El Nacimiento de la Luz: La Navidad secreta y I
on Martes, 13 Diciembre 2011. Publicado en Paradigmas
LA NAVIDAD EN CUATRO CLAVES: METAFÍSICA, COSMOLOGÍA, MITOLOGÍA Y ASTROLOGÍA
Primera parte del artículo de Jordi Calvet dedicado a la Navidad desde perspectivas no ortodoxas y basadas en los contenidos más metafisicos y desconocidos de esta antiquisima tradición que trasciente en realidad el mismo Cristianismo en el que supone se basa.
Todo lo visible no es más que una parábola. Y así ocurre siempre: se trata de una analogía de lo que yace detrás.
Y si hablamos de realidad, siempre nos referimos a lo que, en el sentido metafísico, se encuentra detrás de la naturaleza, detrás del mundo de los fenómenos. La metafísica se refiere así a algo directo, a algo que se distingue de lo que conocemos a través del pensar, de conclusiones y abstracciones. Se trata de la comprensión de lo que se encuentra más allá de la naturaleza.
Y si hablamos de realidad, siempre nos referimos a lo que, en el sentido metafísico, se encuentra detrás de la naturaleza, detrás del mundo de los fenómenos. La metafísica se refiere así a algo directo, a algo que se distingue de lo que conocemos a través del pensar, de conclusiones y abstracciones. Se trata de la comprensión de lo que se encuentra más allá de la naturaleza.
El análisis de hechos y las investigaciones históricas se ocupan siempre de acontecimientos muertos, de manifestaciones que verdaderamente no están vivas, no eternas y en realidad insignificantes en última instancia. El interés de la ciencia y los historiadores en hechos, cosas y acontecimientos se valoriza en sí, solo para quienes no tienen otra meta que proseguir y continuar lo que sucedió en el pasado que estudian.
En la metafísica se trata de una percepción bien distinta. La metafísica es la representación de una realidad que existe antes de todos los hechos y antes de todas las cosas. La metafísica se ocupa de lo que existe detrás del mundo de las manifestaciones y que es, por ende, una realidad. Y en la realidad se sucede lo que acciona, lo que actúa. La realidad no es nunca manifestación por si misma, pero produce manifestaciones y se expresa a través de manifestaciones. Y es esta expresión de la realidad la que lleva a la multiplicidad de los fenómenos de nuestro mundo.
Por lo tanto la metafísica es también el origen y fundamento de todos los otros conocimientos. Esta imagen metafísica, este conocer las cosas detrás de las cosas. en el aspecto eterno no sujeto al tiempo, el aspecto que se encuentra detrás del transcurrir de nuestro mundo conocido , ha sido una comprensión altamente valorada en todas las grandes civilizaciones del pasado, cuando muy pocos poseían esta comprensión directa. No obstante, todos se daban cuenta de cuán esencial es esta justa comprensión. La comprensión de lo real, de lo verdadero detrás de los fenómenos y de los hechos era reconocido en todos los tiempos, por todas las culturas.
El mundo irreal, el mundo de las apariencias que los hindues denominan Maya, y los Egipcios llaman El Velo de Isis, debe ser traspasado para ver a través de él, para despertar, para poder liberarse y salvarse de esta ilusión que nos produce el apego al mundo fenoménico.
Este despertar es la llamada para librarse de la obsesión de alcanzar el futuro que en realidad no existe. Y esto es enfatizado en todas las expresiones Cristianas. Se trata del reino que no es de este mundo y al cual se puede acceder solamente a través de este mundo fenoménico.
Este despertar es la llamada para librarse de la obsesión de alcanzar el futuro que en realidad no existe. Y esto es enfatizado en todas las expresiones Cristianas. Se trata del reino que no es de este mundo y al cual se puede acceder solamente a través de este mundo fenoménico.
La llamada no es para esforzarse en cumplir normas, leyes y mandamientos a fin de obtener más adelante una vida de duración eterna. La llamada es para transformar la conciencia, para hacer estallar sus límites y abrirse a la conciencia cósmica.
Algo muy parecido enseñaba Buda: abandonar la rueda de las reencarnaciones, la rueda de las repeticiones compulsivas, pero manteniéndose conscientemente en este tiempo. Esta directriz que guía hacia el despertar espiritual está contenida en todas las enseñanzas esotéricas secretas de todas las tradiciones Cristianas que siempre han sido transmitidas por el camino de las iniciaciones.
