SEMBRADOR DE SEMILLAS ESPIRITUALES
Del Libro Divagaciones Poéticas por “Un Viejo Niño”
Aún no brilla la aurora, y el sembrador de buen tino,
sin reparar, si hace frió o calor, emprende su camino.
Desprecia el calor del lecho, y empieza su actividad,
sembrando la semilla fecunda de la espiritualidad.
Vence las dificultades, y lo hace con gran maestría,
y siembra con ahínco, la espiritual semilla del día.
No le arredra el trabajo, y mucho menos aún el dolor,
porque emplea toda su energía, con bastante fe y amor.
El sembrador cuida su siembra, con incansable celo,
porque esa es su gran labor, y muy constante anhelo.
Su gran faena es también, quitar la cizaña con placer;
no desfallece nunca, porque su lucha, es para vencer.
No ignora el sembrador, que debe seguir con cuidado,
toda su gran tarea, para no perder nunca lo sembrado.
Tampoco puede desconocer que difícil es su misión,
pero le conforta saber que Dios le da su bendición.
Algunas veces, surgen dudas, zozobras y desengaño,
y el sembrador espiritualista sabe reparar el daño.
Pasa por muy crueles sufrimientos, el fiel sembrador,
mas, sabe sufrirlo todo sin quejarse, con fe al Hacedor.
La labor de orden espiritual, amengua los dolores,
pues, se recobra el aliento, siendo dignos bienhechores.
Sabemos que al hacer buenas obras crece nuestro poder,
y, a cambio de los dolores, se cosecha también placer.
Cuando la cosecha es buena, el alma recoge flores de alegría,
que celebra con luz de hermosos fulgores.
Además, siente un muy sublime ambiente en su rededor,
puesto que, inunda toda su alma de gozo y esplendor.
El campo de la siembra espiritualista, es pedregoso,
y en muchas circunstancias, resulta siempre penoso.
Pero, cuando el alma comienza a ver y escudriñar,
reconoce perfectamente, que nunca debe desmayar.
No se podrá negar, que hay momentos de soledad y pena,
pues no se debe permitir, que eso nos sujete con cadena.
Porque, esas circunstancias, nunca podrían perdurar;
mucho menos, para hacer perder el tiempo en murmurar.
Y cuando ya sabemos que, nuestra misión en el mundo,
es amar y servir siempre, nuestro amor será profundo.
Nadie podría arrebatarnos, el gran gozo de servir,
ni el muy celestial anhelo, de ayudar hasta morir.
Los obstáculos, no deberían romper nuestra armonía,
que debemos mantenerla en todas las horas del día.
Porque la suprema ley del amor, vibra en nuestro ser,
y nosotros hemos de acatar, lo que nos impone el deber.
Es necesario actividad, y no hay que caer en la pereza,
hemos de sembrar las semillas, de espiritual belleza.
No hagamos caso de los obstáculos, en alguna ocasión,
hay que vencerlos, no nos engañemos por la ilusión.
Preciso es que apartemos, la cruz de la ignorancia,
sembrando sin cesar, sin ningún temor ni arrogancia.
No nos cansemos de sembrar, ni esperemos la gratitud,
la semilla es una luz refulgente, de primera magnitud.
No nos preocupe, cuando vengan tormentas y ciclones,
si permanecemos muy firmes, y con buenas intenciones.
Y, nadie podrá destruir nunca, nuestra ímproba labor;
ya se reconocerá más tarde, el gran fruto bienhechor.
Las contrariedades, también hemos de apreciarlas,
para adquirir experiencia y amor, para prodigarlas.
Seamos muy entusiastas, sin decaer nuestro valor jamás,
en esa forma, resulta un bien general para los demás.
Sembremos, sí sembremos con miras muy generosas,
y comprendamos siempre que, en todas estas cosas
habrá que, marchar sin descanso, de la Verdad en pos,
pues, en la Verdad, está reflejada la Voluntad de Dios.
***
455 - JOYAS ESPIRITUALES - 05/00 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
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