Seáis todos bienvenidos a nuestro séptimo viaje, esta vez: “Cañón del río Lobos” Programa dirigido a curiosos, inquietos y buscadores de rarezas. Lugares mágicos, leyendas, cuentos, historias, tecnología, música, religión, cuadros y misterios, muchos misterios, pero siempre enfocado bajo el prisma de los viajes, tanto por España como por el resto del mundo. Para pasarlo bien, disfrutar con todo aquello que nos sorprenda. Cada programa estará dedicado a un lugar, una zona o país concreto, a un “lugar de poder” por excelencia con Jesús Callejo, Carlos Canales , Juan Ignacio Cuesta, Marcos Carrasco, David Sentinella,Miguel Zorita, Alberto Bernabeu, Javier Sanchez Barba.
Pueden escuchar el programa de radio. desde aquí
http://ar.ivoox.com/es/escobula-brujula-1x07-canon-del-audios-mp3_rf_2059917_1.html
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El Cañón del Río Lobos
"El refugio oculto de los caballeros templarios"
Si tuvieramos que elegir un lugar que resumiese todo los enigmas que rodean a la leyenda de los templarios, este sería sin duda el cañón del río Lobos. Ningún otro es capaz de proporcionar al visitante esa sensación de soledad y de retiro como la ermita de San Bartolomé, ubicada en el paraje más pintoresco del barranco, un lugar idóneo para la meditación y la comprensión de los misterios esotéricos de una orden, que se trajó de Tierra Santa algo más que unas cuantas reliquias. En la presente ruta visitaremos este parque natural, pero también algunos de los maravillosos lugares que la comarca de la Tierra del Burgo nos puede regalar, y que encierran también numerosas sorpresas, probablemente más inesperadas por el continuo abandono de la provincia de Soria que no parece tener remedio. La riqueza que acumulan algunos de sus pueblos es sólo comparable al desconocimiento que de ella se tiene, y eso que en este caso, vamos a conocer algunos de sus reclamos más renombrados.
Ucero, la Puerta del Cañón
Hasta llegar a la localidad de Ucero, nada hace pensar que unos pocos kilómetros después el terreno se va a quebrar, y de que forma... La inmensa planicie castellana acompaña al curso de la carretera que hemos tomado desde El Burgo de Osma. De repente, en un suspiro la tierra rojiza de los campos deja paso a la roca y aparece el pueblo, encabritado a lo largo del río del mismo nombre, y cuya fama por sus truchas y cangrejos trasciende fronteras. Debemos comenzar visitando el centro de interpretación del parque, justo a la salida de Ucero, junto a la piscifactoria. Aquí nos van a explicar lo más interesante que debemos ver, nos informarán de las rutas senderistas más atractivas y demás posibilidades. La clave para entender la formación del cañón reside en las propiedades de la piedra caliza, muy blanda y expuesta a la erosión del agua de rios y torrentes, que han abierto profundas grietas en la tierra, filtrándose por doquier. Como consecuencia de estas filtraciones se han originado multitud de cuevas en el curso del rio Lobos, algunas de ellas de kilómetros de profundidad; si es nuestro deseo iniciarnos en la espeleología, podemos contratar en Ucero los servicios de varias empresas para conocer la cueva Palomera, una de las más interesantes. Pero la mejor opción para adentrarnos por primera vez en las fauces del Lobos, es dejar tomar la pista forestal que sale a mano izquierda, dos kilómetros después del centro de interpretación. A los pocos metros de tomar este ramal, se ha habilitado un aparcamiento junto al río donde podremos dejar nuestro vehículo.
El paisaje que nos rodea es encantador: el bosque de ribera se espera con la ayuda de olmos y fresnos, mientras que en las laderas más escarpadas aparecen las sabinas, justo hasta el límite de los roquedos. La pista forestal, de trazado inconfundible, sigue ahora su curso por el fondo del cañón, brindando continuas panorámicas sobre los cortados, en los que resulta habitual observar el vuelo majestuosos de los buitres leonados que nos hacen más ameno el camino.
Los Templarios y la ermita de San Bartolomé
A los dos-tres kilómetros de nuestro inicio, llegamos a un ensanchamiento del cañón donde se encuentra la ermita de San Bartolomé, el destino de la mayoría de excursionistas, junto a la gigantesca boca de la entrada a la cueva grande. La ermita es un bello ejemplar del románico del siglo XIII, y aunque normalmente permanece cerrada al pública, vale la pena admirar algunos de sus enigmáticos canecillos y relieves: barriles de vino, caras, lobos, cruces patadas.... Un bello repertorio iconográfico, cuya más bella muestra es el rosetón de seis corazones entrelazados, que al parecer, presenta muchas similitudes con el símbolo judaíco del Sello de Salomón, y que podría estar vinculado con la leyenda del Grial y con la orden de los caballeros Templarios. Sobre San Bartolomé se ha hablado demasiado, en demasiados ámbitos; se ha dicho que se encuentra casi a la misma distancia de los cabos de Creus y de Finisterre, que una de sus ventanas está orientada a la constelación de Sagitario la noche de San Juan y que un rayo de luna ilumina esa misma noche una losa con un extraño símbolo en el suelo. Elementos todos sugerentes, propicios a dejar volar la imaginación y a relacionarlos con la mítica Orden, pero que no arrojan luz sobre el verdadero misterio de la ermita, que no es otro que las razones de su ubicación.