Este camino esotérico que es propio de monjes y ermitaños, no es accesible ni adecuado para todos. Es un camino de entrenamiento consciente que emplea técnicas y métodos complejos y a veces realmente duros para alcanzar la meta de la liberación y el despertar. Debido a que este camino iniciático no es adecuado para todos, desde la antiguedad este mismo conocimiento ha sido transmitido de un modo más accesible por medio de otro camino: el mito.
Suponemos sencillamente que nuestra manera de manejar la vida, nuestro mundo actual acuñado por la ciencia y la tecnología nos ha colocado en la cúspide absoluta del desarrollo, y que en consecuencia este es el punto máximo que puede alcanzar la humanidad.
Ya es tiempo de que removamos un poco esta actitud. Quizás nuestros predecesores no eran ningunos tontos. Tal vez eran más sabios en muchos aspectos y lo que sucede es que no los entendemos. Tal vez todo lo que hacemos actualmente no es la última solución para la existencia humana, ni el último peldaño donde tendría que culminar el desarrollo humano.
Suponemos sencillamente que nuestra manera de manejar la vida, nuestro mundo actual acuñado por la ciencia y la tecnología nos ha colocado en la cúspide absoluta del desarrollo, y que en consecuencia este es el punto máximo que puede alcanzar la humanidad.
Ya es tiempo de que removamos un poco esta actitud. Quizás nuestros predecesores no eran ningunos tontos. Tal vez eran más sabios en muchos aspectos y lo que sucede es que no los entendemos. Tal vez todo lo que hacemos actualmente no es la última solución para la existencia humana, ni el último peldaño donde tendría que culminar el desarrollo humano.
Si observamos con un poco más de modestia y humildad lo hecho por culturas anteriores a la nuestra, si vemos más allá de nuestro estrecho círculo cultural, quizás encontremos allí una sabiduría verdadera. y quizás entonces seremos capaces de no seguir juzgando unilateralmente al mito como nada más que un mito, no continuaremos viéndolo peyorativamente como la expresión de gente que no conocía otro modo de manifestarse y que compusieron así sus fantasías infantiles bastante simpáticas, pero que por lo demás no sirven de nada.
Visto exteriormente, el mito consiste en una cantidad de cuentos, historias, cuadros, ritos, ceremonias y símbolos. Los mitos pueden basarse en hechos históricos. Sin embargo, no todo hecho o conocimiento histórico se presta para llegar a ser un mito.
Las tradiciones míticas no surgen premeditada y voluntariamente. El mito es algo que crece, es muy viviente y surge de si mismo de las capas profundas del inconsciente cobrando forma, un cuerpo. Pero la forma o el cuerpo que adopta no debe ser visto como algo casual o sin sentido porque el desarrollo de un mito se basa en una estructura básica común; igual que nacemos sobre la tierra, con distintos colores de piel, razas distintas, apariencias distintas, pero una estructura común que nos permite hablar del ser humano genéricamente, como hablamos de los cristales de la nieve y de la sal, que en su inmensa variedad de formas se basan en una estructura cristalina definida.
Tenemos que acostumbrarnos a la idea que la estructura existe de por sí y no ha sido insertada por nosotros. Así nos lo señala la química, nos lo enseñan las plantas, nos lo enseña la naturaleza. Aquí no hay nada encajado por nosotros y sin embargo se revelan estructuras arquetípicas. Y de este modo es como surgen los cuadros, alegorías, representaciones, cuentos, parábolas e historias de las profundidades del inconsciente del pueblo. Sin la voluntad, sin agregar un componente consciente, crece el mito de acuerdo a una estructura interior.
Por esta razón los mitos se parecen a los cuentos de hadas, que también pertenecen a este campo, lo mismo que las antologías de todos los pueblos, de todos los tiempos que en esencia todos se parecen entre sí, de igual forma en que se parecen todos los árboles aunque cada uno presente rasgos diferenciales según su especie.
