo se bebía agua pura, , sobre todo en la fiesta celebrada en Pentecostés, era famosa y hacía contraste con los ágapes de los griegos y de los hebreos. Las discusiones filosóficas eran el rasgo dominante de estas reuniones, que se celebraban con cánticos, dúos, coros, acompañados de bailes imitando a Moisés sobre el Mar Rojo.
Los Esenios prestaban servicios a sus semejantes en calidad de ministros, de profetas y de médicos. Interpretaban los sueños, conjuraban los demonios y hacían milagros, perteneciendo los unos a la paz del alma y los otros a la mejoría del cuerpo, guiando a cada uno mediante predicaciones que siempre eran exactas.
Es asi como la historia relata que un esenio llamado Menahen, se encontró un día con un niño, cuando iba a la escuela, saludándole en esta forma: “rey de los judíos”. Herodes pensó que este hombre a quien no conocía le hacía una broma y le respondió que su nacimiento plebeyo no le daba ninguna probabilidad de llegar a ser rey, pero Menahen le sonrió dándole golpecitos en el hombro, diciéndole; “Y sin embargo serás rey”, e iniciarás tu reinado con felicidad, pues Dios te ha juzgado digno. Recuerda los golpecitos que Menahen te ha dado en el hombro como signo del cambio de tu fortuna, pues esta seguridad te será saludable, si amas la justicia, la devoción hacia Dios y la equidad hacia tus conciudadanos y sin embargo, veo que no harás nada de eso. Tu fama será eterna, pero olvidarás la justicia y la devoción. No te ocultarás a los ojos de Dios, pues El te visitará en su ira hacia el final de tu vida.
El esenio Simeón, el que se menciona en el segundo capítulo del Evangelio según San Lucas, era un hombre santo, cuyas profecías se cumplieron. Hubo muchos otros. Estos vegetarianos de la Orden Mística eran tan celosos en observar las Leyes de Dios y de la vida santa, que no solamente profetizaban con exactitud, sino que ejercían un magnetismo prodigioso y sus auras eran tan maravillosamente bellas, tan radiantes, que por momentos los profanos mismos las percibían. No es de extrañarse que sus vidas hayan servido de ejemplo a Jesucristo cuando declaró: “Aquel que pierde su vida por mi, la encontrará, pero aquel que la preserva la perderá”. Renunciando al lado temporal, ganaban el esplendor de las cosas eternas.
En el momento de la iniciación, se le asignaba a todo miembro adulto de la fraternidad, una misión definida en su vida, misión a la que debía adherirse independientemente de todos los obstáculos y tentaciones hasta el sacrificio de su propia vida. Algunos de ellos preferían ser curanderos, médicos o bien agricultores, profesores, misioneros, carpinteros, traductores, escribanos, otros deseaban ser pastores de ovejitas o preocuparse de las abejas, preparar la comida, fabricar objetos de tocador y tejer géneros. Cualquiera que fuese el oficio elegido, debía ser constructivo, jamás destructivo. Nunca era admitido en esa organización fundir cañones, matar animales, grandes o pequeños o comprometerse en ninguna empresa o en ningún ejercicio donde se destruyera deliberadamente una cosa viviente.
La historia insiste sobre el hecho de que jamás se ha encontrado entre los Esenios ningún fabricante de flechas o dardos, lanzas, espadas, cascos, armaduras o escudos. Ningún hombre perteneciente a una manufactura de armas, pertrechos de guerra u objetos que pudieran servir de juego dañino en manos de malvados en tiempos de paz, pues esta secta fue aquella de los “Ministros de Paz”, quienes con Jesucristo comprendían que: “Aquel que toma la espada perecerá con ella”. Tampoco les era permitido comprometerse en empresas comerciales o de ocuparse de cualquier cosa que fuera con el fin de ganar dinero. Solo el trueque era permitido.
Junto con otros historiadores Plinio declaró: Los Esenios no se oponían al matrimonio, pero el consentimiento debía ser aprobado por los altos funcionarios de la comunidad esenia. Los más adelantados entre estos grupos se abstenían – algunos como se ha explicado - se hacían eunucos, espiritualmente hablando, por amor al reino de los Cielos.
Los Esenios no solo vestían todos iguales, sino que hacían en común los mismos trabajos, las mismas oraciones, participaban de las mismas comidas, depositaban sus granos en un depósito perteneciente a toda la comunidad y se consagraban a las obras de caridad, para las que cada uno tenía derecho a sacar del fondo común lo que necesitaba, salvo cuando se trataba de parientes.
“Los Esenios jamás pensarían en ocuparse de una empresa de navegación, ya que se oponían a todo lo que podía excitar la codicia. Pero todas las ocupaciones apacibles y no comerciales estaban de acuerdo con la finalidad de su vida. Todos sus miembros trabajaban desde que despuntaba el día hasta que se ponía el Sol.
Consagraban sus tardes al estudio de los misterios de la naturaleza, de las revelaciones y de las Jerarquías Celestiales. Disponían de mucho tiempo libre, ya que cada uno de sus miembros tomaba parte en la labor común, en la parte donde sobresalía y solo trabajaban por necesidad y no para ganar sumas de dinero.
A la entrada de cada ciudad existían “las puertas de los Esenios”, donde los pobres recibían alimentos y objetos de primera necesidad. También existían lugares llamados “Bethsaida” reservados a los enfermos. En este aspecto particular de sus obras vemos el origen de los hospicios y hospitales que fueron muy conocidos cientos de años después. Un personal muy especial pertenecía a estos lugares siendo llamados los hospitalarios. También los Esenios habían preparado centros de alojamiento en algunas de sus comunidades, en donde los extranjeros eran no solo alojados y alimentados, sino que también eran guiados moralmente.
