Obligación
Se dice que los padres tienen OBLIGACION de criar y educar a sus hijos y se dice también que es OBLIGACION de los hijos, hacerse cargo de los padres, cuando estos no pueden valerse por si mismo.
Eso es lo que se dice; mas, cuando en algo tan natural como es la correspondencia de afectos, llega a hacerse presente la necesidad de emplear el vocablo OBLIGACIÓN, es porque esa acción MOLESTA… vemos que los hijos molestan, porque a pesar de no desearlos, vienen lo mismo y los padres también molestan, porque con sus achaques, sus lamentos y sus caprichos de viejos, interfieren en la vida de sus hijos legítimos y políticos.
¿Que es lo que está pasando ahora en la sociedad, que ambos extremos de existencia se MOLESTAN? Bien podría ser el sistema de vida. En el conglomerado urbano, vemos que cada día va siendo más escaso el espacio, el tiempo y sin ellos, hasta la paciencia, la comprensión y la tolerancia parecen reducirse. Pero … ¿es en realidad esto, lo que convierte en OBLIGACION muchas cosas de la vida, que son y fueron siempre completamente naturales y que atañen más a los sentimientos del espíritu que al mecanismo de la vida material?
Dejaremos aquí de lado las excepciones, que como en todos los casos las hay: padres amorosos con hijos ingratos… hijos buenos con padres insoportables por su altanería y garra de dominio. Pero miremos lo que se VE en la generalidad de los casos.
Cuando un hijo viene al mundo como fruto de la conjunción de dos espíritus unidos por el amor, ese hijo es el AMOR mismo hecho carne, un don del cielo siempre mimado y aceptado como una bendición.
En este caso, la obligación, esa imagen deformada del deber, desaparece para dar paso a la ABNEGACIÓN , don de amor, responsabilidad y cordura, funcionan en perfecta armonía, ya sea en el hogar pudiente como en el humilde.
En cambio, cuando ese hijo llega por accidente a un hogar formado bajo el signo de las conveniencias y las especulaciones sociales, ese pobre ser se convierte en una carga para sus progenitores, cuando crianza y educación cuando más pronto se delegue en otros, tanto mejor. Fácil solución si se cuenta con la solvencia necesaria como para poder recurrir a manos mercenarias que se encarguen del asunto eliminando así la obligación o reduciéndola a una simple supervisión ejercida por los padres. Pero, esto es imposible en el hogar de gente de recursos modestos: ahí la molestia subsiste; por lo tanto, la obligación va marcando estigmas sobre el hijo indeseado, cuyo dolor – salvo que se trate de un iluminado – dura toda la vida.
Que diferencia entre el camino de rosas del hijo del Amor y la senda de espinas del hijo de las conveniencias materiales; el primero, aunque su pan sea moreno y su cuerpo magro, aunque vista de tosco lino o de sedas y brocatos, su espíritu podrá nutrirse de amor, de altruismo de comprensión y de otros bellos sentimientos edificantes, porque entre ellos se habrá criado y cultivado. En cambio el otro, por más dulce que sea el espíritu que en él alienta, la indiferencia, el desamor, la frialdad de las manos a la que fue confiado a cambio de un salario, habían de helar sus sentimientos más puros, convirtiendo a ese ser huérfano de cariño y de orientación al bien, en un ente resentido, inadaptado y duro que buscará solo en los placeres materiales de las altas o bajas esferas sociales, algo con que saciar la desconocida pero igual sentida sed de afectos y de calor humano.
Para este si, será una verdadera molestia – pasado el tiempo – velar por unos padres que ningún sentimiento de amor supieron infundir en su alma, pero que en cambio lo lastimaron con su indiferencia e incomprensión. Y aquí volvemos a encontrarnos con aquella OBLIGACIÓN eludida ayer por los padres pudientes delegados en otras manos sin quehacer amoroso; la volvemos a encontrar eludida hoy por el hijo, que confía con la misma frialdad y descortesía a sus padres ancianos o enfermos a un “hogar de ancianos” o “asilo de viejos” lugares más o menos confortables según su alcance pecuniario o soportándose mutuamente, padres e hijos – si otra salida no cabe – en medio de repetidas disputas, reproches y recuerdos de hondos resentimientos hasta llegar al odio acérrimo.
El trauma que puede lesionar los sentimientos de este hijo del desamor, rara vez dará paso a la ternura hacia aquellos que le impusieron la dura prueba de una vida sin afectos. Si este ser tiene la dicha de encontrar por si mismo la fuente de amor que se oculta en su alma, esta se encausará a cualquier otro ser o seres… menos hacia sus propios padres.
Es muy probable que, gestores ellos a su tiempo de nuevas familias, en afán de dar a sus hijos todo aquello que a ellos les fuera negado en amor y atención, en desborde de descontrolado sacrificio, hagan de sus propios hijos, seres caprichosos y egoístas, mas consentidos que amorosos, más vanidosos que sensibles. El tiempo seguirá adelante y para estos también llegará el momento de tener que atender a sus padres… Otra vez aparecerá la dura OBLIGACION, aunque ahora, no fue el desamor el culpable, sino la desorientación de aquella alma que ansiosa de dar lo que no recibió, rompió el equilibrio del Buen Amor, el Amor que en acción es SENTIR SIN CONSENTIR… No da el mismo resultado amar consintiendo, tolerando caprichos sin discernimiento de bien o de mal, que amar educando, cultivando buenos sentimientos en germen y lijando malas tendencias con esmero y paciencia.
Si aquí también hay molestia en atender a los padres, el móvil no es porque éstos hayan sido malos, sino porque el hijo no fue enseñado a ser bueno…
Y así sigue la cadena de causas y efectos creando la fea sensación de OBLIGACION, donde simplemente debía existir una suave corriente de afectos, una correspondencia o intercambio a través de la vida, de delicados sentimientos, donde la obligación se desvaneciera en un sagrado deber; deber que por noble y venerado fuera cumplido con tal abnegación y justicia, que aún los más grandes sacrificios llegarán a ser tan leves como grande es el Amor, que todo lo allana y aligera.
Iris de Baudisch
Tema publicado en la Revista Joyas Espirituales del mes de Junio del año 1974.
*
Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte
**
No hay comentarios:
Publicar un comentario