¿ EN QUÉ CONSISTE LA ALQUIMIA ?
por
Orión de
Panthoseas
La alquimia es el arte, o
Mágnum Opus (Gran Obra) de la transmutación de los metales bajos en oro y del
proceso denominado Mysterium Mágnum (conocimiento de las fuerzas sutiles de la
Naturaleza) a fin de obtener el LapisPhilosophorum (Piedra filosofal) y el
Elixir Vitae (Elixir de Vida) En sentido simbólico, pues, es el proceso de transmutación
de la naturaleza inferior del hombre por medio del poder interno actuando
mediante la libre voluntad espiritual del individuo.
El motivo de que los
alquimistas recurrieran a los tradicionales términos conocidos, tales como oro,
azufre, mercurio, sal o ázoe, no obedecía sino a una forma entendida de aludir
a determinados estados espirituales entre los iniciados sin ponerse en riesgo
ante las exigencias restrictivas de los poderes eclesiales del momento, y
porque la masa general de la humanidad de aquel tiempo tampoco se encontraba en
condiciones de comprender las verdades contenidas en la filosofía hermética.
Así que, cuando un alquimista comunicaba a otro sus métodos, en realidad no
estaba haciendo otra cosa que señalarle el qué o el cómo de sus métodos
espirituales para progresar en dicho campo. Todo lo demás, lo referente a la
química nacida y sobrevenida con el renacimiento y con posterioridad, no es
sino un entretejido accidental de gente o gentes de buena fe o, simplemente, de
los no conocedores de la raíz y fondo de la cuestión.
Porque, veamos: si el oro ha
significado en todos los tiempos el espíritu, veremos ahora los demás términos
y no otros eran los aplicables.El cuerpo era considerado no sólo el templo del
espíritu, sino crisol a partir del cual iba a llevarse a cabo la transmutación
de todos y cada uno de los cuerpos en la luz dorada de los santos, el color
dorado, el color de la luz de Cristo.
Así, los antiguos
alquimistas designaron con el nombre de “Sal” a los ángeles de la Luna, que
gobiernan las salobres mareas. Observaron que para las funciones de la mente es
necesaria cierta cantidad de sal en la sangre, pero que su exceso podía
ocasionar la demencia. Por este motivo, los alquimistas relacionaban la Luna
con la mente.
Por otra parte, los ígneos espíritus de Lucifer – ángeles rezagados en su evolución, o ángeles caídos – fueron asociados con el elemento Azufre. Decían que la continua inhalación de este elemento desvanecía al hombre y lo mataba, del mismo modo que el hombre espiritual queda inconsciente y muere para los mundos espirituales si asimila las enseñanzas que le imbuyen los ángeles luciferes.
Afirmaba de modo semejante
los alquimistas que el metal Mercurio es el más engañoso de todos, dado que
penetra y se evapora a través de las sustancias con que se pone en contacto,
motivo por el que lo compararon de forma simbólica a los Señores de Mercurio,
consumados maestros en el arte de penetrar los secretos de la Naturaleza por
medio de la mente.
De la forma dicha, los
alquimistas relacionaron a los ángeles lunares, que gobiernan las mareas, con
el elemento sal; a los espíritus luciferarios de Marte con el elemento Azufre;
y a los Señores de Mercurio con el metal del mismo nombre. También hablaban los
alquimistas de un cuarto elemento, el ázoe, nombre en el que entran la primera
y última letras del alfabeto, como si quisiera significar la misma idea que
“alfa y omega”, es decir, que todo lo abarca e incluye. Este elemento se
refería a lo que ahora se llama el rayo espiritual de Neptuno, Rayo de la
Divinidad, el cual es la octava de Mercurio o sublimada esencia del poder
espiritual que, por otra parte, se pone de manifiesto en el tercer canal
medular mediante el ascenso del fuego serpentino desde el Kundalini, aquel que
pone en contacto las glándulas espirituales – pineal y pituitaria – y el
individuo adquirirá la clarividencia voluntaria.
Los alquimistas sabían muy
bien que la naturaleza física y moral del hombre se habían embrutecido a causa
de las pasiones infundidas por los luciferes y que, en consecuencia, era
necesario un proceso de destilación y refinamiento para eliminar tales características
y elevar al hombre a las últimas alturas. Consideraban por tanto al cuerpo un
laboratorio y hablaban del proceso espiritual en términos químicos. Observaron
que este proceso comienza y tiene su peculiar campo de actividad en la espina
dorsal, la cual constituye el enlace entre los órganos creadores: el cerebro o
campo de acción de los inteligentes mercurianos, y los genitales, donde tienen
su posición más ventajosa los lujuriosos y pasionales luciferes. La tripartita
columna vertebral era, por tanto, para ellos el crisol de la conciencia. Sabían
que los ángeles lunares eran especialmente activos en la simpática sección del
espinazo, que rige las funciones relacionadas con la conservación y bienestar
del cuerpo, y designaban dicha sección con el elemento “Sal”. Veían claramente,
de otro lado, que los luciferarios gobernaban la sección relacionada con los
nervios motores, los que difunden la energía dinámica almacenada en el cuerpo
por los alimentos, y simbolizaban dicha sección mediante el “Azufre”. La
tercera sección, que señala y registra las sensaciones transmitidas por los
nervios, recibió el nombre de “Mercurio”, porque decían que estaba regida por
los espirituales seres de Mercurio.
Contrariamente a los que
afirman los anatómicos, el canal formado por las vértebras no se encuentra
lleno de fluido, sino de un gas semejante al vapor de agua, que puede
condensarse cuando se expone a la acción de la atmósfera; sin embargo, también
puede sobrecalentarse por la actividad vibratoria del espíritu hasta un grado
en que podrá convertirse en el brillante y luminoso fuego
de la regeneración. Aquí es donde actúan las grandes jerarquías de Neptuno, y
lo llamaron “Ázoe”.
El proceso alquímico de
enardecer y realizar esta energía se efectúa en la columna vertebral, donde se
hallan la Sal el Azufre, el Mercurio y el Ázoe. Los nobles y altos
pensamientos, la meditación sobre puntos espirituales y el altruismo
manifestado en la vida cotidiana, ponen incandescente la médula espinal
mediante el fuego espinal o “serpiente de sabiduría”. Asciende gradualmente, y
cuando en el cerebro llega al cuerpo pituitario y a la glándula pineal, pone en
vibración estos órganos, abre los mundos espirituales al aspirante y capacita
para comunicarse con los dioses, es decir, con los seres espirituales del mundo
invisible. Este fuego irradia entonces en todas direcciones, penetra en el
cuerpo por entero y su aura, y el hombre se convierte en la
”piedra viva”, cuyo fulgor supera al del diamante o del rubí. Él es, entonces, “la piedra filosofal”. Esta es la fiel y verdadera interpretación ancestral y actual de la denominada “Alquimia”.
”piedra viva”, cuyo fulgor supera al del diamante o del rubí. Él es, entonces, “la piedra filosofal”. Esta es la fiel y verdadera interpretación ancestral y actual de la denominada “Alquimia”.
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Agradecemos al Sr. César Lillo Arellano, por este aporte
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