REGENERACIÓN PSÍQUICA POR EL AMOR
A LA VIDA Y LA NATURALEZA
POR EDUARDO FEUCHTERSLEBEN
La hermosura y la grandiosidad de la naturaleza, no pueden
desplegarse ante nuestros ojos, sin que al punto nuestro
Espíritu se eleve y transporte.
Decid cuanto queréis en defensa de la sociedad; pero la soledad
es la única que hace feliz al hombre. La mirada que se pierde en
el azul infinito del cielo, o que se extiende sobre el rico y variado cuadro
de la tierra, no percibe las miserias y ruindades que atormentan la
vida en el torbellino del mundo. La Naturaleza no inspira más que sentimientos
sublimes; y meditándolos, el hombre se levanta a su nivel. El
átomo aprende a conocer su pequeñez y al mismo tiempo se regocija
en su existencia, porque se siente vivir en la armonía del conjunto. La
Naturaleza, con sus leyes inmutables, nos enseña la justicia; la Naturaleza
es bienhechora, aun cuando nos anonada. Y sólo en la Naturaleza
se encuentra la verdad, el reposo y la salud.
Rahel ha dicho: “La vida al aire libre tiene para mí un no sé qué
de inefable; paréceme que entonces estoy más cerca a las personas
de mi afecto, y más apartado de los importunos”.
Entre los sabios, los naturalistas son los que alcanzan una vejez
más larga y más serena. En efecto, la Naturaleza, que para revelarse
a los mortales, exige que la interroguen con un corazón de niño, rejuvenece,
en premio, a los que a ella se consagran con el amor y la
candidez de la juventud.
En el fondo, la salud del alma es el sentimiento de la armonía se
alcanzará a medida que aumente nuestra fe, por la cual se atraen
innumerables ayudas materiales que, fortaleciendo nuestro espíritu,
contribuirán en gran manera al proceso de la regeneración física.
Anteo es la imagen del hombre; la tierra cuando nos acogemos
ansiosamente a su regazo materno, nos fortalece y nos anima hasta el
punto de hacernos invencibles. La naturaleza obra sobre todos nuestros
órganos: ella sugiere a la fantasía nobles y frescas imágenes; ella
traza a la voluntad límites infranqueables; ella le comunica firmeza y
vigor. Su silencio majestuoso eleva el alma; sus efectos grandiosos,
pero siempre sencillos y regulares, despiertan en la inteligencia vivas
y fecundas ideas. El carácter inmutable de sus leyes nos mantienen
en un saludable equilibrio; los tesoros de belleza que esparce pródigamente;
el encanto de las flores; las fulgurantes estrellas, que, como
polvo diamantino sembrado por los ámbitos de la bóveda celeste, en
noche sublime, forman un espectáculo magnífico, cuya contemplación
borra en nuestra frente las arrugas de los pesares y del mal humor; su
grandeza nos transporta a las regiones divinas, en las cuales la ley
suprema se manifiesta con soberana autoridad a nuestro intelecto y a
nuestro amor.
He aquí los beneficios de la Naturaleza. ¿No tenemos pues
sobrada razón para invocarla como el mejor, el más poderoso médico
del alma?.
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457 - JOYAS ESPIRITUALES - 07/00 - FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
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