Estos “Ministros de Paz”, elegían su propio presidente, sus jueces y funcionarios. Se consideraban libres de obrar únicamente en el servicio a los demás. Obedecían pasivamente a los poderes que ellos creían eran emanados de Dios. Sus creencias descansaban en forma principal sobre la convicción de que el destino era dueño del hombre y lo gobierna siempre. Que la voluntad de Jehová debe manifestarse en todas las cosas, pero no negaban el “libre albedrío”, creían en el valor de las profecías y sus visiones del porvenir, en la pre-existencia o en el renacimiento, en las comunidades ocultas. Se caracterizaban por una vida uniforme, santa y desinteresada, por su negativa a participar en sacrificios sangrientos, por su apego ilimitado a la virtud y su desprecio por los placeres, la riqueza, la fama terrenal, por su vida de trabajo, su temperancia (que incluía un régimen vegetariano) y la abstención de todo producto intoxicante; su modestia y sencillez de vida, su contentamiento de espíritu y alegría de carácter; su predilección por el orden y la verdad, su odio a la mentira, su benevolencia y filantropía, Sus maneras apacibles con todos los hombres. Nadie ignoraba cuanto aborrecían la esclavitud y la guerra, la aversión que tenían por los juramentos, su cariñosa predilección por los niños y ancianos, el cuidado que tenían con los enfermos, como la prontitud que tenían por llevar auxilio a los afligidos, las investigaciones que realizaban con las plantas y los minerales curativos por sus curas milagrosas. Esas creencias y esa manera de proceder, no han tenido ninguna parte en su paralelo en la historia de la humanidad. Según las enseñanzas de Jesucristo, los Esenios fueron buenos cristianos o buenos judíos que se comprometieron en el largo camino de aquellos que perdían poco a poco su identidad, formando la base de la cristiandad universal.
A continuación exponemos los artículos de fe de la organización Esenia:
Primero: Dios es tu principio; sus atributos no se manifiestan al hombre creado, sino a través de la materia. Dios no es una persona y no se parece al hombre bajo ninguna forma, gloriosa o nebulosa. Nótese la similitud de este artículo con la afirmación de San Juan: “Dios es espíritu y aquellos que lo adoran, deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
Segundo: “El poder y la supremacía Divina no pueden disminuir en función de la creencia del conocimiento humano. Dios no establece Sus leyes para agradar a la humanidad.
Tercero: “El Yo humano viene de Dios y está en Dios: es, por lo tanto, inmortal y eterno.
Cuarto: Los Cuerpos del hombre y de la mujer son manifestaciones de la verdad Divina; pero Dios, en cuanto a Ser, no es manifestado en los cuerpos del hombre o de la mujer.
Quinto: El cuerpo humano es el templo en el que habita el alma y por sus ventanas vemos creaciones de Dios y su evolución.
Sexto: En el momento de la transición, en la separación del cuerpo y del alma, esta entra en un dominio secreto donde ninguna condición terrestre tiene ya ningún encanto. Aquí los influjos apacibles y el gran poder del Santo Espíritu traen conformidad y consuelo a aquellos que se desesperan y se consumen en la espera de una vida futura. Sin embargo, aquellos que no aprovecharon las bendiciones y los dones de Dios, aquellos que escucharon al tentador y a los falsos profetas o sucumbieren a las seducciones de los malvados, aquellos que permanecen en el seno de la tierra hasta ser liberados y purificados de las poderosas trabas del materialismo, no pueden ascender entonces al reino secreto. (Esto explica la vieja expresión mística “atados a la tierra”, designando que aún permanecen esclavos de las tentaciones materiales luego de la transición)
Séptimo: Descansando de todo trabajo y examinando cada una de nuestras acciones, es necesario santificar el día sagrado de la semana para que el alma comulgue con el espíritu y se eleve hasta entrar en contacto con Dios.
Octavo: Callarse en las discusiones, cerrar los ojos ante el mal y taparse los oídos ante las blasfemias. (este es el origen de un dicho antiguo: “No hablar mal, no ver el mal, no escuchar el mal”)
Noveno: Alejar al profano de las doctrinas sagradas, jamás hablarle de lo que no pueda y no deba comprender y estar constantemente listos para enseñar al mundo que el conocimiento lo hará capaz de alcanzar las más altas cimas.
Décimo: Permanecer inconmovible hasta el sacrificio en todas las actuaciones y en todas las fraternidades; en las situaciones de confianza; jamás abusar de los poderes y privilegios que se le hayan concedido, en todas las relaciones humanas, ser buenos y perdonar, aún a los enemigos de la fe.
Las mujeres podían ser admitidas como miembros asociados de la fraternidad y en ciertos casos, bastante raros, podían ascender a los primeros grados de estudio o trabajo. No era que los Esenios estimaran en inferioridad mental o espiritual a la mujer, en relación al hombre, sino que esta restricción se daba únicamente porque la rama esenia de la Gran Fraternidad Blanca, era una organización estrictamente masculina y cumplía una labor exclusivamente masculina.
“En Dios está la vida toda; fuera de Dios no existe vida alguna y lo que parece vivir fuera de Dios es mera ilusión. Si deseamos saber la verdad, debemos contemplarla a la luz de Dios y no a la falsa y engañadora luz de la especulación intelectual. No hay otro camino para llegar al perfecto conocimiento de la verdad que la unión con la verdad misma y sin embargo, muy pocos conocen este camino. El mundo se burla de quien va por este camino, pero el mundo no conoce la verdad, porque es un mundo de ilusiones, llenos de ciegos ante la luz de la verdad. Los que conocen y comprenden la verdad, permanecen firmes como una roca.”
Tema extraído de una publicación del Centro Fraternal Rosacruz de Santiago de Chile.-
Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte.
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