La investigación de C.G. Jung se presta para cambiar en esencia nuestra actitud respecto a los mitos. En nuestro tiempo deberíamos ocuparnos de los mitos porque son, en síntesis, el verdadero alimento del alma. Y todos nosotros estamos bastante muertos de hambre a este respecto por haber despreciado dicho alimento al creer que podríamos renunciar a él tildándolos de ser nada más que fantasía e irrealidad. Es así como hemos pasado por alto que el mito siempre es más real de lo que jamás puedan llegar a serlo los hechos, los acontecimientos o la historia.
Como mencioné anteriormente, el mito procede de una capa psíquica muy profunda, de un capa de la consciencia que nunca ha sido icluída en nuestro mundo de apariencias y refleja las realidades psíquicas. El mito llega al ser humano si éste todavía está abierto y contiene cuadros o imágenes que dan un significado más auténtico cuando llegan a las capas más profundas. Por eso es un alimento para el alma.
Todas las narraciones religiosas, todos los relatos sobre los hijos de los dioses que existen en varias religiones, todos estos relatos religiosos también son mitos. La teología se inquietaría muchísimo si se hablara de los mitos en relación a su religión, por dos razones: Primero, porque pretende inculcar prejuicios contra los mitos como si estos fueran falsos, irreales, y sin comprender que son la verdadera realidad, la estructura más profunda. Segundo, porque insiste en aferrarse a la opinión según la cual la importancia del Cristianismo radica en el papel histórico que desempeñó la persona llamada Jesús. Tratemos de ser más abiertos para ver al Cristianismo bajo los parámetros del mito, no para quitarle algo, no para disminuirlo, sino para acercarlo a nosotros bajo otro ángulo y para quizás poder sentir lo que esta historia nos puede decir si no la consideramos únicamente bajo la mirada del historiador.
Por medio de la comprensión se constituye algo como una filosofía perenne que guardó siempre en su contenido la misma enseñanza expresada de distintas formas de acuerdo a los tiempos cambiantes. Esta contínua filosofía, que también fue llamada filosofía perennis, permanentemente mantenida, nunca fué teoría especulativa, sino sabiduría en el sentido de la comprensión experimentada, era la experiencia del ser en sí.
Nuestra cultura actual valora muy poco esta comprensión metafísica y se ocupa relativamente poco de ella. En nuestra cultura damos el mayor aprecio, atención e importancia a las cosas y hechos que se ubican en primer plano, a las apariencias, que en realidad no son más que la expresión. Con esta actitud nuestra cultura altera la tradición, que en otras épocas giró alrededor de lo esencial, de lo que está detrás de los fenómenos.Todos los relatos religiosos, incluidos los del Cristianismo, pueden observarse desde tres niveles diferentes. El primero es el plano histórico, el segundo el mitológico y el tercero el nivel cósmico. Estos tres niveles corresponden a la división original cuerpo-alma-espíritu. El plano histórico corresponde al cuerpo, el mitológico al alma y el cósmico al espíritu. Aunque por supuesto, estos tres puntos de enfoque no se encuentran totalmente aislados el uno del otro, sino que están unidos e interconectados por analogías o correspondencias verticales.
El nivel histórico a veces resulta poco coherente y un tanto contradictorio, sobre todo si lo vemos desde varios ángulos o sin relacionarlo con los demás niveles.
Las historias y los cuentos empiezan a menudo con: “Hace tiempo y allá lejos”, “Érase una vez”, “Había en un país lejano...”. Estos comienzos nos dan un punto de distancia y nos ubican en el pasado. Eso nos permite a veces, observar las cosas sin mojarnos del todo. Reflexionamos sobre ello y nos tomamos nuestro respiro respecto a los personajes de la historia.
Las historias y los cuentos empiezan a menudo con: “Hace tiempo y allá lejos”, “Érase una vez”, “Había en un país lejano...”. Estos comienzos nos dan un punto de distancia y nos ubican en el pasado. Eso nos permite a veces, observar las cosas sin mojarnos del todo. Reflexionamos sobre ello y nos tomamos nuestro respiro respecto a los personajes de la historia.
Pero el nivel histórico vibra con nosotros, cuando lo miramos en relación a los otros dos niveles. Es entonces cuando comprendemos lo que acontece y descubrimos el significado de lo que se manifiesta históricamente. Ningún hecho ocurre por azar en el espacio y en el tiempo, más bien, el curso de la historia representa una activación de unas leyes universales en relación con hechos circunstanciales. La consideración de las corrientes históricas, tiene su sentido siempre que las relacionemos directamente con nosotros y los diferentes planos de la existencia, en el presente.
