Cuento espiritual: La pierna del cerdo
A María le gustaba mirar cómo cocinaba su madre, prestando atención a todos los detalles. Un día, mientras observaba la preparación de una pierna de cerdo antes de colocarla en el horno, la niña preguntó: “Mami, ¿por qué cortas los dos extremos de la carne? ¿No es eso un desperdicio?”
-Pues no lo sé, pero mi mamá siempre lo hacía de esa manera – respondió la madre.
– Pero, ¿por qué razón?
– No lo sé, pero vayamos a preguntarle a la abuela.
La abuela, que vivía en la casa contigua, recibió a su hija y a su nieta, y éstas le preguntaron:
– Abuelita, al preparar la pierna de cerdo siempre le cortabas los dos extremos antes de echarla al horno, ¿por qué lo hacías?
– Mmmm… porque mi madre siempre lo hacía de ese modo.
– Pero, ¿por qué?
– No estoy segura, pero mejor llamemos a la bisabuela.
Las tres llamaron por teléfono a la bisabuela, que vivía en otro barrio, y le preguntaron:
– Bisabuela, al preparar la pierna de cerdo siempre le cortabas los dos extremos antes de echarla al horno, ¿por qué lo hacías?
– ¡Ah! Simplemente porque la bandeja del horno era demasiado pequeña.
La disposición de las letras del teclado de las computadoras es una herencia de las viejas máquinas de escribir. Uno podría llegar a suponer que este orden se fundamenta en el logro de una mayor rapidez al momento de escribir.
Sin embargo, la razón es bien diferente: las primeras máquinas tenían las teclas ordenadas alfabéticamente y un sistema de impresión basado en una especie de martillitos con elementos tipográficos (letras, números o signos). Cuando los dactilógrafos más experimentados adquirían rapidez, las teclas se empezaron a trancar entre sí.
Para solucionar este problema, los fabricantes buscaron una forma de dificultar la escritura y colocaron las letras más utilizadas en sitios alejados entre sí. De este modo, los usuarios quedaron obligados a trabajar más despacio.
Muchos años más tarde, esta disposición (llamada QWERTY) pasó a las máquinas de escribir eléctricas y de ahí a las computadoras, sin que nadie se atreviera a cuestionarla.
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