miércoles, 11 de marzo de 2015

Aprender a envejecer



APRENDER A ENVEJECER
(Andrés Martínez Villagrasa - Requena)
 
            Ante un nacimiento, quien no conoce dice: ”Ha nacido un niño”, mientras que, el  que  conoce,  piensa:  “Un  ego  llega  a  esta  vida  en  el  mundo  físico  para  extraer experiencias”. Ante una muerte, el primero dice: “Ya se ha muerto. Se acabó”, mientras que el segundo piensa: “Un ego regresa a los mundos superiores para asimilar el fruto de las experiencias vividas”. 
            Cuando un ego nace, su entrada en este centro de entrenamiento que llamamos vida,  empieza  su  actividad  hasta  el  punto  que  llamamos  muerte,  un  período  que podemos dividir en tres etapas. La primera se refiere a la recepción en esta vida y a su preparación para las actividades futuras; en esta etapa, otros le ayudan en su crianza y preparación.  La  segunda  sería  la  más  activa,  pues  entonces  ayuda  él  a  la  crianza  y preparación  de  otros,  mientras  desarrolla  una  actividad  laboral,  política  y  social  con influencias en su vida y en el ámbito en donde se mueve. La tercera es la etapa de la finalización o despedida y de preparación para retornar al sitio de donde vino. 
            La cultura materialista mucho se ha preocupado y hecho para atender a los que llegan, pero muy  poco ha preparado  para ayudar  a los que se van. Sólo  conocen este mundo material que ven y palpan y, por lo tanto, tiene interés ayudar al que llega, al que “tiene toda una vida por delante”, pero nada interesa el fin de esa vida, aunque abra las puertas  de  otra,  tanto  o  más  interesante  que  la  que  deja.  Si  en  las  etapas  anteriores aprendió una serie de cosas para su actividad en ellas, ahora debe aprender otras que le serán de mucha importancia; ahora debe aprender a envejecer. 
            Aprender  a  envejecer  supone  ir  madurando  en  el  conocimiento  de  la  vida, llenándose de sazón, como el fruto en el árbol. 
            Supone  ir  liquidando  los  asuntos  materiales;  ir  desprendiéndose  de  todos  los valores  mundanos  que  se  nos  han  ido  pegando,  empezando  por  los  llamados  bienes materiales y siguiendo por las glorias, honores y vanidades, que de nada nos servirán.
Cuando  hacemos  esto,  nos  desprendemos  fácilmente  de  todo  lo  que  nos  ata  a  este
mundo, como fácilmente se desprende el hueso de la fruta madura. 
            Supone tomar conciencia de que la muerte no es el fin; si acaso, el fin de una situación, pero el comienzo de otra, de la que puede ser que no sepamos nada, porque nada hemos hecho para conocer cosas de ese mundo al que vamos. Cuando hemos de trasladarnos a otro país, ¿no es aconsejable indagar antes todo lo que podamos sobre él? 
            Supone, en definitiva, tomar conciencia de que estamos preparando el equipaje para volver a casa.
 
Boletín Nº 37 AÑO 2.000 - CUARTO TRIMESTRE 
(Octubre-Diciembre) FRATERNIDAD ROSACRUZ  MAX HEINDEL (MADRID) 


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