sábado, 7 de junio de 2014

Disciplina



D I S C I P L I N A

            ¡Disciplina¡  Es maravilloso como esta palabra suena en mi conciencia, abarcando todo lo que falta a los seres de todas las edades y de todas las condiciones; falta disciplina entre nosotros al niño que acaba de nacer y a quien la madre no se resuelve a medirle el seno porque va a llorar, hasta el anciano que no se resuelve a oír la voz que llama a retiro y sigue la vida de la llorada juventud, arrostrando el ridículo; falta disciplina al joven que, con raras excepciones, ignora por completo los deberes que tiene para con los mayores.
            Invito a todos los padres, a todos los que tienen hijos que educar, a hacer un examen serio de conciencia, a meditar, tan solo sea una vez en la vida, sobre lo que debe ser la educación moral de un niño, sobre la necesidad de disciplinar sus pasiones, sus ideas, sus hábitos desde temprano. Los invito a pensar que no hay colegio, ni maestro, ni método, ni programa, capaz de hacer lo que ellos no hagan en el hogar y aquel que no educa a su hijo pierde el derecho de quejarse si el maestro no lo instruye,
            En los colegios alemanes, escandinavos e ingleses, la preocupación de la disciplina priva casi sobre la instrucción. Es de ver en Alemania como el maestro vigila en forma constante al niño, le insinúa y acaba por imponerle definitivamente, hábitos de orden no solo en la exposición de sus ideas, sino hasta en la manera de guardar sus útiles de trabajo, libros, cuadernos, instrumentos. Es de ver en Inglaterra la intensidad del esfuerzo del maestro, que trabaja en tierra fértil preparada por la herencia, para formar, ante que todo, el carácter del hombre.
            Es ideal la educación que Matthew Arnold definía: “hacer de todo inglés un caballero”, que debía ser el ideal de todos los pueblos. El caballero era, para Arnold, el hombre disciplinado en las pasiones y sus deseos,  con igual horror de la mentira que de las bajas pasiones, con la inteligencia abierta y tolerante y el corazón capaz de piedad y simpatía por el dolor ajeno. Bien sabía Arnold que al marcar ese rumbo a la tarea del maestro no hacía sino invitarlo a completar la obra iniciada en el hogar por la madre del niño y por el padre en el adolescente.
            Bien sabía él que es debido a esa obra lenta y constante de la educación de la familia a la que debe ese gran pueblo el vigor extraordinario de su vida nacional. Vale más la formación y el desarrollo del carácter que el desarrollo de la inteligencia.
            Entre nosotros el problema se simplifica, el carácter no se forma en la familia y la inteligencia no se desarrolla en el colegio. Y si alguien piensa que exagero, que asista a un examen de colegio o estudie de cerca la mentalidad de un grupo de jóvenes de entre 15 y 20 años, que es suficiente para formar una opinión media.
            Son cosas duras de decir y por momentos quiere caerse la pluma de mi mano, llena mi alma de tristeza. Pero he aceptado y me he prometido decir la verdad y la he dicho.-                  

                                                                       MIGUEL CANE (1851-1905) 

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Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte

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