Cuento espiritual: Los arqueros y el rey
En el reino de Bazur se organizó un importante torneo de arquería donde se dieron cita los más famosos arqueros de la región. Entusiasmado por el evento, el mismísimo rey decidió inaugurar la jornada y se hizo presente en la zona de competición, colocando una inmensa bolsa de oro sobre una mesa y diciendo: “Estoy realmente feliz y para dejar constancia de mi interés en este torneo, he decidido ofrecer esta gran recompensa al ganador de este torneo”.
Todos festejaron con algarabía la decisión real y después de un rato, los mejores arqueros entraron en escena.
El primer arquero, famoso en la provincia de Luan, ni siquiera le dio a la diana. Su flecha se perdió entre los árboles. El segundo arquero también falló estrepitosamente. Y el tercero, y el cuarto… así sucesivamente. Pasada la primera ronda, ninguno de los competidores había logrado clavar una flecha en la diana.
El rey montó en cólera y gritó: “¿Cómo puede ser? ¡Los mejores arqueros reunidos aquí! ¿y ninguno pudo anotar ni un punto? ¿Se están burlando de mí? El torneo queda suspendido”, tras lo cual se retiró a sus aposentos.
Horas más tarde, el rey mandó llamar a su consejero y le preguntó qué era lo que había sucedido.
El consejero lo tenía muy claro y le explicó: “Todos los arqueros fallaron porque no estaban apuntando a la diana sino que su pensamiento estaba fijo en la bolsa de oro”.
“Luego que el hombre concertado abandona el fruto de la acción, alcanza la eterna Paz. Al hombre desconcertado le hostiga el deseo y a sus acciones se liga por el apetito del fruto”. (Bhagavad Gita)
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