Una representación teatral del siglo pasado, requiere de variaciones para hacerla inteligible al público contemporáneo. Modernizamos una forma de expresión y consideramos una re-escenificación tanto del decorado como de algunas formas de la misma. La historia se repite. En diferentes personajes, distintos países, en épocas diversas. El sentido oculto se repite, pero con lenguajes apropiados a los tiempos actuales.
Un acontecimiento dramático sentido en un momento dado, lo repetimos, escenificado por medio de una fiesta o una representación folklórica o religiosa. Desde el nacimiento repetido en las fiestas de aniversario, hasta las celebraciones de acontecimientos militares, sociales, políticos o religiosos.
Aquél sentimiento profano o no, lo hacemos vigente y lo repetimos cada cierto tiempo, para reforzar nuestra mirada sobre tal experiencia. Lo que sucede a menudo es que la visión se pierde o se distorsiona y las nuevas generaciones olvidan la importancia de lo que se hace, el significado original de tal propósito y se retorna a la ignorancia, puesto que al olvidar la historia, estamos condenados a repetirla.
Un acontecimiento dramático sentido en un momento dado, lo repetimos, escenificado por medio de una fiesta o una representación folklórica o religiosa. Desde el nacimiento repetido en las fiestas de aniversario, hasta las celebraciones de acontecimientos militares, sociales, políticos o religiosos.
Aquél sentimiento profano o no, lo hacemos vigente y lo repetimos cada cierto tiempo, para reforzar nuestra mirada sobre tal experiencia. Lo que sucede a menudo es que la visión se pierde o se distorsiona y las nuevas generaciones olvidan la importancia de lo que se hace, el significado original de tal propósito y se retorna a la ignorancia, puesto que al olvidar la historia, estamos condenados a repetirla.
El hecho que un ser recorra a la vista de todos este camino arquetípico de desarrollo de la humanidad, permite a los individuos de diferentes épocas ver como una representación de una obra teatral. El Camino de la Conciencia que ellos mismos tienen que recorrer.
Las representaciones son escenificaciones que se repiten periódicamente, renovadas, enriquecidas y adaptadas al estado de conciencia de la humanidad de cada época, agregándoles cada vez algo nuevo o modificándolas de acuerdo al aprendizaje logrado en cada escenificación.
Se pugna por el envase que envuelve las diferentes ideas, aunque se pueda constatar que el contenido siempre es el mismo: El Camino hacia una Conciencia más elevada y más expandida. Las distintas envolturas, serían las diferentes escenografías así representadas.
En el contexto cristiano, se celebran muchas de estas escenificaciones. Una de ellas es la que pertenece a las fiestas navideñas.
En el plano cósmico, cada año, en la tierra se pone en escena, un grandioso acontecimiento reflejado en el universo. Para el ser humano, el Sol es el foco central que da luz y es fuente de vida.
Las representaciones son escenificaciones que se repiten periódicamente, renovadas, enriquecidas y adaptadas al estado de conciencia de la humanidad de cada época, agregándoles cada vez algo nuevo o modificándolas de acuerdo al aprendizaje logrado en cada escenificación.
Se pugna por el envase que envuelve las diferentes ideas, aunque se pueda constatar que el contenido siempre es el mismo: El Camino hacia una Conciencia más elevada y más expandida. Las distintas envolturas, serían las diferentes escenografías así representadas.
En el contexto cristiano, se celebran muchas de estas escenificaciones. Una de ellas es la que pertenece a las fiestas navideñas.
En el plano cósmico, cada año, en la tierra se pone en escena, un grandioso acontecimiento reflejado en el universo. Para el ser humano, el Sol es el foco central que da luz y es fuente de vida.
En casi todas las culturas, las celebraciones más relevantes o las fiestas religiosas importantes, se hacen durante las fechas en que el Sol está en una posición determinante del año. Si miramos detalladamente el recorrido del astro, encontramos un trazado cósmico.
