viernes, 20 de marzo de 2015

El bebé que vivió porque su madre lo quiso


El bebé que vivió porque su madre lo quiso



El milagro de Jamie fue durante horas lo más visto y leído en la Web. Jamie nació prematuro y los médicos le dijeron a los papás que no había sobrevivido al parto. El bebé estaba muerto pero Kate, la mamá, le pidió a los médicos que lo pusieran sobre su pecho y a David, su marido, que se sacara la ropa y se subiera a la cama con ella.
El corazón de la mamá latía con una extraña mezcla de angustia y ternura aunque sin esperanza. La foto de ese instante muestra la cabecita ínfima, violeta y fría de Jamie, envuelta en un gorrito blanco y celeste. Inerte entre Kate y David. 
¿Inerte? La mamá le hablaba, le decía que se llamaba Jamie, que su hermana melliza estaba bien. Que con David tenían grandes planes para él. Era una despedida que quería ser bienvenida. Y lo fue: Jamie hizo ruidos y desafió la escena de muerte con vida. 
Entre la tibieza de los padres, volvió de la muerte. Su corazón empezó a latir al mismo son que el de su madre. Jamie se movió, aferró un dedito sobre el de su papá, abrió los ojos y lo miró. Todos lloraron. ¿Puede haber una felicidad mayor?
Asombro y milagro fueron en ese momento la misma cosa. El milagro no quiere que sea explicado sino sentido. Ahora otra foto, cinco años después. Asombro y milagro perviven como Jamie que abraza a su melliza Emily. Tal vez Kate, como aquel instante en el que resolvió poner al hijo muerto en el pecho y hablarle como si estuviera vivo, haya intuido que por alguna razón tenía que difundir la historia.
Es simplemente, pero nada simple, una historia para ser sentida. Porque seguimos estando ante dos misterios que se viven mejor que se explican y que son insondables en su profundidad: la muerte y la vida.
La ciencia se esfuerza por explicarlo a su manera, al menos por ahora incompleta. La literatura lo hace mejor: ¿qué sueño se sueña en la muerte?, se preguntó Shakespeare una vez y tal vez para siempre. Lo que tenemos es esta historia del matrimonio australiano que acaban de documentar en la Web no para que nos hagamos preguntas sino para disfrutarla.
Es difícil asumir que por sobre la tecnología somos personas en las que el calor de una madre, el abrazo de una pareja o de un amigo o la palabra del padre hacen las diferencias. 
Jamie no murió porque fue amado, porque su vida fue inmensamente deseada, porque su madre y su padre tenían un inmenso calor para darle. Y eso es la vida. Eso es dar a luz. Si hay que sufrir es mejor con un abrazo, con una caricia. La luz penetra cualquier oscuridad si es emitida desde el afecto. La luz del afecto revive y nos revive.


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