Sin duda este misterio no puede comprenderse sin la cueva que se abre en la misma pared de enfrente, y en la que muy probablemente, se celebraban rituales de caracter pagano desde tiempos prehistóricos. Penetrar en su interior es altamente recomendable y asequible, pues la cueva no tiene más de 250 metros de profundidad, en la que nunca nos abandona la luz natural; su encanto reside más en la perspectiva que de la iglesia se tiene desde ella, que en sus propias formaciones geológicas. No deja de ser curioso que muchas de las ermitas e iglesias medievales fueran levantadas en las proximidades de cuevas y simas, de entradas a un mundo subterráneo que sin duda serían objetos de elevación espiritual, recuerdos lejanos de un culto trasunto de la madre tierra, la mítica Gea, Hera griega o la Astarté fenicia. En cualquier caso, resulta complicado cúal podía ser el interés de una orden de caballeros y monjes por una religión que, según la historia oficial, debía llevar siglos sepultada bajo tierra en la Península. Desde esta penumbra, mirando a través de la boca de la cueva, podemos imaginar el escaso conocimiento que tenemos de una época histórica oscura y enigmática, de la que seguimos desconociendo algunas de sus fascinantes notas, pero que nos arrastra y nos seduce de forma intensa e indefectible.
Si se tienen fuerzas y tiempo para continuar paseando, no dude en seguir el camino que por el fondo del cañón llega hasta el puente de los Siete Ojos, tras un recorrido de unos 14 kilómetros y que atraviesa algunos enclaves de solitaria belleza como la cueva negra. Si por el contrario deseamos aprovechar nuestra jornada con otros atractivos, lo mejor es que volvamos por el camino que traíamos hasta la entrada del cañón. Para culminar la visita al parque natural, no debemos irnos sin subir con el coche hasta el mirador de la Galiana, unos tres kilómetros por encima de la entrada principal, desde el que disfrutaremos de una magnífica panorámica. Las choperas resultan especialmente vistosas en otoño, vistas desde aquí, serpenteando de forma continúa entre los roquedos. Al otro lado del cañón, se distinguen también las maltrechas ruinas del castillo de Ucero, de romántica estampa, y que también ha sido atribuido a los templarios. Desde este punto se obtienen además las mejores perspectivas para ver las aves y rapaces del parque.
Del Burgo de Osma a la ciudad romana de Uxama
Con la sensación de haber realizado un inmenso salto en el tiempo, volvemos sobre nuestros propios pasos para visitar la ciudad de El Burgo de Osma. En realidad se trata de una localidad formada por la unión de dos núcleos. El antiguo poblado de Osma, se acurrucaba entorno al viejo castillo, que todavía conserva una gallarda estampa en lo alto de un peñasco que preside la ciudad, y que data del siglo XI. Se dice que en este castillo resultó herido el principe Fernando de Aragón, que venía de incognito camino de Castilla, para contraer matrimonio con Isabel; al no reconocerlo uno de los vigías, le lanzado una flecha que a punto estuvo de matarle. La subida es larga y fatigosa, por lo que aquellos que no reunan fuerzas suficientes, no deben perder la oportunidad de visitar la antigua villa romana de Uxama, a la que se accede por la nacional N-122 sentido Aranda, y que supone un interesante punto de partida para conocer los orígenes de esta localidad. En su centro de interpretación nos explicarán que lo que hoy son unos restos apenas reconocibles, cobraron una importancia clave en los siglos II y III de nuestra era, hasta el punto de que Uxama tenía potestad de acuñar moneda. No se pierda los restos del acueducto que llevaba el agua hasta la ciudad nada menos que desde Ucero, a unos 20 kilómetros, demostrando las dotes ingenieras de los romanos sorianos. Desde la etapa visigoda Uxama quedo abandonada, y la población fue asentándose en la actual Osma, un rincón más abrigado y fertil que su vecina romana. En Osma hay que hacerse fotos en el puente medieval, de un encanto muy especial, sobre todo en otoño por el rico bosque de ribera que acompaña al río Ucero.
