EL KARMA COLECTIVO
No sólo existe el karma individual, que hace que recaigan sobre nosotros las consecuencias de nuestros propios actos individuales, sino que, como consecuencia de la existencia de agrupaciones humanas homogéneas, que llamamos nación, etnia, pueblo, tribu, grupo, familia, etc., también esos conjuntos, como tales, engendran y experimentan su
propio karma.
¿Y cómo se genera el karma colectivo? Es consecuencia de las afinidades que unen a los miembros del grupo, sean religiosas, culturales, económicas, sociales, históricas o de cualquier tipo, pues ellas hacen que sus miembros piensen y sientan y actúen, como tal grupo, de determinada manera frente a los demás grupos y, por tanto,
será él el que reciba las consecuencias de esa actuación. Y, dentro del grupo, cada individuo recibirá el karma que le corresponda por su participación individual.
Cada pueblo, pues, es el dueño de su propio destino, como lo es cada individuo dentro de su grupo. Por supuesto, cuanto mayor es el grupo, menos influencia ejerce el individuo en el destino común y más se debe éste a la actuación de la masa que, desgraciadamente, cuanto más numerosa es, menor es su nivel evolutivo. Lo que hace, pues, evolucionar a los grupos no es el conjunto, ni el número de sus componentes, sino los individuos relevantes, que marcan nuevas pautas de conducta, abren nuevos caminos, crean nuevas inquietudes e imponen nuevas metas. Y, por tanto, lo que interesa a un grupo es contar con el mayor número posible de individuos relevantes. Éstos, a su vez, tienden a ser seguidos por la masa, con lo que el grupo aumenta. De ese modo, los líderes, los verdaderos líderes, los que más han evolucionado a tenor de las leyes naturales, tienden a aglutinar a los grupos, a borrar fronteras y diferencias… De modo que el objetivo final sea un solo grupo, un solo pueblo, una sola raza y una sola meta.
Pero entretanto, sin ninguna duda, estamos en manos del karma colectivo. Idea recogida, parcialmente, por el propio refranero cuando asegura que "Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece". Y encarnada también en aquel triste reflejo de la falta de líderes: “¡Qué buen vasallo, si tuviera buen señor!”
Boletín Nº 36 AÑO 2.000 - TERCER TRIMESTRE
(Julio-Setiembre) FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID)
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