El Zodíaco es un círculo dividido en 12 segmentos de 30 grados cada uno, realizando 360 grados, y el Sol recorre en un año, el Zodíaco. Los 360 grados, a razón aproximadamente de 1 grado cada día, que sumados constituyen los 365 días de nuestro año. Por medio de la inclinación entre la elíptica y el ecuador terrestre, se dan las diferentes estaciones del año porque se producen acercamientos y distanciamientos de la tierra respecto al Sol y se dan las relaciones día / noche. Así se produce en el Zodíaco una división de 4 puntos determinantes por estar señalados en el calendario y que indican el paso del Sol en su recorrido: el principio de la primavera, del verano, del otoño y del invierno.
La primavera comienza alrededor del 21 de marzo, el verano se inicia el 21 de junio, en otoño el 21 de septiembre y en invierno el 21 de diciembre. De acuerdo a la astronomía y al Zodíaco, encontramos 4 puntos indicados: el comienzo de la primavera se denomina equinoccio de primavera (equinoccio quiere de decir igual duración del día y de la noche). Este equinoccio se presenta cuando el Zodíaco se halla a 0 grados Aries, alrededor del 21 de marzo. Opuesto a este punto, a 180 grados de distancia, se encuentra el otro equinoccio, el de otoño. Hacia la mitad de estos puntos, a 90 grados, se ve otro eje que representa los 0 grados de Cáncer, alrededor del 21 de junio, que marcan el comienzo del verano. Y finalmente, opuesto a este punto, a 180 grados, encontramos los 0 grados de Capricornio o solsticio de invierno.
Estos son puntos astronómicos que introducen las diferentes estaciones del año y que se caracterizan por la duración más igual del día y de la noche en el año en los dos días que marcan el comienzo de los dos equinoccios y los dos días y noches mas largas en todo el año durante los dos días que indican el inicio de los solsticios.
Si seguimos el recorrido del Sol entre el punto de inicio del otoño y el del invierno, presenciamos el acortamiento del día y el alargamiento de la noche. Esto quiere decir que las fuerzas lumínicas, las fuerzas del día, se retiran paulatinamente: el día se acorta y la noche se prolonga.
El Zodíaco es un círculo dividido en 12 segmentos de 30 grados cada uno, realizando 360 grados, y el Sol recorre en un año, el Zodíaco. Los 360 grados, a razón aproximadamente de 1 grado cada día, que sumados constituyen los 365 días de nuestro año. Por medio de la inclinación entre la elíptica y el ecuador terrestre, se dan las diferentes estaciones del año porque se producen acercamientos y distanciamientos de la tierra respecto al Sol y se dan las relaciones día / noche. Así se produce en el Zodíaco una división de 4 puntos determinantes por estar señalados en el calendario y que indican el paso del Sol en su recorrido: el principio de la primavera, del verano, del otoño y del invierno.
La primavera comienza alrededor del 21 de marzo, el verano se inicia el 21 de junio, en otoño el 21 de septiembre y en invierno el 21 de diciembre. De acuerdo a la astronomía y al Zodíaco, encontramos 4 puntos indicados: el comienzo de la primavera se denomina equinoccio de primavera (equinoccio quiere de decir igual duración del día y de la noche). Este equinoccio se presenta cuando el Zodíaco se halla a 0 grados Aries, alrededor del 21 de marzo. Opuesto a este punto, a 180 grados de distancia, se encuentra el otro equinoccio, el de otoño. Hacia la mitad de estos puntos, a 90 grados, se ve otro eje que representa los 0 grados de Cáncer, alrededor del 21 de junio, que marcan el comienzo del verano. Y finalmente, opuesto a este punto, a 180 grados, encontramos los 0 grados de Capricornio o solsticio de invierno.
Estos son puntos astronómicos que introducen las diferentes estaciones del año y que se caracterizan por la duración más igual del día y de la noche en el año en los dos días que marcan el comienzo de los dos equinoccios y los dos días y noches mas largas en todo el año durante los dos días que indican el inicio de los solsticios.
Si seguimos el recorrido del Sol entre el punto de inicio del otoño y el del invierno, presenciamos el acortamiento del día y el alargamiento de la noche. Esto quiere decir que las fuerzas lumínicas, las fuerzas del día, se retiran paulatinamente: el día se acorta y la noche se prolonga.
Si observamos el aspecto mitológico, vemos las relaciones visibles cambiantes, en las cuales las fuerzas de la luz van desapareciendo doblegadas por la oscuridad, que comienza a dominar y abarcar más espacio. El día se va retirando.
Final del artículo el día 15 de Diciembre, ¡no te lo pierdas!
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