Diálogo
Recopilaciones por José Ocampos
Siempre que se busque la verdad o se quiera superar un conflicto
por medio del diálogo, la actitud primera y elemental debe ser la humildad
y erradicar la soberbia.
En los diálogos se necesita mucha humildad para bajar la voz e incluso
silenciarnos cuando la discusión entró en la zona de fuego. No tiene
que haber sonrisa o gesto despectivo. Absoluto secreto y buena fe.
Las instituciones de enseñanzas deben insistir en la utilización del
diálogo porque el diálogo desenlaza todos los nudos, disipa todas las
suspicacias, abre todas las puertas, soluciona todos los conflictos, madura
a las personas y a las comunidades; es el vínculo de la unidad y de la
paz, es el alma y la Madre de la Fraternidad.
El ser humano nació para amar y ser amado. Y sólo comienza a
sentirse realizado al desplegar sus capacidades afectivas en contacto
con los demás a través del diálogo. Pero si el sujeto, una vez incorporado
a la comunidad percibe que los demás miembros no lo toman en cuenta,
que lo aíslan, se siente decepcionado, se vuelve irritante y quiere reaccionar
contra la sociedad.
Los sujetos difíciles son así porque se sienten vacíos de afecto fraterno.
Tienen la sensación de que nadie los quiere. Se sienten solos, marginados.
Y entonces, por ese misterioso dispositivo de compensación que es el
diálogo, hace falta el acercamiento, el trato amistoso, de hermandad, de
afectuosidad para que esa persona no se sienta discriminada.
La esencia misma de la Fraternidad es ser transparente. Vivir en
fraternidad significa ir derribando lentamente las murallas que separan a
los hermanos, para hacerlos a todos mútuamente patentes y presentes.
Para esta finalidad, hay que crear un clima de confianza a través de
amistoso diálogo, y para crear ese clima, hay que comenzar por cultivar
un gran respeto mutuo.
Suelen decir los sicólogos que una persona movida por una fuerte
pasión de amor multiplica su presencia. Eso significa que cuando uno
tiene verdadero afecto a una persona, utiliza el diálogo de distintas maneras,
prolonga la visita, llama por teléfono, envía cartas, manda saludos.
En una palabra, se procura de mil maneras estar presente y siempre
unido a la persona para quien se guarda afecto.
Este principio tan utilizado por la sicología humana, deberíamos también
utilizarlo para estar permanentemente en contacto con Dios. Consultar
con Dios, dialogar con Dios; que nos guíe, nos ilumine, nos proteja,
nos encamine para no desviar nuestro recto y limpio proceder.
Pensemos en las relaciones de familia, en tantos hogares vacíos de
amor por falta de unidad, por falta de calor de hogar, por falta de diálogo
y que a través de amistoso diálogo se superen cualquier tipo de rencillas
que quieran alterar la paz familiar y de las naciones.
Muchas personas están desnudas, no precisamente de ropa, sino
desnudas de afecto, de ternura, de justicia, de paz, por falta de amistoso
y conciliador diálogo.
Nuestras almas, nuestros corazones deben ser como cristales transparentes
y micrófonos abiertos para poder dialogar con Dios.
Existe el desalojo no simplemente de una vivienda, sino también el
desahucio de querer ser comprendido por los demás a través de un diálogo,
que se nos tenga en cuenta, de que alguien en ese instante nos abra
el corazón a través de un cariñoso diálogo para sentir un poco de amor,
un poco de calor y de ternura.
La Hermana Teresa dijo: “Es hasta hermoso ver a una enferma incurable
morir con dignidad, irradiando alegría y amor de volver al lugar de
donde vino, donde volverá a dialogar amistosa, amorosamente con el
Señor.
Comunidad de fe significa que los hermanos se esfuerzan a través
del diálogo para que los sentimientos y los reflejos y la conducción de
Jesús sean motivo inspirador en sus reacciones, en la convivencia de
todos los días.
Una voluntad, revestida e impulsada por Jesús, debe decidir
soberanamente en nosotros por encima de las oscuras fuerzas impulsoras,
y así, en lugar de tener una reacción expulsiva, voy a quedar en silencio,
como Jesús ante Pilatos; más tarde voy a dialogar con calma y paz, después
voy a enterrar los recuerdos ingratos de una desavenencia, y olvidarlo
todo generosamente como lo fue Jesús con los suyos.
Al aparecer los lados desconocidos y conflictivos de la vida, es la
hora de dialogar con Dios para que se haga presente el verdadero amor.
El amor que amansa, amortigua, capea, armoniza, ilumina, robustece,
une, engrandece.
Una imagen inflada de uno mismo hace que pretendamos constituirnos
en monopolizadores de la verdad, y hace que no se soporte a nadie
que disienta de nuestro parecer.
Algunas veces, cuando nos acosan las dificultades, hasta nos
hacen pensar en abandonar el camino del espiritualismo; entonces es
cuando tenemos que dialogar con nosotros mismos y con Dios y determinar
que es preferible morir de dolor que abandonar el camino
señalado por el Maestro Jesús.
Por principio no debemos envidiar a nadie. Ellos tendrán sus virtudes,
pero nosotros también tenemos nuestras aptitudes.
Para que en un hogar exista siempre amor, armonía, comprensión,
tolerancia, hay que dialogar siempre despojándose de todas las escorias
que puedan constituir obstáculos para mantener una relación bendecida
por el amor de Dios.
Uno de los termómetros que miden el grado de desarrollo de las
personas es la capacidad de comprensión y aceptación.
No se puede decir: En algún momento escucharé la voz de Dios. Tal
o cual día tal vez pueda escuchar la voz de Dios. Dios está dialogando
con nosotros en forma permanente, pero nosotros sólo ponemos atención
en las cosas buenas. El lenguaje de Dios no es confort. Es el lenguaje
del sacrificio, del servicio a los demás, por eso a muchos no les gusta
dialogar con Él. Dios entró en este mundo pobre, escogió una condición
pobre, un ambiente pobre, la única manera en que Él nos recompensa es
con su gran amor.
Todos los cristianos debemos dar luz al Señor en el mundo, permitirle
que se haga vivo en nosotros, dialogar permanentemente con El para
recibir sus gestos de permanente amor, sus labios para que siga pronunciando
palabras de amor, su corazón para que siga irradiando sobre el
mundo su amor.
Que la gente encuentre en su permanente presencia un corazón
abierto, sus manos abiertas para bendecirnos siempre.
Sea cual fuere el lenguaje que hablemos, hay que tratar de hablar
en un lenguaje que tenga vida y no en lenguaje muerto.
Muchas veces se destruye la unión matrimonial por no saber llevar
la carga del matrimonio, que no debería ser carga, sino una bendición
y que, con permanente y amistoso dialogo, se pueda superar
cualquier inconveniente.
En los matrimonios o en cualquier grupo, no faltan los conflictos. No
hay que olvidar que el Señor dijo, cuando aumentaba la tormenta y crecián
las olas: APACIGUAOS.
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458 - JOYAS ESPIRITUALES - 08/00 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
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