miércoles, 25 de agosto de 2010

SI ME AMÁIS GUARDAD MIS MANDAMIENTOS - Por FELIX TOLOSA BOSH



SI ME AMÁIS GUARDAD
MIS MANDAMIENTOS

Por FELIX TOLOSA BOSH


Tú que estudias y te esfuerzas por mejorarte y ser bueno, que trabajas
y deseas vivir en paz con tus semejantes; que creyéndote -de buena
fe- capacitado, pretendes orientar y dirigir a otros por la senda del bien, te
será muy útil tener presente en todo instante y enseñarlo a los que te
siguen y confían en ti, que todas nuestras miserias y sufrimientos tienen
como única causa nuestros errores, presentes y pasados. Son su consecuencia
inevitable. La triste cosecha de la mala siembra.

Cada vez que piensas, que tienes un deseo, o realizas algo, por
insignificante que sea tu pensamiento, deseo o acción, sabe que arrojas
al campo de tu vida, semillas que inevitablemente germinarán un día, y
sus frutos, traducidos en hechos y circunstancias favorables o adversos,
felices o dolorosos, tendrás por fuerza que recogerlos, porque son tuyos;
es tu cosecha y la vida es inexorable en su justicia: nada te quita,
nada te regala. Te da lo tuyo.

No puedes abrigar la menor duda al respecto, por cuanto ello significa
contrariar la verdad expresada por el Divino Maestro cuando dijo: “Lo
que el hombre sembrare, eso también recogerá”.

Es necesario amigo, que te persuadas de que en un Universo regido
por leyes eternas e inmutables de Justicia y Equilibrio, no es posible
que vivas y obres equivocadamente y obtengas por ello paz, abundancia
y salud. Y obras equivocadamente, cuando en un momento de descuido
te dejas arrebatar por la cólera que se traduce en palabras o hechos
violentos; cuando escuchas y toleras que en tu presencia se pronuncien
palabras de crítica o censura contra un semejante que se equivocó u obró
mal, sin hacer observar que no es censurando ni criticando errores como
vamos a mejorar a los demás.

Insisto en esto y lo señalo y seguiré señalándolo sin descanso, porque
constituye algo así como un tumor maligno, un cáncer cuya extirpación
total es necesaria, para lograr la comprensión, el fraterno acercamiento
y armonía entre todas las almas que alientan un ideal de paz, y
anhelan sentirse realmente miembros de la gran familia.

Tú, que orientas, diriges y dices que quieres ser un instrumento de
paz entre los hombres, ¿has logrado que cada uno de aquellos a los que
llamas “hermanos” se vincule, conozca y sea amigo de todos los demás?

Si no lo has logrado, ¿qué clase de fraternidad es la que pregonas?

El Cristo enseñó a sus innumerables discípulos y en particular a sus doce
elegidos, que se amasen los unos a los otros para que así, el mundo
supiera que eran sus discípulos.

Los integrantes de toda familia, los alumnos de toda escuela, deben
conocerse y tratarse entre sí, para que luego cada cual pueda acercarse
a los demás, confiado y consciente de que por encima de las diferencias
temperamentales, hallará siempre corazones abiertos, sin prevenciones,
dispuestos a compartir sus alegrías o prodigarle en un caso de emergencia,
la ayuda moral de una palabra amiga que ahuyente una sombra o
disipe una inquietud. Esto hará que cada uno se sienta fortalecido espiritualmente,
por la persuasión de que se halla entre verdaderos hermanos,
que lo ayudarán a corregir sus errores y no entre jueces o censores que
señalan y cuentan sus manchas, COMO SI ELLOS NO LAS TUVIERAN.

También dijo el Maestro en una oportunidad con respecto a un hecho
comprobado: “EL QUE ESTÉ SIN PECADO ARROJE LA PRIMERA
PIEDRA”. Y nadie la arrojó.

Estas palabras del Maestro tienen vigencia eterna y proyecta tanta
luz, que nadie puede llamarse a engaño sobre su profundo y divino significado.

Tú, que piensas, tú que estudias o enseñas, que quieres ayudar a
dirigir a otros por la senda del bien, te has preguntado y respondido honestamente,
si alguna vez en tu vida has arrojado o no alguna piedra
contra un semejante? En tus diarias actividades en el mundo, empezando
por tu hogar, que es la primera escuela donde debes enseñar con tu
ejemplo, ¿has ayudado y ayudas a los demás, enseñándoles que no
arrojen piedras a sus semejantes, porque una piedra puede herir al pecador
sin eliminar el pecado?

Permíteme que te sugiera la conveniencia de pensar en ello, porque
si no lo has hecho, significaría que ignoras el mandato del Divino Maestro:


“SI ME AMÁIS, GUARDAD MIS MANDAMIENTOS".


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461 - JOYAS ESPIRITUALES - 11/00 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY

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