En la baja Edad Media, y ante el crecimiento de la población y sobre todo, de trasiego comercial, se fundó "El Burgo", que llegaría a crecer tanto como para eclipsar a la ciudad que la había fundado. Se construyeron poderosas murallas, que todavía hoy se conservan, y se levantó una enhiesta catedral cuya torre oeste sigue constituyendo un faro para toda la comarca. Con el paso del tiempo el barrio de comerciantes que fue creciendo entorno a la primitiva catedral románica fue extendiéndose hacia el norte y hacia el este, y hoy resulta un verdadero placer recorrer la calle mayor asoportalada, ver los palacios vetustos de hidalgos y nobles, o conocer el edificio de la antigua universidad. Pero es sin duda su mole catedralicia la que debe centrar nuestra atención, pues en su interior se esconden auténticos tesoros que para si quisieran la mayoría de grandes capitales de provincias. La mayor parte del templo es de factura gótica, si bien es cierto que en el claustro aún se conservan un par de arcadas románicas exquisitamente decoradas, que dicen los expertos, recuerdan al primer maestro de Silos. Lo más valioso del templo es la sala capitular, del siglo XIII, decorada con pinturas murales que aguantan bien el paso de los años, y que acoge en su centro el maravilloso sepulcro del fundador del templo, San Pedro de Osma. Uno no puede dejar de asombrarse ante los delicados relieves que describen la vida del santo, y que mantiene un estado de conservación asombroso, conservando casi por completo su vistosa policromia. Estamos ante una de las muestras más importantes de la escultura funeraria del Románico europeo. Pero si impactante es la visita a la sala capitular, más asombrosa aún es la visión del Beato que se conserva, del siglo XI, un incunable de incalculable valor, cuyo principal atractivo lo constituyen sus coloristas miniaturas, entre ellas, la de un mapa de ingenuas proporciones que describe la totalidad del mundo conocido... Las joyas artísticas de la catedral se completan en un interesante museo lleno de piezas de gran valor, que llevaron a la diócesis a ser capaz de albergar una de las ediciones de la exposición "Las Edades del Hombre". Resulta sorprendente que una villa tan pequeña como esta pueda albergar un edificio tan señero y orgulloso de su pasado.
Gormaz: eterno vigilante del Duero
Los alrededores de El Burgo de Osma tienen suficientes atractivos para mantenernos ocupados al menos un par de jornadas. Si desgraciadamente sólo estamos de paso, entonces lo más recomendable es dirigirnos hasta la vecina fortaleza de Gormaz, a unos 12 kilómetros. Se trata del castillo califal más grande Europa, con casi un kilómetro de perímetro; su situación, a poco que nos vamos acercando, se revela magnificiente y estratégicamente decisiva. Junto a un meandro del río Duero, la fortaleza se extiende alargada sobre la superficie de un cerro de amplísimas vistas y buenas salidas naturales. La carretera atraviesa la minúscula aldea del mismo nombre, y se retuerce hasta alcanzar la entrada principal del castillo, dominada por un imponente arco de herradura. Justo a los pies, la pista de acceso se encuentra con la pequeña ermita de San Miguel de Gormaz, una construcción sencilla que esconde en su interior una maravillosa colección de pintural mural románica descubierta hace muy pocos años, y que es una de las grandes sorpresas que todavía parecen esconder algunos templos de la comarca.
En el interior de la fortaleza varios paneles explicativos nos informarán de cada de una de sus partes, los aljibes, las caballerizas, los adarves, la torre del homenaje, etc. de una forma bastante didáctica. Pero el visitante se siente irremediablemente tentado a disfrutar de las mágníficas panorámicas que se disfrutan desde la cima. Los atardeceres desde alguno de sus paseos de ronda, con los interminables campos de Castilla a nuestros país, nos trasladarán con seguridad a un periodo de continuas guerras y racias, tiempos en los que la vigilancia era clave para adelantarse a las intenciones del enemigo. En el siglo X se dice que la organización del Califato de Córdoba llegó a ser de tal enjundia que existía un sistema de comunicaciones basado en espejos que, trasladado a través de un sistema de atalayas, podía hacer llegar las noticias de Córdoba en sólo unas pocas horas...Una vez tomado Gormaz, las tropas cristianas pudieron respirar tranquilas, al haber eliminado el principal centro de operaciones musulman en muchos kilómetros a la redonda, el cuartel general desde el que se emprendían numerosas incursiones de control y devastación. Al abandonar Gormaz, será difícil no echar la vista atrás, atraídos por la silueta de un castillo que será difícil de olvidar en nuestros recuerdos, una fortaleza que se integra perfectamente con el paisaje que le rodea, y que más que en ningún otro lugar nos hace recordar cómo se forjó el mito y la leyenda del Reino de Castilla.
Alfredo Orte Sánchez
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